Capítulo 2

Vaya liada me acaba de dar mi cabeza joder, bueno, será mejor que me arregle para el trabajo. Me vestí lo más presentable posible; me puse un traje negro, pantalón negro, una camisa morada, una corbata del mismo color y unos zapatos negros. Después de engalanarme  salí del departamento y tomé un autobús que me llevara lo más cerca posible del trabajo. Finalmente le hice la parada a uno, subí y me senté en la parte de en medio del camión, justo al lado de la ventana. Una vez ahí empecé a reflexionar sobre lo sucedido en ese sueño.

No me lo explico, ha sido tan real, la junta, la discusión, el cómo estaba Fernanda, y el beso. Es que es imposible que mi mente haya podido crear una historia así, no me lo creo. Estuve a punto de poder besarla al fin, luego de tantos años queriendo hacer eso por fin el destino se iba a poner a mi favor, después de todo la vida me iba a sonreír pero resultó que no, que solo me hizo ver una falsa ilusión; me tendió la mano pero a la vez me dio una patada en la parte baja de mi ser, el amor. Maldita vida, por eso a veces la odio.

Decidí no pensar más sobre el tema y concentrarme en lo verdaderamente importante, la junta. ¿Qué sería tan importante como para citarnos en domingo a las 7:30 am? Joder, odio que me interrumpan en mis días libres. Llegué al trabajo a las 7:15, tenía tiempo de sobra así que decidí ir a por un café para despertarme a una cafetería que queda a una cuadra del trabajo. Una vez en dicho lugar pedí un café americano para despabilarme, ya que me hacía mucha falta. Salí de ahí y me dirigí hacia el trabajo. Al regresar a la oficina eran las 7:28 así que debía de entrar a la junta para tomar mi lugar y eso iba a hacer pero justamente antes de ingresar a la junta Fernanda me habló y me dijo con una sonrisa:

-       Hola.

-       Ah… Hola Fer.

-       ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?

Joder, sigo recordando el sueño que tuve con ella y me da tanto coraje que solo haya sido eso, un simple y común sueño. Desearía que eso hubiese sido realidad, el poder haber besado sus dulces y suaves labios con ese brillante tono rojo que tiene,  eso me hubiera fascinado pero lamentablemente nada de lo que me hace feliz puede ocurrir en esta vida. Sentía como me hundía en un mar de sensaciones tan raras y encantadoramente escalofriantes y lo único que me pudo rescatar de ello fue un chasquido por parte de ella y un grito que me decía:

-       ¡Hey Leo! ¿Estás bien?

-       ¿Eh? Oh… Si, si lo estoy, ¿por qué lo preguntas?

-       Porque te quedaste viendo a la nada embobado, ¿en qué estabas pensando?

-       En… La junta que voy a tener ahora. – Fue lo único que se me ocurrió decir para no decirle sobre el sueño.

-       Te conozco perfectamente y se cuándo me estás mintiendo tontito.

Vale, ahí me ha pillado. Joder, no sé qué decirle, si le cuento sobre el sueño va a pensar que soy un loco desquiciado que la quiere violar o algo por el estilo y no quiero que piense mal sobre mí.  En ese momento estaba en blanco, no sabía que decirle cuando uno de mis compañeros de la junta llegó justamente para salvarme, aunque no de la mejor manera.

-       ¿Qué hace aquí Gonzales? ¿No debería estar ya en la junta? – Dijo el licenciado Carrasco, encargado del departamento de finanzas de la empresa. En ese momento solo le pude decir:

-       Ah, si… Ya estaba a punto de despedirme de mi compañera.

-       ¿Y a qué espera? El tiempo se agota y usted aquí desperdiciándolo platicando en vez de meterse en la junta.

Maldito hijo de su mala madre, que mala leche tiene este hombre; primero llega a interrumpir nuestra plática, aunque de cierta forma me ha salvado el trasero aunque no de la manera que yo hubiese querido, y luego me regaña, joder.

Me despedí de Fernanda y entré a la junta. Ingresamos los dos y nos saludó Mauricio diciendo:

-       Buenos días caballeros, tomen asiento por favor

Ambos fuimos a nuestros respectivos lugares y empezamos a escuchar lo que dijo Mauricio. Al principio solo hablaba de cosas motivacionales en las ventas y cosas relacionadas, a lo cual, hice caso omiso. Estaba pensando en qué le respondería a Fernanda cuando saliera de la junta. Muchas dudas recorrían mi ser en ese momento hasta que de pronto comenzó a hablar sobre las ventas en la empresa y sus consecuencias en los trabajadores. Lo que nos dijo fue:

-       Las ventas están muy bajas y si la cosa no cambia la empresa va a quebrar,  por ende tengo que hacer un recorte de personal para reducir los gastos generados hasta el momento. Les aviso que varios de los aquí reunidos serán dados despedidos por el bien de esta compañía. Les agradezco su atención, pueden retirarse

Al terminar de decir esas palabras muchos de nosotros empezamos a quejarnos con él por la decisión que ha tomado debido a que la gran mayoría de nosotros llevamos años trabajando para él como para que nos salga con esto, pero al parecer, eso no le ha importado y no ha hecho caso a ninguno de nosotros así que todos salimos y nos dirigimos a nuestros hogares, resignados por lo que iba a ocurrir.

¿Y ahora qué? ¿Qué se supone que voy a hacer? Me cago en todo, estoy completamente jodido. Salí de ahí molesto y me dirigí a casa, no quería saber de nada ni de nadie, sencillamente quería olvidarme de todo. Ni siquiera quise tomarme la molestia de tomar el camión, no tenía ganas de nada así que caminé hasta mi departamento. Seis años trabajando en esa empresa, esforzándome cada día, dando lo mejor de mí para esto. Joder, vaya que estaba deprimido en ese instante debido a que sabía perfectamente que sería el primero en ser despedido por la mirada tan penetrante y llena de odio que Mauricio lanzó hacia mí cuando dijo que varios íbamos a ser despedidos.  Madre mía, si lo de hoy al despertarme no había sido lo suficientemente malo esto vino a acabar con todo. Al cabo de un rato caminando recibí un mensaje de Fernanda que decía: “Leo, ¿dónde estás? D:” A lo que le respondí “Llegando a casa”. Inmediatamente me llegó su respuesta que decía: “Necesito hablar contigo”. No lo dudé ni un instante y marqué a su celular

-       ¿Hola? – Dije tímidamente

-       ¡Hola Leo! ¿Por qué te has ido sin avisarme?

-       Pues porque después de la junta sentí mucho coraje y decidí irme a casa a relajarme. – Dije seco.

-       ¿Pues qué tanto han hablado en la junta?

-       Luego te cuento… ¿Qué necesitabas? – Le dije ya que no tenía muchas ganas de hablar con alguien, aunque fuese ella, mi ánimo estaba decaído.

-       Ah, sí, lo que te iba a decir es que vigiles bien tu espalda porque…

Estaba diciéndome cuando se cortó la llamada inesperadamente. ¿Por qué ha cortado la llamada? ¿A qué se refirió con que vigile mi espalda? Vale, no sé qué querrá  haberme dicho pero seguro que no era nada importante así que guardé el teléfono en mi bolsillo y seguí mi camino hacia el departamento. Ya habían pasado unos 40 minutos desde que salí del trabajo y solo faltaban 5 calles para llegar a mi destino cuando solo sentí un arma presionando mi espalda mientras escuchaba como el gatillo estaba a punto de disparar y una voz susurrándome:

-       Camina y no digas nada o aquí mismo te mato

No me quedó más remedio que obedecer sus órdenes y seguí caminando lentamente hasta un callejón que él me indicó que fuera, posteriormente se detuvo y me dijo apuntándome con el arma:

-       Ahora dame todo lo que tengas, idiota

En mi cartera solo había $75 y se los di, no conforme con eso pego con la punta del arma en el estómago y me dio un puñetazo en la cara, dejándome de rodillas ante él, a lo cual sacó el celular de mi bolsillo y se acercó a mí para escupirme en el rostro y darme una patada que me dejó tendido en el piso.  Me estaba sangrando la boca y me dolía a más no poder el estómago, pero al parecer a él no le bastaba eso así que me levantó de nuevo, me empujo contra la pared y me empezó a dar de puñetazos en todo mi pecho, prácticamente como si fuese un saco de box y él se estuviese desquitando de todo lo malo que le ha pasado. No pude soportar más el dolor y  nuevamente besé suelo, no podía levantarme  del tormento que estaba pasando. Este tipo sí que estaba empeñado en hacerme padecer lo que no está escrito. Puso su pie en mi rostro y lo aplastó, luego de eso pateó mi estómago. Se puso en cuclillas, me escupió y viéndome sufrir así implorándole que me dejara en paz y disfrutando del momento me dijo:

-       Bien, quiero que sepas que vas a morir de la forma más cruel posible y lo voy a disfrutar como no tienes idea. ¿Quieres decir unas últimas palabras bastardo?

Al escuchar eso y ver como sufría sabía perfectamente que estos eran mis últimos suspiros en mi vida, que todo por lo que había luchado, todo que había logrado, estaba a punto de desaparecer en ese instante. No podía hacer nada para defenderme, estaba completamente herido, no podía mover ni un solo músculo por más que quisiera, este es mi final, mi triste y trágico final. Lo único que pude hacer es decirle con mis últimas fuerzas y con todo mi odio:

-       Púdrete en el infierno… Imbécil.

Cuando finalicé de decir mis últimas palabras el solo rió y me soltó una patada en mis partes nobles para dañarme más de lo que ya estaba. Joder, me ha dolido hasta el alma eso. Adolorido de todo el cuerpo y viendo que este tipo se la estaba pasando a lo grande haciéndome esto le dije prácticamente suplicando:

-       Termina… Esto… De una maldita vez.

-       ¿Y acabar con mi diversión del día? Claro que no, apenas estoy comenzando. – Dijo riendo el cabrón.

-       ¡Que termines esto joder!

-       ¡Cállate de una puta vez idiota!  - Dijo esto disparando a mi pierna izquierda y haciéndome sentir un dolor insoportable.

Yo solo dirigí mis manos hacia la parte donde me había disparado, viendo el agujero en mi pantalón y la sangre que estaba saliendo. No pude resistir el ver eso y caí inmediatamente en un estado de shock. Lo último que pude ver fue la silueta de una mujer no muy alta disparándole al tipo que me ha dejado así pero fuera de eso no pude observar más y cerré los ojos por completo cayendo en un profundo coma. 

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