Infame coraje
Está bien, tienes toda la maldita razón, siempre la has tenido.
¿Qué haces ahí parada? Ven y abrázame.
Perdón, salgamos juntos esta tarde y hablemos de esto y de aquello.
Perdón, te invito a comer y a llenarnos de los más bellos recuerdos.
Perdón, solo eso bastaba decir para cerrar cualquier herida y abrir cualquier ventana.
Cuán difícil es sobrellevar esta amarga pena.
Perdóname, por no habértelo dicho nunca.
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