Epílogo

Pitu, aquí lo tienes 💖 



Respiró hondo para tranquilizarse. Había pasado meses preparándose para aquello y el momento había llegado.

Quería irse.

Se regañó. Lo prometió, eso sin contar con que le debían demasiado al señor Haeng, a Deulso. Además, una parte de él quería hacerlo, saber cuál era su verdadera fuerza. El problema era que Deulso eran dos metros de puro músculo dispuesto a golpearlo mientras que él necesitaba un par de centímetros para llegar a los dos metros y dudaba mucho que su aspecto fuese tan impresionante. Debería haber entrenado más.

Se regañó por segunda vez.

Era cierto que Deulso era de los rivales más grandes a los que se iba a enfrentar, que tenía una merecida fama, pero él también había trabajado sin descanso y su desempeño en los anteriores enfrentamientos fue satisfactorio, así que debía tener confianza y hacerlo lo mejor posible. No importaba si ganaba o perdía, debía hacerlo bien por Deulso, por el señor Jeon, por él mismo.

—Acercaos —pidió Suei, que iba a actuar de juez en el reto, algo que todos aceptaron.

Cuando se hacía un reto entre dos sirvientes, lo habitual era que ambos amos se pusiesen de acuerdo sobre fecha y detalles y, después, le comunicasen la decisión a los encargados, los cuales hacían pública la información mandando a alguien al enfrentamiento para actuar como juez imparcial y evitar problemas.

Pero ellos eligieron no decirle a nadie la fecha del encuentro por una razón: todo el mundo parecía más que interesado en aquel encuentro y lo cierto es que no le gustaba la perspectiva de que aquello se convirtiese en un espectáculo, mucho menos que los dioses apostasen ya que si bien el señor Gahn fue expulsado, nadie lo acompañó y dado que era imposible apostar energía contra uno mismo y perderla, eso significaba que sus compañeros de apuestas estaban allí, esperando una oportunidad como aquella.

Por suerte, no era el único que pensaba aquello, y tanto su amo como Deulso y el señor Haeng mostraron su disgusto ante la perspectiva de que la pelea se convirtiese en la diversión de un montón de dioses sin vida propia, acordando llevar a cabo el encuentro en un lugar discreto que no llamase la atención y el lugar elegido fue la casa del señor Kwon y su amplio patio central. Aquello suponía tres espectadores más, pero tanto Deulso como él se mostraron de acuerdo así que estaban allí el señor Kwon con Gae y Suei, el señor Haeng con Deulso y Dalgam y su amo y él, con los tres dioses sentados en la habitación mientras Dalgam ayudaba a Deulso y Gae a él.

Se despidió de Gae con la cabeza antes de avanzar. Una de las cosas en las que más dudaron fue en el tipo de encuentro que iban a tener, pero al final las circunstancias los obligaron a elegir algo sin armas, ya que cada uno tenía su arma personal, que usaban en los enfrentamientos y sacarlas era un signo inequívoco de sus intenciones.

—Recordad las reglas. Prohibido acercarse a los espectadores. Prohibido tocar la cabeza del contrincante. Prohibido atacar a quien no pueda moverse o haya perdido. Prohibido golpear las heridas. Prohibido guardar rencor —les dijo Suei y ambos asintieron—. Adelante —les dijo retrocediendo, así que miró a Deulso preguntándose si debía dar el primer paso cuando tuvo que bloquear su ataque con sus brazos.

Mejor dejaba de divagar, pensó esquivando otro golpe de Deulso inclinándose hacia el lado contrario mientras se agachaba y, al llegar al suelo, apoyó el brazo haciendo un barrido con la pierna que obligó a Deulso a retroceder, y, antes de que se recuperase, él ya estaba de pie de nuevo golpeándolo en el pecho y haciéndolo retroceder.

—Bien hecho —lo felicitó Gae mientras Deulso sonreía con aprobación, pero él ignoró aquello. ¿De qué estaba hecho Deulso? ¿De roca? Si le hubiese dado aquel golpe a cualquier otro, lo habría tirado de espaldas, pero lo único que había conseguido era que le doliesen los nudillos.

Volvió a lanzar otro golpe, pero, aquella vez, Deulso lo bloqueó con facilidad lanzando un contraataque, que él pudo detener. Por desgracia, aquello dejó su franco derecho desprotegido y Deulso no dejó escapar la oportunidad lazando un golpe que no pudo esquivar por completo. Al menos seguía en pie.

Cualquiera de los rivales que tuvo, en esos momentos estaría haciendo comentarios, presumiendo de haberlo golpeado, felicitándolo por haberlo esquivado, ambas estrategias para distraerlo, pero Deulso no. Tan solo lo miraba preparándose para el siguiente movimiento, así que se obligó a hacer lo mismo, comenzando a intercambiar golpes cuando se dio cuenta de que aquello no iba bien. Era cierto que en cuanto a número de golpes estaban igualados, pero Deulso golpeaba con más precisión y fuerza, lo cual quería decir que estaban igual de cansados, pero él estaba más resentido y, cuando, después de un golpe, se encontró mirando el cielo suspiró. Se había destrozado la mano para nada.

—Ganador Deulso —anunció Suei mientras él se levantaba.

—Gracias por el reto —le agradeció inclinándose.

—Gracias por el reto —contestó Deulso haciendo lo propio.

—¿Estás bien? —le preguntó el señor Jeon acercándose y él asintió—. Lo has hecho muy bien —lo felicitó.

—Gracias, pero no es cierto. Lamento no haber estado a la altura —se disculpó con Deulso y es que este estuvo esperando un enfrentamiento que, al final, él no había podido darle.

—Desde luego que no, habéis estado muy igualados, eres el que más ha aguantado. ¿Verdad, Deulso? —le preguntó el señor Haeng.

—Has estado a la altura —asintió este.

—Gracias —repitió ya que el que ambos fuesen amables con él no cambiaba el hecho de que, como los demás, al final solo fue un saco más para golpear.

—Mejor dadles energía para que se curen antes de entrar —intervino el señor Kwon.

—Cierto, las heridas deben dolerte, te daré un poco de energía para que puedas curarte —le ofreció el señor Jeon cogiéndole la mano.

—No es necesario —rechazó apartando la mano—. Primero me asearé. Con permiso —dijo inclinándose para marcharse.





Se secó la cara con la toalla antes de suspirar mirándose los nudillos.

Había perdido.

Y no es que pensase que iba a ganar, pero ser derrotado con tanta facilidad... Después de tantos encuentros en los que salió victorioso, se había olvidado de la desagradable sensación que dejaba perder así, de ver aquella expresión en la cara del señor Jeon cuando se acercaba a consolarlo porque no era lo bastante bueno.

Y, para colmo, todos se habían dado cuenta de cómo se sentía, haciéndolo todo peor.

Se suponía que ahora era un sirviente adulto, no un niño inseguro incapaz de aceptar una derrota.

—¿Qué se supone que haces? —exigió Suei a su espalda sobresaltándolo.

—Asearme —contestó poniéndose de pie sin pensar.

—¿Y hasta cuándo? ¿Acaso pretendes hacerle la competencia a Dalgam?

—No —negó con fuerza.

—¿Entonces?

—Solo me estaba aseando —repitió.

—Aseando —murmuró—. ¿Y tú te crees que alguien se ha creído una excusa tan mala?

—No es ninguna excu...

—Silencio —exigió Suei haciendo que se detuviese envarándose—. ¿Qué ha sido eso? ¿Acaso yo te eduqué para que te comportases así con tu dueño?

—Suei, en realidad tú no me... —comenzó cuando al ver como lo miraba se detuvo—. No —negó enderezándose de nuevo.

—Tu dueño estaba preocupado por ti, te ofrece energía y ¿tú que haces? Rechazarla. ¿A ti te parece que eso está bien?

—No —admitió.

—¿Entonces por qué lo has hecho? —exigió.

—Yo... perdí —contestó.

—¿Y? ¿Acaso creías que ibas a poder ganar? ¿Tú? ¿A él? ¿Sabes cuánto tiempo lleva imbatido?

—Lo sé. Y sabía que no iba a ganar —admitió.

—¿Entonces qué te ocurre?

—Creo que este enfrentamiento me hizo recordar cómo me sentía antes de crecer —le explicó por fin.

—Pasaste mucho tiempo sin ser capaz de ganar un enfrentamiento —Él asintió—. Siendo consolado por el señor Jeon por perder siempre en la primera ronda —Volvió a asentir—. Siendo apalizado por cualquiera, aunque fuese pequeño o no tuviese experiencia poque eras un completo inútil.

—Suei, no me ayudas —lo detuvo.

—Pero has pasado de eso a ser capaz de hacer frente a Deulso en un par de meses humanos. Apenas si hay un puñado de sirvientes capaces de hacer algo así, todos ellos mucho más antiguos y por lo tanto versados que tú. Deulso es el mejor sirviente de la ciudad celestial, todo el mundo lo sabe, nadie puede compararse con él, mucho menos físicamente. Y tú has sido capaz de hacerle frente el tiempo suficiente para causarle problemas. Así que deja de compadecerte de ti mismo y compórtate como el sirviente que se supone que eres —le advirtió.

—Sí —contestó sin pensar.

—Gae, dale el té de una vez para que beba —le advirtió de repente.

—No estaba espiando —les aseguró Gae acercándose tímido.

—Desde luego que no, ¿cómo podrías espiar haciendo tanto ruido al acercarte? Y ahora regreso, alguien tiene que hacerse cargo de nuestros señores –les dijo con un deje de acusación marchándose—. Así que os espero allí. Presentables —añadió volviéndose por un momento antes de marcharse.

—Gae, préstame algo de ropa —le pidió.

—Vamos a mi habitación, creo que tengo ropa sin estrenar —asintió este.





—Sae —lo recibió el señor Jeon en cuanto entró acercándose para hacer que lo mirase—. ¿Estás bien?

—Desde luego —asintió—. Lamento haberme ido de esa manera —se disculpó.

—Deja de disculparte y ven aquí —exigió Suei—. Ya estoy cansado de tener que hacerme cargo del señor Jeon solo porque tú estás perdiendo el tiempo.

—Suei, por favor —le pidió el señor Kwon.

—Yo solo digo la verdad —replicó este poniendo un plato con conejos de manzana cortados de manera primorosa

—Conejos —celebró el señor Kwon y al ver quien los estaba haciendo ahogó un suspiró. Mejor se ponía a practicar o Deulso lo superaría en aquello también.

Se acercó a este viendo como Dalgam comenzaba a alejarse a medida que Suei se acercaba. Ver a aquellos dos le recordaba a unos imanes que el señor Haeng le enseñó una vez, donde al poner dos de la misma carga se repelían, alejándose uno cuando acercabas el otro y eso era lo que ocurría con aquellos dos, si Suei se acercaba, Dalgam retrocedía una distancia equivalente, recorriendo la habitación en un extraño baile, incluso cuando estaba de espaladas o centrado en otra cosa, levantaba de repente la cabeza antes de alejarse corriendo como si lo pudiese sentir.

Cogió una de las manzanas comenzando a cortarla en silencio después de saludar con la cabeza a Deulso. Lo cierto es que había algo tranquilizador en él y su escasez de palabras. Se volvió con disimulo hacia Dalgam.

Una vez él escuchó que los sirvientes se veían influidos por la personalidad de su amo, si este era comprensivo, su sirviente era más comprensivo, si era mezquino, su sirviente se volvería mezquino también. Por eso siempre pensó que Deulso tenía una personalidad tan tranquila por la influencia del señor Haeng, que se unía a su tendencia natural. Pero aquello solo fueron ideas. Hasta ahora.

Cuando el señor Haeng dijo que acogería a Dalgam, una parte de él estaba preocupada porque alguien como aquel gallo sirviese a un dios tan amable. Aunque estuviese Deulso, una parte de él se sintió intranquila, por lo que se mantuvo atento al gallo para evitar que causase problemas a su nuevo amo, que se aprovechase de él de cualquier manera, pero, para su sorpresa, la personalidad y el comportamiento de Dalgam comenzaron a mejorar a ojos vista, no solo volviéndose menos irritable y más amable, sino siendo más solicito y diligente y ayudando a cualquiera que estuviese en un problema. Ver eso le hizo darse cuenta de que la personalidad de sus amos los influía y por eso Dalgam, que bajo la influencia del señor Gahn era caprichoso, egoísta e impredecible, se convirtió en alguien diferente con el señor Haeng.

Además, Dalgam no solo parecía adorar al señor Haeng tanto como Deulso, sino que ambos sirvientes se llevaban muy bien, compenetrándose. Una buena vida sirviendo junto con un buen sirviente a un buen amo. La única nube en su vida era Suei y sus miradas. Por desgracia para él, los tres dioses se habían acercado mucho y era habitual que se reuniesen para hablar y pasar el tiempo y nadie podía hacer nada para mejorar el comportamiento de Suei. Los odios instintivos no se podían cambiar.

—No estás cortando lo bastante rápido —le advirtió Suei detrás sobresaltándolo.

—Perdón —se disculpó comenzando a hacerlo más rápido.

—Esto ya está listo —intervino Deulso señalando un bol y Suei asintió, en apariencia complacido, antes de cogerlo y marcharse con él—. Suei da miedo —murmuró.

—Sí —confirmó. Mucho miedo.





—Es demasiado —le lamentó el señor Jeon y él asintió—. ¿Dónde se supone que lo vamos a poner?

—El señor Haeng dijo que cualquier sitio estaría bien.

—¿A ti te parece que esto se puede poner en cualquier sitio?

—Lo siento —se disculpó.

—¿Sentirlo? ¿Sentirlo por qué?

—Porque es el regalo que el señor Haeng nos ha dado por aceptar el enfrentamiento con Deulso.

—No tienes que disculparte por eso, yo acepté. Además, intercambiar regalos es normal, nosotros también le enviamos uno. ¿Pero por qué esto?

—Dijo que sabía que no teníamos ninguno.

—Cierto, no tenemos ninguno tan grande, pero eso es porque no tenemos espacio. ¿Dónde se supone que lo vamos a poner? —se lamentó volviendo al principio.

—Es demasiado grande para ponerlo en el almacén. Además, se podría romper al moverlo y fuera, los demás dioses se quejarían.

—Pues yo me niego a tenerlo aquí dentro —se negó en redondo.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué?

—Es que el señor Haeng nos lo ha enviado para que podamos vernos cuando nos cambiemos. Es cierto que es un poco grande, pero no entiendo vuestro disgusto —admitió confundido y es que aquella reacción no era propia de él. Era cierto que el espejo gran espejo de madera labrada parecía llenar la habitación, pero ¿no estaba demasiado molesto por un regalo?

—Y no estoy disgustado, tan solo ¿sabes lo que pasará cuando...? —comenzó rojo cuando se detuvo.

—¿Lo que pasará cuándo? —lo azuzó.

—No importa.

—Pero es que vuestra reacción... ¿ocurrirá algo cuando os ayude a equilibraros si es delante del espejo? —le preguntó preocupado.

—Desde luego que no, tan solo...

—¿Tan solo?

—Nada.

—Pero me gustaría saber el motivo de vuestra negativa —le pidió.

—No hay ninguno. Solo no quiero hacerlo con un espejo delante —le advirtió.

—Está bien —aceptó fingiendo que se rendía.

—Y ahora dime, ¿qué quieres por tu enfrentamiento?

—No es necesario, perdí.

—Ya te dije que no importa si ganas o pierdes, es costumbre dárselo a tu sirviente cuando hacen un buen combate y tú lo has hecho —le aseguró—. Así que dime, ¿qué quieres? ¿Alguna comida en especial? ¿Ir a algún sitio?

—Pues, ya que no es peligroso para vos, que lo hagamos frente a ese espejo —contestó después de fingir pensarlo y él vio como el señor Jeon se ponía rojo de nuevo.

—Eso no —se negó en redondo.

—Pero vos dijisteis que podía pedir lo que quisiera. Y eso es lo que quiero. Quiero ver qué es diferente cuando hay un espejo.

—No, porque no hay nada.

—Pero...

—Como insistas, te pongo de cara a la pared —le advirtió.

—Está bien —aceptó bajando la cabeza, derrotado.

—Pide otra cosa.

—No es necesario, después de todo perdí, así que no merezco nada —rechazó—. Tan solo, lamento haberos molestado con mi petición, no era mi intención hacerlo. Solo sentía curiosidad, pero si a vos os molesta tanto, lo olvidaré. Iré a preparar la cena.

—Sae —lo llamó cuando iba por la mitad de la habitación.

—¿Deseáis algo más? —le preguntó volviéndose sin mirarlo.

—Sí de verdad es lo que quieres como premio, puedo hacer un esfuerzo —le dijo incómodo.

—No es necesario que hagáis algo que no os agrada, mucho menos por un sirviente como yo —rechazó.

—No hables así, tú no eres solo un sirviente, eres mi pareja y si quieres hacerlo, lo haremos.

—¿De verdad? —le preguntó mirándolo.

—Desde luego —asintió el señor Jeon.

—Gracias, sois el mejor amo —le dijo acercándose para abrazarlo.

—No es para tanto —negó cuando se detuvo—. Sae... —comenzó mirándolo con sospecha.

—No os preocupéis, hoy me esforzaré como disculpa por haber perdido—le aseguró besándolo.






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