Capítulo 5.
Aquella puerta no se encontraba cerrada, pero algo no cuadraba, no parecía estar en exceso vigilada, lo que daba a entender dos cosas, o era una bodega inservible o una trampa. Beidou apostaba más por la segunda opción, aunque esperaba que no fuera demasiado incluso para ella.
- Se bienvenida... - Una voz distorsionada debido a alguna clase de artefacto pronunciaba aquellas palabras. Un enorme hombre vestido de azul la saludaba, mientras otros dos de tamaño mediano apuntaban a la misma con un par de rifles. Inmediatamente Beidou esquivó los tiros y contratacó con un par más certeros. Uno al hombro de uno de los hombres y otro directo a la mano del otro. Ambos tuvieron que soltar sus armas. No podían continuar sosteniéndolas por lo que comenzaron a retroceder.
- No os lo permitiré... - pensaba en alto Beidou, quien se dispuso a salir y disparar a sus piernas si era preciso, pero nunca imaginó encontrarse con alguien más.
Lo único que consiguió ver con claridad, fue a una mujer rubia con un antifaz un tanto peculiar de color negro y ojos azules. Tras esto, caía al suelo y se retorcía de dolor. Su ojo había sido cortado y su estómago golpeado lo suficientemente fuerte para dejarla sin respiración y tumbada en el suelo. Al abrir su ojo derecho, observó que aquel pendiente que siempre llevaba consigo, se encontraba en el suelo. Con su último esfuerzo, tomo aquello pensando en que cierta persona, probablemente, se enfadaría con ella por ser tan descuidada.
En cuanto la mujer del antifaz estaba dispuesta a sacar una pistola para rematarla, se comenzaba a escuchar pasos, por lo que siguiendo con su instinto, se marchó del lugar. Siendo así capaz de huir y no ser atrapada.
Por otro lado, Beidou terminaba desmayándose debido al dolor, y era trasladada de urgencias al hospital.
- Su vida no corre peligro, pero tendrá que guardar reposo. Además, me temo que no hemos podido hacer nada por... - Las palabras del médico tranquilizaban a la mujer que en ese momento se encontraba delante de la puerta de la habitación. Pocos segundos después, aquella misma persona entraba e instaba a que cualquiera que permaneciera dentro de la sala se marchara.
Sentándose al lado de la cama, observó el estado en que se encontraba la mujer tumbada en la misma. Su largo cabello suelto, algunas pequeñas ojeras, y unas vendas en su cara que tapaban su ojo izquierdo. Era bastante triste encontrar a alguien tan llena de vida en aquel estado. En cuanto intentó tomar su mano, se dio cuenta de que contenía algo. El pendiente seguía allí.
- No... podía... dejar que se perdiera. - decía con esfuerzo y voz cansada.
- Eres una tonta. - Un tono tranquilo a la par que temeroso salía de la boca de la visitante, a lo que Beidou sonreía.
- No... deberías llorar. Se te correrá el maquillaje. - Con esto último la otra terminó por reir y terminar de calmarse.
- No lo hará. - Mientras decía esto acercaba su cara hasta Beidou.
- Cierto, después de todo se supone que es de buena cali... - De esta forma fue interrumpida con un beso. - dad. Demonios, si tan solo pudiera moverme con libertad os devolvería esta. -
- Cuando te recuperes dejaré que hagas lo que quieras conmigo. Pero mientras eso pasa, cuidaré de ti. - En ese momento la morena sabía que sería un total espanto a la par que el cielo, pero al menos estaba feliz.
- Ninguang, siento haberte preocupado. - La nombrada en lugar de decir alguna palabra más, se subió a la cama y se tendió al lado de la morena, abrazándola de forma suave.
Tiempo después Ninguang abandonó aquella habitación. Por desgracia para ella al igual que para todos el reloj no se detiene, y los asuntos que se deben atender continuan vigentes.
- Señora Ninguang. - Saludaba su chofer abriéndole la puerta para que la nombrada pudiera entrar al coche.
- ... - A diferencia de siempre, esta vez, su mirada era sombría. Sus pensamientos e ideas vagaban por su mente haciéndola incapaz de mostrar su natural serenidad que la caracterizaba. Solo pensaba en encontrar a la persona que había hecho aquello para matarla lenta y dolorosamente.
De un momento a otro tomó el teléfono y marcó cierto número. Se puso en contacto con alguien que la ayudaría y a encontrar las pistas necesarias.
- Yelam, soy Ninguang. -
- Vaya, vaya tiempo sin escucharte. - Contestaba la nombrada con un tono algo agotado.
- ¿ Tienes algo? -
- Me temo que poco, jamás pensé que esos inútiles llegaran a evolucionar tan rápido. No se quien esté al mando, pero lo están haciendo bien. No dejan rastro que seguir, es muy curioso y todo un desafio para quien no sabe donde buscar. Por suerte para ti, puede que en breve tengamos algo.-
- Suerte... - En su cabeza aparecía el cuerpo de Beidou inconsciente en el hospital. - no creo que debieras llamarlo así. -
- Quizás tengas razón, pero en algún momento daremos con sus informantes. Eso dalo por sentado. -
- Espero que tengas razón. -
Días tras este incidente, por fin aparecía una oportunidad que podría llevar a una pista totalmente fiable. Uno hombres que aseguraba ser de rango intermedio de cierta organización, fue atrapado y entregado a la policia. Cuando intentaron interrogarlo, ya era tarde. Alguien se encargó de callarlo para siempre.
Con esto, cualquier pista fue perdida, y el continuar investigando aquello, no tenía caso para algunos, pero con el tiempo esta organización comenzó a darse a conocer y a actuar más frecuentemente. Los Fatuis se estaban convirtiendo en un grupo de temer.
5 años más tarde.
Un bostezo salía de la boca de un joven de cabello largo azulado, el cual se levantaba para comenzar el día con una ducha y un desayuno ligero.
- Aquí tiene su té, señor. -
- Gracias como siempre Martha. ¿ Mi nieto ya se ha despertado ?- Decía el jefe de la casa mientras el nombrado aparecía por la puerta.
- Buenos días. - Saludaba de forma seria mientras se sentaba a la mesa. Inmediatamente los criados le servían el desayuno. Al probar un poco se sorprendió. - Este té no es el de siempre. -
- Así es señorito, mi nieta me lo dio a probar y le pedí que me mandara un poco. Pensé que sería de su agrado. -
- No está mal. - Parecía de buen humor tras ese primer sorbo.
- Ya pensé que tendría que hacer que te sacaran de la cama. Ya te dije ayer... -
- Que hoy teníamos una cita importante. Lo sé abuelo. - Terminando el desayuno, salieron de la casa, no sin antes pedir a Martha que preguntara por alguna variedad más. Si habían logrado ese efecto en ese té, estaba seguro de que habría otros también interesantes que quizás gustarán a una buena amiga.
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