Condenación familiar.


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La tocada había sido todo un éxito, a pesar de lo que dijera Ches él nunca lo había dudado, sabía que si tocaba con pasión todo saldría bien, y así fue, las personas en el pub de mala muerte los aclamaron, muchos querían pedirles una tocada en otro local o una foto, Ches estaba encantado con la atención, sin embargo, él estaba contento con el simple hecho de haber podido tocar su propia música frente a un público.

“¡Hermano eso fue absolutamente increíble! ¿viste sus rostros?”, Ches hablaba tan rápido que era fácil saber cuán emocionado estaba, a Glam le gustaba escucharlo. “Van a esperar ansiosos nuestro siguiente concierto y ya no sé qué hacer, quizás deba dejar el conservatorio y empezar a escribir canciones”. Exclamó Ches y no era difícil ver que estaba soñando despierto.

“Yo no tengo opción, mi padre me mataría si hago lo mismo”. No pudo evitar que su voz sonará un tanto triste, Ches pareció notarlo porque su mirada se suavizó y bajó la vista, Ches no sabía mucho sobre lo que su padre le hacía, Glam no había querido compartir mucha información al respecto y Ches no le presionaba pero parecía entender que no se llevaba muy bien con su familia especialmente con su padre y por ello nunca hacía preguntas al respecto.

“Cierto, siento terror de tan solo imaginarlo” Ches lo decía en serio, él mismo no se llevaba muy bien con su madre alcohólica, podía entender el miedo de su amigo. “Perdóname pero en el fondo es lo que deseo”.

Ambos llegaron al punto donde tomarían diferentes caminos por lo que sin decir tantas palabras se despidieron con un puño y un abrazo. “Descansemos mañana, te veo pasado mañana en el mismo lugar” dijo Ches y se dio la media vuelta para irse a su casa.

“De acuerdo”. Fue la respuesta de Glam y se dirigió a su escondite para cambiarse por su traje.

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo? Estuvo bien tocamos a Mozart”. Sebastian dijo la frase ensayada y planeada desde hace días saboreando un dejo de temor en su pronunciación, debía decirlo perfectamente, como una máquina, no podía dudar. 

“Diablos” el cielo había empezado a derramar lluvia a montones haciendo que su traje se empapara, comenzó a correr de inmediato.

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo? Estuvo bien tocamos a Mozart” Debía decirlo perfectamente.

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo? Estuvo bien tocamos a Mozart” Sebastian corrió más rápido.

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo? Estuvo bien tocamos a Mozart”

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo? Estuvo bien tocamos a…..” No pudo completar la frase, algo andaba mal, vio a su padre esperando afuera, eso era una mala muy mala señal.

“¿Y cómo estuvo el ensayo hijo?” La voz gruesa de su padre atravesó su shock instalando un miedo profundo en su estómago que empezaba a retorcerse ante la calma que aparentaba aquel huracán a punto de estallar. “No te quedes ahí parado, te resfriaras, entra a la casa ahora”.

Por primera vez fue consciente de la presencia de Lydia, aún desde la distancia podía ver su mejilla morada exhibiendo un terrible castigo impuesto hace quizá media hora. Avanzó con temor, había sido condicionado a hacer lo que su padre quería y aunque su cerebro gritaba que debía dar la vuelta y correr, sus músculos se negaban a obedecer aquella petición.

“Muy bien, te vas a sentar y me contarás todo, cómo tocaste a Mozart, dónde fue que el sacapuntas se perdió y a quién pretendes atar a una cama y alzarte enfrente de él con un bate de béisbol” Sebastian notó cada pequeño detalle expuesto para su burla y castigo: la cuerda que ocultaba su escondiste en su dormitorio, el sacapuntas tirado en el suelo, la maqueta hecha trizas en el basurero y  su diario en manos del demonio de su padre.

“Mañana iremos con el doctor Hans, él encontrará la manera de arreglar esos defectos ya sabes a lo que me refiero” el rostro endurecido de su padre era una ira inmaculada dispuesta a desatarse en cuanto lo tuviera enfrente.

DIOS, debía correr, debía irse, su padre podría matarlo, no habría escapatoria para él nunca más. Por primera vez, su cuerpo estaba dispuesto a desobedecer las órdenes directas de su padre, se detuvo en seco y estaba a punto de correr, pero fue tomado fuertemente por la muñeca y el dictamen de su padre lo paralizó por completo: “Pero esta noche nosotros discutiremos a detalle tus habilidades literarias”.

La sorpresa fue tal que lanzó un grito de puro terror, intentó zafarse como un animal desesperado pero el agarre era de hierro y fue prontamente arrastrado dentro de la casa, se aventó al suelo en busca de hacer peso para que su padre le soltara pero a pesar de la complexión de su padre realmente era un hombre fuerte o al menos más fuerte que Sebastian a quien le controlaban excesivamente sus comidas manteniéndolo en una dieta estricta, era irónico que justo hasta este momento entendiera que el propósito de ello era mantenerlo debilitado en casos como estos.

Gritó y jaló con fuerza pero su padre no cedió y con horror vió cómo era arrastrado al estudio de su padre, a penas pudo ver a Lydia tapándose la boca con las manos llena de miedo pero alejándose de la tormenta, escuchó a su madre gritar con miedo y pronto se acercó para ponerse en frente de su esposo e impedir aquella atroz escena que se avecinaba.

“¡Gustav por favor, sé razonable, no hagas una locura!” gritó la mujer desesperada pero su padre la abofeteó con tal fuerza haciendo que cayera al suelo con la mejilla roja, Lydia corrió hacia ella y la abrazó, su madre no volvió a levantarse ni a intentar impedir el cometido de su padre, simplemente se limitó a taparse la cara con las manos y llorar resignada, Sebastian había quedado solo.

“Que nadie me moleste y nos interrumpa” dictó Gustav y sus órdenes fueron bien recibidas únicamente por el mayordomo de la familia quien se movió de inmediato para llevar a las mujeres a sus respectivos dormitorios.

Y sin más, entró junto a su padre a su estudio y la puerta se cerró con llave anunciando el dictamen de su sentencia y el inicio de su castigo. Su padre le soltó con fuerza haciendo que se tambaleara y casi cayera logrando mantener por poco el equilibrio, caminó hacia su escritorio donde tomó la infame regla, Sebastian hizo un esfuerzo por no temblar.

“Padre, fue un error tonto, no era cierto nada de lo que viste…” Pronunció con miedo.

“Callate” ordenó su padre y su voz se cortó de inmediato, sabía que defenderse era estúpido pero no estaba pensando racionalmente, le temía a la ira de su padre más que a nada en este mundo, además, su padre lo golpeaba por el simple hecho de titubear al responder una simple pregunta ¿Qué le haría ahora que tenía mil razones ‘justas’ para casticarlo? DIOS ¿Dónde estaba la pistola?

“Entonces ¿Crees que soy un monstruo?”. Su padre se había parado frente a él con la regla en mano, intentó responder rápidamente con un “no” a la pregunta pero Gustav continuó hablando. “Está todo escrito en este diario, al parecer no te gusta la educación que he decidido otorgarte y has decidido que soy un monstruo por intentar corregir el aborrecimiento de tu nacimiento e intentar convertirte en algo mínimamente bueno.” Su padre hablaba con parsimonia y eso le heló la sangre.

“Padre, déjame explicarte…” 

“Gusano malagradecido, después de todo lo que he hecho por ti, quieres pagarme atándome a una cama para golpearme con un bate” Gustav se le acercó peligrosamente y alzó el tono de su voz para imponer su palabra sobre la de él, nunca había sido particularmente creyente pero en ese momento rezaba por una deidad que se compadeciera de su dolor venidero y le rescatara.

“Te mostraré lo que es el verdadero terror muchacho, quitate la ropa.” Sebastian parpadeo confuso ante la petición, la orden había sonado tan irreal que Sebastian se preguntó por un momento si había escuchado bien o era su cabeza distorsionando la realidad debido al miedo, sin embargo, el grito de “AHORA” que resonó en las cuatro paredes hizo que no cuestionara la orden y sólo obedeciera. 

Se quitó el traje mojado y sintió la piel húmeda de su pecho chocar con el aire de la habitación, con manos temblorosas desabrochó sus pantalones hasta bajarlos por completo, sus manos se detuvieron en su ropa interior y miró a su padre esperanzado de que diera alguna señal de que no era necesario quitarla, pero su padre solo entrecerró los ojos claramente disgustado por su titubeo y con horror se dio cuenta que no había forma de evitar quedar expuesto ante su progenitor; así que, se bajó su ropa interior y se cubrió de inmediato con sus manos. 

“Bien” dijo Gustav sádicamente satisfecho. “Ahora, brazo” Ordenó y Sebastian sintió que le picaban las comisuras de los ojos, intentó contener las lágrimas mientras levantaba el brazo de su entrepierna dejándolo expuesto para su castigo, el primer golpe no tardó en llegar causando un escozor terrible en las cicatrices que aún no sanaban, sin perder tiempo su padre comenzó a golpearle una y otra, y otra vez con una fuerza que solo mostraba cuando en verdad estaba molesto. 

Pronto, su brazo estaba goteando sangre al suelo, las viejas heridas se habían abierto y las nuevas solo las hacían más profundas, fue incapaz de evitar llorar y con desconsuelo comenzó a derramar gruesas lágrimas de dolor. Su brazo escocia tanto que instintivamente quisó bajarlo, solo el temor de que su padre pudiera agravar su castigo hizo que levantara el otro brazo para sostener su brazo adolorido quedando totalmente desnudo y expuesto. Quería gritar fuertemente y pedirle que parara pero nunca había sido capaz de pedirle eso a su padre, el miedo siempre hacía silenciar cualquier reclamo, sabrá Dios cuánto tiempo pasó su padre golpeándolo incesantemente hasta que finalmente se detuvo.

Llevó su brazo a su pecho tratando inconscientemente de protegerlo de otro ataque “Tirate al suelo”. Ordenó su padre, ¿en serio iba a continuar el castigo? ni siquiera había pasado medio minuto desde que dejó de golpear su brazo. Sebastian apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando su padre exasperado por no obtener obediencia inmediata lo tomó de la muñeca clavando su huesuda mano en las heridas frescas y sacandole un aullido de dolor, no tenía fuerza para resistirse así que se dejó doblegar y se tiró al piso. “No te muevas”.

Su padre lo vió desde arriba y fue consciente del poder que el hombre tenía sobre él, ahí tirado y despojado de su ropa mientras él permanecía como un todopoderoso sonriendo desde la cima.

“Bueno”. Dijo. “No será un bate pero creo que te da la misma sensación ¿verdad Sebastian?”.  Desde abajo y con un nudo en el estómago vió como su padre se abalanzó sobre él y le golpeaba incesantemente con la regla, por puro instinto alzó sus brazos e intentó detener a su padre pero solo obtuvo una bofetada que estaba seguro le había reventado el labio. “Quédate quieto” dijo y muy a su pesar sintió sus músculos contraerse ante la orden de su padre.

Gustav golpeó sus brazos, su estómago y sus piernas, ahora no tenía duda de que la regla había sido afiliada o de lo contrario no sentiría líquido bajando por su piel. Estaba seguro de que su piel ahora era roja y morada.

“Disfrutaste viendome la cara de idiota ¿verdad?, ¿pensaste que nunca me daría cuenta que eres un afeminado? ¿o de la basura que recolectas y metes a mi casa? ¿DÓNDE ESTÁ EL SACAPUNTAS SEBASTIAN? ¡DIME CÓMO FUE QUE LO PERDISTE DE NUEVO!” Apenas registró el sonido metálico de la regla siendo arrojada lejos cuando el objeto fue reemplazado por la furia a puñi vivo de su padre, ahora estaba sentado encima de él con su rostro congelado en una mueca de desprecio y enojo que nunca había visto en su vida y se alzaba con palabras hirientes mientras golpeaba su rostro y su abdomen. “Maldito maricon con qué quieres golpearme, a ver ¡HAZLO! Quiero verte intentarlo, ¡GOLPÉAME!” . 

“Papá por favor, papá basta vas a matarme, te prometo que nunca voy a volver a pensar algo así, papá solo un minuto pero por favor detente, me vas a matar” a penas podía formular correctamente las oraciones y si estuviera pensando con racionalidad se daría cuenta que hablar solo empeoraba la situación pero su instinto de supervivencia había roto el adoctrinamiento de silencio que su padre le había enseñado al recibir un castigo.

Por un segundo pensó que este podría ser el fin de su vida, acabaría muerto bajo las manos de su propio progenitor, bajo su castigo por intentar ser libre. ¿Cómo había podido ser tan estúpido de creer que este engaño iba a durar? Tarde o temprano esto estaba destinado a pasar.

Un par de minutos eternos más y finalmente su padre dejó de golpearlo, sintió que su peso se quitó de encima de él y abrió los ojos con dolor sintiendo miedo de que solo fuera un engaño y su padre empezara a golpearlo nuevamente. Pero no fue así, su padre estaba parado viéndolo con asco y aunque ya no tenía fuerza sus ojos seguían derramando pequeños hilos de lágrimas.

Su padre caminó por el cuarto a lo que supuso fue su escritorio y volvió a aparecer frente a él, se arrodilló y sintió un frío metal colocarse contra su sien. Sebastian abrió los ojos con un pánico creciente, era la pistola de su padre.

“Padre espera por favor” Intentó razonar con él pero en respuesta su padre solo apretó la pistola contra su cabeza con más fuerza haciéndole callar cualquier protesta. de la garganta de Gustav emergió una risa que no escapaba completamente de su boca y que asemejaba a lo que Sebastian solo podía describir como un psicópata. 

“Me gusta mucho esa expresión Sebastian, tenías razón al escribir sobre lo increíble que es pararse encima de alguien y asustarle de esta manera.” Embriagado de poder su padre deslizó la pistola por toda su cara, la hizo bajar por su tórax y abdomen con una suavidad enfermiza y finalmente se detuvo en su entrepierna, jugueteó un momento con su miembro flácido y luego presionó con sarna sacándole un jadeo de dolor y sorpresa y haciendo que comenzara a llorar con renovada fuerza. “Te gusta” dictaminó su padre riendo y Sebastian solo pudo llorar más fuerte, su padre endureció su expresión disgustado con su llanto. “Oh por Dios cierra la boca.” Levantó la pistola y la forzó a entrar en su boca hasta su garganta y haciendo que se atragantara debido a la intrusión y a la repentina falta de oxígeno, su padre pareció divertido al verlo. “¿Qué pasa muchacho? ¿Esto no se parece a lo que escribiste? ¿No me digas que no te gusta?.” Escuchó como el seguro de la pistola era removido y luego su padre empezó a mover la pistola dentro de su boca de manera ruda y descuidada. “Eso es muchacho tómalo todo”.

Las arcadas se mezclaron con el llanto y el miedo y pronto la falta de aire empezó a asfixiar sus pulmones. Iba a morir, su padre lo mataría, jamás volvería a tocar la guitarra, nunca volvería a ir a una tocada, no volvería a ver a Ches. No se arrepentía de nada pero eso no hacía que tuviera menos miedo. La voz de su padre lo trajo de vuelta a la realidad.

“A los afeminados como tú les gustan estas cosas ¿Te gusta que te folle la garganta como un maricón Sebastian?” Su padre le había dicho cosas hirientes desde que podía recordar, pero nada como esto, esto era simplemente humillante en miles de sentidos, le hacía querer gritar, golpear a su padre con sus propios puños, romper su violín en frente de su familia en la gran sala y esconderse debajo de la manta de su cama como si esa fortaleza de algodón pudiera protegerlo del monstruo que habitaba en la casa, a pesar de sus propias lágrimas Sebastian era perfectamente capaz de ver que a su padre le gustaba este castigo, escuchaba la burla en su voz y eso le dolió como ningún otro corte ocasionado por la regla le había hecho doler antes. 

Gustav empujó la pistola lo más profundo que pudo en su garganta y sus pulmones ardieron dolorosamente exigiendo aire para ser llenados Sebastian se removía en el suelo como pez intentando liberarse. “Ahora lo entiendes ¿verdad Sebastian?”. Su padre sacó de su boca la pistola y a pesar de que las arcadas eran fuertes de inmediato tomó todo el aire que pudo. “Esto es lo que les pasa a los afeminados como tú” Escupió con odio. “Espero que hayas aprendido la lección, no más literatura, ni escondites secretos, ni basura”.

Vió como su padre se acomodó su traje como si nada hubiese pasado, lo escuchó caminar por la habitación y luego oyó quitar el seguro de la puerta. “Vístete” Ordenó. “No me hagas repetirlo” Luego lo dejó solo haciendo que sintiera un momento necesario de tranquilidad.

Sebastian se incorporó sintiendo un dolor en todo el cuerpo, le costaba ver con un ojo, estaba seguro de que tenía la mitad de la cara hinchada. A pesar del dolor trató de darse prisa al vestirse, no se arriesgaría a alargar su castigo. Terminó de ponerse los zapatos y pudo ver como el suelo mostraba manchas rojas exhibiendo que lo sucedido no había sido una pesadilla sino un infierno en la realidad. 

“Mañana iremos con el doctor Hans, él encontrará la manera de arreglar esos defectos ya sabes a lo que me refiero”

“A los afeminados como tú les gustan estas cosas ¿Te gusta que te folle la garganta como un maricón Sebastian?

“Espero que hayas aprendido la lección, no más literatura, ni escondites secretos, ni basura”

Por primera vez Sebastian se dió cuenta que no habría forma en esta vida en la que pudiera realmente vivir, después de esta noche su padre y Rod lo controlarían con más fuerza con medicamentos, con fuerza, con castigos aún más severos, Lydia jamás volvería a cometer un desliz como el de ahora y su madre le vigilaría y no habría un solo día en el que no le ‘aconsejara’ sobre su obediencia para no hacer enojar a su padre. 

A pesar de cojear un poco caminó con paso decidido hacia la entrada de su casa y abrió la puerta con un sonido que sintió resonar en toda la casa.

“¡SEBASTIAN!” Gritó su padre haciendo que se detuviera. “¿A dónde crees que vas?” preguntó y volteó decididamente hacia él, vió como su hermana y su madre salían de su cuarto y observaban la escena desde las escaleras, ambas asustadas y con lágrimas en los ojos. Su cara magullada reflejaba dolor, tristeza, frustración pero sobre todo enojo. Estaba enojado con su padre por haberlo maltratado tanto tiempo, con Rod por apoyarlo, con Lydia por ser perfecta y dejarlo solo y con su madre por permitir que le sucediera todo ese abuso.

“Si así lo quieres. Bien, es aquí y es ahora Sebastian, tendrás que tomar una decisión: familia ¡o la basura!” Su padre arrojó su diario a sus pies haciendo que cayera curiosamente en la página donde había escrito que había escuchado por primera vez “We’re not gonna take it”. “SEBASTIAN ¿ME ESCUCHASTE?”.

“Mi nombre es Glam” a pesar de su voz ronca y adolorida por el llanto y los gritos su voz había sonado con una autoridad con la que siempre había soñado, Glam se dió la media vuelta, sus pies chocaron con su violín tirado en el suelo, ni siquiera recordaba haberlo tirado, debió haberse caído en el ajetreo, sin saber bien la razón lo recogió y aunque cojeando caminó seguro de su decisión para irse para siempre de esa familia a la que nunca había pertenecido.

“¿Qué crees que estás haciendo? Detente ahí. DIJE QUE TE DETENGAS. ¿Eso escoges Sebastian? ¡La basura! ENTONCES ESTA YA NO ES TU CASA. SI REGRESAS NO TE DEJARÉ ENTRAR ¡PORQUE ESCOGISTE LA BASURA! TÚ ASQUEROSO GUSANO MALAGRADECIDO. ESTA YA NO ES TU CASA Y TÚ YA NO ERES MI HIJO, PORQUE ESCOGISTE LA BASURA EN VEZ DE LA FAMILIA, TÚ PATÉTICO INUTIL. TÚ ESCOGISTE LA BASURA”.

Glam incluso escuchó a su madre y hermana gritar su nombre con tristeza, pero al igual que con los gritos de su padre los ignoró, ninguna de las mujeres corrió para detenerlo y no supo si había sido por temor a la reacción de su padre o como único acto de amor dejarlo libre.  La cuadra entera resonaba con las letanías de su progenitor pero hizo acopio de toda su valentía y enojo y siguió caminando, caminaba automáticamente como una máquina, su cerebro no estaba consciente de hacia dónde se dirigía pero sus pies parecían tener un destino. De algo estaba seguro, no volvería a esta casa de infierno nunca más en su vida, Sebastian había muerto este día, él sería Glam por el resto de su vida. 














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