Cap 4.
Mientras el joven intentaba conciliar el sueño, la pequeña por alguna razón le contaba un cuento. Él se enternecía al escucharla mientras sonreía y cerraba sus ojos. Terminaba cayendo dormido y soñando con otra escena de su niñez. Sus padres acababan de morir poco antes y Rukkhadevata se estaba encargando de cuidarlo. Por aquel entonces recuerda como una mujer mayor intentaba llevarlo con ella, pero no podía hacer nada. De alguna forma la rubia había conseguido la custodia de Tignari. Este vivía feliz y aún más después de conocer a un amigo. A partir de ese momento un montón de escenas se pasearon por la mente de Tignari. Era feliz, pero en algún instante sin previo aviso unas nubes negras atrapaban su mano y gritaron con un tono imperativo y egoísta " Eres mío". El corazón de Tignari temblaba y sus lágrimas comenzaban a salir. Cerraba sus ojos a la par que se resignaba a su supuesto destino, el cual alzaba su pequeño cuerpo del suelo y lo alejaba de la escena.
- Tignarí. - su nombre resonaba en sus oídos y el nombrado abría sus ojos para poder ver la figura de Cyno con su aspecto de adulto pero una ropa que nunca imaginaría. Se trataba de la misma vestimenta que llevaba el peluche, lanza en mano incluida, con la cual apuñalaba la oscura masa que lo apresaba. Una brisa se hacía presente, aquella oscuridad se desvanecía a su espalda trayendo consigo nueva luz que iluminaba el escenario en el cual se encontraban. Pero el lugar no era importante, es más, ni siquiera llegaba a ver a su alrededor, tan solo la imagen de su salvador cobraba importancia. De un momento a otro, Cyno tomaba su muñeca para tirar de él y finalmente abrazarlo. Apenas en un instante, Tignari devolvía el abrazo, aferrándose a esa persona que aunque no se tratara de más que una mera fantasía, aún así no era consciente. Tan solo se dejaba llevar por su deseo.
Más tarde desperta abrazado a su peluche. Descubría que Nahida no se encontraba a su lado y que era de día. Al mirar el reloj, se percataba de que eran más de las diez de la mañana, y su estómago gruñía. En ese momento aparecía la pequeña con una bandeja algo pesada. Tignari sonreía y la tomaba de sus manos para colocarla sobre la cama y así tener mejor accesibilidad a la misma. Calmaba su hambre y su temperatura era tomada. Treinta y seis y medio, parecía que por fin se encontraba mejor.
- Más tarde papá vendrá. Según dijo te llevaría a verle en caso de que estuvieras mejor. - decía Nahida mientras tomaba la bandeja y se la llevaba a la cocina. Tignari por su parte se levantaba e iba al baño para asearse. Volvía a su habitación y buscaba alguna muda con la que estar de acorde a la situación, algo que lo hiciera parecer desinteresado pero normal, o quizás algo informal, o algo sexy... Qué estaba pensando, qué es lo que quería hacer, quizás simplemente algo normal y ponerse la bata de trabajo para encargarse de él. Eso sería lo mejor.
De repente un ruido proveniente de la sala alertaba al desprevenido Tignari, este salía a toda prisa de la habitación y se encontraba con una escena la cual no era agradable.
Tenían amordazada y atada a Nahida.
- Qué queréis. - preguntaba con tono enfadado a la par que temeroso.
- Tan solo tienes que venir con nosotros muchacho. -
- Y si... -
- Creo que no quieres hacer esa pregunta. -
- Al menos dejadla. -
- Eso lo decide la jefa. - algo en la mente de Tignari le decía que se trataba de aquella persona. Esperaba estar equivocado, aunque todo apuntara a que desgraciadamente no era así.
Mientras tanto, un hombre esperaba la vuelta de sus compañeros, el cual se encontraba con una grata y sexy sorpresa.
Una figura femenina llegaba al lugar en moto. Traje de cuero oscuro pegado y casco a conjunto. Esta paraba apenas unos metros por delante del coche, ponía la patilla y apagaba el motor. Quitaba su casco y como si la realidad del hombre estuviera alterada, el tiempo comenzó a ralentizarse. Este veía como la joven sacudía su melena y la recogía hacia atrás, terminando por bajar una pequeña cremallera a su costado y sacar un pequeño trozo de papel. De repente una pompa de chicle se inflaba en su boca y estallaba poco después.
El hombre tragaba saliva, piernas largas y delgada figura, eran toda una fantasía para él. Mientras éste seguía en su mundo, las palabras de alguien más lo traían de vuelta a la realidad.
- Perdona, podrías decirme si esta dirección es correcta. - con un tono recto y una mirada indiferente la chica preguntaba, tras lo cual de nuevo una pompa de chicle era formada y estallada. Al final prestaba atención a la dirección y se escandalizaba. Era ese mismo lugar, cuando por fin se dió cuenta de lo que pasaba, ya era tarde. Caía al suelo sin explicarse el por qué.
- Buen trabajo Sayu. Hora de encargamos del resto. - y de esta forma, se adentraron en aquella casa. Con la chica pidiendo ayuda ya que había encontrado misteriosamente a una persona desmayada. - Gracias por dejarme usar su teléfono, me temo que mi batería murió hace un rato. - la que parecía una chica fría anteriormente, ahora era una damisela en apuros asustada por el extraño accidente.
- No se preocupe, por aquí. - llegaban hasta la cocina mientras que en la habitación tanto Tignari como Nahida mantenían la boca cerrada. Que bien un teléfono. - decía mientras se acercaba al objeto en cuestión, a la par que vigilaba los movimientos de la otra persona por el rabillo del ojo. Este comenzaba a meter su mano lentamente dentro de su chaqueta. -Disculpe. - este paraba en seco. ¿Lo había descubierto?, no era posible, ¿verdad? El hombre silenciosa a la par que veloz devolvía su mano a la posición inicial. Justo a tiempo, pensaba ya que la muchacha se terminaba girando para mostrar una sonrisa totalmente encantadora a la par que pícara.
- No debería mirarme tan fijamente, o hará que me sonroje. - tras lo cual ella comenzó a reír. Apenas unos segundos más tarde, el hombre cambiaba su cara. Había notado algo. Al girarse a mirar, una pequeña niña sin expresión estaba a su lado y había clavado una aguja, inyectàndole el contenido de la misma en el proceso. El hombre giraba su cabeza para devolver la visión a aquella chica, la cual supo de inmediato que era cómplice de la pequeña, pero ya era tarde. Esta se había acercado sin hacer siquiera un sonido y ahora lo tenía apuntando con un cuchillo sin modificar su anterior expresión, añadiendo un gesto para que no hiciera no un ruido. Unos segundos pasaban y este caía.
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