«cincuenta» {FINAL}

[Narras tú]

El auto se detuvo en la entrada.

Mi madre, había insistido en llevarme al lugar donde Alonso me había citado.

–¿Segura que estarás bien? –preguntó mamá, mirándome.

—No lo sé, mamá. Honestamente no lo sé.

Me besó la frente antes de bajarme. Le mostré una sonrisa para irradiarle confianza, la cual me devolvió y arrancó el auto de regreso a casa.

Respiré profundo antes de entrar. Sentí el aroma a lluvia. Miré hacia el cielo y una gota cayó en mi nariz, justo entre mis ojos. Seguidamente, cayó otra en mi frente. Regresé la mirada al recinto y me dispuse a entrar. Las puertas de cristal se abrieron automáticamente. Pude ver el interior del lugar, estaba casi vacío, a excepción de los guardias y la recepcionista.

Me dirigí hacia la chica pelirroja de cabello recogido y anteojos, quien al parecer, no tenía muchos quehaceres. Había tratado con ella un par de veces, sin embargo nunca le caí bien, por el hecho de ser la novia de Alonso. Se rumoraba que a ella le había gustado él (o seguía gustándole).

–Disculpa, yo...

–Alonso te espera arriba. –respondió de inmediato.

Me sorprendió que hubiera planeado todo.

Solo asentí y me dirigí hacia el elevador. había venido tantas veces aquí que conocía el lugar de memoria.

Presioné el botón con el número 3. Las puertas se cerraron lentamente.

*Escuchen el audio en multimedia*
Fingertips–Onerepublic

En ese momento, me di cuenta de la gravedad del asunto. Las manos comenzaron a temblarme , mi corazón comenzó a latir con intensidad, y las lágrimas amenazaron con salir.

Las puertas se abrieron de nuevo, dejándome ante un gran pasillo.

El auditorio, era la puerta hasta el final.

Caminé lentamente, sintiendo la desesperación a cada paso que daba.

Me detuve frente a la puerta y miré mi reloj de mano. La hora cambió de 3:59 a 4:00 pm.
Respiré profundo de nuevo. Abrí la puerta del auditorio y entré sin más.

Estaba oscuro cuando entré. Sólo estaba encendida la luz del escenario.
Allí estaba él.

Estaba de espaldas, con las manos por detrás.

Oh Dios, qué le he hecho a este chico.

Me contuve las ganas de llorar y caminé lentamente hacia él. Pasando por el pasillo central, en medio de las filas de asientos, sentía que estaba observando una obra de arte, aún el estando de espaldas.

Subí los tres escalones que separaban la tarima del escenario del suelo, con los nervios y la tensión recorriendo mi cuerpo.
Bastó con llegar a la tarima y detenerme unos segundos, para que él hablara:

—¿Porqué?

Oírlo así destrozó mi corazón. Dolido.

—¿Porqué, ______? —preguntó, de nuevo.

—Alonso, yo... —articulé apenas.

—Creí que esto iba enserio...—interrumpió.

—Alonso, créeme que yo no quería que nada de esto ocurriera. —dije seria.

Realmente no tenía mucho que decir.
Después de todo, la culpable había sido yo, y por supuesto, sus mánagers.

—Pero ocurrió, ______ —habló, calmado—. El pasado es pasado.

—Mucho menos en nuestro aniversario—seguí hablando.—, realmente yo...

—Era un día especial, ¡eh! Escogiste la mejor sorpresa para mí. —rió levemente, mientras merodeaba en su lugar.

La ironía en sus palabras me dolía más que si estuviéramos teniendo una pelea a gritos.
Y eso, me había dicho que mi Alon, se había ido. En cambio, estaba dialogando con Alonso Villalpando Camarena.

—Alonso, por favor... No hagas que esto duela más. —mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Créeme que intento volverlo más fácil para ambos. —dijo ya serio, finalmente dándose la vuelta y mirándome a los ojos, entrecerrando los suyos debido a la luz que le pegaba de frente, remarcando el color azul en ellos.

Lo observé unos segundos en silencio. El azul brillante de sus ojos hoy estaba apagado, su hilera de dientes perfectos no los mostraba en una sonrisa, ni hablaba felizmente.
Había destrozado a Alonso Villalpando.

¿Porqué?
Por salvarlo.

—Alonso, si supieras que tan sólo estoy haciéndolo por tu bien, me lo agradecerías. —dije, arrepintiéndome segundos después.

Rió, pero con tristeza.

—¿Por mi bien? ¿Por el de no lastimarme más?

Me miró, de una manera tan...
Como si nunca hubiera sonreído cuando me decía algo lindo y me sonrojaba, como si nunca nos hubiésemos besado, como si nunca nos hubiésemos conocido de niños; como si nunca nos hubiésemos amado.
Y eso, me produjo escalofríos.

—¿Qué me dice que no lo haz hecho ya, antes?

Me ofendió. Pero sí, era cierto.

—¿Sabes qué? —dije finalmente, llorando.— Sí, no es la primera vez.
¿Sabes con quién te engañé? Con tu mejor amigo, con Jos.

Su expresión, Dios, no debí decírselo dicho de esa forma.
Me miró de nuevo, más dolido ahora. Se tensó.
Bajó la mirada.

—Creo que ya estamos siendo honestos, así que... —le tembló la voz.—Yo lo hice dos veces. Una, fue sólo un beso, pero la otra... La otra es un sentimiento. Es Carla.

Abrí los ojos de más.
Me sentí engañada, que todo había sido una mentira...
Ahora entiendo cómo se siente él.
¿Lo peor?
Lo lo mío había sido sólo actuación.

—______... Sólo necesito que digas... ¿Alguna vez sentiste por mí, amor verdadero?

Me pasaron tantas cosas por la cabeza, los recuerdos, los besos, las promesas, incluso la primera vez que nos vimos allí en el kínder.

—No, Alonso. —negué con la cabeza.

Creo que sin duda, había sido la peor mentira de toda mi vida.

Pude llegar a ver las lágrimas en sus preciosos ojos. Aunque no lo pareciera en ese momento, me dolía, me dolía como si todo hubiera sido una maldita mentira. Al fin y al cabo, en eso se basaba nuestra relación.
Cabizbajo, asintió levemente, mordiéndose el labio para no llorar. Apretó los puños haciendo sonar el papel que en sus manos traía.
Al parecer recordó que era importante, pues dejó de poner fuerza de inmediato.

Sin mirar el papel, me lo dio.

Me sorprendía demasiado que a pesar de estar enojado, destrozado... Nunca dejaba de ser un caballero, siempre me había tratado como una princesa.

—Es para ti.

Me vio por última vez a los ojos, y, pude jurar que estaría enamorada de él toda la vida.

Sonrió apenas antes de darse la vuelta para marcharse, lo seguí con la mirada hasta que salió por la puerta.

Desenrollé el papel en mis manos.

Un certificado de estrella.

Miré una lágrima caer al papel. Otra. Y otra más. La vista se me nublaba de las gotas acumuladas en mis ojos. Me tapé la boca para que no se escuchara mi sollozo. Me dejé caer al suelo, junto con el certificado.

" Algún día te compraré una estrella. "

Y ese es en el momento en que piensas: ¿Porqué eres tan tonta? ¿Realmente no supiste luchar por ese amor real?

Miré la puerta, como si Alonso fuera a regresar.
Lo único que podía pensar era en aquella canción...

Solamente quiero estar a tu lado...
no tenerte juro que me hace daño
sin querer te encontré, ya no quieras correr...

—Quédate, Alonso. —sollocé.

FIN.

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