Daryl
Hola! Soy Claudia y la verdad es que estoy empezando. Aún que es la segunda historia que publico, soy una novata. Así que agradecería muchísimo cualquier comentario en relación a la novela: Críticas (constructivas, por favor), preguntas sobre algo que no entendáis, preguntas sobre los personajes... CUALQUIER COSA! También podéis votarla para así hacerme saber que voy en buen camino o simplemente votad para subirme la moral hahaha Estaré más que encantada de responderos. Disfrutad!
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El agarre del hombre tras de mí no cede y por un momento pienso que voy a quedarme sin respiración. Desesperación golpeando mi garganta con violencia. Presa del pánico, empiezo a toser tratando de aliviar el dolor arduo que se ha instalado en mi garganta.
–¡Vas a matarla! -Grita el chico asiático levantándose del suelo con rapidez.-
De repente, siento que me empujan por detrás y creo que voy a caerme al suelo pero me estabilizo como puedo. Al darme la vuelta, alzo los brazos en señal de rendición pues sigue apuntándome y no tiene pinta de querer bajar el arma de ninguna manera.
Es un poco más alto que yo pero su aspecto rudo y la fuerza que emana de él lo hacen ver brutalmente más grande que yo, que me encuentro encogida de miedo. Debe tener, por lo menos, diez años más que yo aunque suponer edades con todo lo que está pasando es tremendamente difícil; la gente se conserva peor. Su cara está aplacada por la ira y sus ojos, de un azul peculiar, están escondidos por su pelo castaño oscuro, el cual cae a ambos lados de su cara. Es guapo, sin duda, pero tal vez demasiado agresivo para mi gusto. Sus brazos fornidos están alzados, haciendo que el arma se encuentre justo a la misma altura en la que está mi cabeza. El deje de locura que me proporcionan sus ojos me hace caer en la cuenta de que va a matarme sin importarle nada si decido no hacer lo que sea que el desee que haga. Tampoco tengo ganas de lidiar con más problemas, por lo que opto por la sumisión. Sé que des de que todo se ha ido a pique, la gente ha dejado atrás gran parte de la humanidad que pudiesen tener.
El chico asiático avanza hasta quedar justo al lado de él. Y es ahí, cuando me doy cuenta de que el chico de ojos azules lleva una ballesta en su espalda. Es una arma un tanto peculiar y creo que la asociaría con alguien que tuviera una puntería tremendamente buena, por lo que eso reafirma el hecho de que como de un paso en falso no va a dudar ni un segundo en apretar el gatillo.
–¿Estás sola? -Dice el chico que me ha defendido minutos antes.-
Asiento temerosa, aún alzando las manos.
–¿Quién más está contigo? -Esta vez es el de la ballesta quién habla, mirando hacia los lados por si no estamos solos. La frialdad de su voz me congela unos instantes hasta que el rasgar de su voz rompe el silencio de nuevo.- ¡RESPONDE!
Aturdida, sacudo la cabeza, lágrimas resbalando por mis mejillas. Bajo los brazos pues empiezo a notar que se están entumeciendo. El ojiazul aprieta más el arma, no confiando en que no haga nada estúpido.
–Es-estaba con mi hermano y un chico más. –Me maldigo mentalmente cuando mi voz suena tremendamente débil pero continúo.– Fuimos a unas casas cerca de aquí a por provisiones y nos alcanzaron unos quince, tal vez, veinte infectados. Yo no sé pelear así que mi hermano me gritó que me fuera. Y es cuando me encontré con él, lo juro. –Soy consciente de que mis palabras se atropellan entre sí y sé que estoy a punto de rogarles que me dejen en paz.–
–¿Cuán lejos está tu campamento de aquí?
–No sé, a una hora. Tal vez un poco más.
Veo que intercambian unas palabras, luego el asiático asiente.
–Tú nombre. -Exige el chico que me apunta acercándose a mí.–
–Hon-Honnie.
Pego un salto cuando sus manos me recorren entera buscando algo pueda llegar a usar en su contra y me quita el cuchillo que llevo en mi cinturón, nunca dejando de encañonarme. Tiemblo ante su sola presencia y es cuando deseo no haber salido jamás de nuestra casa. Me agarra las manos y me las ata con una brida haciendo que queden atadas frente a mí. Quiero pensar que carga esas bridas para hacer trampas y no porque son expertos en raptar a gente.
–Bien, Honnie. No podemos confiar en lo que dices. No después de todo lo que hemos pasado. Así que te vienes con nosotros.
Y niego repetidas veces con la cabeza cuando oigo sus palabras; debo volver con Don. El chico del arma me agarra antes de que pueda siquiera correr y es entonces cuando mi odio hacia él aumenta aún más. Mi vista se ve opacada cuando un mano cubre mis ojos y sé que han debido ponerme una bolsa en la cabeza para que evite saber hacia dónde estoy yendo.
–No, no. Por favor, dejadme ir. Por favor. –Ruego retorciéndome.–
–Andando. –Dice toscamente.–
Siento que soy empujada levemente por mi baja espalda y una mano se agarra a mi brazo, guiándome, pues no puedo ver absolutamente nada. Un sentimiento de vulnerabilidad me abruma.
Sigo caminando a trompicones sintiendo que han pasado, más o menos, quince minutos des de que he dejado de ver dónde estamos. Mi boca está completamente seca y el Sol pica con fuerza aún con los arboles cubriendo el cielo levemente. Sin querer, siento una piedra bastante tosca bajo mis pies y pierdo el equilibrio, cayendo de rodillas al suelo. Mis ojos se cierran ante el impacto y sé que debo haberme hecho una herida por la caída pues me escuecen ambas con fuerza.
Un brazo me alza con fuerza, casi sin darme tiempo para recobrar el equilibrio.
–Ya estamos por llegar. –Me informa el chico asiático.– Por cierto, soy Glenn y él es Daryl.
Este último gruñe, supongo que porque Glenn ha dado más información de la que debería.
Pasan cinco minutos más hasta que oigo una reja abriéndose para luego ser cerrada de nuevo tras de mí.
–¿Quién es ella? -Habla una voz desconocida para mí y supongo que hemos llegado al campamento de ellos.-
Y no sé exactamente qué sentir, si alivio por estar con alguien o si precisamente, sentir miedo por no estar sola.
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