Efímero
Bueno, bueno, sé que debéis odiarme porque no he subido pero aquí está. Es un poco más largo que de costumbre porque he sido una bruja por no subir y soy consciente; eso sí, os pediría que comentarais y votaseis. Me he propuesto avanzar esta historia cada lunes, pero tampoco puedo prometer nada. Bienvenidas a las nuevas lectoras y espero que disfrutéis.
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–No deberías dejar que nadie te hable así, Honnie. –Mi nombres suena como un pecado en sus labios y maldita sea si no me encantaría pecar.–
Sé que me estoy volviendo loca, sé que la admiración que siento por este hombre tiene que acabar porque no me va a traer nada bueno y porque ha crecido como la mala hierba. Siento que de la noche a la mañana he empezado a sentirme atraída por alguien que sólo me da motivos para alejarme y creo que es precisamente eso lo que me tiene cautivada.
Me encojo de hombros y miro mis pies.
–Hay silencios que funcionan mejor que una respuesta. –Digo, mirándole de nuevo a los ojos.– No soy de decir lo que pienso a quién no lo merece, tampoco es que él vaya a dejar de ser tan gilipollas porque yo le pare. –Me encojo de hombros otra vez, golpeando levemente con el pie una rama que se encuentra justo debajo de mis pies.–
–Y entonces, ¿qué? –Dice con un tono relajado que esconde un deje de enfado tras de sí.– ¿Dejas simplemente que se metan contigo?
–Mira Daryl. –Digo haciendo una pausa, tratando de encontrar las palabras exactas.– Lo que a mi me molestaría no es que él fuera un imbécil, si no que yo llegara a serlo sólo por su actitud. ¿Él quiere serlo? Adelante, pero no va a conseguir que yo me enfade o me ofenda, que es básicamente el objetivo de los imbéciles.
Mi respuesta hace que frunza el ceño y me mire, escudriñándome cómo si acabara de soltarle la teoría de la relatividad.
–¿Qué? –Digo confundida.–
–Nada, nada. –Dice encogiéndose de hombros.– Sólo que no lo había visto así.
Sin más se adentra aún más en el bosque y lo sigo, tratando de alcanzarle pero mis pasos son más cortos y tengo que medio correr para llegar a estar a su lado.
–Me dices esto porque nadie nunca se mete contigo. –Le digo, tratando de entablar conversación.–
No me mira y tampoco contesta, pero estoy segura de que me ha escuchado.
–Y una mierda. –Suelta.–
Me sorprende el contraste entre su tono y sus palabras. A pesar de lo que dice no parece estar enfadado ni molesto, así que supongo que su manera de hablar se basa en palabras malsonantes y frases cortas.
–¿Por qué? –Le digo, intentando saber un poco más de él.–
– Nada.
Y vuelve a cerrarse; cuando creo que va a empezar a mostrarse vuelve a atrincherarse en el foso que parece haber construido a su alrededor. Lo peor de todo es que me da igual lo que me esté esperando si decido avanzar. Maldita imprudencia y maldito él por cruzarse en el camino de alguien tan curiosa como yo.
–A Don le caerás bien. –Segura de que cuando nos reencontremos será capaz de entablar mejor conversaciones con él que yo.–
Me mira por un momento, como si quisiera saber qué es lo que estoy sintiendo, y vuelve a dirigir su mirada al frente.
–¿Por qué hablas de eso como si fuera a pasar?
Si no fuera porque empiezo a conocerle, me habría dolido la manera en la que ha insinuado que jamás voy a encontrarle.
–¿Por qué no?
–No sé, tal vez no ocurra nunca. –Dice escupiendo a un lado, hecho que me hace encogerme porque odio que hagan eso.–
–Bueno, porque hay dos maneras de pasar por esto: afrontar que jamás volveré a verlo y sufrir constantemente, o tener esperanza y que eso me haga querer luchar por encontrarlo.
–Vas a sufrir de todas maneras cuando veas como anda hacia ti para comerte.
Sus palabras encogen mi corazón y lo estrujan, echándolo al suelo conmigo. Duele, duele que me digan que Don está muerto porque una parte de mí se aferra a pensar que voy a volver a verlo y la otra me dice que soy estúpida e irracional y que Don probablemente no vuelva a estar delante de mí jamás. Así que cuando la poca esperanza que tengo se ve aplastada por Daryl las ganas de llorar me abrasan y, extrañamente, dejo que salgan.
Y entonces Daryl se gira y me encara, enarcando una ceja cuando ve que estoy hecha un desastre con solo una frase.
–Lo tuyo es ser cruel por diversión, ¿no es así? Tú no eres imbécil, simplemente no tienes corazón. –Le digo negando con la cabeza, porque que Scott me trate como la mierda me da absolutamente igual pero no que lo haga Daryl; extrañamente sus palabras tienen un efecto en mí que querría que no tuvieran pero que es inevitable.
Parece contrariado y por una vez des de que lo conozco hay un atisbo de arrepentimiento en sus ojos; casi tan pequeño que creo que lo he imaginado.
–Lo único que digo es que no puedes pasar tu vida dependiendo de alguien más. –Dice, extrañamente con una voz mucho más suave de lo que me tiene acostumbrada.– Que lo encuentres es un plus, no un objetivo; si no verás tu vida depender sólo de eso y ¿que va a quedarte si llegas a encontrarlo muerto? –Su falta de tacto con las palabras es una característica principal de él y no sé si me enfada o me duele, pero no me hacen ni pizca de gracia.–
– ¿Para que iba a querer vivir en este mundo de mierda si no es por estar con mi hermano? –Digo alzando la voz y levantando las manos, enfadándome de repente.–
–Por ti. –Grita mirándome de lado, levantando su mano derecha y apuntándome con el dedo.–
En parte tiene razón, pero no me quiero lo suficiente como para creer que yo sea un motivo suficiente como para tener ganas de vivir.
Niego con la cabeza y noto las lágrimas deslizándose por mi cara, golpeándome mentalmente por dejar a Daryl ver que soy débil y dándole la oportunidad de saber qué es lo que me hace daño.
–Si dejaras de odiarte todo el jodido tiempo tal vez te quedaría algo para quererte un poco, mujer. –Grita enfadado acercándose a mí.–
Y es entonces cuando me doy cuenta de que tiene razón. Siempre he estado intentando hacer las cosas bien, lo correcto, porque tenía miedo que si no lo hacía eso podría subrayar aún más todas las cosas malas que tengo. La vida que llevaba antes de que todo empezara, o más bien acabara, era una vida según la conveniencia social y haciendo todo lo que se esperaba de mí; dejando de lado las cuatro cosas que me hacían disfrutar no me di el lujo de quererme y por lo contrario pasé el tiempo intentando buscar cosas con las que distraerme para no afrontar que por encima de todo estoy yo.
Agacho la cabeza y asiento, sorbiendo la nariz. Me seco las lágrimas y levanto la cabeza.
–Lo sé, sólo no sé qué hay en mí que pudiera llegar a querer.
–No soy nadie para decirlo, ese es tu asunto.
No es que esperara que él contestara con todas las cosas buenas que él puede ver en mí, pero su reiterada falta de tacto me hacen querer golpearlo.
–¿Tú te quieres? –Le suelto con voz ahogada.–
Se encoge de hombros.
–No, Daryl. –Le pido.– Háblame.
Me mira unos cuantos segundos y vuelve a encogerse de hombros. Suelta un gruñido y ni siquiera me mira.
Le cojo de la mano en un acto que creo que me sorprende más a mí que a él y le acaricio la palma, para luego retirarla de golpe cuando caigo en la cuenta de lo que estoy haciendo realmente.
–Dímelo. –Vuelvo a suplicar.–
–No, supongo que no. –Dice, por fin mirándome durante unos instantes a los ojos para luego apartarlo de nuevo, jugando con su ballesta.–
Y es en ese momento cuando me doy cuenta de lo que hace siempre que habla. Daryl no suele mirar a los ojos, y tampoco habla de frente; su pelo cae ambos lados por lo que si agacha la cabeza, cosa que hace todo el tiempo, es capaz de esconder su cara entre los mechones. Daryl no es fuerte, Daryl tiene miedo: pero aún no sé exactamente de qué.
–No hay mucho que sepa de ti, pero no veo nada que pudiera hacer que no te quisieras. –Quiero golpearme de nuevo por décima vez en cuanto las palabras abandonan mi boca.–
Me mira de nuevo, tratando de descifrar si bromeo. Y de nuevo, vuelve a dejar su mirada en el suelo.
–Eso es porque no sabes una mierda de mí. –Suelta frío y cortante, helándome con el tono con el que dice esas palabras.–
Y sin más, me deja de nuevo sola, llevándose con él sus miedos y sus inseguridad, dejándome a mí con ganas de querer saber más y más del hombre que se esconde todo el maldito tiempo bajo una fachada cargada de falsa seguridad y de mal humor. Y sólo puedo alegrarme por el efímero acercamiento emocional que he logrado con él.
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