Promesa
Pero al analizarlo todo, me di cuenta que al principio Lysandro se llevaba bien con mi amigo Castiel, pues ahora sabía que el pelirrojo le había pedido que haga un poema con respecto a mí, aunque el albino no lo sabía; aún así lo había hecho... ''Ese idiota realmente puede llegar a ser muy tierno'' pensé.
- Está bien, escúpelo todo - dijo Priya tras haberme sacado de aquella ''prisión'' llena de pasión que aún ardía dentro de mi pecho. Y claro, no estaba para nada contenta.
- ¿Qué demonios estabas pretendiendo? - bufé aunque casi sin ganas, sabía que la hindú de mi amiga no lo hacía con tan mala intención.
- Tú lo sabes muy bien, quería ayudarlos a ambos. Y al parecer, todo solucionado - habló y sonrió satisfecha, como si fuera toda una experta de doctora corazón.
Castiel se lo había confesado primeramente a Priya, ésta tan emocionada ideó con él un maquiavélico plan para encerrarme dentro del sótano y que arreglemos y reconstruyamos esa amistad que teníamos. Aún me sentí un poco disgustada porque todo fue de improviso, pero no podía culpar a mi amiga, gracias a ella vi un paraíso que antes era incapaz de ver.
Han pasado ya varias semanas desde aquella vez, aún mis dos chicos favoritos mantenían esa distancia prudencial que los separaba como si entre ellos hubiera una inmensa muralla. Aunque a simple vista parecían llevarse bien, yo en el fondo sabía que no era cierto y me sentí impotente por no poder cambiarlo.
Pero eso no impidió que la felicidad reine en mi corazón y mis sentimientos hacia Lysandro crecieran, que sólo en mis pensamientos podía verlo a él en todas sus formas. Que su compañía era como una droga, que sin ella no podía estar tranquila; aunque también no podía evitar sentirme culpable. Pues no dejaba de pensar que si me aferro tanto a una persona, ésta algún día podría irse; pero es como si estuviera condenada a repetir el mismo error una y otra vez como mi pasado con Kentin. Pero cargaba dulcemente esa esperanza dentro de mi pecho para soñar de que Lysandro era el indicado.
Tú y yo caminamos a la par con nuestros pequeños hombros riendo entre nosotros por cosas triviales y viendo el mismo sueño. Si presto atención incluso ahora puedo escuchar tu voz tiñendo de naranja la ciudad. En verdad es muy aburrido si no permaneces conmigo. Aunque te ríes de mí al decir que es solitario todo aquello, quiero estar seguro cuantas veces sea necesario de las cosas que quedaron están brillando sin desaparecer. Al recordar tu sonrisa como el cielo después de la lluvia es como si mi corazón se despejara, puedo sonreír.
Me prometí a mí misma que no dejaría que se pierda algo tan preciado, como quizás, nuestros corazones entrelazados. Lo sabía en cuánto descubrí que incluso la brisa del aire se siente bien cuando compartimos tu paraguas y paseábamos por hermosos paisajes; que es como si hubiera estado ciega todo éste tiempo. Bailábamos felizmente bajo la lluvia, empapados de pies a cabeza, jugando como niños en los charcos de agua que se formaban en el suelo. Viendo nuestras hermosas sonrisas en el reflejo cristalino, como si hubiéramos nacido para estar juntos.
Cuando nos montamos en tu bicicleta para llevarme hacia mi casa, la magia revoloteaba por nuestro alrededor y nos envolvía de una luz nunca antes jamás vista. Como si nos hubiéramos transportado a un mundo nuevo donde no había inseguridades ni el miedo carcomiendo nuestros corazones. Podía ver todo eso cuando tus albinos cabellos se movían celestialmente con el viento y tu espalda ancha que me hacía pensar que te habías convertido en todo un hombre, que podías resistir todo en la vida. Pensando en eso me pregunto ¿Qué se te pasaba por la cabeza cuando detrás tuyo agarraba tu cintura para no caerme? Yo sentía que no podía haber lugar más seguro que contigo.
Yo sé que que esa bella escena del sol escondiéndose tras el mar, siempre estaría guardado en tu corazón. Aunque fuera un paisaje tan trivial, para mí fue la misma emoción como si vieras mil estrellas fugaces cayendo desde el cielo ¿Hermoso verdad? No creo que puedas olvidarlo, porque yo aunque me muera nunca lo olvidaré, nada de esto se nublará dentro de mi mente. Porque sería un grave pecado.
- Aurore ¿Te apetece bajar a la playa? - preguntaste y no había motivo para negarme, con tal de que pasemos más tiempo juntos y poder ver el brillo de tus ojos cuantas veces quiera.
Bajamos por las largas y anchas escaleras de piedra, dejando la bicicleta estacionada en un lugar seguro. Mientras miraba tu porte magnífico, sentí el deseo de tomar tu mano pero no pude atreverme; tenía miedo de que lo malpensaras y se fuera todo por la deriva. Sin embargo, nunca me había sentido tan segura en la vida por mis sentimientos. Enamorada de un albino con relucientes ojos bicolores quien tuvo el poder de conquistar mi corazón en tan poco tiempo. Sí, eres esa ilusión; creciste dentro de mí y evolucionaste, volviendo todo mejor a mi alrededor de lo que era antes. ¿Pero cómo podrías saberlo? Aún no había pensado como decírtelo a la cara, pero me ponía tan feliz al saber que en ese inmenso océano que se reflejaba ante nuestros ojos, estabas tú.
- ¿Tienes frío? - preguntó el dueño de aquella hermosa voz, quien se había desabotonado su camisa dejando su increíble tórax esculpido por los dioses, al descubierto.
- No Lysandro ¿Por qué lo preguntas? - hablé tratando de contabilizar los latidos de mi alocado corazón.
- Veo que tu mano tiembla - dijo un poco preocupado ¿Qué pensaría si le digo que todos éstos nervios alborotados es por su presencia? Luego vaciló unos segundos mientras miraba fijamente mi mano.
- Si nuestras manos no quieren rozarse... Entonces hay que entrelazarlas, así no tendrás frío.
Mil explosiones de colores estallaron dentro de mí cuando sentí que mis dedos se encontraban en contacto con los suyos, entrelazándose. Tan suave, tan cálida, que sentía que podía derretirme ahí mismo. Como si la magia que flotaba a nuestro alrededor nunca se terminara y que causaba que la pequeña llama dentro de mi corazón, ardiera con toda su fuerza.
Con esa gigantesca llamarada, bajamos hacia la playa. El silencio era lo único que apreciaba en ese momento, porque podía entender tantas cosas de él sin necesidad de palabras; como si realmente estuviésemos conectados. No quería que me soltara de las manos, pues al apretármela con fuerza pude ver que... no quería que lo dejase solo. Aprecié que también compartíamos esas grietas que abría más ese lugar hermético en el que me encontraba, no dejaba de pensar que quizá en el futuro todo ésto se convertiría en un calvario para mí y se forme un círculo vicioso otra vez. Pero ahora sólo podía atesorar el presente, sin importar que mi corazón pueda morir mañana.
Me senté en cuánto llegamos a la arena, pero Lysandro se encaminó hacia mar adentro y se puso a buscar ''un algo'' en el suelo. El agua le mojaba hasta las rodillas y pequeñas olitas rompían contra sus pies, se veía hermoso. No sé que estaría recogiendo, pero me entraba mucha curiosidad y comencé a levantarme para acompañarle en su búsqueda. Sin embargo, él volteó hacia mí y me detuvo.
- Duerme un poco Aurore, cierra los ojos hasta que yo te diga. No me voy a demorar mucho.
No quería hacerlo, pues su musculoso abdomen me atraía, me distraía y me llevaba a un mundo en donde quería a Lysandro sólo para mí, pero el egoísmo sólo me atraería cosas peores. No me puse a pensarlo, pero tendría que aceptar si es que la chica de su vida es otra persona. Aún así, era imposible negarse, ante tan amable sugerencia.
Sé que no pasó mucho tiempo cuando cerré los ojos, porque realmente no estaba dormida. La curiosidad de nuevo estaba haciendo de las suyas dentro de mi ser, como un bicho que se mete al organismo y no quiere salir. Por lo que empecé a despertar todos mis sentidos para adivinar lo que estaba haciendo, pero a pesar de todo no pude hacerlo.
- Despierta ya dormilona, tengo algo que darte - escuché mientras me tocaba la mejilla con su dedo índice, yo me levanté al instante y vi que algo escondía detrás.
- ¿Qué es? - pregunté emocionada porque en realidad me gustaban mucho los regalos. No me esperé que con su mano tapara mis ojos y con la otra me tomó el brazo. Luego sentí que algo que sonaba como maracas, me lo ponía en mi muñeca.
Entonces vi asombrada hacia mi brazo, donde una bellísima pulsera hecha de conchas corales hacía relucir mi muñeca ante los últimos rayos del sol. Obviamente estaba hecha por un experto, el albino era muy bueno haciendo éstas cosas y había confeccionado una para mí. Porque me estima, me tiene afecto y me quiere. Aunque me gusten los regalos, no soy de querer cosas lujosas; la intención reflejada en la pulsera lo valoraba más que cualquier cosa que pudiese comprarse.
Luego el albino se arrodilló junto a mí y me miró fijamente a los ojos, obviamente no era algo natural que yo me quedara prendida de sus ocelos bicolores; nunca me cansaré de repetirle. La magia existe, un poder tan divino que cualquier otro; porque era verdadero. Entonces me dijo:
- Ésta pulsera representa que sin importar qué, siempre estarás a mi lado - decía mientras escondía el mechón de mi cabello detrás de mi oreja, que casi podía hacer que me sintiera más poderosa que cualquier otro individuo. Dejar mis alas al descubierto y volar junto a él, no importa que especulaciones forme mi subconsciente; yo me aferraré a aquella esperanza una y otra vez. Cuando veo tras los ojos del albino, puedo sentir que todo estará bien... Desde el pasado hasta el presente y de ahora en adelante.
<< Aurore prométeme que nunca me dejarás solo, que sin importar cuanto tiempo pase, tú y yo permanezcamos en los corazones del otro. Sólo así el significado de ésta pulsera podrá perdurar hasta la eternidad. Obviamente, yo también mantendré aquella promesa.
No voy a mentir, tenía ganas de besarlo con fiereza para que sepa que siempre estaré con él y que nunca me encontraría dispuesta a perderle. Pero aún con todo lo que me dijo, no sabía con qué ojos me miraba mi querido joven Ainsworth. Castiel fue muy sincero conmigo, pero no pude sentir nada en el beso que me había robado. Entonces no se me ocurrió otra cosa, apreté mis manos convertidas en puños para darme fuerzas y llenarme de coraje para hacer lo que tenía planeado.
- Lysandro, yo sólo podré cumplir con esa promesa si me permites hacer una cosa - dije con la seguridad corriendo por mi venas.
- Hazlo Aurore, siéntete libre al hacerlo.
No sabía qué expectativa se había formado en la mente del albino, pero yo me acerqué hacia él lentamente como si estuviera enfréntandome a un examen de admisión. La diferencia era que ya no me temblaba las manos y podía contar cada uno de los latidos rítmicos de mi corazón. Quien me estaba acompañando en un momento tan importante, me ofrecía su apoyo y en cuanto nos vimos tan cerca del otro; le agarré con fuerza de ambas manos y le pregunté:
- ¿Confías en mí?
- Sí - respondió él con la misma firmeza.
- Entonces cierra los ojos - en cuánto lo hizo, empecé a separarme de él, lo que lo sobresaltó un poco - No los abras todavía
Habrán pasado cinco minutos o menos, mientras yo veía el horizonte del mar que comenzaba a oscurecerse tras el cielo gris. El albino seguía parado haciendo gestos de incomodidad, obviamente para él estos cinco minutos le parecieron eternos y yo sonreía de ternura mientras lo miraba desde la cabeza hacia el cielo. Luego mi voz se debió oír muy lejana cuando le dije:
- Ya puedes abrirlos - entonces comenzó a abrir sus ojos lentamente, como si estuviera despertando de un profundo sueño, y me vio asombrado de pies a cabeza.
- ¿Creíste que yo iba a irme? - le pregunté con mi mirada muy fija en la suya, sonriendo con tanta emoción como un niño debajo del árbol de Navidad - Ahora nuestra promesa está sellada.
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