Capítulo 16: Discomfort

Estuve impaciente esperando a que el sol se ocultara; no porque quisiera ir a la fiesta, lo cual no era verdad, pero porque era necesario ir. Como ya dije, si algo sucedía allí, podrían haber pruebas de que yo he utilizado el barril. Por eso quería usar la fiesta como una ayudita. En caso de que encontrasen algo mío, tendría testigos de que estuve en la fiesta con ellos. Quiero usarla como coartada, y que cualquier huella, pedazo de ropa o objeto mío fue por la fiesta, no más. 

Sé que habían muy pocas probabilidades de que realmente encontrasen algo, pero la paranoia del momento estaba en control de mi cuerpo. Quería tener todas las precauciones del mundo. Nunca en mi vida pensé que iba a estar en este estado, pero al ser un asesino para nada profesional, sentía que la prisión estaba a tan solo unos pasos de mí.

Mi padre no parecía saber de que bastantes adolescentes iban a estar solos en el bosque esa noche. Ni una sola mención de eso, sino que parecía estar más concentrado en llamar a distintos números por pistas que lo llevasen al culpable de los asesinatos. Conociéndolo, debía estar desesperado y frustrado. Viendo, además, de que todavía no encontraron nada útil en su búsqueda, deduje también que tenía miedo. Ni yo ni quien sea el otro asesino parecíamos dejar pistas sobre quiénes éramos.

No es que los policías o mi padre eran estúpidos. De hecho, ya me pareció haber elogiado a mi padre previamente, así que no creo que tenga que decirlo de nuevo. El problema es que probablemente ambos asesinos éramos muy cuidadosos con lo que hacíamos, dejando nada para investigar más que el cuerpo de nuestras víctimas.

Dos golpes en la puerta de mi habitación me indicaron que mi padre quería entrar. Luego de gritarle que tenía permitido el acceso, abrió la puerta para mirarme sin siquiera acercarse.

-¿Algún problema? -pregunté.

-Perdón, es que estabas tan callado que pensé que no habías vuelto de tus clases de teatro -admitió, riendo un poco.

-Pues no, estoy acá -sonreí.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó de repente.

Fruncí un poco el ceño. No sé por qué, pero esa pregunta me ayudo a recordar que mi padre no siempre fue así. Que antes de obtener el caso estuvo dominado por los efectos del alcohol. De alguna manera, me sentí feliz, porque después de todo, mi padre había cambiado para bien. Ahora parecía preocuparse más por mí que lo que lo hacía borracho.

Lo malo de que no tomara, sin embargo, es que estando sobrio tenía más chances de resolver el caso.

-Bien, de hecho -respondí.

-¿No te sientes...?

-No, no. Es decir, sí, duele que maten a mis amigos, pero al parecer sé controlar mis emociones. Además de que ya pasó un día entero desde la última.

-Claro... Claro -dijo, mirando a las fotos encima de la mesita de luz-. Pues si necesitas algo, avísame, ¿sí? Tengo que volver a irme.

-Está bien. Suerte.

Luego de asentir un par de veces, cerró la puerta para así alejarse de mi habitación. Aproveché su desaparición para acercarme a mi armario, abriéndola y sacando el pequeño montón de ropa del último de los cubículos hasta encontrarme con el arma que había usado la noche del asesinato de los guardias. La guardaba porque aún contenía en su cargador una bala, por lo que mi cerebro suponía que me iba a ser útil. Sin embargo, podía traerme más problemas de lo que ayudaría.

La alarma en mi celular indicó que ya era hora de salir, pero la verdadera señal debía ser la salida del auto de mi padre. No quería darle el lujo de descubrir que estaba saliendo. Lo que menos quería en esos momentos es que me siguiera hacia el barril del bosque.

Volví a guardar todo el montón de ropa encima del arma y así cerrar el armario. Apenas lo hice, sin embargo, mi padre volvió a aparecer en mi habitación, abriendo la puerta con brusquedad.

-Zayn, lo siento -dijo, mirándome algo estresado-, me olvidé de avisarte que llegaré más tarde de lo normal, así que tendrás que arreglártelas solo.

Permanecí callado, mirándolo sorprendido, pues estuve a tan solo unos segundos de ser capturado. Mi padre parecía estar notando que me puse nervioso, por lo que me vi obligado a manifestar algo.

-E-Em, ¿arreglármelas con qué? -pregunté.

-Tema comida y eso.

-Ah, sí, tranquilo -dije, girando mi cuerpo hacia la cama-. Me encargaré de ello.

-Bien... -dijo, asintiendo una vez y muy lentamente.

Pareció vacilar unos segundos, pero terminó cerrando la puerta y alejándose de mi cuarto para dejarme solo. Suspiré y me lancé a la cama al instante, aún sorprendido de que por una idiotez casi fuera descubierto.

Escuché el motor del auto de mi padre arrancar y alejarse, dándome a entender de que ya era momento de partir. Agarré nada más que mi celular y un abrigo, dirigiéndome así directo al bosque donde la fiesta iba a tomar lugar.

* * *

Llegué en menos tiempo de lo que esperaba, minutos después de que el cielo se pusiera completamente oscuro, pero eso no significaba que estaba temprano. Cuando de lejos vi la luz del fuego, empecé a escuchar la música que provenía del mismo lugar. Fueron ambas cosas las que me dieron a entender que el evento ya había empezado.

Cuando logré acercarme, pude entender que la fiesta era más grande de lo que me esperaba. No habían pocas personas como creía que iban a haber, eran muchas más, todas esparcidas al rededor del barril que había usado días antes.

Sí, me ponía los pelos de punta estar en ese lugar y en esos momentos. ¿Qué ocurriría si alguno encontraba algo que no debía? ¿Qué si alguno descubría quién usaba ese barril? Sin embargo, los adolescentes bailaban distraídos al ritmo de la música, alzando sus vasos de plástico al aire y sacudiendo su cabeza incontrolablemente.

Percaté que la música venía de los grandes parlantes ubicados sobre una carretilla. Supuse que usaron dicho vehículo para llevar semejante aparatos hasta este lugar, pero he de decir que se veían algo gastados, de ahí que la música sonaba algo baja y con leve estática, añadiendo de que no era muy de mi estilo lo que se escuchaba.

Divisé, a pesar de toda la multitud, que del otro lado estaban las mesas plegables con lo que parecía ser una bebida hecha por alguno de ellos y los vasos rojos y blancos que todos llevaban. Detrás de la mesa pude ver a la misma persona que me había invitado a este lugar. No dudé ni un segundo en acercarme, pues realmente estaba allí en primer lugar porque él me había insistido.

-Ey -llamé, provocando así que Romeo se diese cuenta de que estaba allí. Claro que sonrió al verme.

-Viniste -exclamó, alzando su voz para que lo escuchase encima de toda la música.

-¿No te dije que lo iba a hacer? -cuestioné.

-Sí, lo sé, pero pensé que habías dicho que sí para que frenase de insistirte.

Sacudí la cabeza, esbozando una leve sonrisa.

-¿Y Toby? -pregunté.

-Míralo por ti mismo -respondió, apuntando con un dedo al medio de todo la multitud.

Entre los adolescentes que bailaban, había uno que destacaba, quien parecía estar recurriendo al baile por otra razón más que diversión. Me sorprendió que estuviera usando un gorro de lana para esta fiesta, pero viendo cómo se movía, supongo que no le importaba mucho cómo lo miraban.

-Está loco -rió Romeo, tomando un sorbo de su bebida-. Estuvo así desde que tomó esto.

Luego de decir eso, se dedicó a echarle una mirada sospechosa a su vaso, y lentamente lo fue dejando sobre la mesa. Yo continué mirando a Toby, pues me preocupaba que estuviera... usando las palabras de Romeo, así de loco. Pero viendo todo lo que sucedió estos días, apostaría todo lo que fuese a que lo hacía para forzar su memoria a olvidarse del peligro por unos minutos.

-¿Por qué no estás allí? -pregunté.

-Quería tomar algo... pero ahora no sé si quiero seguir bebiendo eso -rió-. Y, seré sincero, quería ver si ibas a venir.

Permanecí callado, cruzando mis brazos para mirar a los adolescentes saltarines rodear felizmente el fuego del centro. No sabría decir si realmente fue así, pero creo que por unos momentos dejé de preocuparme por todo el tema del barril. Verlos bailar de tal forma me hizo pensar que solo estarían enfocados en divertirse y nada más. Y si era así, entonces estaba a salvo.

-Supongo que no irás a bailar, ¿cierto? -interrogó Romeo, pasando por detrás mío y colocando una mano en mi hombro.

-No soy de estos.

-¿"De estos"?

-De los que se divierten en fiestas, borrachos, coqueteando... ya sabes de lo que hablo.

En el momento que dije eso, dos o tres parejas se lanzaron entre sí para juntar labios con labios.

-¡Ja! Sí, te entiendo -dijo mi amigo-. Pero te prometí que iba a tratar de que la pases bien.

No me dejó reaccionar, sino que agarró mi mano con velocidad inhumana y me llevó entre los jóvenes para meternos a ambos en medio de toda la fiesta.

-¡Disfruta! -gritó, comenzando a saltar al ritmo de la música y lanzando puñetazos encima de su cabeza.

Ni mis pies ni mi cuerpo se movían. Solo mantuve mi mirada sobre Romeo mientras todos a mis alrededores parecían unirse a sus movimientos.

Tardé segundos en darme cuenta de que estaba literalmente al lado del fuego; del barril. Por eso es que, a pesar de la música, a pesar de las personas presentes, a pesar de que fuera una fiesta, permanecí inmóvil. Estar allí me hizo acordar de que yo no era como ellos, o al menos después de todo lo que sucedió. Era alguien más peligroso. Alguien que arrebató vidas.

Alguien malo. 

¿Pero qué más podía hacer ahora? ¿Siquiera podía hacer algo para cambiar ese título?

-A la mierda -mascullé, y al igual que Romeo, solté todos mis sentimientos para moverme al ritmo de la música.

-¡Sí! -gritó él al ver que me había dejado llevar -¡Así es! ¡Libérate!

-¡Es lo que hago!

-¡Ya lo empezaste! ¡Ahora no frenes!

-¡No lo haré! -grité, sonriendo ampliamente- ¡No frenaré!

Sorprendido por lo que yo mismo había empezado, continué descontrolándome, sacudiendo mi cuerpo entero al ritmo de la música, forzando mi cabeza a distraerse; a olvidarse de las atrocidades que causé. Sin embargo, es lo único que hacía: pensar en la muerte; en cómo la vida de diferentes personas tuvieron un final inesperado por mi culpa. Es por eso que forcé aún más mis ojos a cerrarse, repitiendo múltiples veces la misma frase para olvidarme.

-¡Olvídate, Zayn! ¡Olvídate! ¡Olvídate! ¡Olvídate!

 Romeo escuchó mis palabras, aún moviéndose con toda su fuerza, creyendo que lo decía para disfrutar de la fiesta.

-¡Lo hecho, hecho está! -me dije a mí mismo devuelta.

Noté su cambio de expresión al instante, y vi cómo de a poco mi amigo fue frenando sus saltos hasta el punto de mostrarse preocupado.

-¿Qué? -pregunté, manteniendo mis pies en el suelo y tratando de recuperar el aliento.

-Nada... -manifestó-. Solo... Ahora vuelvo.

No tardó en esfumarse de todo el lío de adolescentes. Vacilé unos pocos segundos, pero terminé yendo tras él. 

-¿¡Fran!? -le grité, siguiéndolo por metros detrás.

-¡Tú continúa bailando! -gritó

-¡¿Qué sucede?!

No contestó, sino que siguió trotando por el bosque, ambos alejándonos del evento.

-¡Fran! -volví a gritar.

Continuábamos alejándonos, pues él no frenaba. Para cuando la música ya se escuchaba poco y nadie parecía poder vernos, aceleré mi trote para agarrarlo del hombro y girarlo. En el momento que lo hice, su rostro mostraba miedo.

-¿Qué te sucede? -pregunté.

-Vuelve, por favor -dijo, apoyándose sobre un árbol.

-No sin saber qué te sucede.

-Estoy bien.

-No, no lo estás -continué.

-...fue la bebida. La bebida---

-Por favor, no me vengas con esa idiotez. Dime la verdad -dije.

Su mirada pareció suplicar que me fuera, como si utilizara sus ojos como ayuda en vez de tratar de convencerme, pero las palabras terminaron saliendo de su boca.

-No lo he superado, Zayn -espetó.

-¿Qué cosa?

-La... El borde... El momento en el que casi muero.

-¿De qué hablas?

-De lo que sucedió en el río, Zayn -manifestó, pareciendo mostrarse poco a poco más molesto.

Mi cerebro no demoró ni un segundo en conectar y acordarse del momento en el que hablaba.

-Casi me matas -dijo, apuntando con su dedo acusador.

-Yo---

-No sé por qué, Zayn, pero me acuerdo de ese momento a cada rato y por alguna razón me asusto. ¡Me asusto por algo que ya pasó, Zayn! ¡Aún siento tus manos al rededor de mi cuello!

Guardé silencio, sorprendido, y, al igual que él, asustado.

-¡Te mentí! ¡No he superado ese momento! ¡Y...! Y a nadie de mi familia le pasó lo que te había dicho, Zayn. En eso también te mentí. ¡Ni siquiera sé si me dijiste la verdad! ¡No tengo forma de creer que confundiste mi rostro con el de alguien más! ¡No sé la maldita razón por la que trataste de matarme! No tengo... ni una... sola... idea.

De todo eso que dijo, sin embargo, solo una cosa se mantuvo conmigo. Una cosa que me hizo darme cuenta de quién era él realmente.

Me mintió.

-...O sea que eres un mentiroso -manifesté.

-¿Qué? ¡Sí, Zayn, te mentí! ¿¡Pero estás entendi---?!

-Mentir es malo.

-...Zayn, ¿qué mierda estás diciendo?

No tuve problema en agarrar la rama larga del piso y lanzarme a Romeo, cayendo ambos al suelo, yo encima de él.

-¡¿Qu---?

La rama que sostenía fue dirigida a su garganta. Al parecer su extremo fue lo suficientemente afilado como para cortar y atravesar la piel. Apenas la sangre era visible, hice un poco de fuerza hacia el piso para atravesar el palo a través de todo su cuello.

-¡La gente mala no merece vivir! -grité, aún sin sacarle la rama de su garganta- ¡Travis era malo! ¡Sus amigos eran malos! ¡Los mentirosos son iguales a ellos!

El rostro de Romeo mostraba que no quería morir. Sus ojos parecían salirse de lugar de tan abiertos que estaban, y su boca no paraba de tratar de recuperar el oxígeno que estaba perdiendo. Pero sus gestos eran inútiles.

Cuando quité el arma improvisada de su vía respiratoria, ni un solo sonido salía de él.

-Yo tampoco soy diferente a ellos -mascullé.

Mi mirada se mantuvo sobre el cadáver por unos segundos, pero mis pulmones exigían aire. Romeo ahora ya no era más que un cuerpo en los pies de los árboles del bosque. Mi amigo, muerto por mis propias acciones, yacía inmóvil frente a mí.

¿Qué sucedió con mi idea de no querer lastimar a mis amigos? No sabía la respuesta. O mejor dicho, no quería saberla. Era una promesa conmigo mismo que fue rota por la revelación de una rebeldía. Mintió. Mi amigo me mintió. Ahora el karma se ocupó de darle su merecido.

Fue cuando estaba más calmado que volví en mis pasos para dirigirme a la fiesta y dejar al asesinado tirado sobre la tierra.

Me sentía en cámara lenta. Sentía como si los adolescentes saltaban en gravedad cero y como si la música retumbaba por paredes inexistentes. No era más que un hecho que había acabado con la vida de alguien a unos metros de todo el lío de adolescentes.

Pasé por medio de todos para acercarme al barril, tirando en ella la rama que había usado pero partida en dos. Aquellos que me vieron, me halagaron con aplausos, pensando que lo había hecho para alimentar al fuego, aunque la realidad era mucho más distinta.

Me dirigí a la mesa sin arrepentimientos. Agarré un vaso, y luego de llenarlo, bebí la cosa entera de un solo trago. Luego de apretarlo todo y lanzarlo al suelo, corrí hacia la multitud y comencé a bailar y saltar al ritmo de la música. Toby apareció para pegarme con sus nudillos en el brazo, claramente feliz de verme, y continuó bailando sin control al frente mío. No tardé en empezar a copiar sus movimientos, seguido por otros que aplaudían la locura de ambos.

Para entonces, él y yo éramos el centro de atención para poco menos de un cuarto de los bailarines.

Sin embargo, la música se frenó instantáneamente, y el tipo que asumía que era el creador de la fiesta apareció gritando sobre la carretilla.

-¡Policías!

El que todos empezaran a correr fue la señal para Toby de agarrar mi mano y hacer lo mismo que todos. Rápidamente la multitud fue dividida en distintas secciones del bosque, todos alejándonos lo más que podíamos de las luces que provenían de las linternas de adultos.

Mi amigo se reía a medida que corríamos. Yo también lo hacía. Ambos parecíamos disfrutar de la noche, cada uno a su manera.

-¡¿Para dónde vamos?! -preguntó, aún corriendo. Ahí fue cuando me adelanté.

-¡Mi casa está cerca! -dije.

Toby no dudó en sonreír, y ambos doblamos hacia la dirección que nos llevaba a nuestro destino. A metros de nosotros, habían unos pocos jóvenes más. Miré hacia atrás brevemente, descubriendo que uno de los policías nos seguía.

-Ven por aquí -le dije a mi amigo, desviándonos para escondernos detrás de dos árboles lo suficientemente gruesos como para que no nos vieran.

Vimos, sin embargo, que el policía se concentró en otros dos tipos, quienes habían ido en dirección opuesta a nosotros. Esa fue nuestra señal de que debíamos continuar.

En resumen, luego de todo el aburrido y para nada interesante recorrido, frenamos a más de diez metros de mi casa, seguros de que éramos ya los únicos a la vista. Toby se lanzó al suelo para recuperar el aire, pero yo permanecí de pie, agachado, dando grandes bocanadas de aire.

-¿Seguro... que no ves... ni una luz? -preguntó él, aún con su respiración agitada.

-Más que seguro -respondí, cerrando los ojos luego de volver a echar una última mirada a nuestros al rededores.

-Rayos -masculló, pero luego de inhalar oxígeno tres veces más, comenzó a reírse despreocupadamente-. Ah... Mierda. Llegaste... justo en el mejor momento.

Mis ojos se movieron para mirarlo a él. Seguro que pensaba que no estuve en la fiesta hasta cuando vino a saludarme en medio del baile. Sin embargo, comencé a reírme también, aunque indudablemente fue por más tiempo que él.

-¿Lo has visto a Fran? -cuestionó de la nada, sentándose y sacando el sudor de su frente.

Negué después de los segundos que me tomó frenar con mi risa.

-No, no lo he visto.

-Debe... estar corriendo, probablemente -intuyó, mirando a lo largo del bosque en busca de un movimiento humano.

Miré yo también a donde reinaba la oscuridad, solo que a diferencia suya, buscando nada.

-Sí... Probablemente.

Mi celular comenzó a vibrar repetidamente, avisándome de que me estaban llamando.

-¿Pa---? -pregunté a través del aparato, apoyándolo sobre mi oreja.

-Zayn, hola -dijo mi padre con su voz agitada.

Toby me miró preocupado, pues sabiendo que mi padre era detective, era posible que estuviésemos en problemas. Sin embargo, yo sabía que la fiesta no iba a ser la razón de la llamada. Fue por eso que apreté en la pantalla donde me dejaría poner la llamada en altavoz, para que tanto mi amigo como yo escucháramos.

-¿Qué ocurre? -pregunté, tragando saliva- ¿Sucedió algo?

-...Sí. Sí, Zayn, sucedió algo.

Mantuve silencio. Preferí esperar a que dijera lo suyo.

-Encontramos a Franco en el bosque -manifestó.

-¿A qué t---?

-Fue asesinado, Zayn.

Obviamente que no me dolió su comentario en lo absoluto. Lo que sí me dolió fue el cambio en el rostro de Toby.

-Franco fue asesinado -repitió mi padre.

Corté la llamada al instante. Supe enseguida que mi amigo iba a querer reaccionar con toda su ira, y demostrarle a mi padre que estaba con él podía meternos en problemas a ambos.

-Toby... -comencé.

No me dejó continuar con lo que quería decir, sino que se tiró de rodillas al suelo para gritar desde el fondo de sus pulmones.

Mis palabras fueron ahogadas por el grito.

-...Lo siento.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top