Capítulo 22

Patxi y los niños lograron escapar de los malévolos Rerpos en medio de un baño de sangre y vísceras que redujo enormemente la horda iracunda que tuvo que postergar la cacería. Algunos se retorcieron buscando aliento, pero perecieron segundos después.

Una cuadra más adelante, al dar a la mano izquierda, el suelo se abrió súbitamente y los tres cayeron en un abismo profundo y oscuro. Patxi fue el primero en caer por una superficie inclinada y resbalosa. Cuatro paredes lo esperaban para cualquier cosa, menos para amortiguar la caída. De las paredes, una sustancia viscosa se escurrió con suavidad hasta bañar el suelo sonoramente. 

Adiel y Elisa cayeron por el mismo lugar, segundos después, y encima de Patxi que ya se encontraba de pie y observando a los alrededores. Patxi actuó como una colchoneta que los salvó de una caída terrible.

—¿¡Ay, en qué caímos!? ¿¡Patxi, Patxi!? —gritó Elisa tomándose el trasero de dolor.

Los niños se levantaron y Patxi pudo ponerse de pie y en una pieza, para suerte de los niños. Luego, este dijo: 

—No recuerdo este lugar. No sé dónde estamos.

—¿Qué? —Elisa lo miró con cólera.

—Algo me dice que no saldremos de aquí... —dijo Adiel con incertidumbre. 

De pronto, un corredor se abrió, con un sonido mecánico. La pared desapareció y un ser de nombre Exay escapó del abrazo de la oscuridad.

Una monstruosidad de unas dimensiones grotescas caminó hacia la luz. Unos tentáculos endiablados le daban movimiento y ese chirrido al andar les provocaba escalofríos. Una sierra circular giraba alrededor de la criatura y era la antesala a una cabeza enorme y cuadrada, que le daba una forma irregular a todo su cuerpo. Por unos cristales transparentes, un pequeño ser humanoide parecía maniobrarlo. 

—¡Esto no pinta nada bien! —dijo Patxi indeciso de ir hacia adelante o hacia atrás. 

—¡Ay, Patxi! ¿qué hacemos? —gritó Elisa escogida de hombros.

Patxi corrió hacia un interruptor en la pared e Inmediatamente, el Exay lo interceptó y ejecutó un golpe certero y rápido que noqueó a Patxi y lo mandó tres metros atrás. Elisa gimoteó al ver a Patxi herido y Adiel miró la escena aguantando el hipo.

Aquella criatura soltó una risotada perversa.

—¡Su amigo no estaba ni para un golpe! —dijo el Exay con una voz aguda y mecánica. 

—¡Patxi! —gritó Elisa que corrió hacia su amigo. 

Adiel se quedó mudo debido a un hipo inoportuno que interrumpió sus palabras y también las de la criatura, aunque solo conseguiría eso. Sin poder controlar su hipo y sus emociones, solo se tapó la boca para no decir algo desafortunado y vergonzoso.

El Exay se acercó un poco más y Adiel comenzó a hipar con más ganas. Su cuerpo era débil ante el incontrolable hipo.

—¡Adiel! —gritó Elisa que yacía al lado de Patxi. 

Elisa trató de reanimar a Patxi, pero este ya no mostraba ningún movimiento que diera a entender que seguía vivo. 

—Patxi no te mueras... 

Adiel corrió hacia el Exay, pero se detuvo ante la imponente bestia. 

—¡Oye, monstruo! —gritó Elisa cargando la rabia que aún lo contenía. 

La bestia se acercó a ella a más de un metro. 

—¡Yo no puedo vencerte! ¡Métete con alguien como tú!

—¡Solo quiero comer!

El Exay se acercó más y Elisa retrocedía buscando la manera de atacar con palabras. La derrota era inexorable.

Llegado el momento, Elisa se cubrió la cara y dijo:

—¡No te he hecho nada!

De inmediato se detuvo y los tentáculos del Exay se retorcieron con violencia en el mismo lugar, pero ya no avanzó más.

El moribundo Exay emanó humo negro y los tentáculos comenzaron a morir uno a uno. La sierra se detuvo como el corazón del humanoide y se desplomó minutos después.

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