23.- Tabaco

Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1010.


23.- Tabaco

Se sentía inquieto. Había dejado que los niños intuyeran que había algo entre Penny y él, pretendía que Juleka se llevase una pequeña alegría tras su error inocente, pero no sabía si conllevaría alguna consecuencia desagradable. Estaba preocupado por ellos, por cómo iba a afectarles que hubiese saltado la noticia a la prensa, y las consecuencias que pudiera tener en Juleka el haber tenido aquel pequeño desliz. Con el paso de los días había podido comprobar lo insegura que era, también la había visto crecer ganando confianza en sí misma para volver a retraerse de manera brusca. No quería que su fama afectase sus vidas, pero ya lo estaba haciendo.

Salió al pequeño balcón de su suite doble sin encender las luces, la temperatura nocturna era agradable, se sintió algo más tranquilo. Penny estaba al teléfono empleándose a fondo para minimizar los daños colaterales de aquella noticia. Estaba nervioso, si ella no lograba parar el golpe iba a ser un desastre.

Se sacó un paquete de tabaco del bolsillo de la chaqueta y jugueteó con él entre las manos antes de desprecintarlo y sacar un cigarrillo que sujetó entre los labios. El ligero peso le despertó una tranquilizadora familiaridad que, junto con el olor agrio del tabaco, activó algún mecanismo añejo que le hizo tomar el mechero para encenderlo. Aspiró el humo que le arañó la garganta y lo lanzó contra el cielo nocturno.

Empezaba a pensar que tal vez Anarka tenía razón que los niños estaban mejor antes, que al menos, sin un padre tan desastroso como él, estaban más seguros. Estarían mejor sin él, felices, seguros, sin prensa acosándoles. Era culpa suya por despertar tanto interés.

Le dio una larga calada al cigarrillo y retuvo el humo en los pulmones. Oyó los pasos de Penny al acercarse a él para detenerse a su lado.

—¿Preocupado?

—Sí —contestó dejando escapar el humo hacia el cielo nocturno—. No me gusta que se vean afectados por mi culpa.

Penny se arrebató el cigarrillo de entre los dedos y lo apagó en el cenicero que había sobre la mesa del balcón.

—Te costó mucho dejarlo, no vuelvas a empezar.

—Mi cuerpo lo pedía.

—No es cierto, tu cuerpo no quiere ese veneno dentro. Sólo es el espacio que la adicción ha dejado en tu cerebro.

Cuando entró a trabajar para él, seis años atrás, fumaba mucho. A Penny le molestaba el intenso olor a tabaco que le rodeaba y, aún más, el que quedaba impregnado en su ropa al final del día, claro que no era quien para quejarse de ello. Si un médico no le hubiera dicho que acabaría afectándole a su voz era probable que no lo hubiera dejado. Recordaba los parches de nicotina, los chicles, lo nervioso que estaba constantemente, el aumento de peso, le había costado más de un año dejarlo definitivamente, un año realmente complicado. No quería que tuviera que volver a pasar por todo aquello.

Jagged se sacó el paquete de tabaco del bolsillo y se lo dio a Penny.

—Deshazte de él. Tienes razón, no quiero engancharme a esa mierda otra vez.

—He estado hablando con algunos de mis contactos en la prensa —musitó guardándose el tabaco en el bolsillo trasero del pantalón—, sé de dónde ha surgido todo.

—De la publicación de Juleka.

—Sí y no. Ningún periodista la seguía hasta ahora, por lo que ninguno de ellos lo había detectado.

Jagged la miró con interés.

—Prométeme que no harás ninguna estupidez.

—Lo prometo.

—Ha sido Bob, él ha enviado la información a Le Parisien y al no darle credibilidad la ha reenviado al resto de medios amarillistas.

—Hijo de puta —gruñó, quería matarlo por meterse donde no le llamaban—. Voy a...

Penny le puso un dedo sobre los labios silenciándole.

—No puedes matarle, irías a la cárcel. No puedes llamar para chillarle, no serviría de nada. No puedes rescindir tu contrato con él porque perderías los derechos sobre gran parte de tu discografía. No puedes contraatacar porque no tienes nada contra él. Y, además, me has prometido no hacer ninguna estupidez.

—No es justo. Sólo son niños.

—Lo sé, por eso he llegado a un acuerdo con los medios —continuó apoyándose en la barandilla—. Hasta ahora han tenido una buena relación contigo, como no les interesa perderla han prometido no volver a publicar nada sobre ellos a cambio un favor.

—¿De qué tipo?

—Sé que no te gusta dar información personal, pero es lo mejor que he podido negociar. —Le miró sabiendo que iba a fruncir el ceño y a poner aquella mueca de disgusto tan exagerada—. Quieren que les expliques por qué, hasta ahora, nadie sabía que tienes dos hijos.

—Penny...

—Lo sé, a mí tampoco me gusta la idea. Pero no tienes por qué explicarles la verdad, basta con que les digas que Anarka y tú os separasteis y que al seguir con tu carrera no queríais que se vieran rodeados de cámaras.

»No es verdad, pero tampoco es mentira.

Jagged suspiró sintiendo que necesitaba encender otro cigarrillo.

—De acuerdo, lo haré.

—Siento mucho no haber podido hacer más.

—No, gracias, has hecho más de lo que habría hecho cualquier otra persona.

»Mierda, me fumaría el paquete entero.

Penny le sonrió y tiró de él con suavidad.

—Vamos adentro, se me ocurren otras maneras mucho más interesantes de combatir el estrés.

—¿Implican besos?

Ella soltó una risita.

—Si te lavas los dientes, tu aliento huele a tabaco y no me gusta.

—En seguida, jefa.

Se sintió aliviada al ver que había recuperado parte del ánimo. Le sabía mal que tuviera que exponerse a explicar intimidades, pero era mejor que permitir que se metieran en la vida de dos niños que empezaban a vivir. Salió al pasillo para tirar el paquete de tabaco en una de las papeleras y regresó al interior de la suite doble, quería minimizar la tentación que pudiera asediarle, mantener aquel veneno lejos de él. No estaba dispuesta a que tuviera que volver a pasar por aquel infierno de lucha contra una adicción.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! De nuevo con retraso, los últimos días de mes se han confabulado en mi contra.

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