Nuevo integrante familiar

Tsunayoshi había cometido un millón de errores, él lo sabía perfectamente, y había estado trabajando en ello para que Kyoya no pensara que fue una grave equivocación el haber contraído matrimonio; incluso había tomado cursos intensivos de cocina para no dejar que el azabache se ocupara de aquel detalle por sí mismo. Sin embargo, estando en aquel lugar, siendo espectador de una de las peleas semanales que habían empezado hace poco, reconocía con pesadumbre que nunca debió haber dicho algo sobre su embarazo con su sádico tutor presente; ese fue su peor error sin duda alguna. 

Si antes había peleas entre él y su esposo, con un niño en camino las cosas eran peor. 

Pinchó con estrés un par de hojas de lechuga que tenía enfrente y las comió amargamente; odiaba la dieta impuesta por Reborn, aunque supiera que se preocupaba por su salud y la del futuro bebé. Hizo su cabeza a un lado mientras le daba un sorbo a su vaso con agua, sintiendo como la almohada qué acababa de ser lanzada pasó a escasos centímetros de su oreja; estaba cansado. Dejó la ensalada a medio comer y fue a refugiarse al nido que había construido sin decir una sola palabra, atrayendo rápidamente la atención de ellos dos cuando la puerta se cerró de golpe. 

—Dame-Tsuna, no comiste nada — el italiano abandonó el campo de batalla con intención de ir detrás de su hijo adoptivo, colocó su mano en el pomo de la puerta y fue alejado del lugar antes de que hiciera algo de lo que se arrepentirá, como en ocasiones anteriores—. ¿Qué demonios te sucede, Hibari? 

—Es el nido — respondió sin mostrar emoción alguna en su voz, se dio media vuelta para recoger las almohadas qué estaban en el suelo y exhaló una gran cantidad de aire al recordar su equivocación meses atrás—, ya sabes que no podemos entrar. 

Observó la puerta de madera; era el escondite perfecto para el omega. Sus piernas lo obligaron a recoger el plato qué aún tenía comida y quedarse a reflexionar un tiempo en la cocina; le preocupaba qué Tsuna no comiera como debería, por más recetas que buscara en Internet no conseguía dar con la adecuada. 

Kyoya se dejó caer sobre el sofá más grande y dejó su mirada en el techo; habían pasado cuatro meses desde que se enteró de que sería papá, aún sentía una punzada en el estómago de solo recordarlo, se sentía cansado por tener que lidiar con el pesado de su suegro todos los días. Realmente creía que algún día uno de los dos terminaría siendo asesinado por el otro y todo gracias a sus difíciles temperamentos y el querer competir todo el tiempo por el amor de Tsuna. 

Reborn golpeó un par de veces la puerta cerrada, necesitaba hacer que el castaño comiera un poco más. 

— ¿Qué te pasa? — Interrogó el de ojos grisáceos mientras se incorporaba sobre el mueble—. Déjalo en paz. 

— ¡Tsunayoshi! — Golpeó una vez más, ignorando por completo al que se estaba acercando a él a pasos apresurados, volvió a tomar la perilla de la puerta y, antes de poder girarla, sintió su muñeca siendo agarrada con fuerza. 

—Largo — su mirada era fría, no tendría compasión por alguien que quería entrar a la fuerza incluso después de haberle explicado, lo empujó desde su hombro para hacer que retrocediera y se colocó frente a la entrada; tendría pelear con él si quería volver a intentarlo. 

—Soy su papá, me va a dejar entrar — comentó en voz fuerte, como si en realidad fuera a suceder así, dejó su fría mirada en el contrario y dio un par de pasos para acercarse—. Muévete. 

—Muérete. 

Ninguno de los dos cedió; la tensión en el ambiente se había vuelto pesada de menos de un segundo. 

—No lo volveré a decir — el italiano sacó una pistola que había escondido hábilmente para que el castaño no se diera cuenta de ésta, apuntó a la frente del qué seguía protegiendo la entrada y quitó el seguro, haciendo escuchar el mecanismo que indicaba que estaba lista para disparar—. Muévete. 

—Por ese estúpido comportamiento Lambo te engañó — comentó en voz alta, lo suficiente para que no hubiese dudas en lo que había dicho, su mirada fría posó en el rostro consternado y esbozó una sonrisa ladina, al parecer consiguió lo que quería. 

— ¿Cómo lo…? — Sus manos temblaron, pensó que nadie sabría de su humillación todavía, la ira volvió a apoderarse de él y sujetó con fuerza la pistola, dándole un suave golpe en la frente; no le interesaba cómo había descubierto su pequeño secreto, solo quería deshacerse de él—. Vete a la mierda. 

— ¡Alto! — El castaño salió corriendo de con una pieza de pan en la boca, se puso en medio de ambos y suspiró con pesadez; si las cosas iban mal, ahora irían peor. 

— ¡Lo sabía! — Reborn tomó el bocadillo de su boca y lo lanzó hacia el bote de basura para después guardar la pistola. 

— ¿Q…? — Miró a ambos, sorprendido de lo que acababa de suceder—. ¿Era una broma? 

—Reborn tenía sus sospechas — Hibari cerró la puerta tras de él, respetando la privacidad que su esposo había exigido para aquel lugar.

— ¿Entonces Lambo no…? 

—No — contestó Reborn. 

— ¿Estoy en problemas? 

—Sí — respondieron los dos alfas. 

Tsunayoshi suspiró con pesadumbre, era un tonto por creer que se saldría con la suya con algo como eso. 

☁   ☁   ☁   ☁   ☁

Hibari Hiroshi, el nuevo integrante de la familia, corrió a toda velocidad para lanzarse a los brazos de Reborn; su mirada azulina se encontró con la del mayor y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. 

— ¡Reborn! — Saludó en voz alta mientras hundía su rostro en el pecho del contrario, como si se estuviera escondiendo. 

—Hiroshi, ya te he dicho que me llames abuelo — le recordó con voz calmada, lo sujetó con fuerza para corresponder al abrazo y con su pie cerró la puerta del auto. 

— ¡¿Hiroshi, dónde estás?! — Kyoya llamó desde el interior de su casa, empezó a caminar hacia la puerta que había dejado abierta y tomó aire para continuar con su regaño—. ¡Te morderé hasta la muerte cuando te encuentre, pequeño pedazo de…! Ah… Reborn — la ira qué lo dominaba desapareció en un abrir y cerrar de ojos, sabía que él era el protector de su hijo sin importar la gravedad de la travesura qué había hecho—. Es bueno volver a verte. 

Una mueca forzada apareció en su rostro, obligándose a sí mismo a dedicarle una sonrisa. 

—Lo mismo digo, Hibari — le dedicó una mirada con desdén, caminó con el niño en brazos para adentrarse a la casa sin siquiera pedir permiso y su expresión se suavizó al encontrarse con el castaño. 

El pequeñín de cabello café oscuro y ondulado le mostró la lengua antes de que su abuelo se lo llevara; se había salido con la suya. 

—Hola — Lambo salió del auto a tropezones, extendió su mano hacia el alfa y suspiró de alivio cuando fue estrechada, siempre se sentía excluido cuando visitaban al hijo adoptivo de Tsuna—. ¿Vamos por una cerveza? 

Kyoya lo meditó, no era una mala idea, pero no soportaría tener que aguantar al joven de ropas vacunas en su estado de embriaguez; era más que un dolor de cabeza. Se metió nuevamente a la casa, sin pronunciar palabra alguna, y rodeó amorosamente la cintura de su esposo, obteniendo con rapidez dos miradas desaprobatorias. 

Tsunayoshi simplemente sonrió, giró un poco su rostro para darle un beso en la mejilla y tomó a Hiroshi en brazos, pues él le había hecho un ademán para que lo hiciera; finalmente tenía la familia que quería y no había palabras para describir su felicidad.

Por fin tenía la familia que deseaba, no podía ser más perfecto.

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