02.- Bragas
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Fandom: Miraculous Ladybug.
Advertencias: No.
Palabras: 1232.
017.- Bragas
Jagged no estaba de muy buen humor, a pesar de que el concierto de fin de gira había sido extraordinario, con un lleno completo y un público tan entregado que hubo momentos en los que apenas se le oía cantar por encima del coro de gente a sus pies. Hacía mucho tiempo que Penny no disfrutaba tanto de un concierto, desde su solitaria tribuna había cantado a pleno pulmón, incluso había bailado, dándolo todo.
Mientras esperaba a que Jagged se duchase y cambiase de ropa, que saliese del personaje y trajese de vuelta a la persona caprichosa pero generosa a la que adoraba, se cambió de ropa en los aseos. Su ropa de mánager acabó en el fondo de la bolsa de deporte, en la que ocultaban todo tipo de cosas que podían antojársele de repente, y sobre su piel un vestido ceñido de un vivo color rojo que era más adecuado para la cena que tenían aquella misma noche.
Lo cierto era que, si alguien le preguntase si le apetecía cenar con todos aquellos tipos aburridos, su respuesta sería un "no" rotundo, pero tenía que hacerlo. Acompañar a Jagged era una de sus funciones, porque ella no era una mánager al uso, hacía las veces de asistente y a veces también era como su canguro. Aunque no se quejaba, adoraba pasar tiempo con él, para bien o para mal, cada segundo junto a Jagged era irrepetible y excitante.
Enfundada en su vestido rojo se sintió satisfecha cuando la mirada de Jagged la recorrió de arriba a abajo y de abajo a arriba, fingió que no se daba cuenta. Le siguió hasta el coche y se sentó vigilando no acabar enseñándole las bragas, porque no estaba acostumbrada a llevar falda, y se abrochó el cinturón de seguridad. Aguantó las palabras a medio pronunciar, las quejas, los bufidos sin mediar palabra, cuando estaba enfadado lo mejor era dejar que mascullase y esperar a que se le pasase.
La cena fue un desastre, Penny lo había esperado, pero el resto de comensales se mostraron sorprendidos y molestos por el hecho de que Jagged refunfuñase y esquivase la conversación.
Penny ahogó la incomodidad con vino, tal vez no era muy buena idea, ella no solía beber, pero era eso o participar en una conversación tensa. Jagged apenas espero a acabar con el postre para levantarse y arrastrarla hacia el coche.
A causa del alcohol se olvidó de la falda, aunque tiró de ella cuando lo ojos de Jagged se clavaron entre sus piernas. ¿Las habría visto? Tal vez sí, o puede que sólo se topase con la falda remangada, aún y así, él no dijo nada. El trayecto de vuelta estuvo predominado por el silencio salpicado por algún murmullo ininteligible.
Jagged soltó una maldición cuando el coche se detuvo frente a la puerta del hotel, bajó como una exhalación y ella tuvo que correr tras él batallando con la falda, diciéndole al chófer que dejase la bolsa de deporte en el maletero, que ya la recogería por la mañana. Saludó a la mujer del mostrador del turno de noche y se detuvo detrás de Jagged.
—¿Por qué estás enfadado? —preguntó con la mirada fija en su espalda—. El concierto ha sido un éxito.
—El concierto sí, pero el final no —protestó entrando en el ascensor, miró al botones con el ceño fruncido—. Déjanos solos.
—Como desee, señor Stone.
Penny se disculpó con el botones y entró en el ascensor, pegándose a la pared del fondo, Jagged se quedó enganchado a la puerta presionando con insistencia el botón de su planta.
—Malditas puertas.
—Jagged, ¿qué ocurre?
—El final, Penny —soltó aliviado cuando las puertas se cerraron al fin—. Nadie me ha tirado ropa interior.
Contuvo las ganas de reír. Tal vez Jagged lo hubiese olvidado, pero en una entrevista había dicho que no le gustaba que le lanzasen bragas, calzoncillos y otras prendas íntimas, así que su entregado público estaba siendo respetuoso con sus manías y deseos.
—¿Sabes lo que significa eso, Penny?
—No, ¿qué?
—Que soy viejo, que ya no les atraigo, que estoy acabado. Nadie me desea ni quiere acostarse conmigo.
—Estás exagerando, Jagged.
—Ni unas bragas...
Jagged apoyó la frente en las puertas murmurando cosas como si el fin del mundo se acercase. Tal vez fuese porque había bebido más de lo habitual, pero en un arranque de valor etílico metió las manos por debajo de la falda de su vestido y tiró de sus bragas deslizándolas por sus piernas. Se arregló la falda y dejó la prenda atrapada en su puño esperando a que Jagged dejase de refunfuñar y las puertas se abrieran en su planta.
—Jagged...
Las puertas se abrieron y el músico abandonó el ascensor envuelto en aquel aura fatalista, Penny le siguió.
—¿Vas a quedarte? —preguntó al llegar frente a su suite.
—Sí. Si tengo que ir hasta mi casa mañana seré incapaz de levantarme para llegar a tiempo a la reunión.
—Si necesitas algo llama al servicio de habitaciones, ¿de acuerdo? No te preocupes por el precio.
Penny le dedicó una sonrisa. La suite contigua a la de Jagged estaba siempre a su disposición, el músico le había ofrecido quedarse allí para siempre, liberarse del pago del alquiler y las facturas y vivir como una reina con un montón de gente limpiando, cocinando y desviviéndose por ella, pero a Penny no le parecía correcto hacerlo, así que sólo ocupaba aquella suite cuando era imprescindible y únicamente para no ofenderle.
—Gracias —susurró, tomó la mano derecha de Jagged, dejó en ella las bragas de encaje blancas, le hizo cerrar los dedos antes de poder curiosear y poniéndose de puntillas le besó en la mejilla—. Buenas noches, Jagged.
—Sí, buenas noches a ti también.
Penny se encerró en la suite adyacente, se apoyó en la puerta cerrada y contuvo el breve brote de pánico. Si no hubiese bebido tanto jamás se habría atrevido a hacerlo. Si Jagged se molestaba siempre podría decir que la culpa era del alcohol y él lo aceptaría sin más, sin reproches, ni malas caras, y saberlo la calmó de golpe.
Unos nudillos golpeando la madera la hicieron apartarse de la puerta de manera brusca, fingir que no estaba o que no lo había oído sería infantil y absurdo. Se llenó de valor y abrió con las mejillas rojas. Jagged tenía las bragas colgando de su dedo meñique, meciéndose frente a sus ojos.
—Penny —susurró con voz suave—, si me has dado esto para subirme el ego te lo agradezco, pero no era necesario. Así que, si era ese el motivo, te las devolveré ahora y fingiremos que nunca han estado de mi mano.
Se quedó inmóvil, casi sin atreverse a respirar esperando, tal vez, que se las tirase a la cara y volviera sobre sus pasos.
—Pero, Penny, si me las has dado en serio no te las devolveré —continuó atrapándolas de nuevo en su mano—. Si va en serio voy a entrar en esa suite y a dejar de fingir que no me muero por estar contigo cada segundo del mundo.
»Así que dime, qué...
La mano de Penny se cerró sobre su camisa y tiró de él invitándole a cruzar la puerta, a entrar en su vida de manera definitiva.
—Son tuyas —musitó empujando la puerta que se cerró con un golpe seco—. Tuyas para siempre.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! La segunda, una historia bastante tontorrona. Con esto está al día el contenido gratuito, a partir de ahora iré subiendo el contenido inédito poco a poco.
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