Cap 3.
- En realidad, quiere llevarselo lejos. - al escuchar estás palabras, los ojos del joven se habrían como platos. Conociendo a su tío no bromearía con algo así, y mucho menos si se trataba de Tignari. Para él era como un hijo y sabía de sobra que no dejaría que nadie le hiciera daño. Ni siquiera su propia sangre.
- No puede... - estuvo a punto de hablar de más, pero por otro lado quizás sería lo mejor. El que estuviera lejos y vigilado quizás...
Con cada palabra de su pensamiento se hundía más y más a sí mismo. Rukkhadevata miraba al joven y lo leía como a un libro abierto.
- ¿Vas a dejar que él se aleje? Acaso no eras tú quien se jactaba de lo mucho que lo amabas... - este simplemente no contestaba. Qué podía hacer si de su boca no podía salir nada precisamente para proteger al propio Tignari.
- Vata. No puedo... -
- Se que intentas protegerlo, de no ser así estoy segura de que no hubieras desaparecido de un momento a otro. Pero piensa en su salud. Sabes igual que yo el lugar que ocupas en su corazón, y lo mucho que le duele el estar lejos de ti. Es más. ¿Recuerdas aquel peluche que le regalaste cuando os disteis vuestro primer beso? - Cyno se sorprendía al escuchar aquello, no podía tratarse del que ganó en aquel kiosko de tiro, ¿verdad? - No hay noche en que no lo abrace fuertemente. Tengo la certeza de que no ha dejado mi un solo segundo de pensar en ti y rezar al cielo porque regresaras sano y salvo. - Cyno apretaba sus puños a la par que temblaba. El que le trajeran a la consciencia lo que en el fondo sabía, le había sentado como un jarro de agua fría. En ese momento lo único que venía a su mente era la idea de pedirle perdón una y otra vez, abrazarlo y besarlo hasta calmar su pesar. Pero no estaba seguro, aún no era el momento.
- Todavía no... No puedo... Lo siento. - la puerta se abría de par en par y daba paso a Al-Haitam, quién al parecer tenía algunos asuntos que atender con la adulta.
- Y por esa nimiedad piensas dejarlo ir... Pensé que siempre habías encaminado tu obstinación en el buen camino, pero parece que estaba equivocado. - tras estas palabras cruzaba sus brazos. - ¿Acaso piensas que lejos de ti estará a salvo?, pensé que eras más inteligente. - estás últimas palabras dejaron pensando a Cyno.
- Al-Haitam tiene razón. El hecho de que pienses que estando lejos estará a salvo, no implica que sea real. - Rukkhadevata se entristecía y pensaba en la situación actual.
Si él supiera... No, no iba a dejarlo en un quizás.
- Tignari no ha venido en realidad, porque no puede. En este momento Al-Ahmar lo está cuidando.
- Qué...-
- Desde que desapareciste, no come apropiadamente, ni tampoco descansa. Al final su cuerpo ha colapsado un par de veces. Psicologicamente está destrozado. El perderte fue un duro golpe para él. - hacía pausa. Estaba siendo difícil hablar de aquello. - Aún piensas que es mejor que se aleje... - Cyno se daba por vencido. Viéndolo de ese modo había sido un idiota. Sabía que el otro lo estaría pasando mal, sin embargo, se convencía a sí mismo de que era por su bien y que no importaba nada más. Que equivocado estaba. Ahora se daba cuenta y era por ello que decidía hablar.
- Así que se trataba de eso. Debiste decirlo antes, de esa forma nos hubiéramos encargado de ellos rápidamente. - a la par que pronunciaba aquellas palabras, tomaba su teléfono y hacía una llamada. Era hora de no dejar títere con cabeza, empezando por cierta víbora venenosa que no volvería a ver la luz del sol. Ese mismo mediodia, a la hora del almuerzo Tignari despertaba. Su cabeza dolía y su estómago no ayudaba, tenía náuseas, pero algo aún peor lo atacaba, era el sentimiento de vacío en su mano. El peluche que sostenía la noche anterior no estaba. Levantó su vista rápidamente, mirando hacia todas direcciones, hasta topar con quién en sus manos tenía su preciado juguete. Por un momento se calmó, no lo había perdido, estaba allí, pero no lo hacía sentir mejor. En cierto modo se avergonzaba un poco y sentía pesar. Esperaba la charla de la persona a su lado y esta no sería agradable o al menos es lo que pensaba.
- ¿Cómo te encuentras? -
- Mareado y cansado. - mientras respondía, un termómetro digital apuntaba a su frente, el cual terminaba marcando algo más de treinta y nueve grados. Era alta, menos que en la mañana, pero aún así demasiado.
- No es de extrañar que sientas el cuerpo pesado. Tienes mucha fiebre. Te he traído esto para que comas y puedas tomar tu medicina. - Tignari suspiraba. No deseaba comer, ya fuera por las náuseas u otra cosa, no tenía ganas ni sentía deseos de hacerlo. - Se lo que estás pensando, y no, no tienes permitido saltarte la comida. Esta mañana no desayunaste y ayer apenas cenaste. - se le podía ver molesto. Se notaba cuan preocupado estaba por Tignari y cuanto lo apreciaba. Para aquella persona era como su hijo después de todo. - Cómo esperas golpear a Cyno. - No esperaba esa reacción por parte del mayor. Lo tomó totalmente desprevenido. Por un momento pensó que los alejaría con el pretexto de que era por su propio bien. - Te conozco bien, y se, que pase el tiempo que pase, no importa. Vuestros sentimientos no cambian. Esto tan solo es obstinación por tu parte, porque sabes que lo que quieres en realidad es tenerlo a tu lado sin importar que. - lo había resumido a la perfección, es más, tenía oportunidad de tenerlo a su lado en ese momento, y sin embargo, él era el único que no lo permitía. Estaba siendo un total idiota.
De un momento a otro sus lágrimas salían, pero su corazón ya no se estremecía, tan solo se calmaba poco a poco.
- Bueno, ya que parece que te encuentras más tranquilo, es hora de comer un poco. No te obligaré a terminarlo todo, pero al menos inténtalo. - Decía al otro mientras acariciaba su cabeza y devolvía el pequeño peluche. Tignarí suspiraba algo tembloroso debido a las lágrimas, pero por fin comenzaba a tomar algo de alimento. Al final terminaba por comerlo casi todo. - Duerme un poco. Terminaré algunos asuntos y volveré para comprobar tu estado. - el joven asentía, se tumbaba y abrazaba al peluche para cerrar sus ojos.
Volvía a soñar con Cyno, aquellos sueños que le estaban propiciando pesadillas y ansiedades, ahora tan solo los combatiría de otra forma. Al parecer las palabras de Al-Ahmar habían tenido mayor peso del que jamás hubiera imaginado. Aunque la tierra se dividiera separándolos a los dos, Tignari encontraba la forma de volver a conectarla para ir donde se encontraba Cyno, pero cuando llegaba este tenía el aspecto de un niño pequeño. Pelo largo y desaliñado, y una linda sonrisa adorable. Por un momento casi olvida lo que se propuso desde un principio, pero al momento que lo recordó le dió un golpe en su cabeza. Al instante se percató de que él mismo era un niño. Miraba su mano, esa pequeña mano que en aquel entonces fue tomada por aquel pequeño frente a él, y que en ese momento volvía a ser tomada para tirar de ella y guiarlo a no sabía dónde. Tiempo después despertaba. Parecía encontrarse algo mejor, el hecho de descansar durante toda la tarde, se notaba en su cuerpo, pero aún estaba lejos de estar recuperado.
- ¿Cómo te encuentras? - Rukkhadevata había vuelto. - Te ves con mejor cara. - sonreía a la par que tocaba la frente a Tignari y comprobaba su temperatura. - Parece que te bajó un poco. Has sudado bastante por lo que veo, por lo que lo mejor sería que tomaras un baño y te cambiaras. - este asentía y tras tomar agua se daba un corto baño y cambiaba su pijama por uno limpio. Tras la cena se iba a la cama, pero esta vez lo acompañaría Nahida, la cual según decía se aseguraría de que éste descansara y tomara sus medicinas en caso de necesitarlo. Tignari no se negaba, no podría por mucho que lo quisiera. Sabía que cuando se le metía algo en la cabeza, nadie era capaz de pararla.
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