Capítulo 41

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En este capítulo encontrarás contenido adulto. Si no quieres/puedes leer este tipo de escenas lee hasta el banner de +18 y luego continua con el siguiente capítulo. Para todos los demás, adelante 😊





—¿Qué hacéis los cuatro ahí reunidos? —preguntó el señor Jeon sorprendido mientras entraba seguido del señor Kwon.

—Hablar —contestó Suei mientras se levantaban para saludar—. Bienvenidos.

—Bienvenidos —lo imitó él también.

—La reunión... —comenzó Deulso ansioso.

—La reunión ha ido bien —le aseguró el señor Jeon acercándose tranquilizador—. Sigue sin haber pruebas de que fuese Haeng quien bajo, es algo que pudo haber hecho cualquiera y mientras no haya pruebas determinantes no pueden castigarlo, solo tenerlo vigilado. Hemos organizado un encuentro para esta tarde. Dentro de poco vendrá un encargado con la lista de lo que necesita Haeng. Mientras, te daré energía.

—No es necesario —rechazó Deulso.

—No la rechaces. La energía del señor Haeng es demasiado inestable ahora que está encerrado, y aunque pueda darte algo, no sería bueno para ninguno de los dos —razonó el señor Jeon.

—Pero ya me habéis dado esta mañana, sería un abuso —insistió Deulso.

—Ya te he dicho que no te preocupes. En estos momentos no tengo problemas con la energía, al contrario —añadió incómodo mientras lo miraba antes de apartar la mirada—. Vamos, ven —le ordenó a Deulso recomponiéndose.

—Ve —lo azuzó el señor Kwon—. Tal y como ha dicho Jeon, en estos momentos la energía fluye sin problemas dentro de él. De hecho, nunca había estado tan equilibrado. Al parecer era cierto que un compañero era mejor que una compañera. Eso sin tener en cuenta lo diligente que es Sae cuando se trata de ti.

—Gracias —le agradeció él.

—Sí, gracias —asintió el señor Jeon con los dientes apretados.

—No las merece. Todo el mundo sabe que mientras con tus anteriores compañeras tenías problemas porque dejaban de cumplir con su deber, en el caso de Sae has tenido que poner un límite porque tu parte humana no podía seguir su ritmo. Y la verdad es que eso es algo que no entiendo, después de todo Sae es humano, ¿por qué eres tú quien pone restricciones? —preguntó el señor Kwon y el señor Jeon abrió la boca, enrojeciendo, cuando la cerró respirando hondo.

—Suei, ¿podrías llevarte a este idiota de aquí? —le pidió.

—Claro —accedió este cogiendo al señor Kwon.

—Pero, ¿qué he dicho? ¿Por qué está molesto? —le preguntó el señor Kwon a Suei.

—¿Acaso no os advertí que no tocaseis ese tema? —contestó Suei disgustado dirigiéndose a la puerta.

—Y no lo he hecho. No le he preguntado cuál es la diferencia entre antes y ahora y por qué este tratamiento es más efectivo —señaló el señor Kwon.

—Y si queréis mantener vuestra amistad con el señor Jeon, no lo haréis —replicó Suei despidiéndose antes de salir y Gae lo siguió.

—Acepta la energía —le indicó él a Deulso—. Es lo mejor para que puedas ocuparte del señor Haeng. Y si es por el señor Jeon, no te preocupes, yo me haré cargo de él después.

—Eso no hace falta que lo digas —le advirtió el señor Jeon.

—¿Por qué no? —inquirió perspicaz—. Porque después de no hacerlo esta mañana, no aceptaré una negativa —le advirtió serio.

—¿Y cuándo he dicho yo que me negaría? —contestó el señor Jeon rojo—. Pero primero debemos ocuparnos de esto. Así que ven aquí —le pidió a Deulso.

—Gracias —aceptó este acercándose y ambos se sentaron mientras él los imitaba.

Una parte de él que se sentía celosa al ver que su amo le daba energía a otro familiar, y por eso se obligaba a verlo, como una manera de aprender a controlar aquel tipo de pensamientos tan peligrosos recordándose que, si bien era normal ser posesivo, nunca debía permitir que aquellos sentimientos se transformasen en acciones. Y el que fuese Deuslo quien recibía la energía hacia todo más fácil ya que él, mejor que nadie, sabía la relación que existía entre Deulso y el señor Haeng; entre el señor Jeon y él.

Llamaron a la puerta, por lo que se levantó para abrirla encontrándose con un encargado que le tendió una lista sin decir nada.

—Muchas gracias— le agradeció formal a lo que el encargado respondió con una leve inclinación de cabeza antes de irse—. Deul...— comenzó, pero se detuvo al encontrárselo justo detrás de él.

—¿La lista del señor Haeng? —le preguntó y él asintió dándosela—. Iré a preparar las cosas —la cogió.

—Cuando lo tengas todo listo, espera en la habitación. Iré con un encargado para acompañarte a la habitación de Haeng —le dijo el señor Jeon acercándose.

—Gracias —se despidió Deulso saliendo y en cuanto cerró la puerta, él se volvió cogiendo al señor Jeon para besarlo.


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—¿Qué se supone que haces? —Lo detuvo el señor Jeon.

—Besaros —contestó.

—No me refiero a eso.

—El tratamiento.

—Tampoco. ¿Acaso no recuerdas lo que hablamos ayer?

—Vuestra espalda —asintió al recordarlo.

—Sí, así que pon algo en el suelo.

—Está bien —aceptó disgustado soltándolo para ir a por las mantas.

A pesar de que ellos mantenían relaciones por una razón diferente, eso no cambiaba que el objetivo principal era estabilizar al señor Jeon. Aquello significó que los encargados preguntaron en varias ocasiones cuándo podían verlos juntos para aconsejarles sobre maneras de mejorar la eficacia, algo a lo que su amo se negó en redondo y, aunque él no entendió el motivo de su negativa, lo apoyó ya que parecía ser un tema muy importante para él. Al final los encargados desistieron dándole tan solo indicaciones sobre los puntos que debían cuidar para que tratamiento fuese lo más efectivo posible. Uno de ellos era el hecho de que, cuanto más lo tocase, mejor sería para este, en otras palabras: cuanto más se metiese, mejor. Aquello los llevó a intentar varias cosas descubriendo que, a pesar de que siempre pensó que su amo era muy comprensivo con sus parejas, en realidad era bastante caprichoso. Pero dado que la única vez que preguntó sobre por qué se quejaba tanto, el señor Jeon se puso rojo antes de ordenarle pasar tres días en la esquina mirando la pared, decidió que era mejor no insistir.

Después de varios intentos, aprendieron que la manera más efectiva de hacerlo era que su amo estuviese encima, ya que su propio peso lo ayudaba a que él entrase más profundo, el problema era que, por culpa del conjuro, el señor Jeon empezaba a adormilarse al moverse y, al final él quien tenía que seguir. Por eso le propuso quedarse quietos los dos, ya que el señor Jeon ya había acabado y él no lo necesitaba, pero este se negó en redondo, diciendo algo ininteligible sobre enchufes. Así que, después de pensarlo, llegó a la conclusión de que lo que ocurría era que su parte humana se sentía más cómoda con ese movimiento, por más que fuese innecesario, quizás porque estaba acostumbrado a hacerlo de esa manera y no quería cambiar. Otra cosa más que le confirmaba que el señor Jeon era algo caprichoso junto con las quejas sobre su espalda cuando él se ponía encima, las quejas de que pensaba cada vez más, de que cada vez era más grande, de que... demasiadas cosas.

—Ya está listo —le dijo cuando acabó mirándolo y se acercó reticente. ¿Cuándo iba a dejar de parecer incómodo? Llevaban ya varios meses en tiempo humano haciéndolo mínimo dos veces al día. Si estuviese con una compañera, en esos momentos estarían investigando sobre "formas de hacer los encuentros más divertidos" o así lo llamó cuando lo sorprendió mirando unas revistas. Se preguntaba cuándo mirarían ellos también esas revistas y libros para buscar ideas.

—¿Qué estás pensando? —le preguntó el señor Jeon suspicaz.

—Nada— le aseguró con su sonrisa más inocente. Todos sus instintos le decían que no debía dejar que supiese de su interés en esas revistas o las haría desaparecer—. ¿Estáis listo? —Como todos sabían, la mejor defensa era un buen ataque. Lo cogió besándolo mientras lo tumbaba abriéndole la ropa cuando se detuvo—. Señor Jeon —le advirtió al ver el estado de excitación en el que se encontraba.

—¿Qué? —exigió este a la defensiva colorado.

—Tenéis que controlaros, cualquier día no me dará tiempo a metérmela en la boca.

—Eso no pasará.

—Tan solo no olvidéis lo que hablamos la última vez —le advirtió bajando y metiéndosela en la boca antes de que el señor Jeon pudiese decir nada y, tal y como se temía, apenas se la metió en la boca, se corrió—. Habéis acabado —lo acusó.

—No me mires así —exigió el intentando parecer molesto, pero sin conseguirlo.

—Y yo ya os advertí —añadió subiendo.

—Desde luego que... —comenzó, pero antes de que pudiese decir nada más, lo besó apretándolo contra él sin permitir que se alejara cuando lo empezó a empujar hasta que se rindió.

Si bien las primeras veces, el señor Jeon tuvo algunos problemas para excitarse, después empezó a mostrarse dispuesto, más que dispuesto. Y aunque en un principio él se alegró, ya que era símbolo de que, por fin, lo aceptaba como pareja, no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que aquello suponía un problema y es que el acabar demasiado rápido significaba que, cuando estaba dentro de él, se corría una segunda vez. Un desperdicio que no ayudaba a nadie. Pero el señor Jeon se negaba a que él lo tocase para que se corriese, hasta que él, cansado de aquello, le dio un ultimátum la vez anterior. O se controlaba, o lo dejaba a él. Y no se había controlado.

Dejó de besarlo comenzando a bajar mientras lo lamía dándole suaves besos. Por alguna razón, aquella manera de ser tocado era la que más le gustaba al señor Jeon siguió bajando atento a sus reacciones hasta que, al ver que por segunda vez comenzaba a excitarse, empezó a acariciarlo con la mano mientras lo besaba en previsión de otra queja esmerándose en el beso. Por fin, podía hacer ambas cosas con una habilidad razonable. Sintió como le sujetaba la mano, lo cual significaba que se estaba acercando, así que después de acariciarlo un par de veces más dejó de besarlo para bajar, comenzando a excitarlo con la lengua hasta que se la metió en la boca sintiendo como se corría, por lo que asintió. Aquella vez, sí que había acabado.

—A veces, creo que te debo una disculpa —murmuró el señor Jeon mientras él se quitaba la ropa.

—¿Una disculpa? —le preguntó él tumbándose a su lado apoyándose en el codo para mirarlo mientras su amo se recuperaba. Lo cierto es que le gustaría que, aunque solo fuese una vez, lo felicitase al acabar por su diligencia en aprender todo lo necesario para excitarlo. Pero sabía que era inútil y lo máximo que consiguió cuando sacó el tema fue que este se pusiese rojo mientras abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua.

—Por la manera en que te estoy dando la energía.

—No entiendo la razón —negó.

—Porque no debe ser agradable meterse algo así en la boca.

—A mí me gusta todo de vos incluida vuestra... —comenzó cuando el señor Jeon le tapó la boca.

—No lo digas —exigió colorado.

—Entendido —asintió. ¿Por qué nunca le dejaba decirlo?—. Pero es cierto, me gusta todo de vos —insistió.

—Pero debe ser difícil meterse algo tan grande en la boca.

—No tanto —negó sonriendo. Aunque el señor Jeon no parecía haberse dado cuenta, desde que se convirtió en su pareja, su cuerpo se estaba adaptando a él y de igual manera que la parte de atrás iba cediendo para que él entrase mejor, la parte de delante se iba haciendo más pequeña. Algo que, por razones obvias, no le podía decirle—. Además, si pensamos en las alternativas, esta es la mejor manera de recibir vuestra energía —prosiguió antes de que el señor Jeon pudiese decir nada.

—Antes te la daba dándonos la mano.

—Y por culpa de ese sistema, la mayor parte se perdía. Esto es mucho mejor, al menos yo lo prefiero. Sale mayor cantidad y me la puedo tragar por lo que la asimilo mejor.

—No lo digas así —le pidió abrazándose a él.

—Lo siento —se disculpó abrazándolo contra él mientras se preguntaba por qué reaccionaba así cuando solo estaba hablando en la energía que debía recibir para no desaparecer.

—Sae.

—¿Qué?

—Me estás dando.

—Eso es porque acabo de chuparos la...

—Que no lo digas —le advirtió entre dientes tapándole la boca de nuevo.

—Entendido —asintió cuando el señor Jeon se volvió a apoyar contra él por lo que se quedó mirando el jardín—. Señor Jeon —lo llamó por fin.

—¿Sí? —contestó este con los ojos cerrados.

—¿Podríais dejarme entrar ya? Empieza a doler —le explicó.

—¿Cómo puedes decir algo así en este momento?

—Porque es verdad —contestó—. Vos habéis acabado, pero yo no.

—Tú no puedes acabar, tú mismo lo dijiste —le recordó entre dientes.

—Tal vez no pueda acabar, pero sí que quiero entrar —replicó y el señor Jeon lo miró.

—Está bien —aceptó subiéndose encima a regañadientes.

—Señor Jeon, os agradecería que no lo dijeseis en ese tono —le pidió.

—Lo siento, es tan solo que no me he terminado de acostumbrar a esto —le explicó y él lo miró ya que estaba empezando a excitarse de nuevo—. Eso es un accidente— le aseguró el señor Jeon.

—Que ocurre cada vez —añadió él.

—Como sea. Y ahora no mires —le advirtió y él asintió simulando que no veía nada. Y decía disimulando porque, aunque el señor Jeon no quería que viese cuando entraba en él, dado que él quería verlo, aprovechaba el hecho de que no se lo había prohibido para hacerlo. Una ventaja de ser un sirviente humano.

—No os mordías el labio —le advirtió metiéndose el dedo al ver que lo estaba haciendo.

—Es la única manera que tengo de evitar gemir —replicó apoyándose en él mientras bajaba

—Aun así, por más que os recuperéis rápido de las heridas, no me gusta que os hagáis daño. Además, ya os he dicho que me gusta oíros gemir, entonces ¿por qué os seguís negando?

—Porque yo no quiero que me escuches —contestó el señor Jeon tan rojo como su pelo.

—Como prefiráis. Tan solo no os mordías el labio —repitió.

—Déjame concentrarme— le advirtió aún rojo volviendo a bajar hasta que se detuvo.

—¿No podríais bajar un poco más?

—Ahora mismo no —negó jadeante mientras respiraba hondo.

—Debéis dilataros más.

—Y lo hago, pero a veces creo que cada vez que lo hacemos, es más grande.

—Es vuestra imaginación —le aseguró y cuando el señor Jeon se lo quedó mirando, él sonrió con su expresión más inocente. No debía admitir que tenía razón o su amo se negaría a hacerlo y es que, después de recibir energía, su cuerpo se volvía más grande, detalle que siempre obviaba.

—Voy a moverme —le advirtió.

—¿Estáis seguro?

—Ya sabes que no me gusta estar así, me pone nervioso —le recordó apoyándose de nuevo en él para comenzar a subir y bajar, y, cada vez que bajaba, se metía un poco más—. Lo que no entiendo, es por qué tú no gimes —le dijo entrecortado.

—Yo tampoco lo entiendo.

—Ni por qué hablas tan normal.

—Eso tampoco.

—Ni por qué no cambia la expresión de tu cara.

—No lo sé, pero creo que es debido a que no tengo cuerpo físico de verdad —murmuró pensativo.

—Y eso es lo que me molesta —replicó el señor Jeon deteniéndose—. ¿Por qué, mientras que yo estoy en este estado, tú puedes hablar tan tranquilo?

—No lo sé —repitió—, pero dado que vos también parecéis incapaz de concentraros, dejadme seguir a mí —le pidió cogiéndolo para hacer que se tumbase.

—Tiene que haber alguna manera de conseguir que gimas —murmuró el señor Jeon cogiéndose a él.

—Entonces busquémosla juntos —le propuso comenzando a moverse.

—No sé por qué, no me gusta cómo suena eso.

—Ha sido idea vuestra, así que no os podéis arrepentir —le advirtió deteniéndose para mirarlo.

—No pares —exigió el señor Jeon golpeándole el brazo molesto.

—No me moveré hasta que aceptéis. Yo también quiero gemir.

—Está bien, lo pensaré después.

—No, ahora —rechazó—. Y para estar seguros de que encontramos una manera, podríamos usar todos los libros y revistas que reunisteis con vuestras parejas —propuso tan casual como pudo.

—Me niego a ver esas revistas contigo. Y muévete.

—¿Entonces yo solo?

—Desde luego que no, eso no es algo para que lo lea un niño. Y ahora muévete —repitió.

—Señor Jeon, en primer lugar, tengo miles de años y un cuerpo adulto. En segundo lugar, sois vos el que está debajo de mí pidiéndome que me mueva —señaló.

—Muévete de una maldita vez —le dijo casi gritando.

—Os acaban de oír todos los dioses que hay alrededor —le advirtió.

—Sae –lo llamó.

—¿Qué? –contestó alerta.

—Muévete, ahora. Y no pares hasta que no funcione el hechizo —le ordenó y al oírlo chasqueó la lengua, disgustado.

—Eso es abuso de autoridad —le advirtió empezando a moverse.

—Porque tú estabas dispuesto a pasar todo el día hablando.

—Yo solo quería ver esas revis... —comenzó cuando el señor Jeon se colgó de su cuello besándolo.

—Céntrate —le pidió mirándolo a los ojos.

—Como mandéis —asintió sujetándolo para comenzar a moverse más fuerte mientras sentía como el señor Jeon doblaba las rodillas comenzando a gemir contra su oído. La única vez que lo hacía, pensó mientras sentía como le clavaba las uñas en la espalda hasta que poco a poco fue relajando la presa hasta que sus brazos cayeron sin fuerza y, al mirarlo vi que estaba dormido.

Lo cierto es que todo sería más fácil, así, pensó apartándole el pelo sudoroso de la cara. Estar así, inmóvil, todo el tiempo necesario, pero el señor Jeon prefería que se moviese, de manera que él lo hacía por más que no tuviese ningún sentido. Como tampoco lo tenía besarse o tocarse, pensó besándolo con suavidad, sin que reaccionase. Pero a él también le gustaba más así, admitió saliendo de él antes de cogerlo y acomodarlo contra él para abrazarlo.




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