Ternuras

   … Toda mi vida he buscado en los hombres algo especial, algo que no he encontrado en aquellos con los que he estado alguna vez. Yo he estado con muchos, muchos hombres; pero el sexo para ellos es algo simplemente carnal y muchas veces solo se concentran en ellos mismos, tan egoístas como siempre. Busco en ellos una conexión entera, espiritual, o al menos que me traten con ternuras, que no me vean como su objeto, un simple medio para satisfacer sus necesidades.

   Estoy tumbada en la cama, desnuda, él es guapo, alto y muy musculoso; aun así, no creo en caras bonitas. Me extraña mucho que aun esté con ropa, ellos por lo general son un relámpago con tal de meterla enseguida. Aun así se me acerca, me mira con una cara que parece que está mirando una obra de arte, me siento incómoda y me cubro mis senos con las manos. Se ríe y con un dedo toca mi tobillo, la sensación es cálida y agradable a la piel. El dedo se va trasladando lentamente hacia mi pierna, mi muslo y de ahí a mi agujero: si, al ombligo. Del ombligo pasa sin detenerse por entre mis montañas y va directamente hacia mi cabello, dejando tras de sí una estela cálida y agradable por donde ha pasado. Su mano hace contacto con mis cabellos, los acaricia a la vez que yo me quedo sorprendida, sin darme tiempo a comprender nada continúa intrigándome aún más: acaricia mi cuello con sus suaves manos, el efecto produce en mí un erizamiento desde la punta de los dedos hasta la misma cabeza, Está comenzando a excitarme su ternura. Como un ángel se posa encima de mí, su aliento es constante, relajado y tiene un olor agradable. Con su nariz vuelve a recorrer mi cuello. Esta vez un escalofrío recorrió mi cuerpo hasta llegar a “la joya de la corona”, en donde se quedó retumbando por un buen tiempo. Aun con ropa me abrazó, no fue como un abrazo de leñador sino un abrazo como de alguien que tocase un arpa. Su rostro se alineó con el mío, mi respiración comenzó a agitarse pero la suya permaneció constante. Sus labios se me fueron acercando como lo hace un cisne que se posa en el agua. La sensación fue delicada, parecía que una nube me estuviese besando, mis ojos se cerraron para poder percibir mejor sus sutiles besos y mientras lo hacían sus manos y las mías se volvieron uno. El sabor de sus besos era algo totalmente nuevo para mí: eran dulces, pero no lo suficiente para que me saturaran, intensos y tiernos a la vez y un toque místico añadía su lengua, que tímidamente buscaba la mía.
Nuestras bocas estuvieron danzando al compás de la ternura durante un tiempo, hasta que sus besos fueron lentamente abandonando mi boca y fueron abriéndose camino entre mi piel hasta mi pecho. Lo besó sin llegar a las zonas en las que todos los demás iban frenéticamente. Luego de tomarse su tiempo  comenzó a invadir mis dos abultadas fortalezas con legiones de besos, que lentamente llegaron a la cima de ambos castillos. Dos mordiscos, uno en cada uno acabaron por dar su victoria en la batalla por mi cuerpo. Después su lengua cubrió airosa todo el territorio adquirido. Sus manos tomaron las ruinas de manera prepotente y las fueron deformando y apretando para que luego su boca recogiera el botín de guerra en cada uno.

Abandonó un poco  mi cuerpo y al fin las prendas que cubrían su torso, así semidesnudo comenzó nuevamente a crear un camino hacia el “jardín perdido”. Otro ejército de cariño volvió a invadir las regiones inexploradas por él  de mi cuerpo, el jardín fue destrozado por el ejército que usó su delicada estrategia para allanar el camino a la lengua prepotente. Ella fue directo  a la “herida” que todas las mujeres tenemos por naturaleza, pasó de arriba y de abajo mientras me hacía algo tan maravilloso, tan excitante, tan rico. Luego su movimiento se volvió centrífugo y la sensación de su lengua en mi clítoris se volvió extremadamente intensa. Su lengua le dio camino al mismo dedo que primero me había tocado, como una lanza fue colocada en la entrada de mi vagina, que dejaba escapar unas gotas aceitosas que raramente veía. Caballerosamente fue perdiéndose en mi interior mientras sus labios me dejaban degustar su sabor, la sensación de la entrada de parte de su ser en mi interior elevó mi conciencia a un nuevo nivel mientras resonaba en una nueva frecuencia. Comenzó a entrar y salir: era como si cada vez que volvía a entrar viniera con un poquito de placer, lo dejase dentro de mí y saliese apurado a buscar otro; y otro. En algún momento abandonó por completo mi interior pero para volver acompañado de otra camarada, para entregarme el doble de placer y luego el triple después de que buscaran un tercer camarada. Sentí como un hormigueo se extendía desde esa región por toda mi piel, y me obligó esa sensación a cerrar los ojos. Sentí mi corazón galopar en mi pecho como un corcel indómito, mi respiración volverse convulsa y el tiempo, juraría, sentir ir más lento. Así en ese estado tuve mi primer, genial y explosivo orgasmo. Lo único que puedo describir certeramente es que es tal la sensación que desearías no se acabe nunca. Me pareció increíble que solamente con su lengua y sus dedos pudieran hacer que yo llegara al tan codiciado por las mujeres orgasmo. Me arqueé de tal manera que parecía un arco y cuando al fin puede reincorporarme ya se había quitado el pantalón y el calzoncillo se encontraba en un estado de sobre-erección, quise ir directo a su miembro y hacerle sentir tan bien como me hizo sentir. Pero intenté hacerle lo mismo que me había hecho. A besos fui bajando desde su cuello hasta su tórax; cubriéndolo de caricias, así, lentamente fui llegando a su sexo. Estaba caliente, duro y dejaba escapar unas gotitas aceitosas muy parecidas a las que había salido de mi interior, pude percibir como comenzaba a excitarse, prueba de ello fue el tornasolado color que lentamente fue adoptando su cara. Con una mano tomé su máquina del amor y después de pasar mi lengua por ella la hice desaparecer en mi boca totalmente. Dejó escapar un leve gemido en señal de placer mientras yo succionaba y chupaba su lanza como si fuera una piruleta. Continué por un tiempo más o menos hasta que él me levantó. Me volví a acostar, él delicadamente, como lo había hecho la vez anterior a aterrizar sobre mí. Al fin pude sentir la textura de su piel en la mía, colocó su ariete en la puerta de mi castillo y de manera lenta pero suculenta comenzó a entrar. Esta vez no fue como las demás, existía algo diferente en la sensación, una especie de cosquilleo que atravesaba mi alma y me hacía temblar y lo mismo le pasaba a él, cada vez que su ariete volvía a entrar se me escapaba involuntariamente el aliento y a él también. Mis manos fueron trepando como hiedras por su espalda, en donde florecieron miles de caricias. La sensación era increíble, me sentía en el séptimo cielo, estaba muy extasiada y podía notar que estaba más húmeda que de costumbre, mientras me llenaba en cuerpo y alma busqué sus labios, su cuello y su oreja, quería degustar el sabor de su ser. Poco a poco la sensación comenzó a subir el nivel, a la vez que lo hacía la frecuencia de sus penetraciones. Cuando sintió que ya no podía más, que su placer iría a regar con su simiente mis entrañas se retiró de mi interior, pero mi cuerpo lo volvió a hacer entrar en él. El placer también se duplicó en mí y no cesó hasta un segundo orgasmo, que fue acompañado por el suyo; su simiente brotó como un riachuelo de agua tibia e inundó mi vagina mientras una sensación cálida se apoderaba de mí. Luego de su definitiva partida, me besó largamente, se vistió y luego de dejar el dinero encima del cabecero se marchó. Yo me fui a bañar para estar lista para el próximo cliente. Eso sí, de vez en cuando aún se pasa por aquí y me hace feliz de placer con el uso de su ternura.       

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top