Capítulo 1O: 31 de julio pt. 2

Capítulo 10: 31 de julio pt. 2

Saturnina no había esperado que la cabaña se sintiera tan tranquila. No es que Harry fuera ruidoso cuando estaba cerca, pero sin él, el lugar se sentía extrañamente... vacío. No había ninguna lección de Oclumancia para enseñar esta mañana y nadie a quien cocinar en el almuerzo. No se molestó en cocinar para uno, eligiendo ir con dos manzanas y una rebanada de queso en su lugar. Y no se oía el sonido de una pluma arañando un pergamino por la tarde.

Era irracional sentirse así, lo sabía, pero no podía evitarlo. Extrañaba al mocoso. Y solo se había ido un par de horas.

—Maldita sea, niño. Solía disfrutar estar sola—murmuró antes de lanzar un Tempus rápido para comprobar la hora. Apenas eran las siete de la tarde.

Por mucho que lo intentara, no podía concentrarse en el libro en su regazo. Los mil y un hechos de Flipp Vermar sobre demonios, gnomos y duendes no lograron mantener su interés. No cuando su cerebro seguía dando vueltas a la discusión que ella y Remus habían tenido dos días antes cuando terminaron sus planes con respecto a la fiesta de cumpleaños de Harry.

—Estás jugando un juego peligroso, Saturnina—le había advertido, el comentario parecía haber salido de la nada. Pero había conocido a Remus Lupin lo suficiente como para entender que no.

Estaban sentados en la mesa de la cocina del número 12 de Grimmauld Place, donde se habían estado reuniendo en secreto una vez a la semana desde que Harry se había mudado a Cove Cottage con ella. Al principio, era solo para discutir el estado mental del niño y permitir que Remus le pasara información sobre los asuntos de la Orden. Pero sus encuentros más recientes tomaron un giro convincente cuando los dos adultos comenzaron a intentar organizar una fiesta de cumpleaños para un chico de dieciséis años.

—Yo no soy la que está jugando—respondió ella, empujando su silla un poco hacia atrás para poder cruzar los brazos sobre su pecho.—Dumbledore lo está.

—Entonces estás caminando sobre la cuerda floja, bailando demasiado cerca del fuego, acariciando la barba del dragón, llámalo como quieras, 'Nina, pero te estás arriesgando.

Los brazos sobre su pecho se apretaron.—Oh, ¿de verdad?

Su postura cerrada no disuadió a Remus, quien continuó con su análisis no deseado de la situación.—Harry ha comenzado a preocuparse por ti. Por favor, dime que te has dado cuenta de eso, al menos.

—Claro que lo hice. ¿Por qué me tomas—Se alegró cuando él no respondió a ese golpe, y se obligó a calmarse un poco.—¿Cómo podría no hacerlo? Perdió a sus padres cuando tenía un año y pasó los siguientes diez jugando al elfo doméstico con los Dursley. Por supuesto que se aferrará a cualquiera que le muestre la más mínima amabilidad.

—Cierto—admitió Remus. Colocando un codo sobre la mesa, apoyó la barbilla en la palma de la mano hacia arriba.—Pero Harry no es el único que se encariñó.

Saturnina sintió que sus ojos se entrecerraban mientras miraba a su amigo.—Cuidado con lo que dices, Remus.

—¿O que?—preguntó, su mirada llena de diversión.

O qué, en efecto, pensó, observando al hombre frente a ella. Estaba desplomado en su silla, la barbilla apoyada en su mano, con una sonrisa de complicidad plasmada en su rostro. Remus Lupin había sido su amigo durante más de diez años, y ella sabía que él había pasado por tanta mierda como ella. Y él había permanecido a su lado durante todo el proceso, al igual que ella había permanecido junto al suyo. Puramente por costumbre, resopló antes de apartar la mirada.

—Eso pensé—dijo, y ella no necesitaba estar mirándolo para saber que su rostro se había deformado por una gran sonrisa—.Escucha, todo lo que quiero decir es que tengas cuidado, 'Nina. Harry no se tomará bien que le hayas estado mintiendo. Va a ser muy doloroso cuando se entere.

Ella siguió mirando hacia otro lado, sin querer encontrar su mirada, mientras decía:—Nunca le he mentido.

—Pura semántica, y tú lo sabes. Estás ocultando información, eso es más o menos lo mismo.

—Harry lo sabe y sabe por qué—Ella se giró para mirarlo entonces, la resolución brillando ferozmente en sus ojos.—Estamos en guerra, Remus. ¿O lo has olvidado?—Hizo una pausa para dejar que las palabras penetraran.—Fue lo suficientemente peligroso por parte de Dumbledore como para involucrarme en primer lugar. Algunas cosas deben permanecer en las sombras por ahora. Es más seguro de esta manera.

—¿Para quien?—Remus la interrogó.—¿Para Harry, o para ti misma?

Cualquiera de los dos, ya ni siquiera estaba segura de saberlo. ¿Importaba siquiera?

Por supuesto que sí, ¿a quién estaba engañando? Sin embargo, ¿tenía razón su amigo? ¿Había elegido el camino equivocado? Ella suspiró. No estaba lista para sincerarse, todavía no. Todavía había demasiado con lo que necesitaba enfrentarse primero. Ella podría poner cara de valiente para que el mundo la viera, pero lo que pasaba dentro de su cabeza y su corazón era un asunto completamente diferente. Todavía tenía que enfrentarse al Boggart en su armario. Tal como estaban las cosas, simplemente había cerrado la puerta de golpe, cerrado la habitación con llave y mudarse a otra casa. Ella no se había ocupado de nada. Y el tiempo se estaba acabando en ese frente.

—¿Qué vas a hacer con Hogwarts?—Remus preguntó por fin, y ella estaba agradecida por el cambio de tema.

Una sonrisa críptica y un guiño acompañaron su respuesta.—Tengo un plan para eso, viejo amigo.

—¿Encantamiento de confusión?

—No funcionaría durante días y días.

—Hmm... ¿Multijugos?—preguntó como si estuvieran jugando un juego de adivinanzas.

—Por favor, eso ya se ha hecho antes. Y ya me conoces, siempre me ha gustado un toque de originalidad.

Remo asintió.—Ah, sí. Pensar más allá.

—Semántica—dijo ella, arrojándole la palabra a la cara, y él se rió entre dientes en respuesta. Y así, volvieron a estar bien: con su discusión apaciguada, la amistad y la camaradería reinaron una vez más.

—Te extrañé, 'Nina—admitió Remus en voz baja.—Merlín, pero te he extrañado mucho.

El mago de cabello color arena permaneció acurrucado en su silla, con una mano apoyada en la mesa y la otra sosteniendo su cabeza. Al mirarlo, Saturnina se sintió como si estuviera de vuelta en el pequeño apartamento que compartían cuando se escondieron en Francia, años atrás. ¿Cuántas horas habían pasado sentados en su canapé viejo y andrajoso? Remus sentado en un extremo con la cabeza apoyada en su mano y ella en la parte trasera, con las piernas dobladas debajo de ella y los brazos cruzados sobre su pecho, hablando de todo y de cualquier cosa por horas.

Ella tomó la mano que descansaba sobre la mesa y curvó sus dedos alrededor de los de él.—Como yo, viejo amigo. Como yo.

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Eran cerca de las nueve de la noche cuando las llamas rugieron en la chimenea y un Harry Potter de dieciséis años cruzó con un montón de regalos.

Descargó todo sobre la mesa de café y comenzó a mostrarle a Saturnina quién le había dado qué. Luego le contó todo acerca de Sortilegios Weasley que había probado. Estaba gesticulando locamente de izquierda a derecha cuando llegó a la parte de los fuegos artificiales.

—Me alegro de que hayas tenido un día tan hermoso, Harry—dijo Saturnina.—Te lo merecías.

—Gracias por ayudar a arreglarlo, Saturnina—dijo sinceramente.—Fue la mejor fiesta de cumpleaños de todas.

Ella asintió antes de levantarse del sofá para recuperar algo de un estante cercano.—¿Tienes espacio para uno más?—preguntó ella, entregándole un pequeño regalo de forma rectangular envuelto en papel carmesí y encaje dorado.

—No tenías que hacerlo—dijo, alcanzando algo que se parecía mucho a un libro.

—Pero quería—respondió ella cálidamente.—Feliz cumpleaños Harry.

Al desenvolverlo con cuidado, se sorprendió al descubrir un libro de bolsillo muggle en el interior con una cubierta negra y carmesí. Era una copia de El arte de la guerra, de Sun Tzu.

Pasó la primera página y, encima, encontró su nombre escrito con tinta azul. Saturnina había escrito una cita a continuación, y al leerla, Harry se prometió a sí mismo repasar este libro una y otra vez hasta que se lo supiera de memoria. El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar.

—¿De verdad crees que eso es posible?—preguntó Harry, su mirada aún recorriendo la cita.

—A veces lo es. Pero dudo que sea así con Ya-Sabes-Quién.—Se acercó a la mesa de café para recoger la mitad de los regalos que él había amontonado allí. Harry recogió la otra mitad en sus brazos y bajaron por el pasillo hasta su dormitorio.

—¿Quieres que te obsequie con otra cita antes de que te vayas a la cama?—ofreció mientras Harry terminaba de colocar los regalos en su baúl.

—¿Vamos a hacer cuentos para dormir ahora?—preguntó con una sonrisa.—Sabes que tengo dieciséis, ¿verdad?

Ella se rió y se apoyó contra el marco de la puerta.—Se ha mencionado, creo.

—Me cambiaré y me meteré en la cama entonces—dijo Harry, alcanzando su ropa de dormir y retirándose al baño para vaciar su vejiga y lavarse los dientes.

Saturnina todavía estaba donde la había dejado cuando volvió a salir, pero las persianas estaban cerradas y la ventana estaba entreabierta, tal como a él le gustaba.

Levantando la manta, se metió en la cama y Saturnina apagó las luces antes de acercarse. Dio unas palmaditas en el colchón a sus pies con la esperanza de que ella captara la indirecta y se sentara. Aunque el día había sido casi perfecto, había extrañado tenerla cerca y atesoraba la oportunidad de pasar un poco más de tiempo juntos.

Ella obedeció la orden tácita, sentándose en el borde de la cama a sus pies. La única fuente de luz procedía del pasillo. La habitación estaba envuelta en sombras, haciendo que la expresión de Saturnina fuera ilegible.

—Me alegro de que lo hayas pasado tan bien con tus amigos, Harry. Atesóralos y mantenlos cerca.

—¿No son una responsabilidad?—preguntó, atreviéndose a expresar en voz alta una preocupación que había estado creciendo constantemente en su corazón. ¿No debería mantener la distancia? ¿Y si se lastiman por su culpa?

—¿Para quien?—ella preguntó.—¿Representan una amenaza para ti o tú para ellos?

A pesar de la manta alrededor de su hombro, Harry sintió un escalofrío recorrerlo por sus palabras.

—Nadie puede ganar una guerra solo—continuó.—Y los amigos son los mejores aliados. Son una fuente de fortaleza.

—Pero pueden salir lastimados—logró decir a pesar del nudo en su garganta.

—Sí, la gente se lastima en las batallas y, a veces, mueren.

El nudo se hizo más pronunciado, y ahora, las lágrimas picaban en sus ojos.—No quiero que ninguno de ellos muera.

—Por supuesto que no—Una de las manos de Saturnina encontró su pantorrilla izquierda a través de la manta, y Harry sintió una oleada de afecto por ella.—Pero no es tu elección. Si tus amigos deciden unirse a ti en el campo de batalla, será su decisión. Y tendrás que respetarla, como te gustaría que respetaran la tuya si los papeles se invirtieran. Al igual que fue la decisión de Sirius ir al Ministerio esa noche cuando le habían aconsejado enfáticamente que no lo hiciera.—paró un momento para respirar y calmar sus emociones, continuó.—El libre albedrío es un aspecto fuerte de lo que somos, Harry. Merlín sabe que es parte por lo que estamos luchando. Aceptar las decisiones de tus amigos, aceptar sus sacrificios, si llega el caso, es parte de ello. Sé que es difícil y sé que duele, pero si los amas y te preocupas por ellos, les debes aceptar y respetar sus elecciones.

Las lágrimas caían libremente ahora, y Harry no pudo hacer nada más que asentir. Saturnina estaba hablando de su padrino, lo sabía. La elección de Sirius: el sacrificio de Sirius. Dulce Circe, pero dolía pensar en eso. Había perdido más que un amigo y guardián ese día; había perdido la esperanza de un futuro mejor. Sus esperanzas de tener una familia propia, un hogar, un lugar al que sintiera que pertenecía. Querido.

Saturnina se acercó más y su mano dejó su pantorrilla para agarrar su hombro en su lugar.—No fue culpa tuya, Harry. Nadie forzó la mano de Sirius ese día. Fue su decisión ir al Ministerio, su elección unirse a los demás para venir a ayudarte. Una elección valiente nacida de su amor por ti. Un sacrificio que te permitió sobrevivir. No menosprecies sus acciones. Debes respetar al hombre que fue, las decisiones que tomó, incluso si duele.

—Duele—Harry logró empujar la palabra a través de su garganta obstruida.—Duele tanto.

Otra mano lo acarició y lo calmó, esta vez perdiéndose en su pelo.—Sé que sí, chico. Lo sé.

Y Harry lloró. Lloró abiertamente por primera vez desde esa noche, dejando ir todo, toda la ira y la amargura, para finalmente poder aceptar la decisión de Sirius. Y la razón por la que había hecho lo que hizo.

Ahora que se lo habían explicado de una manera que entendía, Harry no tenía otra opción más que hacer lo que le habían dicho. El amor de Sirius por él había significado todo, y se negaba a menospreciarlo. Ni siquiera un poco, ni siquiera para su propia comodidad. Se lo debía mejor a sí mismo.

Luego, dejó ir la ira y la auto-recriminación y lloró hasta quedarse dormido.

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Siguiente capítulo: Normandía

TERCER CAPÍTULO EN UN DÍA, WOOOO. Besitos a todos, muchas gracias por toda la confianza <3

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