Nosotros contando estrellas

STONEWALL - Greenwich Village – JUNIO - 1979

Cierra los ojos y dime ¿Qué escuchas? Ahora, ¿Prestaste atención a ese niño llorando? Yo tampoco. Bien, supongo que lo diré yo, ya que nadie más lo hará. Ese niño es Christopher. En realidad, a nadie le importa. Está no es mi historia, ni siquiera es la de él, sino la historia de muchos y ninguno a la vez.

El sonido del despertador nunca es agradable para alguien, pueden preguntarle a Christopher, quien acaba de despertar del que parece ser el único aburrido sueño que su mente es capaz de crear. Tras un intento fallido de volver a dormir decide levantarse, no sin antes soltar un quejido que bien podría haber sido un gruñido de odio hacia la alarma.

"Hoy es un nuevo día, todo es posible."

Aquella frase escrita en la pared parece una cruel burla desde que Chris tiene memoria. Un deprimente recordatorio de que debe volver a la aburrida  rutina. Dándole un dedo medio rápido a la pared gris, se dispone a comenzar su "nuevo" día.

Toma su uniforme del diario y una enorme bufanda gris que bien podría pasar por una cobija, entra al baño y lava su rostro. Al alzar la cabeza, se observa en el espejo. Se detesta, odia su cara llena de pecas, su cabello ya requiere un corte y sus ojos carentes de alguna emoción del color más común en la zona. No se considera alguien atractivo ni especial. Entra a la cocina y se encuentra a sus padres desayunado en silencio.

—¿Tarde de nuevo? Deberías esforzarte más, ¿Cómo esperas lograr ser alguien en la vida si ni siquiera lo intentas? —dice su padre.

Christopher se encoje de hombros y prefiere retirarse antes que escuchar comentarios negativos. No podría importarle menos.

"Que horrible día" piensa Chris viendo el cielo. Gris, obviamente, apenas contrasta en algunos tonos con el gris en los muros y tejados en el panorama. Suspirando, sabiendo que va tarde para la escuela, camina hacia la parada del transporte donde solo un par de señoras esperan. Puede escuchar el cuchichear de ambas mujeres, nada realmente importante. En cuanto el transporte pasa por ahí, sube, quedando atascado entre muchas otras personas que no dejan de hablar de cosas superficiales.

Para distraerse por un instante se dedica a leer los carteles en el trayecto, los conoce de memoria, eso no quita que le resultan inquietantes: "¿Eres el mejor en la escuela y el trabajo? Si no lo eres, debes esforzarte más. De lo contrario tus amigos van a odiarte. Tus padres van a odiarte. Todos vamos a odiarte. Que tenga un buen día." "La naturaleza creo HOMBRE y MUJER, ese es el origen natural de la vida. No te engañen, no exijamos a la ley lo que no dio la naturaleza." "Sigue adelante, casi llegas a tu destino." "No hay que romper las reglas, te estamos vigilando. Ten un buen día". "Come saludable y apoya a la economía nacional consumiendo Avenas White". Los dibujos mal hechos solo le dejaban en claro a Christopher que quien los haya hecho debió perder su trabajo después de hacerlos, daban miedo.

Siempre que pasa por el ayuntamiento, le causa escalofríos; por fuera se ve como un edificio común y corriente, pero HOPE FOR WHOLENESS/ Grupo de Apoyo San Agustín, el pequeño edificio a su lado era una historia completamente diferente, ya que ahí se manejan los casos "especiales". Realmente se enfoca en homosexuales y personas de color. Según el gobierno y organizaciones de la salud, se trata de una enfermedad que puede, y debe, ser corregida lo antes posible. Este sitio funciona como habitación de cuarentena donde se les trata antes de que sean reintegrados a la sociedad, aunque casi ninguno ha salido de ahí, al menos, no con vida.

Finalmente, el gran bloque gris oscuro con el enorme letrero señalando "Escuela" aparece ante Christopher. Las puertas dobles en la entrada le recuerdan que este día no será distinto a otros. Bajando del transporte, se dirige a la entrada, y de ahí a buscar su salón. "B-303", el sonido de la campana se escucha cuando abre la puerta del salón, recibiendo una mirada unánime de sus compañeros y profesora.

—Otra vez tarde, esto empieza a volverse un habito. —comenta tranquila la profesora.

Chris mira por un instante a la profesora, una mujer anciana de mirada dura, encogiéndose un poco responde "Lo siento" colocando la mano extendida sobre su pecho, frotándolo lentamente.

Recibe un asentimiento complacido de la mujer, camina y toma asiento. –Bien, jóvenes, comenzaremos con...

Christopher se perdió en sus pensamientos el resto del día. Al salir de clases, recibe algunos comentarios de sus "amigos" sobre que ha de trabajar en su puntualidad, antes de hablar y burlarse de las malas calificaciones de una de las chicas de la escuela y de sus inexistentes planes para el fin de semana.

En el transporte de regreso a casa, apenas y logra estar despierto. Llega a casa y ve que está vacía. Toma una manzana y sube a su habitación con la intención de acabar su tarea de matemáticas. Tras unos segundos mirando los números frente a él, cierra la libreta y va a la cama, sin cambiarse de ropa, se recuesta, deseando que de alguna forma el día siguiente sea mejor.

Como es de esperar, no lo es. La rutina le consume por los siguientes días.

No sería hasta que, con un juicio en la radio, comenzarían los días inusuales en aquella ciudad. El transporte llegaría tarde, así que por una vez no sería su culpa no estar a tiempo, sin embargo, algo llamo su atención: había una multitud cerca del ayuntamiento, pero ahí había un joven que destacaba entre toda esa gente. Su ropa es llamativa y el cabello está teñido de un morado brillante. Sin embargo, no tuvo tiempo de acercarse, ya que tan rápido como apareció, se perdió entre la multitud. Chris jamás maldijo tanto su baja estatura.

El transporte llegó, y subió, volviendo a su estado de aburrimiento esperando seguir con su rutina, ignorando de fondo los gritos en el ayuntamiento por parte de alguna pobre persona enviada al centro de terapias de conversión.

Al salir de su clase lo ve de nueva cuenta, está ahí, saliendo de la oficina del director con varios papeles desordenados entre sus manos.

Debatiéndose mentalmente sobre ir a conocerle, puede ver como algunos de sus compañeros pasan empujando al chico, tirando sus hojas al suelo. Esperando ver enojo o escuchar algún tipo de reclamo, se sorprende al verle suspirar y agacharse a levantar sus cosas. Ignorando los demás, se acerca y levanta algunas hojas del suelo, entregándoselas al desconocido, quien solo le mira con curiosidad.

—Gracias. –murmura incomodo el chico, terminando de levantar sus hojas. Ambos se ponen de pie, viéndose un segundo antes de hablar. –Soy Alexander, pero mis padres me llaman Alex.

Christian deletrea su nombre con las manos, de forma lenta y sencilla de entender.

—No hablas mucho, ¿cierto? —pregunta Alex.

Chris niega con la cabeza; Alex se despide, agradeciendo por la ayuda. Dejando a Chris de pie en medio de un pasillo vacío, viéndole irse como si el mundo por un instante marchase en cámara lenta; no fue hasta que le perdió de vista que reacciono, llegaba tarde a la siguiente clase y por primera vez en años no le desagrado tanto la idea.

Las siguientes horas fueron lo más interesantes de lo que habían sido nunca, logrando que todo parezca irreal.

El sentimiento de ver el transcurso del día sin ser partícipe de nada apenas le dejaba concentrarse en algo más; todo en Alex llama su atención, las ropas tan distintas que le diferenciaban de los otros. Observándolo, nota que es bastante torpe en materias sencillas como química (en la cual logró derramar casi cada elemento que tuviera cerca), no era tan habilidoso con las matemáticas (es el único que no parece conocer la respuesta a preguntas complejas) y la forma tan peculiar en que sus trazos en el lienzo de "artes" no formaba la silueta obligada de un edificio, Alex ilustra un campo de flores que, aún en blanco y negro, es realmente hermoso.

Salir de la escuela nunca fue tan confuso, los murmullos despectivos que dedican a su nuevo compañero en definitiva no parecen llegar a oídos de Chris, solo intenta salir del lugar lo más rápido que puede, ganándole varias miradas molestas de otros, es lo último que le importa en estos momentos. No espero el transporte, fue corriendo a su casa (corte directo hacía su habitación, Chris llega corriendo a su cuarto y cierra de golpe la puerta, respirando pesado), tras unos instantes para calmar su respiración deja la mochila en su camino hacia la cama, la tarea puede esperar hasta mañana. Llega y se recuesta en su cama, abrazando una almohada se queda dormido (babeando "ligeramente").

Un golpe en la ventana le despierta ya entrada la noche. sacándole un chillido. No es común que algo suene en las calles durante las noches ¿Y si es un vagabundo? ¿peor aún si es "una persona de color"? ¿Lo mataría si lo fuera? Comenzaba a dudarlo, Alex no parecía peligroso ni con deseos de matarle, tal vez, solo tal vez no era cierto lo que el ayuntamiento afirmaba sobre ellos, y si se equivocaban sobre eso, ¿en que más les habrán mentido?

Se asoma a la ventana (un pequeño marco en la pared que da hacía el exterior) y ahí está él, Alex, ¿Cómo supo que vivía ahí? No tenía ni idea, aunque una parte de él estaba emocionada porque ahí estuviera él. El chico de cabello colorido le sonreía desde su patio, saludándole con una mano y ocultando la otra tras su espalda; desde el interior era un hecho que no escuchaba lo que quería decirle, por lo que solo entendió las señas que le hacía o al menos él lo interpreto como un "Ven".

Ese día definitivamente se volvió un día de primeras veces, Chris sonríe emocionado y se aleja de la ventana, toma su bufanda, intenta arreglar un poco su cabello (intento fallido) antes de abrir con cuidado la puerta. Sus padres seguramente llegaron recientemente, ya deberían estar dormidos o al menos es lo que él espera; cruza el pasillo con tanto cuidado evitando caerse o hacer cualquier ruido. Finalmente sale de la casa, ve por un instante a Alex balanceándose de un pie al otro, por lo menos hasta que se percata de su presencia. La sonrisa en su rostro se hizo más grande y cálida (¿Acaso era posible?), Chris se acerca un poco más intentando ocultar la sonrisa boba tras la enorme tela que trae en el cuello, aunque para Alex falló pues sus ojos delatan su alegría.

El viento sopla, estremeciendo un poco a Chris mientras que Alex pareciera estar acostumbrado a ese ambiente; inclinándose hacia adelante en una reverencia, el chico de colores saca de su espalda una pequeña rosa blanca, que Christopher mira con sorpresa y admiración, ¿Algo blanco realmente podía ser tan bello o es que un acto tan simple pero sincero hace que las cosas parezcan mejores de lo que realmente son? No lo sabe, y aquí, frente a frente con él no tiene importancia.

-Ven, quiero mostrarte algo. – son las palabras que lo regresan a la realidad, viendo cómo es que Alex sale corriendo, riendo, como si fuese... un niño, ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Chris se sintió así? ¿Desde qué reía y jugaba sin importarle nada más? Debía ser mucho tiempo, no recuerda que eso haya ocurrido alguna vez.

El día de primeras veces no podía estar completo si no lo hacía, aunque sintiese el frío aire golpeándole el rostro, sus pulmones quemándose por el ejercicio que hace mucho no hacía, aun si sus mejillas se teñían de un leve tono rosado, corrió. Corrió intentando alcanzar al chico frente a él, tan brillante y tan lejano a la vez. La sensación en su pecho era más cálida de lo que esperaba, se sentía bien, se sentía libre, y al fin entendió a Alex, empezó a reír acelerando un poco el paso. Si despertaron a alguien en su camino, a ninguno le importo, y eso está bien. Juntos estarían bien.

Después de un momento se detuvieron, Alex sonreía aun respirando pesado, Chris por otro lado estaba fascinado por el sitio al que llegaron, soltando de la impresión la rosa. "Una ciudad de estrellas", eso era para él; un enorme campo de flores en tantos colores que nunca antes había visto, luces flotando cerca del suelo (luciérnagas) traen un cielo en la tierra. La foto perfecta, solo faltaba algo, aun si no sabe del todo lo que es.

Jugueteando un poco, Alex le da un golpecito en la espalda antes de volver a correr, esta vez intentado atrapar alguna de las hermosas luciérnagas, quienes de inmediato comenzaron a apartarse, volando en diferentes direcciones sin alejarse del todo. Una de estas se posa en la nariz de Chris, quien sonríe y dispone a tomarla entre sus manos, golpeándose accidentalmente cuando la luciérnaga vuelve a volar, finalmente Chris se une al juego y ambos jóvenes se ponen a intentar atrapar una de esas "estrellas".

Varios intentos fallidos los llevan en direcciones variadas, ambos creyendo que este será el intento definitivo, saltan extendiendo la mano, entrelazando sus dedos. Dando un paso al frente, quedan a pocos centímetros del rostro del otro, con un evidente sonrojo en sus rostros. Alex es el primero en reaccionar, en lugar de apartarse y disculparse por el contacto accidental, acerca un poco a Chris poniendo su mano en su espalda, logrando que el otro chico tropiece y se sujete de su hombro.

"Cierra los ojos" murmura Alex a su oído, Christopher obedece al instante, esperando a ver qué nueva sorpresa recibiría esa noche. Un tararear leve se escucha, una melodía suave y única, mientras sus cuerpos se balancean de un lado al otro en un ritmo lento y calmado. La paz del momento y el ambiente tranquilo, hace que Alex se sienta bien, finalmente ha encontrado un sitio en el que quiere estar. Escucha como entre el tarareo algunas palabras se vuelven comprensibles, una letra solo para los dos, se recarga en el hombro de Alex escuchando el sonido de su corazón.

El momento termino cuando ambos se separan, en un silencio cómodo, Alex deja un beso en la nariz de Chris, quien nervioso se estremece un poco al sentirlo, el chico de colores se ríe antes de recostarse en el suelo, Chris lo mira con curiosidad y algo de vergüenza. Tranquilamente se sienta a su lado, viendo como Alex señala con la mano algo en el cielo.

- ¿La ves?, -Chris mira hacía donde señala, viendo una gran y hermosa estrella con una pequeña a la derecha – solo debes seguir a la segunda estrella a la derecha, y de ahí, todo directo hasta el amanecer. –señala desde donde se supone apunta la estrella y baja su dedo hacía enfrente, Chris mira como un sendero de piedras blancas se extiende a lo lejos. –Ahí es a donde iré.

Chris asiente con la cabeza, no muy convencido del todo, pero de alguna forma entendía esa necesidad de irse y alejarse de todo lo gris y oscuro que su ciudad es. Se recuesta a su lado, viéndose ambos, en silencio, Alex se acerca un poco más, tomando su mejilla con delicadeza, sin apartar la vista de los ojos ajenos.

Un ruido, más bien, un grito es lo que los obliga a separarse y levantarse sobresaltados. Si esa mañana alguien le hubiera dicho a Chris que en un solo día saldría del clóset no le hubiera creído e incluso le habría dedicado un merecido dedo medio, pero, ahí estaba junto a un chico más que dispuesto a dar su primer beso. Sabía muy bien qué es lo que ocurriría, y el miedo volvió. Quería, y debía, negar todo, no fue más que un momento de incertidumbre y no había significado nada, pero estaba seguro de que nadie creería esa mentira.

Su madre abraza a su padre, él le mira decepcionado. Tragando con pesadez, ve a algunos oficiales del ayuntamiento acercarse a ellos; de forma brusca les toman de un brazo y llevan casi a rastras a ambos chicos. Mientras que Alex intenta librarse del agarre, Chris no deja de ver a sus padres como si intentará pedir ayuda. "Que absurdo, jamás lo harán", sabiendo que es inevitable el destino no vale la pena esforzarse por huir.

El edificio blanco con el enorme letrero negro "HOPE FOR WHOLENESS/ Grupo de Apoyo San Agustín" se alza ante ellos. Alex había sido llevado en otra dirección, Chris supuso que el ser "alguien de color" tendría algo que ver. Esperaba una multitud agresiva con antorchas dispuestos a ejecutarle, en su lugar un grupo reducido integrado por el alcalde y algunas personas más (Christopher supuso que se tratan de abogados o algún psicólogo o doctor) le miran juzgando. Un juicio donde se aseguraron de dejar en claro que "el pobre chico está enfermo y requiere tratamiento inmediato para volver a la normalidad", la sentencia fue dada: ellos la llaman terapia de conversión, para los internos es el equivalente a la pena de muerte.

Maltratos e injusticias cometidas en nombre de la moral y la normalidad.

La oscuridad se extiende alrededor de Chris, el sentimiento de soledad le invade aun sabiendo que tiene varios ojos viéndole, mejor dicho, juzgándole. Puede sentir el sudor frío correr por su cuello, el aire escapando de sus pulmones haciendo que sea más difícil respirar, sintiéndose más pesado trata de calmarse, sus piernas tiemblan tanto que está seguro que en algún momento no podrán mantenerle más tiempo de pie. Su visión se vuelve borrosa, cierra los ojos con fuerza negándose a llorar; el ardor en su garganta le lastima y por más que siente la necesidad de gritar o pedir ayuda, de sus labios no sale ningún ruido.

Una fría y violenta sensación en su pierna le obliga a abrir los ojos de nuevo, notando como toda aquella oscuridad arroja hacía él su ira, como si un animal salvaje intentará atraparlo y dañarlo; rasguños y moretones van apareciendo, uno tras otro, sin que Chris logre identificar del todo de quien proviene cada uno, y a pesar de ello, lo más doloroso son las palabras que de a poco se graban y queman en su piel, crueles afirmaciones y mensajes de odio que se quedan en él, como un recordatorio de que ha hecho algo malo. Lo que finalmente le supera es reconocer las últimas dos personas causantes de su dolor, su padre con enojo y su madre con decepción son quienes terminan por romper la poca resistencia que estaba dispuesto a conservar.

Gritando y llorando cae de rodillas, golpeando el suelo fuertemente, cubre su cabeza con sus brazos, tapando sus oídos con fuerza en un intento de acallar a la multitud de voces a su alrededor. Todo esto está mal, solo quiere que se detenga, si hay una forma de arreglarlo todo, de arreglarse a sí mismo y hacer que las cosas sean de la forma que debían ser, lo haría.

El suelo negro reluciente bajo él le permite ver su reflejo, la mirada de decepción y asco que no reconoce en sí mismo. Su reflejo le juzga y está convencido de que, si le hablará, le reclamaría por llevarle a este lugar, por no ser más que una decepción para otros, por no ser normal. Cualquier color que pudo haber adquirido estando junto a Alex ha desaparecido, dejando en su lugar aún más grises y negros de los que había antes. Apartando la vista, intenta limpiar algunas lágrimas de sus ojos y mejillas; por lo menos el ruido a su alrededor se ha detenido, pero la oscuridad no es más reconfortante.

No sabría decir si es su mente jugándole una broma o si en verdad había algo frente a él, una pequeña y brillante luciérnaga, volando hasta posarse en su nariz. Una pequeña luz en medio de una inmensa oscuridad.

La puerta del lugar se abre, iluminando de forma brusca el lugar con la blanca luz del exterior, lastimando un poco sus ojos. Parpadeando un par de veces antes de lograr enfocar a quienes se encuentran observándole desde el marco de la pesada puerta oscura: sus padres acompañados por algún guardia del lugar, supuso. No sentía que algo hubiera cambiado del todo, más allá de la pesadez en su pecho y el miedo a equivocarse, un miedo que le impulso a bajar la cabeza y seguir cada instrucción que los otros le daban. El mismo miedo que inundaba su cabeza desde pequeño, el miedo a defraudar a aquellos que quiere y deberían aceptarle.

Qué curiosa es la vida, en un instante te da y quita la paz que tanto necesitas, y aun así una parte de él no dudaría en hacerlo de nuevo si eso significaba haber tenido un momento de felicidad en su monótona vida. Tal vez, aquello solo quedará en su memoria como un bello recuerdo al que mirará hacía atrás algún día y pensará en lo felices que pudieron haber sido.

No notó cuando salieron del edificio, ni cuando subió al automóvil de sus padres, tampoco se percató del momento en que llegaron a casa. Era como si su mente simplemente hubiera quedado en blanco, con miedo a pensar en algo incorrecto. El calendario en la entrada servía como un aviso, tres días han pasado desde aquella noche, eso no lo tranquilizaba. Vio a sus padres entrar justo detrás de él, no tenía intenciones de hablar con ellos por lo que solo hizo una rápida seña (con el dedo índice señalando hacía arriba) recibiendo un asentimiento por parte de los adultos. Mientras todo volviera a la normalidad no le molestarían; llegando a su cuarto se recuesta en la cama, cerrando los ojos sintiendo un picor en ellos, pero estaba tan cansado que ni siquiera se permitiría llorar. Finalmente se queda dormido.

El anuncio en la radio de la cocina le despierta. Un juicio. El cansancio casi le deja en la cama por el resto de la mañana, de no ser por el nombre del sentenciado. "Alex" despierta y se levanta de golpe, tomando una bufanda de entre sus cosas, rápidamente se dirige a la salida de su casa; sus padres no están, probablemente fueron llamados como testigos por "corromper" a su hijo, debía saber que el que estuviera afuera no era por casualidad.

Sale corriendo de casa, dejando la puerta abierta. El miedo en su pecho le mantiene corriendo aun si sus piernas parecen no poder continuar. "Solo un poco más" se repite, alegrándose de ver el enorme y pulcro bloque que es el ayuntamiento; nunca antes se había cuestionado cual era el otro castigo que se aplicaba en estos casos, tal vez solo tenía miedo de que de saberlo acabaría ahí. Ahora, estando frente al edificio, solo deseaba que fuera lo que fuera no se haya concretado aún.

Paso corriendo por el lugar, sin saber a dónde se dirigía ni preocupándose por el llamar de los guardias y algún que otro político al que casi tira en su carrera. Finalmente se detuvo, una puerta al fondo llamo su atención: felicidad eterna, eran las letras negras que se leían escritas en la entrada. El lugar estaba en silencio, eso daba más miedo que el escuchar los gritos de las terapias; sin pensarlo más entro corriendo.

Dentro solo vio a dos personas en el interior de la blanca habitación, uno de pie con una jeringa en mano; el otro, es Alex, sentado en una silla en el centro de la habitación. Chris casi suelta un chillido al verlo, cuando pensaba en ese chico nunca había pensado que le vería como a todos los demás, inmerso en grises y negros, con la mirada llorosa, perdida en la nada.

Inmediatamente corre en su dirección justo cuando el hombre mayor termina de inyectar el contenido de la jeringa. El miedo y reconocimiento en los rostros de los adolescentes no pasa desapercibido para el hombre, quien confundido murmura un "con permiso" y sale del lugar, más incómodo de lo que nunca se había mostrado.

Tropezando, Chris llega junto a un callado Alex, con prisa y torpeza logra retirar las ataduras del otro chico, quien casi al instante se deja caer hacia el frente siendo sujetado apenas por el otro chico. Tras un intento de acomodarse en el suelo, Chris recuesta sobre sus piernas a Alex, acariciando sus cabellos con cuidado como si en cualquier momento fuese a desaparecer.

Las lágrimas en sus ojos salen y corren por sus mejillas teñidas de un tono rosado; sintiendo como su mano era sujetada por otra mano fría voltea a ver a los ojos del contrario. No tardaría alguien en entrar y separarles, pero el chico se niega a soltarle, aun si ya no está con él. Si tan solo pudiese llevarlo con él, la última despedida que tendría el otro serían las estrellas, eso le recordó algo, si no podía llevar a Alex a aquella segunda estrella a la derecha ni a un prometido nunca jamás, podría darle parte de esa maravillosa noche que compartieron.

Inclinándose un poco, quedando sus rostros cerca uno del otro comienza a tararear la misma canción que Alex usó para su baile bajo las estrellas, las palabras entrecortadas por los sollozos escapan de sus labios, su voz se escucha extraña en sus oídos después de años de no usarla, pero para Alex fue la más hermosa que había escuchado en su vida, se alegraba tanto de que aquello fuese su última memoria. Dedicándole una última sonrisa, el chico de colores cierra sus ojos lentamente.

Negándose a separarse de él, Chris le abraza con más fuerza, llorando, apretando la mano del otro como si una parte de él también muriera con el chico en sus brazos. El sonido de la puerta siendo abierta con fuerza no tiene efecto en Chris quien solo continua ahí, intentando controlar su respiración y sus sollozos que cada vez son más fuertes; el ruido a su alrededor y los agentes que entran obligándole a ponerse de pie apenas le parecen importantes. Su mirada no se aparta del cuerpo inerte de Alex, por lo menos hasta que cierran la puerta tras ellos.

-Tenemos que irnos pronto. –Son las palabras del padre de Chris, mientras terminaba de empacar sus cosas. Si había sido idea de sus padres alejarse para evitar escándalos o alguien les había amenazado, no lo sabía, solo supo que al día siguiente estaban empacando todo para irse a otro estado. Y tal vez, fuera lo mejor.

Aun si quisiera decir que la muerte de Alexander sirvió de algo, o que gracias a ello hubo toda una revolución contra la homofobia, no podía mentirse a sí mismo. Un fallecimiento más en la lista de muertes de ese año, 1979, un nombre que con el tiempo sería olvidado y archivado, resumido a una fría cifra de víctimas de una cacería contra la diversidad.

Si esa sería la última vez que estaría en este lugar, no se iría sin antes hacer lo que debía. Ignorando los llamados de sus padres, corrió, al igual que aquella noche sintiendo el viento golpear su rostro, aun si ahora era diferente, la soledad en su pecho al ver como la luz del día comienza a extinguirse, y el constante sonar lejano de las risas que en aquel momento hubo, logran que sus ojos se humedezcan, pero no lloraría, no esta vez.

Deteniéndose nuevamente frente a aquel paisaje natural, lo vio un arbusto pequeño con hermosas rosas blancas, tomando una aun si con ello lastimó su mano con las espinas, sonrió. La noche cayó y las estrellas en el cielo parecieran observarle en ese momento, un instante tan íntimo, uno que solo compartían él y la noche. Siguiendo el camino que Alex había indicado, llegó al sitio donde habían sepultado al chico y probablemente a muchos más. Nunca jamás, un país donde solo van aquellos que no han de crecer, pero que permanecen con la inocencia y visión del mundo que solo un niño puede tener, un mundo de color.

Sonriendo tristemente deja la rosa frente a la lápida improvisada, sentándose en el suelo junto a ella, y al igual que la última vez, observó la brillante estrella y a la pequeña a su derecha.

¡No puedo creer que lo terminará! Llevaba mucho tiempo sin escribir algo de realismo, así que fue un buen ejercicio.

Está historia en particular ha tenido muchas fases, paso por fandoms como el Kuban y el de fnafhs, y por algún motivo jamás pude escribirla. Y finalmente tuve la oportunidad de contarla.

Me gustó la experiencia de usar un género que usualmente no utilizo, aunque me costó bastante encontrar la inspiración para escribir algo; fue un reto y un rato agradable para terminar una semana pesada.

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