Capítulo 8

Jungkook salió de la tienda colocándose su mochila en la espalda. Cuando las puertas de vidrio se cerraron detrás de él, Jimin estaba en la esquina, esperando al lado de su bicicleta. Entonces decidió caminar hacia él, la sensación pesada en su pecho no le había dejado en paz por toda la última hora.

Se detuvo a un metro de Jimin y éste le miró con la culpabilidad y el miedo aún expresados en los ojos. Sabía que Jimin no era malo. Por Dios, lo conocía desde su pre-adolescencia, y le amaba por una razón. Sabía que lo que fuese que hiciera, lo hacía con buenas intenciones, pero era desesperante que no se tomara en serio lo tanto que Jungkook se preocupaba por él. ¿Qué había de lo que Jungkook sentía? ¿No importaba? Era terrible no sentirse escuchado por la persona que más le importaba.

- Lo siento... - dijo su amigo con voz arrepentida. Sí, sabía que lo sentía, no era que pensara que lo había hecho con la intención de lastimarle.

- No puedes simplemente esperar que al hacer algo como esto no me afecte.

- No esperaba que no lo hiciera. Sólo... no iba a hacer de esto un gran problema.

- ¿Al ocultármelo crees que no se vuelve un gran problema? Si tienes que ocultármelo, entonces es un problema– le parecía absurda esa lógica – Sabes que no es algo bueno, por eso me mentiste. Porque claro que no quiero que hagas esto. En serio, ¿en qué mierda pensabas? – negó con la cabeza - ¿Vender droga? ¿Crees que necesitamos más problemas de los que ya tenemos? Mi madre está perdida por esa mierda y lo sabes.

- Yo no consumo.

- ¿Y si lo haces en algún momento? – preguntó.

- No lo haré.

- No puedes saberlo. Y de todas formas, vendes esa mierda por allí, sabiendo lo mal que le hace a la gente. Esa mierda destruye familias. Destruye todo.

Su amigo tomó una postura cabizbaja, sin poder mirarle a los ojos. Arrepentimiento del más puro era lo que emanaba la imagen ante Jungkook.

- No... pensé en eso y... - se detuvo un segundo. Se encogió de hombros – ... de todas formas, vendo marihuana. Es sólo una tontería, no es serio.

- ¿Y qué hay de los riesgos que puedes correr tratando con gente de mierda? Todos los días hay crímenes relacionados al tráfico de drogas.

- Yo no estoy ahí, Jungkook – negó con la cabeza, ésta vez volviendo a mirarle. Se animó a acercarse, lentamente, y con cuidado dio dos pasos más cerca de Jungkook – Sólo soy el encargado de las entregas. A nadie le importo, los problemas grandes son para los tipos grandes. No estoy bajo su mira.

- ¿Y la policía? – alzó una ceja, desafiante – No eres menor de edad. Pueden meterte diez años tras las rejas por esto.

- No soy tan estúpido como para que me atrapen.

- Honestamente ya no creo que seas tan inteligente.

Había dicho eso porque no podíacontrolar su enojo, pero luego le siguió una punzada de culpabilidad. No quería herir a Jimin sólo por estar enojado, o decir cosas que pudiese creer que eran ciertas. No quería que se odiase a sí mismo por decepcionarlo.

El rostro de su amigo tenía una expresión que jamás había tenido. Suplicando perdón. Suplicando que no le abandonara. Tenía esa mirada de desamparo que le partía el corazón.

Suspiró, intentando liberar toda la tensión de su sistema, o al menos gran parte de ella.

- Estoy muy molesto, pero no es que piense que no eres inteligente - se retractó - Pero, por Dios Jimin, me aterra que te confíes de las cosas. Hemos tenido demasiada mala suerte en la vida, y que seas así me hace sentir inestable. No estamos en posición para apostar a lo grande. La gente como nosotros no tiene suerte.

- ¿Y entonces? ¿Qué nos queda? – cuestionó. Y Jungkook realmente no tenía una respuesta para eso – Sabes lo que quiero, lo que siempre he querido. Y no pienso tardar más tiempo para poder conseguir un trabajo mejor que me permita salir de la mierda de mi casa – sus palabras fueron firmes, su voz segura, más de lo que alguna vez lo había oído. Los ojos de Jimin ahora chispeaban con determinación, con el deseo de romper con el círculo vicioso que era su vida. Librarse de ese callejón sin salida – ¿Cuánto tiempo pasará hasta que termine de estudiar una carrera y tenga un buen trabajo? Quiero irme ya, y quiero llevarte conmigo. Y para eso necesitamos este dinero, lo sabes – Jungkook no objetó nada contra eso - No me atrapará la policía, no me encerrarán. Voy a conseguir el dinero y tendremos una vida mejor. Confía en eso.

Jungkook no podía negarle a Jimin nada. No iba a ignorarle, no iba a dejar de hablarle o alejarse de él. Pero la molestia le duró un tiempo. Era una pequeña piedra de amargura en su pecho, recordándole que Jimin no había sido del todo honesto con él. ¿Qué más cosas podría llegar a ocultarle con el objetivo de no alarmarle? Jungkook sabía que Jimin era del tipo que podía cometer una gran estupidez si alguien no estaba allí para hacerle entrar en razón. Así que la situación le tenía consternado. Jimin le quitaba el sueño, y ya no sólo en el buen sentido.

Y Jimin lo sabía, lo notaba. Era la razón por la cual estaba al pendiente de él todo el tiempo. Jungkook estaba algo decaído, como si no pudiese pasar el mal trago de esa vez.

Luego de una semana, habían vuelto a Riot, y Jungkook hablaba y pasaba el rato con sus otros amigos, mientras que a Jimin sólo le dedicaba sonrisas leves y cortas antes de desviar su atención y continuar hablando con alguien más. Así que Jimin había estado caminando sobre cáscaras de huevo últimamente. Intentaba hacer lo posible por estar a tiempo del trabajo. No quería llegar tarde a casa de Taehyung y que Jungkook le mirase con esa expresión de "Sé de dónde vienes y no me gusta para nada". Entonces, al menos intentaba no demostrar que tenía sus horarios descontrolados porque los traficantes de droga le habían metido en esa vida alocada. A veces debía realizar viajes relativamente largos con su bicicleta.

Jimin le robó dos vasos de cerveza a su amigo Namjoon sin que se diera cuenta, y esquivó a las personas en su camino hasta llegar a Jungkook. Levantó su mano derecha con uno de los vasos, esperando que Jungkook lo aceptara. Afortunadamente lo hizo, agradeciendo con una sonrisa rápida para seguir hablando con Hoseok, quien le contaba algo de unas remodelaciones de su casa, que la humedad se filtraba en las paredes y que el olor ya era desagradable.

- Jin quiere contratar a su hermano, pero Joon no lo soporta, así que estoy intentando convencerle de que realmente lo necesitamos. Seguro nos cobrará más económico que cualquier otro.

- Lamento no poder ayudarles en nada, no sé una mierda sobre esas cosas.

Hoseok sonrió, enternecido por su buena intención en ayudar. Para él, Jungkook era un niño aún, el más chico del grupo y quien aún no tenía responsabilidades tales como hacerse cargo de los arreglos de una casa. Le palmeó el hombro para que no se preocupara, no era su responsabilidad solucionar sus problemas.

Por su lado, Jungkook envidiaba un poco la vida libre e independiente de sus amigos mayores. Esperaba poder lograr eso algún día. Estar en una casa propia, o al menos pagando un alquiler. Una vida soñada. Con... Jimin.

Jimin, quien estaba intentando llamar su atención estando a su lado en ese instante, rozando su brazo con el suyo. Inclinándose por algo de contacto. No se podía concentrar bien en lo que Hoseok le decía. Estaba haciendo lo posible por escapar de su amigo y la incomodidad que sentía por no lograr solucionar en su cabeza lo conflictuado que se hallaba por el trabajo que Jimin realizaba.

Bueno, conocía demasiada gente que vendía drogas, porque inevitablemente había muchos junkies en la escena y necesitaban gente que les vendiera su vicio, y no es como si todos los que conocía hubiesen terminado mal y tras las rejas. Los tipos se paraban en un callejón, entregaban la mercancía y luego se iban, desapareciendo como si hubiesen lanzado una bomba de humo para su retirada sin que nadie lo notara.

Soltó una exhalación rendida al momento que Jimin le abrazó por detrás. Cerró los ojos y maldijo por sus adentros.

- Jungkookie...

No me llames así. Estoy enojado.

Besos fueron depositados detrás de su oreja y bajaron por su cuello. Se giró con ganas de protestar, pero la realidad era que no tenía nada para decir. Entonces Jimin aprovechó su silencio y se acercó, dejando su rostro a centímetros, sus narices tocándose. Recorrió el rostro ofendido de Jungkook con sus ojos y le besó la boca. Posó su palma sobre su pecho y comenzó a acariciarlo suavemente, subiendo y bajando sobre la tela de su camiseta. El menor cerró los ojos y se tragó el nudo amargo en su garganta, recibiendo los besos de Jimin, los movimientos lentos de sus labios y la sensación acolchonada de los mismos.

Quería que las cosas estuviesen bien, quería confiar en que todo lo que necesitaban era tener la mente en el futuro que ambos querían juntos, y así trabajarían duro hasta poder estar allí, en ese momento que soñaban. Jimin estaba apostando a lo grande, y por más miedo que a él le daba eso, no podía hacer nada para detener su salvaje y aventurero corazón. Como la vez que había robado unos exámenes a un profesor para que Jungkook supiese qué preguntas iba a tomarle y así poder aprobar. Podría haberse metido en problemas por intentar ayudarle, pero aún así se había arriesgado por él. Y también la vez que irrumpió en su casa, entrometiéndose entre él y uno de los novios de su madre que había querido darle a Jungkook un puñetazo. Jimin empujó al tipo, dándole un puñetazo y sacó a Jungkook de la casa.

Lo llevaba en sus venas, era parte de su naturaleza, y no era quién para despojarle de ello.

Jimin se separó y le miró con ojos que aseguraban estar entregado totalmente a él.

- Lo arruiné para siempre ¿Cierto? – preguntó, sus palabras fueron como una puñalada al corazón - ¿Ya no me quieres?

Idiota. Nunca podría dejar de quererte.

Jungkook tomó el rostro de Jimin entre sus manos y los llevó a un beso profundo y hambriento. El impulso de Jungkook hizo a Jimin trastabillar un poco hacia atrás pero pronto se mantuvo firme para recibirlo. Lo abrazó, lo rodeó con los brazos, apretándolo contra sí y acariciando su espalda con las palmas de sus manos.

- No digas estupideces – Jungkook soltó entre besos.

Le volvía loco su imprudencia, y lo terriblemente encantador que podía ser con todo lo demás. Amaba su vivacidad, su audacia. Amaba su espontaneidad, su risa ruidosa, su sonrisa brillante. Amaba su empatía, su interés por ayudar a los demás. Amaba su valentía y también la odiaba. Le hacía tener una explosión de emociones que se sentían como si estuviese al borde de un ataque al corazón. Latía y dolía profundo.

Arrastró a Jimin por su mano, llevándole entre la gente hacia los baños. Abrió la puerta de un empujón, pasó a un cubículo y lo cerró con ambos adentro.

Y retomó los besos, empujando a Jimin de espaldas contra la pared del costado del cubículo. En ese momento no lograba mantener sus emociones al margen, todo lo que necesitaba para acallar los pensamientos preocupados era recordarse a sí mismo que tenía a su lado a la persona que amaba y que nada podía salir mal mientras estuviesen juntos. Porque daba igual la mierda del mundo, los miedos y las incertidumbres del futuro, su mejor amigo, el chico de quien estaba enamorado, estaba allí entre sus brazos. Lo estaba tocando, abrazando, igual que él. Acariciándose mutuamente, prometiéndose que lograrían superar cualquier obstáculo que se cruzase por su camino.

- Te amo. Nunca voy a dejar de quererte – Jungkook dijo luego de besar su cuello, acariciando la zona con su nariz, inhalando el perfume de su piel. Introdujo sus manos por debajo de la ropa de Jimin, tocando su cintura y proporcionando caricias lentas y placenteras – Te quiero conmigo para siempre – se alejó para mirarle, Jimin tenía sus ojos nublados, llenos de cariño y deseo. Llenos de sentimientos que no lograba expresar con palabras porque no había unas que les hiciera justicia suficiente. Lleno de Jungkook y el amor que sentía por él.

- No me iré a ningún lado – sonrió, su cabeza apoyada hacia atrás contra la pared, sus labios entreabiertos y su respiración agitada – Estaremos juntos siempre - se mordió el labio inferior y le observó con ansias por unos segundos – Aunque pensé que no era posible, cada día me enamoro más de ti. Es por ti que intento ser mejor y salir de todo esto.

- No necesitas hacer nada de eso... - susurró contra sus labios. Acarició las mejillas de Jimin, la angustia le apretó el pecho por ver lo tanto que Jimin se presionaba por él.

- Quiero algo mejor para los dos – respondió Jimin, tragando duro. Sus ojos se cristalizaron, y sus labios temblaron un poco – Quiero que seas feliz.

Jungkook ya era feliz. ¿Cómo no serlo cuando lo tenía a él en su vida?

Bueno, estaba bien, le concedería eso, porque él también iba a hacer todo lo posible para que Jimin fuese feliz.

Sostuvo con sus manos el rostro de Jimin y miró en sus ojos por unos segundos, como si fuese capaz de ver en su interior. Eran ojos que habían visto mucho dolor. Era alguien a quien habían maltratado desde que era pequeño hasta ser lo que era en ese momento; un joven adulto. Los ojos de alguien que lo seguía intentando desesperadamente sólo porque lo tenía a él consigo. Porque tanto Jimin como Jungkook se hubieran rendido de no haberse tenido el uno al otro.

Cansancio, ilusiones rotas, vacío. Eran de las cosas que se lograban ver reflejadas en los ojos de Jimin cuando no estaba ocupado esforzándose por estar bien y por salir adelante. Eran las cosas que pocas veces dejaba ver, y que si alguien las veía sólo era Jungkook. Su confidente, su mejor amigo, su persona favorita en el mundo. Esa tristeza que tenía enterrada en los ojos era lo que Jungkook quería ver desaparecer conforme pasara el tiempo.

Varias veces supo que Jimin había tenido que oír de su padre palabras muy duras. "Eres una pérdida de dinero", "Te escucharé cuando te hayas recibido y conseguido un trabajo decente", "No hay suficiente espacio para ti en la casa". Aunque Jimin no lo admitiese, tenía miedo a ser abandonado. Entonces era cuando estudiaba duro y aprobaba sus exámenes. Porque tal vez así su padre vería que él valía la pena.

Luego de saber todas esas cosas, fue que Jungkook supo que nunca lograría perdonar a ese hombre. Luego de escuchar a Jimin decir: "Prefiero que me golpee a que me hable", escondiendo su dolor con una risa. Porque a Jimin le dolían más las palabras de su padre que los golpes.

¿Cómo iba a privarle a esos ojos de llenarse de adrenalina y brillo? ¿Cómo iba a detenerle de meterse en problemas si era lo que le daba vida?

Jimin conducía rápidamente con su bicicleta sin miedo a sufrir un accidente. Robaba en tiendas y se metía en peleas para ayudar a sus amigos sin pensar en las consecuencias, y se reía con un labio roto y sangrando.

Jimin sentía la vida de manera distinta a los demás. Como quien se corta la piel para recordarse estar vivo.

Para recordarse que si corría peligro era porque él quería y lo elegía. Él tenía el control sobre su vida, no su padre. Ni su falta de dinero, ni cualquier otro factor externo.

Entonces, estaba bien lo que decidieran si lograba llenar los ojos de Jimin de luz y esperanza. Porque tal vez, Jungkook encontraba cierta estabilidad en la vida de siempre, porque era lo familiar, lo que conocían, y era fácil decir que así estaban bien y conformarse. Pero Jimin no era feliz con eso. No podía obligarle a aceptar estar bien con lo que tenían.

Jimin quería más, quería algo mejor.

Después de que miles de pensamientos y recuerdos pasaran por su mente, volvió a besarle, queriendo devolverle la vida con sus labios, la calidez con el contacto de su piel. Pasó sus labios por su mejilla, dejando besos por su piel hasta llegar a su cuello. Jimin soltó un gruñido placentero, y su cuerpo se movió en búsqueda del contacto con el suyo. Y en poco tiempo las manos de ambos se movieron en busca de piel y calor. Removiendo la tela que se interponía entre ellos, levantaron sus camisetas acariciándose el uno al otro. Las yemas de los dedos recorriendo la piel caliente de sus vientres, donde el interior vibraba por la urgencia y las mariposas.

Entre toda la exploración de sus manos bajaron un poco sus pantalones y ropa interior para tocarse piel con piel. Sus cuerpos calientes reaccionaban al tacto ajeno, a las manos juguetonas y los dedos suaves que se deslizaban de arriba abajo, bombeando la sangre y la excitación a través de sus cuerpos. Se besaron entre gemidos y jadeos.

Cuando llegaron al clímax, el orgasmo arrasó con sus alientos. Terminaron inclinados el uno en el otro contra la pared. Intentaron mantenerse de pie, con los ojos cerrados y jadeando aún. Las piernas les temblaban, sus cuerpos se habían relajado por completo y si daban un solo paso sentían que iban a desmoronarse. Se miraron, y se sonrieron, compartiendo ese momento íntimo no sólo físicamente sino también sentimentalmente. Era verse a los ojos y saber que eran a quien tenían que amar para toda la vida. Se sentía correcto.

Una vez que se limpiaron, el mayor movió su mano y tomó la de Jungkook, entrelazó sus dedos y acarició su mano con su pulgar.

- Hm... - Jungkook movió la cabeza un poco de lado tocando la de Jimin, para mirar sus manos - Está pegoteada...

- Oh... - soltó al darse cuenta - No me limpié bien.

Ambos se empezaron a reír.

Se quedaron así por unos cuantos minutos. Pero no querían seguir allí, en Riot. Querían su privacidad, querían esa conexión que sólo lograban cuando estaban solos. Necesitaban estar en su propio mundo por un rato, en su lugar seguro.

Se lavaron las manos y salieron del baño, se tomaron su tiempo para despedirse de sus amigos y salieron del pub con el objetivo de dormir juntos en la casa de Jungkook.

Caminaron tomados de la mano, necesitando sentir el contacto del otro . Y mientras Jimin no tenía ganas de caminar y Jungkook le tironeaba entre risas y sermones, escucharon pasos detrás de ellos. Se voltearon por reflejo, y reconocieron a aquel grupo de cabezas rapadas con quienes habían peleado una vez. Jimin soltó un insulto por lo bajo, que Jungkook no pudo entender pero que supo que la sangre de su amigo se había disparado en sus venas.

- Mírenlos, van tomados de la mano – dijo uno con tono burlón y mostrando una sonrisa socarrona.

- Asqueroso. Los maricas ya ni se esfuerzan por esconderse – soltó otro con la voz cargada de desprecio.

Jimin dio un paso hacia ellos, listo para responder, pero Jungkook lo tomó del brazo y tiró de él.

Para su mala suerte, doblando en la esquina aparecieron tres más, y de repente eran siete. Hombres delgados pero altos y con musculatura.

Jungkook escuchó un sonido metálico, un tintineo que resonaba en la calle donde se encontraban. Sus ojos siguieron el sonido hasta ver que uno de ellos golpeteaba una barra de hierro contra la punta de su borcego. Borcegos con punta de metal.

- Ya no tienen miedo de ser vistos en público.

- Ahora van a tenerlo – y otra barra de metal apareció en la mano de otro, ésta un poco más corta. El hierro estaba oxidado, probablemente de algún cacharro que habían encontrado en la calle.

Cada uno de ellos tenía una sonrisa en su rostro, como si estuviesen anticipándose a la diversión. Estaban regocijándose, en sus ojos se veía placer y sed de sangre. Era odio. Odio puro, crudo e irracional.

A Jungkook comenzó a latirle el corazón demasiado rápido y una descarga de adrenalina le llevó a tirar de Jimin con todas sus fuerzas para comenzar a correr. Jimin le siguió, rindiéndose de poder enfrentarse a ellos. Eran demasiados.

Cuando comenzaron a correr, y los cabeza rapada se quedaron observándolos, esperando a que se alejaran un poco como si fuesen las presas que habían sido liberadas para la cacería. Si no intentaban escapar, no era divertido. Y Jungkook lo notó. Porque cuando comenzaron a correr rápidamente, la ciudad quedó en silencio durante unos segundos, y sólo se escuchaba el sonido de sus pisadas alejándose lo más posible de ellos para escapar.

Entonces escucharon la orden.

- ¡Ahora!

Y allí empezaron a moverse también. Un conjunto de pisadas se oyó correr a toda velocidad como si fuesen caballos de carrera.

No había tiempo de mirar atrás, Jungkook y Jimin corrieron a la par, con el corazón atascado en sus gargantas y sus bocas jadeando.

Era de madrugada y no había un alma más allí, más que las de ellos.

El asfalto estaba ligeramente mojado y brillaba por el reflejo de los pocos faroles que iluminaban esas calles oscuras y marginadas. El olor a basura era bastante común ya que se acumulaban bolsas de desecho en las esquinas o en containers que luego eran abiertos por indigentes en busca de comida.

- ¡Cuando los tengan apunten a sus cabezas! – oyeron por parte de sus persecutores.

No sabían qué tan lejos se encontraban, pero si miraban atrás perderían el equilibrio y podrían trastabillar, o perder velocidad, y con eso estarían acabados.

Movían sus piernas lo más rápido posible, provocando la quemazón de sus músculos, pero aun así tenían fuerzas para seguir escapando.

¿Por qué las cosas tenían que ser así? ¿Iban a matarles? ¿Iban a abrirles la cabeza con golpes de una barra de metal?

Jungkook estaba muerto de miedo, su corazón podía dejar de latir en cualquier momento. Estaba agotado, no tenía aire suficiente y su boca estaba seca por el ingreso rápido y forzado del aire. Si se detenían iban a atraparles. Si se detenía no había forma de que pudieran salvarse. Notó que Jimin estaba igual, su rostro expresaba dolor y desesperación. Si Jungkook hubiera podido lo habría salvado en un segundo, lo hubiera hecho desaparecer de allí. Pero los bastardos que les perseguían no iban a rendirse, querían matarles, estaban hambrientos por ver su sangre correr.

Comenzaron a doblar en las esquinas, cruzaron calles y se metieron por callejones que atravesaban manzanas enteras. Jimin seguía a Jungkook, quien estaba haciendo todo lo posible por tomar algo de ventaja y perderlos.

Tenían que perderlos. Jungkook estaba suplicando por ello mientras corría, y por momentos sujetaba la mano de Jimin para que no perdiera el impulso ante la fatiga.

Tenía terror. Sintió real terror por primera vez en su vida, encontrándose frente a la posibilidad de que alguien lastimara a Jimin y se lo quitaran.

Lograron alejarse bastante de sus persecutores, pero aún oían que estaban persiguiéndoles.

Afortunadamente el camino que tomaron les llevó al vecindario de Taehyung. Siguieron corriendo hasta llegar a su casa, subieron los cuatro escalones a su puerta y comenzaron a golpearla con desesperación.

La madre de Taehyung se asomó abriendo una pequeña ventanilla en la puerta.

- ¡Señora, Kim! Por favor, necesitamos entrar – rogó Jungkook.

- Nos están siguiendo, quieren matarnos – agregó Jimin con temor en su voz.

La mujer les miró espantada. Sus ojos miraban a uno y a otro, debatiéndose en su interior qué hacer.

- ¡Por favor! – Jimin gritó con fuerza, haciendo a la mujer dar un salto en su lugar como si la hubieran despertado de un sueño. Ella abrió la puerta y los dos chicos entraron como una estampida.

Cuando la mujer cerró la puerta y los miró como si fuesen alguna clase de perros rabiosos de los que tenía que tener cuidado. Fue aún más notorio su miedo y desconfianza cuando escuchó los gritos del otro lado de la puerta.

"Cobardes maricones", y algunos insultos más se oyeron por parte de los cabeza-rapada. La señora Kim tenía su mano derecha en el pecho, asustada y disgustada, probablemente pidiéndole a Dios que alejara a todos esos chicos de su vida. Jungkook notó el desagrado de ella ante ellos y la situación, pero poco le importó cuando Jimin comenzó a toser.

- ¿Qué sucede? – le preguntó a su amigo, posando su mano en su espalda mientras este hacía esfuerzos para respirar sin toser. Jungkook estaba agitado, pero Jimin estaba mucho peor que él. Literalmente sin aliento.

- Me cuesta... - comenzó, pero su voz se fue por unos segundos, sin fuerza para hacerse oír – respirar.

- Respira tranquilo – le dijo y le ayudó a sentarse en el suelo, haciendo que apoyase su espalda contra la pared – Respira hondo, abre el pecho.

La palma de Jungkook se posó sobre el pecho de su amigo y comenzó a acariciarlo, intentando transmitirle tranquilidad y que se relajara un poco para permitir que su tórax pudiese expandirse para hacer llegar el aire. En el rostro de Jimin se expresaba el dolor punzante que presionaba su pecho por no lograr recibir el suficiente oxígeno.

- Duele – soltó tembloroso.

- Hazlo despacio. Profundo y despacio.

Había sido demasiada la exigencia, demasiado tiempo corriendo sin parar y con el pánico en el pecho, y Jimin tenía dificultad respiratoria desde la vez que había contraído neumonía.

Alrededor de cinco minutos después, la respiración de su amigo se estabilizó.

- Iban a matarnos... - susurró Jimin, el miedo aún permanecía en su voz, como si estuviese a punto de llorar.

- Se han ido, por suerte... pero aún no podemos salir hasta que nos aseguremos que se alejaron.

El miedo era demasiado grande, al igual que el cansancio de lo que habían tenido que vivir. A penas podían mover sus cuerpos, sus músculos se sentían como garrotes.

No les importó recordar dónde estaban hasta que la señora Kim les interrumpió carraspeando un poco.

- Voy... a llamar a mi hijo – anunció ella, sonando un poco insegura y perdida. Parecía no saber qué hacer al respecto. Pero, a pesar de que ella no estaba feliz con aquella "visita inesperada", les trajo un vaso de agua a ambos, lo cual agradecieron enormemente porque sus bocas y gargantas estaban secas luego de pasar corriendo calles interminables.

Jungkook y Jimin se abrazaron, todavía sintiendo una pelota de miedo y angustia en sus gargantas. Se presionaron juntos y apretaron la ropa del otro con sus puños, resistiéndose a separarse. Casi los habían atrapado, y casi los habían separado para siempre.

Cuando Taehyung llegó, él los abrazó fuerte a ambos y les brindó espacio para que se quedaran allí hasta que amaneciera y estuviesen seguros de que sus atacantes no volverían a aparecerse.

Comenzaron a ser más precavidos, evitando enfrentamientos con ese grupo en particular y cualquiera que pudiese relacionarse con ellos. No se permitieron andar por la calle solos, lo mejor era estar rodeados de sus amigos constantemente al menos por un buen tiempo. Evitaron ser vistos juntos en la calle, también evitaron establecer contacto visual con personas que no conocieran.

Al enterarse de aquella persecución, varios de sus amigos habían querido la revancha, sin embargo, Jimin y Jungkook no querían nada de eso. El ser perseguidos de esa manera, por hombres que estaban llenos de odio y dispuestos a matar, era algo que sobrepasaba sus límites. No eran un par de puñetazos para dejar algunos moretones y cortes. No. Ellos habían ido a por sus cabezas.

Entonces, lo mejor que decidieron fue volver a sus fiestas en la playa y otros lugares, y evitar por un buen tiempo frecuentar Riot y otros pubs donde podían cruzarse con cabezas huecas de homofóbicos.  


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