Capítulo 3
—Quiero chocolate —pide Matt señalando la alacena.
—No probaste lo que hizo papá, así que no. —Noelia se cruza de brazos para mostrarse más firme. Pero el grito que suelta su hijo la asusta y trata de proteger sus oídos del ensordecedor llanto.
—Te dije que no sería tan fácil —comenta Andreu estando sentado en su escritorio.
—Está bien, solo un pedazo. —Ella termina dándole un poco de chocolate, cosa que calma un poco a Matt. Pero él quiere toda la barra.
Kaneís oye el escandalo desde la habitación y suspira. Recuerda perfectamente que él no era así, no alzaba la voz, siempre pedía por favor y no pedía mucho de hecho, solo quería cariño y atención. En ese momento, el ruido de la puerta interrumpe sus pensamientos, su nuevo dueño entra a la habitación con las mejillas manchadas de chocolate y termina arrojando la envoltura en el piso.
—Que rico...
Sus palabras se desvanecen como un susurro inaudible cuando ve a una persona alta en su habitación, junto a la ventana. La luz le da una perfecta vista del ser de piel blanca, un poco encorvado y con sombras oscuras bajos sus ojos amarillos.
Matt suelta un grito cuando Kaneís se acerca a él, pareciera que ha olvidado lo sucedido en la noche. Con solo dos grandes zancada el espectro lo alcanza y lo toma en sus brazos. El niño cubre su boca con las manos al ver su rostro muy cerca, sus ojos lo observan de pies a cabeza hasta detenerse en su rostro.
—Te pareces a él —susurra. Con los pulgar quita los restos de chocolate mientras Matt continúa sorprendido. Un momento después relaja todo su cuerpo y le pide que lo baje.
—Me asustaste —murmura mientras da unos pasos hacia atrás. No está acostumbrado a tener a un extraño de cabello blanco en su habitación, además le ha dicho a sus padres y ellos no parecen molestos al respecto.
—Perdona, ¿quieres más chocolate? —Kaneís le enseña dos barras más en sus manos y los deja en las manos de Matt.
—Gracias —responde dándole una sonrisa.
Unos minutos después, la casa queda en completo silencio cuando la familia se marcha, Andreu debe llevar a su pareja al trabajo y luego dejar a Matt en el jardín. Kaneís, por su parte, aprovecha ese momento a solas para recorrer la casa con más tiempo y atención. No hay demasiadas habitaciones y al patio le falta un corte de césped.
En ese momento, un espejo llama su atención, este se encuentra en la entrada, mirando hacia la puerta. Entonces se acerca y observa su reflejo directamente a los ojos.
—Siempre debe haber un espejo —susurra enterrando las uñas en una de sus mejillas—. Te odio.
—Él parece bueno porque me da cosas y habla conmigo, se llama Ka-ne... Ka... Comienza así pero no me sale. Anoche me dio más cereal y dijo que hará lo que yo quiera. Creo que quiere ser mi amigo —les explica a sus padres mientras va asegurado en el asiento trasero del auto. Noelia lo escucha con atención y mira a Andreu con el ceño fruncido.
—Está muy eufórico, le diste más chocolate a escondidas —murmura dándole un golpe a su brazo.
—No, tú se lo diste cuando comenzó a llorar.
—Fue solo una barra, ya sabes como se pone con tanta azúcar —lo regaña para luego cruzar los brazos—. Debiste darle más.
—No lo hice.
—¿Me escuchan? El extraño es más alto que papi y siempre pasea por la casa desde que llegó, ¿lo vieron?
—Por supuesto Maty —responde su madre dándole una sonrisa—. Es un placer conocer a tu amigo, está sentado junto a ti.
Él mira a un lado y solo encuentra el asiento vacío, entonces sube y baja los hombros. En ese momento el auto se detiene ya que Noelia se despide de él cuando debe entrar al trabajo. Deja muchos besos en el rostro de su bebé y también se despide de Andreu, dándole una mirada seria al final.
El hombre suelta un suspiro cuando ella ya desaparece de su vista y mira a Matt con el ceño fruncido.
—Tu madre se molestó conmigo por algo que no hice —murmura mientras pone en marcha el auto nuevamente—. ¿Tomaste más chocolate de la alacena?
—No, él lo hizo.
—¿Tu amigo?
—Le dije gracias y me los comí. —Matt toma su mochila al ver que ya han llegado al jardín y saluda a sus amigos desde la ventana.
—Bien, me gustaría hablar con tu amigo luego. Mucha azúcar es malo para los niños. —Andreu abre la puerta para hacerlo bajar y sonríe al ver que tiene un poco de dificultades para bajar del asiento trasero debido a su pequeña altura.
—Bueno, no voy a aceptar dulces de él.
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