Apariencias

A Aimet, Dayana, Elianis y Sulia
(…)Desde que tengo diecinueve años comencé a trabajar en la empresa de mi padre, empecé desde abajo, pero luego con el mejorar de mis habilidades  y tras cinco años de arduo trabajo estoy muy cerca de llegar al lugar que me corresponde por derecho de nacimiento. Hace seis meses que tengo despacho propio y me asignaron una secretaria. Ella siempre usaba espejuelos, el pelo siempre recogido y una falda larga rara vez dejaba descubiertos sus tobillos. Mis compañeros se burlaban de mí porque era el único que ni siquiera había tenido un encuentro cercano con mi secretaria, ellos alardeaban de poder deleitarse jugando con sus cuerpos o llegando incluso a tener sexo con ellas , dentro y fuera del trabajo. Aún con la aparente anorexia sexual de mi secretaria resultó ser muy eficiente y versátil. Me sorprendió que con tan solo diecinueve años pudiera trabajar tan bien. Fui el primero de todos mis compañeros en ser promovido. Yo pedí que mi secretaria siguiese siendo ella, me sentía muy cómodo con ella como compañeros de trabajo. Aún con eso nuestras relaciones siempre fueron simplemente profesionales y nunca quedé con ella fuera de trabajo. Los mese fueron pasando y al fin llegué a la mesa de accionistas, al lado de mi padre. Ella, por puro desenvolvimiento ocupó el puesto de secretaria ejecutiva (mi secretaria otra vez). Yo estaba muy emocionado en mi primera reunión, papá incluso me abrazó y me presentó ante todos. Se sentó a mi lado y en el otro estaba mi leal compañera. La reunión comenzó y yo empecé a expresar mis opiniones y sugerencias según mis experiencias de los últimos años. De repente una pierna rozó la mía, continué hablando; pero la pierna seguía restregándose con la mía. Callé. Miré disimuladamente hacia mi izquierda y noté como mi secretaria con una cara tan atenta y más tranquila que una foto de pasaporte estaba restregándose conmigo. Mil pensamientos surcaron mi cabeza, pero se estrellaron cuando su mano comenzó a trepar por mi entrepierna. Un escalofrío recorrió sutilmente mi cuerpo mientras me erizaba de pies a cabeza, y es que dota una vida mis piernas han sido extremadamente sensibles a cualquier roce que no sea el mío, me resulta insoportable y excitante. Con su cara de pasaporte continuó frotando y restregando mi entrepierna, precisamente cuando me habían pedido una opinión importante en un asunto de transacciones. Intenté hablar lo mejor y lo más rápido posible, pero ella seguía invadiendo mi cuerpo. Yo ya había comenzado a excitarme, no soy ni era de hierro y ella intentó desabrochar mi cinto (no me explico cómo lo logró con una sola mano) - “Es una pulpa”-  pensé e intenté apartarla, pero me resultó ser inútil. Ya una vez caído el cinto mi portañuela no tardó en caer; entonces solo una delgada capa de tela separaba mi miembro de su invasiva mano. Empecé a sentir su mano por encima de la tela, el corazón comenzó a latirme más fuerte mientras la sangre se me iba de la cabeza para ir a parar a otro lugar (pueden pensar mal). Sus roces comenzaron a aumentar sustancialmente mientras luchaba por  liberar esa parte de mí de la tela. Decidí ayudarla y me bajé clandestinamente el pantalón. Ella continuó y al fin pude sentir la textura de su suave mano en mi parte más sensitiva. Me fui abstrayendo aún más de la reunión (suerte que en ese momento estaban presentando unas diapositivas) y concentrándome más en ella. Me masturbó lentamente mientras yo tenía la sensación de que comenzaban a salir de mi glande algunas gotas de líquido preseminal. La reunión se acabó de súbito, ella se paró, fue la primera en abandonar la sala de reuniones. Yo rápidamente aproveché y me acomodé enseguida la ropa. Esperé a que la erección se me pasara y me marché. Al otro día estaba sentada en la recepción como si nada. Yo entré en mi despacho y le pedí como siempre una taza de café. Ella me la trajo enseguida, pero antes de que me lo entregase el líquido caliente se vertió por accidente sobre mi pantalón – Disculpa- dijo mientras sacaba una servilleta y comenzaba a secar por donde el día antes había frotado. De más está decir que aquello se me puso como se me puso. Mientras ella comenzaba a frotar, otra vez; yo comencé a levantar ese faldón para notar que no llevaba nada. – Lo que son las apariencias- me dije a mí mismo y sobé sus voluptuosas nalgas. Se me acercó para luego darme un beso que me dejó como loco: movía su lengua como una maniática, me mordía levemente los labios y pasaba su lengua por mi oreja. -Ahora sí- volví a decirme. Convertido en un loco sexual intenté  desabotonar frenéticamente su blusa, tampoco llevaba sostenes y saltaron a la vista sus hermosas lactas. Bajé su falda y pude apreciar en todo su esplendor su hermosa desnudez.  Me parecía imposible que un cuerpo así estuviese escondido a mis ojos. Me lo quité todo, hasta quedar en el mismo estado que ella. Se me acercó, me besó en el cuello lentamente y al punto se arrodilló. Lubricó sus manos con su propia saliva, pasando sus lenguas por ambas manos de manera muy lasciva y comenzó a masturbarme, otra vez. Pronto se cansó y comenzó a juguetear con su lengua mientras le daba entrada a su boca. Ha sido el mejor sexo oral que alguna mujer alguna vez me haya dado: Ella chupaba como si de un helado que se derretiría se tratase mientras lo hacía con un frenesí tal que subía y bajaba del cielo. Tuve que detenerla, un poco más y eyaculaba al instante. Como coartada jugué con sus pezones, los que se habían tornado algo rojitos y estaban un poco duros por la excitación. Yo pasaba mmi lengua y los mordía mansamente. La senté en mi mesa, ella pasó su brazo y derribo todos los documentos y  lo demás que había en sobre ella al piso. Se tumbó. Dócilmente le introduje un dedo mientras notaba lo húmedo que se había tornado su interior.  Continué entrando y sacando los dedos alternadamente mientras ella se retorcía de delicia, se acariciaba los senos y se los pellizcaba a la vez que resoplaba. –Te quiero dentro de mí_ me dijo. Me acerque cada vez más, la coque en una esquina de la mesa, abrí sus piernas, volví a acariciar un poco su sexo y froté mi pene contra su vulva (esto, sabía que la volvería loca) cuando suplicó por la gran entrada acerqué lentamente mi herramienta.  Ingresó despacio, mientras lo hacía un escalofrío de fruición recorrió mi cuerpo. La embestía lentamente, para poder gozarla por más tiempo. Besé su cuello, boca, senos… juntamente mi instinto me obligaba a aumentar el ritmo de las penetraciones. Levanté la voz ofuscado por el placer, mientras más gritaba ella, más lo hacía yo. Para no alertar a todo el edificio coloque una mano en su boca. Cuando al fin se calmó un poco la dejé libre. Sus labios lujuriosamente susurraron: “Quiero tu semen en mi boca”. Yo  me quedé absorto, pero no tardé en que me volviera a chupar aquello. Esta vez fue más fuerte e intenso que las otras veces, así que no tardé, luego de un orgasmo que casi me roba el conocimiento verter todo mi blanco caudal en su boca. Para rematar se lo tragó todo. Me besó otra vez y se marchó (…)
… No sé por qué razón no puedo quitarme esa primera de muchas veces  ahora que estoy a punto de conocer a mi prometida. Es un matrimonio arreglado; pero es necesario para el bien de la empresa. Mi prometida es una chica muy importante, como yo había trabajado muy duro para ascender en una empresa hasta llegar a la dirección. En cambio mi secretaria renunció hace tres días, nunca supe su verdadero nombre porque el que tenía en la planilla era falso, eso sí… ¡que despedida la que me dio!
Mi prometida está bajando las escaleras, un segundo… yo conozco esas piernas… ¡¡¡No puede ser!!! ¡¡¡Es ella!!! ¡¡¡Es mi secretaria!!! Ahora entiendo por qué iba siempre con la misma ropa, el mismo peinado, esas gafotas… Se ve hermosísima, me ha reconocido, sonríe…
Mi vida no puede ser mejor tengo a una buena secretaria, una bella esposa y una amante ardiente…

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