Capítulo 16
Donmul era el líder de los familiares creados a partir de felinos, basado en un gato, era muy similar a los humanos en su aspecto aparentando ser de los más jóvenes entre los familiares a pesar de su posición. Lo que delataba su origen era un largo pelo naranja claro, unos grandes ojos ámbar de pupilas alargadas y unas orejas puntiagudas en lo alto de la cabeza que podía mover a voluntad por más que de manera habitual las llevase ocultas por el pelo. También se decía que, cuando estaba relajado, le salía rabo. Se preguntaba cómo sería poder mover las orejas.
—Discúlpalos —le pidió Dosuli volviéndose—. Han coincidido Suei y Dalgam.
—Entiendo —murmuró Donmul divertido sonriendo—. Hoy va a ser una mañana entretenida.
—Por desgracia —asintió Dosuli lúgubre, lo cual hizo que la sonrisa de Donmul se acentuase.
Entre los familiares existían líderes en cada grupo, que eran los que controlaban a los familiares de manera informal, evitando que los problemas personales fuesen a más dentro del grupo o que los grupos se enfrentasen entre sí por las continuas rivalidades sin sentido que siempre surgían entre ellos. De esos líderes, destacaban cuatro y dentro de ellos Neudae, Donmul y Dosuli parecían haber forjado unos sólidos lazos de amistad que evitaban cualquier problema entre los grupos, y no era raro verlos entrenando juntos o bebiendo, sobre todo a los dos últimos. El único que permanecía al margen era Hesang, el líder de los animales acuáticos, el cual no mostraba interés por nada que no fuera su amo. Las malas lenguas decían que era porque, al estar formado a partir de un delfín, su vista no era la mejor fuera del agua y no podía ver nada aparte de su amo, de manera literal, siendo los demás formas borrosas a los que solo identificaba por el olor y su voz. Las lenguas aún peores aseguraban que en realidad no era capaz de recordar nada demasiado tiempo aparte de las órdenes de su amo.
Fuera cual fuese la verdad, dudaba mucho que Hesang supiese de aquellos rumores, no cuando con su cola podía partir a un familiar por la mitad con facilidad. O eso se aseguraba. Y aunque no tenían pruebas, tampoco nadie se había ofrecido voluntario para comprobarlo.
Fue sacado de sus pensamientos cuando alguien más entró y al ver que se trataba de Deulso, que llegaba hablando con Neudae, se puso de pie saludando junto con Gae.
—Ya te dije que era un perro —escuchó que decía alguien a su espalda.
—O un bisonte —replicó otro.
—Buenos días —los saludó Neudae dirigiendo una mirada amenazadora alrededor que hizo que todos se congelasen, sobre todo los que venían de animales más pequeños. Por suerte, se prohibieron los conejos o tendrían a uno huyendo por el edificio presa del pánico.
—Buenos días —se obligó a contestar a la vez que Gae, cuya voz también sonó forzada.
—Buenos días —saludó también Deulso—. Gracias por tu ayuda ayer.
—No es necesario que me des las gracias, yo no hice nada —negó.
—¿Es que pasó algo ayer? —intervino Neudae con curiosidad.
—Quería aprender una cosa del mundo humano para mi amo y Sae fue tan amable de enseñármelo —le explicó Deulso.
—No hay nadie que conozca mejor el mundo humano que Sae —corroboró Neudae.
—Y luego dices que no hubo trato —intervino Dalgam apretando las manos mientras se levantaba.
—¿Cómo? —preguntó Neudae.
—Ellos... ellos hicieron trampa para que yo perdiese y ese fue el trato.
—Dalgam, es suficiente —le advirtió Dosuli serio.
—¿Suficiente? Por su culpa perdí en la primera ronda, si el señor Haeng no hubiese usado su poder, mi amo no tendría que estar...
—Basta —lo interrumpió Neudae levantándose amenazador y por alguna razón le pareció que se hacía más grande, teniendo que usar toda su fuerza de voluntad para no huir de allí.
—Pero... —insistió Dalgam en un hilo de voz. Al parecer era cierto que, en los gallos, su orgullo pesaba más que su inteligencia.
—¿Pero qué? —lo interrumpió de nuevo Neudae—. Si perdiste fue por tu culpa, por no saber controlar tu naturaleza. No culpes a otros de tus propios errores.
—Pero si Sae no hubiese hecho trampas, ¿cómo podía haber perdido?
—Perdiste porque no dejabas de pavonearte delante de todos sin prestar atención a nada, ni siquiera al juez del encuentro. Además, el señor Haeng nunca ha ocultado las veces que ha ayudado a alguien, todas son conocidas. Y esta vez no es una de ellas.
—¿Entonces por qué fue anoche a la habitación del señor Haeng? —insistió. No sabía cuándo rendirse.
—Porque Deulso le pidió ayuda, ya lo ha dicho. Y espero que no me digas que ese fue el pago porque no tiene sentido que un dios use su poder a cambio de lo que Sae haya podido aprender de una humana. Incluso aunque el señor Haeng quisiese saber algo, solo tendría que bajar al mundo humano. Dado que es el dios de la suerte, el humano más diestro o con más conocimientos se ofrecería a enseñarle para recibir su favor.
—Es absurdo pensar que el señor Haeng va a usar sus poderes a cambio de los conocimientos de Sae —corroboró Dosuli, quien también estaba peinándose y al escuchar voces de conformidad entendió lo ocurrido.
Aquellos tres decidieron aprovechar la ocasión para dejar aquel asunto claro y es que corrían muchos rumores sobre aquella pelea, rumores cada vez más malintencionados, y era cuestión de tiempo que alguien fuese demasiado lejos. Pero después de aquello, pocos se atreverían a hablar del asunto en público empezando a ser olvidado. El problema era Dalgam, el cual apretaba las manos mientras se mordía los labios hasta que Meuse se acercó y le dijo algo, marchándose ambos de allí.
—¿Y qué fue lo que aprendiste de Sae? —le preguntó Donmul con su ronroneante voz rompiendo el silencio.
—A pelar fruta —contestó Deulso.
— Así que pelar fruta —repitió Donmul sonriendo—. ¿Y a qué se debió ese repentino interés por aprender a pelar fruta?
—Al señor Haeng le gusta —le explicó Deulso.
—Y por eso aprendiste —Deulso asintió—. De verdad te gusta tu amo.
—Desde luego —confirmó el interesado. Por suerte, se detuvo allí.
—Y tu anterior amo también te gustaba.
—Desde luego.
—A pesar lo cual para él nunca aprendiste a cortar la fruta —añadió Donmul ronroneante.
—Al señor Daein no le gustan esas cosas.
—¿Y qué le gusta al señor Daein? —le preguntó Donmul.
—Donmul, si no te das prisa, no te dará tiempo a prepararte —lo llamó Neudae.
—Cierto, cierto. —Se despidió con la cabeza antes de dirigirse a su sitio donde, después de lavarse, comenzó a cepillarse el pelo hasta que empezó a brillar y él miró a su alrededor.
Por más que todo los que le rodeaban tenían el pelo largo, existían dos tipos de familiares: los creados a partir de aves y felinos, que se peinaban con dedicación, tal y como harían sus homónimos con su pelaje o sus plumas, y los demás, que se limitaban a arreglarse antes de marcharse. Y si miraba aquello, la única conclusión a la que podía llegar era que él no estaba basado en un ave, y es que no tenía ningún interés en su pelo, incluso se alegraba de tenerlo tan corto y acabar rápido.
Después de todo, quizás sí que era un perro, pensómarchándose y dirigiéndose a las cocinas para preparar el desayuno.
—Buenos días —saludó al señor Jeon cuando, al abrir la puerta, lo vio ya vestido haciendo que una parte de él se sintiese aliviado. El problema era que también se sentía decepcionado, por más que aquello no tuviese sentido.
—Buenos días —contestó este—. Ah, el desayuno —asintió alegre mientras terminaba de atarse la cola baja a un lado.
—¿Hoy iremos a ver la competición? —le preguntó mientras comenzaba a preparar las cosas.
—Desde luego —respondió—. Compite Suei, hay que ir a animarle.
—Lo he visto esta mañana en el patio.
—¿Y estaba nervioso?
—En absoluto. Incluso se peleó con Dalgam.
—Y ganó —adivinó el señor Jeon y cuando él asintió sonrió divertido haciendo que, por alguna extraña razón su corazón diese un vuelco. ¿Qué le pasaba?—. No le agrada Dalgam, me pregunto por qué —prosiguió devolviéndolo a la realidad.
—Creo que ni él mismo lo sabe —contestó comenzando a servir—. Solo parece haber algo en Dalgam que lo desagrada.
—Pobre Dalgam, pero no podemos hacer nada —añadió comenzando a comer.
Aquella aversión instintiva no era algo tan extraño entre familiares y es que todos murieron a manos de otros animales por lo que sentían rechazo hacia lo que los mató. Y aquella aversión era algo que no podían evitar, tan solo aprender a convivir con la sensación y ser lo más racional posible recordándose que los demás familiares no tenían nada que ver con la propia muerte. O eso era lo que le explicó Gae cuando o interrogó al respecto ya que él no sentía aversión por ninguno de los otros familiares, tan solo por las humanas por culpa de los celos. Una cosa que parecía indicar que su muerte fue accidental.
Y aunque el caso de Suei y Dalgam era excepcional al ser de la misma especie, a esas alturas ya nadie tenía dudas de que en la muerte de Suei estuvo implicado una gallinácea de alguna manera.
—¿Iremos a las confrontaciones con el señor Kwon?
—Desde luego. Alguien tiene que detener a Kwon —añadió y él asintió divertido.
Cada vez que tenía lugar una competición en la que participaba alguno de sus familiares, el señor Kwon los apoyaba dándoles ánimo gritando y haciendo banderas o cualquier otra cosa que hubiese encontrado en el mundo de los humanos, para vergüenza de estos, sobre todo de Suei. Incluso existían dioses que aseguraba que, si este no fuese tan efusivo, sus familiares podrían ganar al menos dos rondas más. Razón por la cual el señor Jeon procuraba mantenerse cerca para controlar daños.
—¿Y habéis aceptado algún reto? —comenzó tan casual como pudo.
—No. Ya has aceptado suficientes, tienes que descansar —negó haciendo que él suspirase de alivio sin poder evitarlo—. No sé por qué pareces tan aliviado, has mejorado.
—No he ganado ni una sola vez —le recordó sentándose para comenzar a comer él también.
—Cierto, pero has llegado más lejos que en las ocasiones anteriores. Solo necesitas crecer un poco más y serás un luchador digno de tener en cuenta —le aseguró haciendo que él hundiese los hombros, deprimido—. Vamos, estoy seguro de que encontraremos la manera de que recuerdes qué eres. Si al menos supiésemos por qué te duele el ojo...
—Quizás me clavé algo al caer del nido —propuso cuando recordó que no estaba seguro de si era un ave.
—Tal vez. O naciste con alguna lesión en el ojo y por eso te dolía —murmuró el señor Jeon pensativo—. El problema es que cuando tomas este aspecto no tienes ningún tipo de herida y tu forma original es demasiado difusa para identificar nada. Vamos, no pongas esa cara —le pidió palmeándole la cabeza—. La próxima vez lo averiguaremos y podrás tomar tu forma adulta. Me pregunto cómo será. ¿Serás más alto que yo o apenas cambiará con respecto a tu estatura actual?
—Seré más alto que vos —le aseguró mirándolo molesto por que lo pusiese en duda. Cuando cambiase, sería de los más altos, estaba seguro.
—¿Y fuerte?
—Seré lo bastante fuerte como para poder cogeros en brazos.
—Soy un espíritu elemental, puedo llegar a ser muy pesado si me lo propongo —le advirtió.
—Aun así, lo haré —se reafirmó—. Para eso estoy entrenando todos los días.
—¿De verdad?
—De verdad— le aseguró serio.
—En tal caso, dejaré que lo intentes una vez —aceptó condescendiente palmeándole la cabeza.
—Decid eso porque no me creéis —lo acusó disgustado a su pesar.
—Cierto, pero eso no cambia que deberías sentirte contento. No todos los días un dios te da permiso para cogerlo en brazos —le recordó haciendo que él asintiese pensativo y es que por más que fuese cierto que el señor Jeon lo dijo porque no lo creía posible, no cambiaba el hecho de que lo hizo.
—En tal caso prometedlo —le pidió.
—Está bien, lo prometo.
—Y prometedme que, si lo consigo, me daréis lo que os pida.
—Claro, pero ¿acaso quieres algo? —le preguntó y el asintió a medias, ya que, si lo conseguía, pensaba pedirle al señor Jeon que no volviese a acercarse a Geomi—. Muy bien, te lo prometo, si consigues volverte más alto que yo y levantarme, te daré lo que me pidas.
—Bien.
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