dos
— ¡Eu, Wooyoung! ¿Cómo andas? ¿Todo piola?—dijo Felix abrazando al chico, saludándolo con el típico beso en la mejilla.
— ¡Si, si, todo piola! ¿Y vos? ¡Al parecer viniste a atacar tigre!—jugó entre risas un alcoholizado Wooyoung, tomando por el hombro a Felix para llevarlo a la cocina de su casa.
— ¡Todo bien, gracias! ¡Y gracias por invitarme che!— expresó Felix caminando junto al alcoholizado chico, lo siguió hasta la cocina, donde Wooyoung le entregó un vaso rojo. Felix se vio indirectamente obligado a dejar el suyo de lado y agarrar el que el anfitrión le daba. Después se dirigió a la barra, sirviéndole una mezcla rara de jugo de naranja y vodka.
—Toma, andá a divertirte, pasala bien, yo me tengo que ir a saludar a algunos que acaban de llegar, ¡pero nos vemos!—manifestó Wooyoung antes de desaparecer entre la gente.
Felix no llegó ni a despedirse de su amigo, sin embargo, poco importó. Le dio un trago a su vaso, sintiendo el alcohol mezclado con jugo de naranja quemarle la garganta de una forma placentera para él. El chico, que recientemente había teñido su cabello de rosa pastel, caminó entre la gente, casi tropezando.
Se encontró con Minho comiéndole la boca a Jisung, raro. La novia de Jisung estaría furiosa si se entera de lo que Felix acababa de contemplar. No obstante preferiría guardar ese secreto, entre "amigos", casi, apenas se conocían y no quería meterse en su vida amorosa.
Bailó entre la gente, terminando pegado a un chico de unos años mayores. El chico pasó sus amplias manos por las caderas de Felix, mientras este se meneaba siguiendo el ritmo de la movida música. Hablaron entre susurros que parecían gritos. El chico se llamaba Seonghwa, tenía unos veinticuatro años, dos años más que Felix.
Pero Felix no se sintió tan convencido cuando Seonghwa lo invitó a invadir una habitación, o el baño si es que todas estaban ocupadas. Se excusó diciendo que había visto a un conocido y que iría a saludarlo, despidiéndose del mayor. Bueno, ahora si se estaba desesperando un poco, quería sexo y cuando la oportunidad se dio, la echó a perder.
Llegó hasta una esquina de la casa, apoyándose contra la pared. Bebió de su vaso casi vacío, terminándose el contenido de este. No había notado la presencia de alguien más en aquel lugar hasta que separó el vaso de sus labios.
La mirada de Felix lo inspeccionó de pies a cabeza. Era un chico alto, bastante más alto que él mismo. Su cabello largo color café caía sobre su rostro agraciadamente, sus ojos almendra tan oscuros y brillantes como el universo mismo. Un lucero se había posado debajo de su ojo izquierdo, y nunca había pensado que un lunar se observaría tan hermoso como en ese momento.
El chico poseía unos labios carnosos, gruesos, apetecibles. Felix sentía que se le hacía agua la boca de solo ver el rostro de aquel angelical chico, y no era porque esté alcoholizado o necesitado de sexo. Ese chico era genuinamente la persona más hermosa en la que Felix tuvo la gracia de posar sus ojos.
El misterioso chico tenía un vaso rojo en la mano, como todos en la fiesta, y podía admirar las venas sobresalir en sus brazos, tan sensuales que Felix sentía que moriría ahí mismo.
Aunque Felix dijera que él mismo no se arregló tanto para la fiesta, estuvo reflexionando sobre cómo se vestiría por al menos una semana. Era un perfeccionista de primera cuando se trataba de verse bien. Pero ese chico parecía que se había puesto lo primero que vio, unos jeans y una remera blanca, nada más. Ni una chaqueta, ni un collar, nada más que eso. Y aunque su outfit sea más básico que la mierda, demonios, se observaba tan bien así.
—Hola...—trató de saludar Felix entre la ruidosa música. Notó que el chico siquiera había notado su presencia. Trató saludarlo nuevamente, más no hubo resultado alguno.
— ¡Eu! ¡¿Me escuchas?!—casi gritó Felix, tocando el hombro del chico misterioso. Felix admiró su rostro de frente, era tan hermoso como de perfil. Aunque, fue algo raro cuando él intentó de comunicar con Felix. Hizo unas señas raras con sus manos. Sinceramente, no había entendido nada, y el chico pareció darse cuenta de ello. Con su dedo hizo una seña indicando sus oídos, y Felix pareció entender. ¿O no?
— ¡¿Sos sordomudo?!—gritó Felix, creyendo haber entendido. El chico asintió con la cabeza.
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