Capítulo 3
Puso la hoja de arce en el plato frente al altar y la miró volverse borrosa hasta que desapareció haciendo que suspirase. La primera vez que vio a su amo hacer aquello, lo miró asombrado hasta que supo que aquella sala estaba construida hasta en el mínimo detalle igual que otra situada en el mundo humano, en la casa donde vivía la familia que servía a su señor, y que todo lo que fuese colocado allí sería transportado a la sala humana y viceversa. Y que poner aquella hoja era la señal de que su amo necesitaba una nueva compañera, el primer paso para que sus días solos acabasen. Pero no se podía quejar y es que, sin aquella mujer, sin aquellas mujeres, su amo habría muerto hacía mucho.
Se levantó saliendo de la sala cerrando la puerta antes de dirigirse a la habitación de su amo, encontrándoselo mirando el jardín distraído.
—¿Has llevado a cabo la ceremonia? —le preguntó al percatarse de su presencia.
—El mensaje ha sido enviado —respondió acercándose.
—En tal caso ven. —Se palmeó el regazo.
Al oírlo, regresó a su forma original comenzando a arrastrarse con lentitud por el suelo hasta que, cuando llegó a su lado, el señor Jeon lo cogió poniéndolo en su regaño y él se acomodó. Cuando llegase la nueva compañera de su amo, no podrían pasar tanto tiempo juntos, sobre todo al principio, por lo que tenía que aprovechar para acumular energía. Aun así, no le gustaba transformarse en su forma original, ni siquiera delante de su amo, y es que, por más que este nunca lo hubiese demostrado, era consciente de que su forma era demasiado repulsiva. Por desgracia, la alternativa era sentarse a su lado para cogerse de las manos. Solo de pensarlo... prefería aquella forma.
—¿El señor Kwon? —inquirió en un intento de mantener su cabeza ocupada.
—Suei lo convenció para salir de paseo —contestó el señor Jeon—. Encontró el espíritu de un conejo que acababa de morir —añadió.
—¿No me digáis que intentó convertirlo en su familiar? —Cuando vio que su amo asentía, suspiró.
Todo el mundo sabía que los humanos y los conejos estaban prohibidos como familiares debido a una razón: no tenían celo. Dado que ellos tenían como base un animal, esto hacía que tuviesen tendencia a ser conflictivos en algún tema. Los que estaban basados en aves, tenían problemas para permanecer mucho tiempo quietos, sobre todo en espacios cerrados; los que estaban basados en cánidos, eran demasiado leales, llegando a ser incapaces de tomar decisiones propias; los que estaban basados en felinos eran demasiado independientes, no aceptando las órdenes. Pero los más problemáticos eran los que no tenían un celo estacional, ya que tendían a actuar como si estuviesen en celo todo el año y si bien antes de tener su primera relación, no se diferenciaban de los demás sirvientes, una vez que descubrían lo que era el sexo, no podían detenerlos causando incontables problemas tanto en el mundo de los dioses como en el humano. Y aunque de vez en cuando algún dios aún llevaba a algún espíritu de conejo, siempre eran rechazados.
—Lo intentó, pero los sacerdotes se negaron. No entiendo cómo ha podido olvidar tan pronto lo que ocurrió hace seis mil años, cuando nos tuvimos que pasar varios siglos atrapando a los hijos que su familiar dejó en el reino humano y llevarlos a otro lugar para evitar que siguiesen causando problemas ¿y quiere volver a repetir algo así tan pronto?
—Creo que el señor Kwon no es capaz de dejar a ningún espíritu a su suerte.
—Lo sé. Pero luego somos los demás los que tenemos que pasar varios siglos ayudándolo. Los conejos y los humanos están prohibidos por muy buenas razones, sobre todo estos últimos —le recordó comenzando a acariciarlo con suavidad.
—¿Tan problemáticos son los humanos? —lo azuzó. Quería saber todo lo posible sobre aquellas criaturas.
—Son demasiado ambiciosos para entender su lugar y siempre quieren más poder para someter a los demás, incluidos nosotros —le explicó—. Por eso no podemos dejar que entren en la ciudad celestial, si lo hiciesen... —dejó la frase en suspenso mientras él miraba el jardín. Aquel muro solo tenía una puerta, una puerta que estaba conectada al mundo de los humanos. Para ir a la ciudad celestial, era necesario que el señor Jeon crease una puerta, el único que podía hacerlo, por lo que era imposible para las compañeras de su señor ir, salvo que este las llevase, algo que había ocurrido en muy contadas ocasiones y siempre bajo unas estrictas condiciones—. Por cierto, hay rumores de que dentro de poco habrá una nueva convocatoria —prosiguió casual haciendo que él se congelase en el sitio.
—¿Una convocatoria? —Su amo asintió—. ¿Es necesario que vaya?
—Sabes que sí. Es una oportunidad y quizás esta vez sepamos cuál es tu forma real. Ya sé que no te agrada, pero nosotros no vamos porque necesite que quedes en buen lugar, ya lo sabes —le recordó peor él no contestó mirando el suelo.
Los familiares de todos los dioses se reunían cada cierto tiempo haciéndose público los nombres de los que desaparecieron, presentando a los recién creados, pero, de alguna manera, aquella reunión se convirtió en un encuentro en el que los dioses presumían de sus familiares, siendo frecuentes los combates, los enfrentamientos, las demostraciones tanto organizadas de manera oficial como las que se llevaban a cabo a nivel personal. Y si bien estaban prohibidas las apuestas de cualquier tipo, el quedar entre los primeros en cualquiera de las competiciones, el vencer a otro familiar, era motivo de orgullo e incluso él, a pesar del poco contacto que mantenía con los demás, sabía el nombre del familiar que ganó la prueba de fuerza, la de espada, la de canto.
Sin embargo, él tan solo acudió impaciente la primera vez, antes de descubrir que era tan débil que los demás familiares se ofendían tan solo con que alguien sugiriese un enfrentamiento con él y con razón. No existía ni una sola área en la que, no ya solo destacase, sino que se le diese bien. Era un familiar inútil.
—Ya te he dicho que no te tienes que preocupar los resultados —le recordó el señor Jeon.
—Lo siento —se disculpó más deprimido aún y es que nisiquiera era capaz de evitar que su amo se preocupase por él. Lo único quepodía hacer era entrenar para volverse lo más fuerte posible, por más que esono fuese suficiente.
Cerró los ojos concentrándose. Allí, dentro de él, en algún lugar, estaba su verdadera forma. Según los encargados, dado que él aún no había conseguido llegar a su verdadera forma seguía con aquel aspecto aun tanto tiempo después, pero cuando lo hiciese podría tanto transformarse en su forma animal como tener forma adulta dejando de parecer un adolescente. Sin embargo, por más que la buscaba no la encontraba, ni siquiera cuando lo intentó del revés y primero formó la imagen del animal en su mente lo logró, tal vez porque dado que no estaba muy seguro de su forma, pasando de una a otra, al final no conseguía fijar ninguna. Si al menos supiese lo que era... pero no lo sabía. Él siempre se centraba, sobre todo, en cánidos y aves basándose en la opinión de los demás, pero ¿y si en realidad no era ninguna de las dos cosas? Pero si no era ni un perro ni un ave ¿qué? Porque desde luego un gato no era, era demasiado obediente para serlo y no sentía ninguna afinidad hacía ellos, pero tampoco los sentía por los jabalís, los zorros, ni ningún animal de agua y ser el espíritu de una planta estaba descartado. Si le preguntasen, él sentía más afinidad por los perros que por cualquier otro tipo de familiar, pero estos llevaban tanto tiempo negando que él fuese uno de ellos que incluso él estaba empezando a dudarlo. Después de todo, si él fuese un cánido, deberían sentir cierta afinidad hacia él. ¿Sería posible que aquel rechazo tan abierto fuese la razón por la que no conseguía transformase en su forma animal? ¿O era porque, tal y como decía su amo, en realidad era un ave? Quien lo encontró fue su amo, por lo que si a este le pareció un ave... suspiró dejando caer los hombros. No le quedaba más remedio que esperar a la ceremonia de aquel año y rezar porque aquella vez pudiesen decirle lo que era.
Abrió los ojos para ver el patio de la casa, levantándose para coger el palo comenzando a entrenar cuando se detuvo secándose el sudor. La parte elemental del señor Jeon empezaba a resentirse aumentando la temperatura del lugar.
La semana anterior, después de dos semanas de retraso, los humanos dieron su respuesta al aparecer una hoja verde en el cuenco por el que se comunicaban. ¿En que estaban pensando los humanos al tardar tanto en responder? ¿Acaso no se daban cuenta de que su amo necesitaba a su compañera? Y ahora que todo había sido puesto en marcha, antes de que pasase un mes, su amo estaría con una nueva humana. De nuevo tendría que esperar 150 años para poder estar los dos solos. Levantó el palo volviendo a entrenar hasta que lo bajó secándose el sudor antes de asearse un poco preparando té.
—¿Amo? —lo llamó tocando a la puerta—. ¿A...? —insistió abriendo la puerta cuando, al ver que estaba durmiendo, entró dejando las cosas en la mesa antes de abrir todas las ventanas para que corriese el aire en un intento de refrescar la habitación y al acabar se acercó comenzando a abanicarle.
Si tan solo fuese lo bastante fuerte para poder cogerlo en brazos y llevarlo a la cama..., se lamentó acercando una mano cuando al darse cuenta de lo que iba a hacer, la apretó obligándose a bajarla. Él no debería hacer esas cosas, de hecho, ni siquiera se le debería pasar por la cabeza tocarlo cuando estaba dormido, sobre todo cuando su único motivo era que quería sentir su piel. Pero aquello no cambiaba lo que sentía y eso solo significaba una cosa: problemas. Graves problemas. Si alguien supiese aquello, él sería destruido de inmediato ya que sentir cualquier tipo de atracción o sentimientos por tu dueño estaba prohibido.
Ellos eran creados para servir a su señor usando dos sentimientos: devoción y fidelidad. Los dos únicos sentimientos que un familiar podía tener hacia su amo. Lo único que debía sentir. Lo único que podía sentir. Lo único que sentía. Y aquella era su realidad pasase lo que pasase ya que en el momento en el que esta cambiase, tendría que separarse de su amo. Lo único que no podía hacer.
Tan solo a veces, durante aquellas semanas, cuando estaban los dos solos, cuando su amo empezaba a pasar cada vez más tiempo durmiendo, extrañas ideas escapaban del lugar donde las encerraba intentando obligarle a pensar. A pesar de lo cual no podía dejar de desear que aquellos días los dos solos durasen un poco más. Tanto como se sentía aliviado cuando acababan. Tanto como contaba los días que faltaban para que volviesen a estar los dos solos.
Si tan solo no sintiese aquello, además de una manera tan fuerte... Pero lo hacía y su única opción era ocultarlo.
Por suerte sus sentimientos no iban más allá de aquellos extraños pensamientos y esa necesidad de tocarlo que sentía a veces, pero incluso cuando supo que algunos dioses compartían su energía con sus familiares durante el acto sexual, tan solo pudo dar las gracias porque su amo no fuese de ese tipo. Era cierto que, si este se lo ordenaba, lo haría, pero no era algo que desease hacer y es que ocupar el lugar de aquellas mujeres... Por fortuna, aquella era una práctica mal vista, ya que la relación entre amo y familiar se consideraba sagrada y obligar a alguien que te debía obediencia absoluta a hacer algo así por capricho se consideraba un abuso.
En esos momentos era feliz con la relación que tenía con su amo, para él bastaba con estar a su lado y esperaba seguir así mucho, mucho tiempo. Para siempre.
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