Mi Mejor Amiga


   Hoy me he levantado temprano con la esperanza de aprovechar el último día del verano; pero créanlo o no está lloviendo a cántaros y parece más primavera que verano. Ya han pasado dos horas y aún cae agua de las nubes. ¿Es qué no va a escampar nunca? ¡Tengo qué hacer algo! ¡Cualquier cosa! Ya sé, voy a visitar a mi mejor amiga, además, conociéndola como la conozco seguro debe estar tan aburrida como yo.
   Tomo la capa y el paraguas, una vez en la calle el viento por poco me lleva con todo y paraguas. Lo que faltaba, mejor me apuro. Ahora mientras camino me vienen a la mente recuerdos suyos, es pelirroja, ojos color verde claro y con unos atributos que le permiten conseguir todo y cuanto quiera de los hombres, es la codicia de los varones y la envidia de las hembras de la escuela. No sé por qué, pero desde el día que fuimos a la playa y vi su monumental cuerpo, desnudo bajo la luz de la luna, me ha empezado a gustar demasiado, pero eso sí, hago todo lo posible para que ella no lo note. Afortunadamente está soltera, pero sé que por muy poco tiempo: ella es tan caliente que muy pronto encontrara otro que la “llene y la rellene” Ojalá y se presente alguna oportunidad…
   Al fin, tras un poco de camino estoy frente a su puerta. Escucho gritos. ¡Es el cabrón de su ex que le está pegando otra vez! Sin pensarlo ni reflexionarlo empujo la puerta, esta cede. Lo que veo me deja atónito. Está totalmente desnuda sentada en el sofá, masturbándose, o eso hacía hasta que invadí su intimidad. Me mira petrificada, con sus dedos introducidos en su vagina. Por alguna razón no pude dejar de mirarla, la sangre se me había ido de la cabeza y había ido a parar a mis zonas erógenas. Traté de retroceder por pena pero la excitación me hizo avanzar un paso y muy pronto estuve a su lado. Mis pensamientos más mezquinos se despertaron en mi ser. La miré, estaba con los ojos cerrados, por sus pestañas parecían escaparse lágrimas de pudor. Su mano derecha luchaba por liberarse de su estado y como prueba de ello temblaba y lentamente comenzaba a salir. Antes de que quedase liberada la lujuria que entró en mí, le tomé la mano y la volví a introducir de nuevo en su interior.
-¡No hagas eso! ¡Vete por favor! - decía con la respiración entrecortada.         
   Yo no le hice caso y moví su mano frenéticamente. Retiré su mano e introduje mis dedos en su vagina. Se puso colorada e intentaba alejarse de mí, pero poco a poco fui acercando mi cara a la suya. Pude notar lo agitada que estaba su respiración. Me gustas mucho, no puedo dejar de pensar en ti- le dije y la besé mientras sus labios seguían el compás.
¡Qué dulces son tus labios!- pensé y con la mano que me quedaba libre acaricié sus enormes tetas.
   Mi cuerpo temblaba de placer, mi pantalón parecía que iba a explotar mi saliva, sentía que se hacía más espesa. Cada una de nuestras lenguas comenzó a buscarse y a danzar al compás de nuestros agitados corazones. Entonces ella comenzó a atacar mi pantalón, zafó el cinto, lentamente lo bajo y luego mi ropa interior. Como un obelisco se alzó ostentosa a mi hombría, que comenzó a ser acariciada lentamente, hacia arriba y hacia abajo. Aquel roce me excitó de tal manera que comencé a besar su oreja, luego descubrí que ese era su punto más débil y sensible. En ese momento, sin dejar de besarla en la oreja me senté en el sofá, ella dejó de acariciarme para acercar su boca.  Al entrar mi vega en su boca sentí un cosquilleo tan exquisito que tuve que virar los ojos y exclamar ¡Dios! Tomé su cabeza entre mis manos y la obligué a “comerse todo el embutido”. Pero luego me dieron ganas de probar una postura que nunca había tenido tiempo de completar el “69”. Una vez acomodada ella comencé a lamerle lentamente el clítoris, para luego chupar y mover mi lengua en forma de remolino. Así continuamos durante un tiempo hasta que la voltee. La senté sobre mí, sin penetrarla, y comencé a degustar de sus sabrosos labios y a acariciar sus suaves pechos, que tenían los pezones duros por el éxtasis. Me entretuve haciéndole “ring-ring” durante un tiempo y recorría mi lengua por cada parte de su apetitoso cuerpo. En ese momento ella ya no pudo contenerse más. Te quiero dentro de mí ya- dijo, tomó mi miembro entre sus manos, lo colocó en posición y se lo clavó hasta el fondo. Entró rápida y fuertemente, allá dentro se sentía cálido, húmedo, apretadito; en fin, el paraíso para cualquier verga. Así la cargué en peso y me fui con ella hacia la pared más cercana. Una vez ahí, como yo tenía el control, luego de tomar sus piernas con mis manos, comencé a hacérselo a lo lindo- Cuando te sientas sola, solo dímelo- le susurré al oído y continué follándola…
   Desperté, todo había sido un sueño, tan real, pero sueño al fin. Miré hacia la ventana, estaba lloviendo y tan húmedo como estaba allá fuera me sentía yo. En ese momento decidí acabar con la erección yo solo. Mi brazo reptó por debajo de la sábana, tomó al “rebelde y comenzó a hacerle confesar”. Cerré los ojos y recordé mi sueño, lo buena que estaba, lo bien que mamaba. Me quité la sábana para poder continuar mejor y de repente se abrió la puerta de golpe: era mi mejor amiga. Esta vez fui yo el que se quedó petrificado, sin poder quitar la mano de mi “brazo”. Ella se quedó atónita, pero de repente sonrió y cerró la puerta.
Soñé contigo- me dijo- Y he venido para que me hagas todo lo que me hiciste en sueños. Me gustas mucho, esto último lo dijo cuando  ya empezaba a masturbarme-
   Yo no dije nada; me limitaré a cumplir mi sueño, eso sí, esta vez seguro estoy que conseguiré venirme…

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