Capítulo 15

—Esto no es bueno —se lamentó el señor Jeon.

—¿Por qué? —le preguntó sentándose para mirarlo.

—No estoy seguro de ser capaz de dormir en una cama de nuevo —contestó el señor Jeon.

—Son demasiado estrechas —asintió dejándose caer hacia atrás separando los brazos y las piernas.

—Y tampoco creo ser capaz de dormir de nuevo en una habitación con las ventanas y la puerta cerrada.

—Es demasiado pequeña.

—Me alegra ver que estás de acuerdo conmigo —asintió el señor Jeon rodando a su lado y tendiendo la mano que él cogió apretándosela mientras sentía la energía.

Dado que aquella era su habitación, desde el primer día regresaron a su costumbre de dormir en el suelo, quitando las puertas correderas que daban al jardín pudiendo dormir después de mucho tiempo mirando el cielo, sin tener que preocuparse por caerse de la cama y es que al señor Jeon le gustaba rodar por el suelo. Algo que ambos mantenían en secreto ya que no era un comportamiento propio de un dios. Por más que lo hiciese.

—Muy bien. Aprovechemos que es de noche y pidamos un deseo —propuso.

—¿Un deseo? ¿Para eso no era necesario que pasase algo? —murmuró intentando hacer memoria—. Algo se tenía que mover.

—¿La luna? No, espera. La luna se mueve todas las noches.

—Las estrellas también... —murmuró él—. ¿Algún animal extraño?

—Los humanos son demasiado cobardes para esperar a comprobar de qué se trata cuando escuchan ruidos de noche —le recordó el señor Jeon.

—Cierto —asintió él mientras intentaba recordarlo.

—No lo recuerdo, pero tampoco importa. Estamos en la ciudad celestial, rodeados de dioses, por lo que, si hay un lugar en el que pedir un deseo, sin duda es este.

—En tal caso pido que encontréis una manera de no necesitar a los humanos. Ni hombres ni mujeres.

—Tiene que ser un deseo para ti —le advirtió.

—Y este lo es —contestó mirándolo cuando el señor Jeon se volvió de repente hacia arriba.

—Pues en tal caso yo... pido que seas tú el que viva más de los dos.

—Ese deseo es muy injusto.

—¿Injusto por qué? —le preguntó mirándolo antes de volverse hacia el cielo.

—Porque ¿queréis que tenga otro amo?

—No, pero lo prefiero a tener que buscar otro sirviente.

—No. Me niego. Moriré antes que vos.

—¿No vas a cumplir con tu función hasta el final, tal y como prometiste?

—Muy bien, en tal caso moriré justo después que vos.

—Deja de hablar de eso.

—Habéis empezado vos.

—Aun así. No quiero pensar que puedes desaparecer —murmuró y por un momento sintió el impuso de hacer algo, pero antes de saber qué, este desapareció.

—Yo no me separaré de vos mientras estéis vivo —le recordó—. Y dado que sois un espíritu elemental, eso será mucho tiempo.

—Medio elemental, pero es cierto —asintió.

—Señor Jeon —lo llamó después de un rato en silencio mirando el cielo—. Hoy habéis ido a darle energía a Geomi, ¿no es cierto?

—¿Cómo lo...? —comenzó sorprendido sentándose cuando se detuvo—. No deberías preocuparte por eso.

—Pero...

—No deberías preocuparte por eso —zanjó soltando su mano—. Y ahora durmamos. Buenas noches.

—Buenas noches —murmuró viendo cómo se levantaba para ir al otro extremo de la habitación y él se tumbó dándose la vuelta. Aún seguía sin ser capaz de enfrentarse al señor Jeon cuando tenía aquella actitud.

A pesar de lo que le dijo el señor Jeon, todavía le quedaba mucho para madurar y ser como Suei o Deulso.





Suspiró mirando la pared, tumbado. Pasó toda la noche pensando en el señor Jeon y la discusión que tuvo con él sin llegar a ninguna conclusión y es que, por una parte, tenía derecho a estar preocupado por él, eran parte de sus funciones, pero por otro lado no podía desobedecerlo. Si tan solo fuese como Deulso y pudiese regañarlo cuando hacía algo peligroso, pero, con su aspecto, era imposible. Apartó aquellas ideas con fuerza mientras se giraba para levantarse. Lamentarse por lo que era no iba a servir de nada, seguiría trabajando para ser el mejor... se detuvo incluso antes de levantarse al darse cuenta de que el señor Jeon estaba durmiendo a su lado, pero tan cerca que sus pieles casi se tocaban. Ahora entendía por qué tenía calor. Al parecer de nuevo su temperatura corporal estaba subiendo, pensó tendiendo una mano cuando al darse cuenta de que la ropa que tenía para dormir estaba abierta, de una manera generosa, además. Retiró la mano levantándose antes de poder pensar mientras sentía la cara arderle. Lo escuchó decir algo ininteligible mientras se movía haciendo que todo se congelase por un eterno segundo, él incluido, cuando, al darse cuenta de que el señor Jeon solo se giró antes de seguir durmiendo, suspiró de alivio. Sin embargo, su instinto le impelía a salir de allí lo antes posible, por lo que se dirigió a la puerta y, una vez fuera, la cerró apoyándose en ella mientras suspiraba de nuevo.

—Buenos días —lo saludaron y al levantar la cabeza vio a un grupo de familiares que lo miraban con evidente interés.

—Buenos días —contestó antes de marcharse con rapidez dirigiéndose a uno de los pozos y, una vez allí, sacó agua comenzando a echársela en la cara hasta que, al ver que no funcionaba, metió la cabeza en el cubo tranquilizándose por fin. ¿Qué le pasaba? No era la primera vez que lo veía vestido de aquella manera, ni siquiera con la ropa desordenada, era cierto que no solía llevarla tan abierta, por lo que no podía ver tanto y también era cierto que en aquel caso el señor Jeon estaba durmiendo más abajo, por lo que el ángulo de visión fue, de alguna manera, óptimo, pero aun así aquella reacción era excesiva. ¿Sería por la ceremonia? Y al recordarlo, sintió como de nuevo le ardía la cara mientras algo parecía moverse dentro de él, metiendo la cabeza en el cubo antes de sacarla.

—Por fin hemos descubierto tu naturaleza —dijo Dalgam y al mirar lo vio en la entrada del patio junto con Meuse. Al parecer aquella vez solo eran dos—. En realidad, eres un pez —prosiguió divertido.

—Por eso no me gustan los pollos, porque su cerebro es demasiado pequeño para poder pensar en algo más que picotear el suelo —rezongó Suei disgustado entrando.

—Tú... —comenzó Dalgam temblando.

—¿Qué? ¿Acaso he dicho algo equivocado? Ver a un familiar lavándose la cara por la mañana y pensar que tiene que ser un pez, ¿eres consciente de la estupidez que es eso? Porque eso significaría que todos los familiares que hay aquí somos peces, tú incluido. A no ser que no te laves —añadió mirándolo de arriba abajo—. Y por si fuera poco ni siquiera eres capaz de pensar en algún ser marino capaz de moverse también fuera del agua y eliges un pez cuando, si fuese un pez, moriría en cuanto saliese del agua. ¿O acaso no lo sabes? Como ave, te agradecería que solo hablases en público cuando no te quede más remedio y siempre con monosílabos. Ya es bastante vergonzoso que me relacionen con alguien que ni siquiera es capaz de volar.

—Yo sí que vuelo —replicó Dalgam fuera de sus casillas y es que, si bien cada una de las palabras de Suei hizo que Dalgam se pusiese más y más rojo, aquella última acusación era la gota que colmaba el vaso. Todo el mundo sabía que si existía un tema que no se debía mencionar delante de los gallos, era aquel.

—El que fueses lanzado por Deulso a esa distancia no cuenta como volar. Tiene que ser con tus propias alas —replicó Suei condescendiente—. Y ahora aparta. Estás estorbando —le advirtió empujándolo de malas maneras y Dalgam iba a seguirlo cuando se congeló en el sitio al escuchar a Gae gruñir amenazador.

—Buenos días, Sae —lo saludó acercándose mientras él se secaba el pelo. Por suerte lo tenía corto. En teoría debería crecerle tanto como a los humanos, pero en realidad apenas si le crecía un par de centímetros, haciendo su aspecto aún más infantil, de nuevo una consecuencia de su forma original. Al menos no tenía que peinarse por las mañanas.

—Buenos días —contestó—. Y gracias —añadió más bajo.

—No es necesario que me las des, después de todo no lo he hecho por ti —negó mirando a Dalgam, que estaba con su famoso espejo de mano poniéndose bien el pelo. No cabía duda de que era un gallo.

—Buenos días —saludó a Gae mientras pensaba que era mejor dejar a Suei ya que la manera de mirar a Dalgam no presagiaba nada bueno. Suei odiaba a Dalgam desde la primera vez que lo vio, cuando puso el grito en el cielo al saber que fue creado a partir de un gallo. Y, desde entonces, su opinión no hizo otra cosa que empeorar.

—Buenos días —contestó este—. Y gracias por el ponche.

—No hay nada que agradecer, además solo fue un poco. Cuando regresemos al acabar las confrontaciones, haré más. ¿Participáis en alguna hoy?

—Yo no, pero Suei va a participar en la competición de canto y en la de baile.

—En la última confrontación quedó quinto en canto y tercero en baile —asintió mientras lo recordaba.

Cuando bailaba, Suei era muy elegante. Gracias a sus consejos mejoró mucho en su postura y en la ejecución de los movimientos de defensa, el problema era que la manera de enseñar de Suei resultaba demasiado dolorosa y no podía soportar aquellos golpes inclementes desde cualquier dirección demasiado tiempo.

—¿Y tú?

—Están fuera de mi alcance —negó él.

—Todas están fuera de tu alcance —intervino Dalgam sin dejar de peinarse haciendo que él suspirase. Al parecer aún no estaba cansado de aquello.

—¿Y eso lo dice el único que ha perdido ante él? —intervino Suei sin dejar de cepillarse su largo pelo, que empezaba a brillar.

—Eso fue porque hizo trampas —replicó Dalgam sin dejar de colocarse el pelo haciendo que aquella pelea resultase... extraña ya que ambos estaban centrados en su propio pelo mientras discutían.

—Claro, claro.

—¿Es que hay otra explicación a su victoria?

—Desde luego que la hay, solo hay que mirarte para saber qué es lo que te falta.

—¿Y qué me falta?

—No me importas lo suficiente como para invertir tanto tiempo en hablar contigo.

—Que excusa tan pobre.

—Gracias. Alguien como tú, no merece más. Tan solo asume la realidad. Para ganar a un pollo como tú no es necesario hacer trampa.

—Todo el mundo sabe que hizo trampa —replicó Dalgam deteniéndose por primera vez.

—No sabía que tu amo y tú, erais todo del mundo —se burló Suei sin dejar de cepillarse el pelo.

—No somos solo mi amo y yo.

—Ah, cierto, también está Meuse —asintió Suei como si acabase de recordarlo.

—Basta —intervino Dosuli entrando en el patio y tanto Suei como Dalgam, al ver a su líder, se levantaron con rapidez inclinándose para saludarlo—. ¿Qué hacéis peleándoos desde tan temprano por la mañana? ¿Acaso queréis avergonzarme? —exigió molesto.

—Lo lamento —se disculparon ambos.

—Las mañanas con aves son muy ruidosas —ronroneó Donmul entrando.







Cuando escribía esta parte, tenía notas de quién era quién. Y eso que todavía faltan algunos personajes  😅

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