tres

Después de minutos que parecieron horas, de solamente mirarse intensamente, dieron un paso más. Felix apoyó su mano en la pared, y el chico hizo lo mismo, acercando sus manos hasta entrelazar sus dedos meñiques.

Intentaron hablar de nuevo, pero era imposible, el chico no lo escuchaba. Felix trataba de hablar despacio, para que el chico pudiera leerle los labios, sin embargo, parecía ser inútil, al parecer el chico no sabía leer los labios. La mirada intensa del chico a su lado lo intimidaba un poco, pero más que nada, lo calentaba. Era tan sexy. Aquellos ojos pequeños y almendrados, mirándolo con una intensidad que parecía querer quitarle la ropa ahí mismo. Se deseaban y lo sabían. Intercambiaron intensas miradas que lo dijeron todo, y ambos se dirigieron a las habitaciones, buscando alguna libre.

Felix, entre risas, arrastró al chico por la casa, tomando su mano firmemente para que no se pierda. Subieron al segundo piso de la ostentosa casa y se encontraron con varias puertas. El pecoso tocó una por una, recibiendo algunos insultos por interrumpir sus momentos de "diversión", hasta que encontró una habitación vacía.

Cerraron la puerta con seguro, nada podía interrumpirlos en esta danza que acababa de comenzar.

El chico le comió la boca como todo un profesional, y Felix no pudo hacer más que derretirse entre los brazos del ángel que lo besaba. Entre tropiezos llegaron a la cama adornada de suaves sabanas color crema. El chico lo recostó delicadamente en la cama, colocándose encima del pecoso con sus brazos a cada lado de su cabeza para no aplastarlo. Felix se dejó hacer.

Los gruesos labios del contrario pasearon por el cuello de Felix. Se estremeció al sentir una suave mordida y gimió entre suspiros. Las traviesas manos del chico se deshicieron de la chaqueta y de la blusa del pecoso, la ropa solo molestaba en ese momento. Sus dedos delinearon el abdomen de Felix, sintió que gemiría al sentir la suave y tersa piel del pecoso sobre la suya.

—Ah... m-más...—balbuceaba Felix ya ido por las sensaciones que el chico le otorgaba, y él solamente podía darle más de lo que pedía.

El resto de la ropa de ambos desapareció rápidamente, ambos fundiendo sus pieles en una danza aterciopelada. Y maldito sea el que inventó el espacio, porque ellos solo querían estar más y más juntos, fundirse en un mismo cuerpo. Quizás esta sea la primera y última vez que se vean, y querían aprovechar todo el tiempo que tendrían juntos. Podían hacer lo que quieran, hasta enamorarse, pero únicamente por esa noche. Las embestidas se hacían más y más certeras, Felix no paraba de gemir y balbucear palabras sucias al oído del chico. Este momento era solamente para ellos.

Felix sentía que tocaba el cielo, suaves nubes acariciando sus dedos, mientras jalaba los largos cabellos del chico que lo hacía suyo en esa cama. Maldición, probablemente no caminaría por días, pero que importaba. Y parecía que el de pelo rosa estaba loco, por las incoherencias e improperios que lanzaba de manera descuidada, que  hacían que el contrario se excitara más.

El pecoso atrajo al chico a otro beso, uno salvaje y atrevido. Se deseaban, ya estaba claro. Esa noche, Felix tocó el cielo y el infierno a la vez. Ese chico, aunque sea un completo extraño, sabía lo que lo volvía loco, y le encantaba.

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