➸ O1
Apenas una hora después el moreno se había arrepentido completamente de lo que le había dicho por teléfono a aquel chico algo pálido que aún habitaba en el cual había sido su hogar, Beacon Hills.
Irónicamente, había mandado a sus amigos a la boca del lobo.
Estacionó su motocicleta a un lado del jeep azulado, maldiciendo para sus adentros el no haber llegado primero.
¿Quien sabe por qué estaban pasando ahí dentro?
Impulsado por aquella pregunta, dejó su casco sobre el vehículo y se apresuró en llegar al lugar. Dos hombres vigilaban la entrada, tratándose de Las Calaveras se había esperado algo mucho peor. Inspecciono de pies a cabeza a ambos guardias y a simple vista notó al menos dos formas de poder atacarlos de manera rápida y efectiva para dejarlos inconscientes.
"Siempre se el primero en atacar." Le había enseñado su padre.
Aquella era la primera de las tres reglas que le había inculcado desde que era un niño.
"A los lobos no le gusta la electricidad." Fue la segunda.
"Tu hermana jamás debe saber esto." Era la tercera.
Su mente se vio empapada de imágenes de la castaña, cuan contagiosa resultaba su risa para él, las miles de veces que él se había echado la culpa de algo que ella había echo sólo para protegerla, las cientos de charlas que tenían, los momentos en los que simplemente miraban una película juntos o en el sofá o cuando eran niños y corrían y jugaban felices, sin importar el escenario, sin importar cual lugar fuera, porque mientras estuvieran juntos, todo se sentía como un hogar.
Y entonces todos aquellos felices recuerdos fueron interrumpidos por la imagen de ella cayendo, para Alec, aquello había sucedido en cámara lenta. Ni siquiera había visto al oni acercarse a ella, y para cuando pudo intentar hacer algo, era demasiado tarde, aquel horrible ser ya había retirado su espada del cuerpo de su hermana.
Recordaba perfectamente aquella sensación de como su garganta se cerró, impidiéndole respirar, sus manos temblaban más de lo que jamás habían temblado. Nunca se había imaginado sentirse de aquella manera, tan frágil... O mejor dicho nunca se había imaginado que era tan frágil, ya que en aquel momento, se encontraba roto.
Regreso a la realidad, mantuvo la cabeza gacha y del interior de su chaqueta negra sacó una carta con una calavera en ella, enseñándosela posteriormente a la cámara sin necesidad de indicaciones de donde se encontraba, ya que había sido una de las primeras cosas que había notado al llegar.
Un sonido se escucho y posteriormente la puerta se abrió, permitiendole la entrada al pelinegro.
Camino por un pasillo rojizo hasta que éste acabo en una gran sala redonda y repleta de gente, la música llegaba a sus oídos con demasiada intensidad para su gusto. Alec detestaba aquel tipo de música.
"Lo que hago por estos idiotas." Pensó soltando un bufido.
Se dedico a buscarlos entre la gente, con algo de suerte aún no resultaría tan tarde, sin embargo, aquel no fue el caso, por lo que una vez comprobó que sus amigos ya no estaban allí, se dirigió al primer guardia que encontró.
—Quiero hablar con ella.—Dijo sin más, sabiendo a la perfección que aquel hombre sabía a lo que se refería.
El hombre no se inmutó, mantuvo la misma expresión y una vez Alec acabó de hablar, volvió su mirada al frente, haciendo que el menor rodara los ojos.
El chico tomó el cuello de su remera y lo bajo en dirección a su pecho, dejando a la vista el tatuaje con el símbolo de la familia Argent.
El hombre sacó un walkie talkie del bolsillo de su chaqueta y luego se lo puso a la altura para decir:—Tenemos a un Argent aquí.
Alec no logró entender la respuesta que el hombre recibió gracias a la música, sin embargo, cuando éste abrió la puerta detrás de sí, sólo asintió y pasó por ella seguido por el hombre, encontrándose nuevamente con otro pasillo.
—Ella se encuentra ocupada.—Habló el hombre haciendo que frunza su ceño levemente—Espero que pasar un rato en la sala de espera no sea un inconveniente.—Agregó mientras otros dos hombres aparecían al final del pasillo.
Alec levanto una ceja, preguntándose a si mismo si aquello era un chiste. Cuando el guardia tomó su brazo el chico sonrió divertido.
En casi un sólo movimiento, Alec dio una fuerte patada en el estomago del hombre, y luego, cuando éste se retorció a causa del dolor, impacto su codo sobre su nuca. Sabiendo que luego de aquello los otros dos guardias sacarían sus armas, tomo al hombre del cuello y se puso detrás de él para luego registrarlo, en busca de su arma. Los guardias comenzaron a disparar, sin embargo, ninguna bala acertó a Alec, sino al hombre con el que se cubría, entonces el pelinegro encontró el arma y rápidamente la sacó, sin dudar ni un segundo antes de dispararle a ambos hombres.
Acertó en una pierna y un brazo en cada uno, justo como quería hacerlo. Era cierto que tenía mucha más experiencia con el arco, y que de no ser algo que hubiera llamado la atención al entrar, hubiera traído el suyo sin pensar.
Se aseguro de dejar inconsciente al hombre con el que se estaba cubriendo y luego lo dejó caer para correr hacia los otros dos, pateo a uno en la cabeza, dejándolo en el mismo estado que el anterior y cuando sólo le faltaba uno, éste habló asustado.
—¿Qué eres?—Preguntó aterrado.
—No quieres saberlo.—Respondió por lo bajo para luego golpearlo, llevándolo al mismo estado que a los otros dos.
Y era verdad, desde la muerte de su hermana... Había algo oscuro en él.
Se veía capaz de hacer cosas que apenas un año atrás hubiera llamado atrocidades, o cosas dignas de un asesino.
Siguió avanzando por el pasillo hasta que éste se bifurcó en dos caminos, en uno de ellos, vio una puerta metálica vigilada por dos hombres, agradeció en sus adentros que se lo hayan puesto tan fácil y luego se dispuso a ir hacia ella para liberar a sus amigos, sin embargo, su cuerpo se paralizo al escuchar una voz proveniente de aquella puerta.
Stiles.
Toda aquella acción había disparado la adrenalina en él, y estaba acostumbrado a que cuando aquello sucedía, ésta continuara en su organismo hasta que terminara la misión. Sin embargo, al escuchar la voz de Stiles, sintió un escalofrío recorrerle la espalda y su piel se puso de gallina.
No había hablado con ninguno de los chicos salvo justamente con él. Y apenas lo había hecho hace unas cuantas horas atrás, cuando llamó preguntándole si es que sabía donde encontrar a Las Calaveras. El pelinegro le dio la información sin pedir ningún tipo de ésta a cambio, sin embargo, Stiles le había contado como Derek había desaparecido y como estaban seguros de que ello era causa de aquellos cazadores. La verdad es que el chico sólo quería hablar lo máximo que pudiese con Alec, a pesar de que éste quisiera justo lo contrario.
Los recuerdos se dispararon en su mente, lo vio años atrás, cuando apenas llegaban a Beacon Hills, lo recordó riendo y utilizando su sarcasmo, él era una de las pocas personas que lograban hacerlo reír con cualquier tontería, además, parecían compartir todos los gustos, películas, series, comics... Todo su primer año había sido un drama ya que no sólo debía lidiar con su doble vida de "adolescente de día y cazador de noche", sino además con que todos sus amigos se encontrarán en el lado contrarío al que él estaba. Otro recuerdo que abordo su mente apenas su voz llego a sus oídos fue aquel día en el que se enteró de que su madre había muerto, Alec prácticamente había corrido a los brazos de Stiles, quien sin dudarlo lo contuvo durante toda la noche. Uno de los mejores recuerdos que Alec guardaba del chico era del día después de aquella noche, cuando despertó con Stiles con un brazo rodeando su dorso, manteniendolo aferrado a él... Aquella había sido la primera vez que había dormido junto a Stiles.
Se obligo a volver a la realidad y disparo a ambos guardias, tomándolos completamente por sorpresa, luego corrió hacia ellos para repetir el proceso que había hecho anteriormente con los otros hombres inconscientes en el pasillo y una vez esos dos también lo estuvieron, quito la cerradura de la puerta, abriéndola segundos después.
Malia se encontraba transformada, ésta corrió hacia él apenas se abrió la puerta seguramente pensando que se trataba de un guardia, sin embargo a pesar de los gritos de Stiles, la chica se choco contra una pared invisible, siendo rebotada al suelo.
—Así que ella es Malia.—Dijo Alec más para si mismo antes de pasar su pie sobra la linea de ceniza de cerval de su lado de la puerta.
—¿Alec?
Stiles sonó impresionado, claramente no pensaba encontrarse con él. La mirada de ambos se conectaron durante unos cuantos segundos, no dijeron ni una sola palabra, no era necesario hacerlo. Ambos eran completamente capaces de permanecer así por mucho más tiempo, pero esto no fue así gracias a Malia, quien se levantó ahora nuevamente como una humana.
—¿Quien eres?—Preguntó frunciendo el ceño.
—Llámame el chico que los sacará de aquí.—Respondió Alec, dando la señal para que ambos salgan de aquel lugar.
Los tres comenzaron a caminar por el pasillo, ambos seguían a Alec seguramente pensando que el muchacho sabía exactamente a donde ir. Al menos daba la impresión de saberlo.
Tal vez fuera por su expresión seria o su seguridad al caminar, pero Alec siempre parecía saber que estaba haciendo a la perfección.
—¿Saben algo de los demás?—Preguntó a sus acompañantes.
—Escuché a Scott, lo están torturando.—Le informó Malia.
—¿Sabes por donde?
Malia asintió señalando a la izquierda y entonces los tres se enfocaron en dirigirse en aquella dirección. Tardaron más bien poco en encontrar el lugar, la puerta nuevamente se encontraba vigilada, aunque la coyote le quitó todo el trabajo al pelinegro.
Dentro de la sala había varios cazadores, uno sostenía a Kira del brazo, quien estaba frente a una especie de maquina conectada a unas sillas en el centro de la sala, en la de la izquierda se encontraba una aterrada Lydia, mientras que en la de la derecha un sudado Scott.
"Allison no perdonaría aquello." pensó; un "Yo tampoco." se agregó rápidamente a aquello.
Puede que hubiera perdido todo contacto con ellos desde lo sucedido. Sin embargo, ellos seguían siendo sus amigos.
Ellos seguían siendo su manada.
—Alec Argent.—Habló una mujer pelirroja en el centro de la sala, Alec reconoció al instante de quien se traba—¿Cómo está tu hermana cariño?—Preguntó fingiendo cordialidad al voltearse.
Alec volvió sus manos un puño.
—¡Araya! Bueno, supongo que como su esposo.—Respondió el cazador—Oh, no, lo siento ¿Usted nunca tuvo uno verdad?
La mujer río frente a aquellas palabras y se hundió en hombros.
—Que puedo decir, jamás fui muy buenas en las relaciones.—Habló—Me hacen sentir encadenada.
—¿Por eso encadena a otras personas?—Preguntó esta vez Stiles y miró a Lydia y Scott.
La única razón por la que no se habían lanzado sobre ellos es que la mitad de los cazadores en el lugar sacó una porra eléctrica en el momento en el que llegaron, dejando en claro que debían pensar antes de actuar, aunque Malia se encontraba gruñendo.
—Todo sería mucho más sencillo si sólo me dijeran quien pudo hacerlo.—Respondió la mujer volviendo su vista a Scott—¿Quien podría secuestrar a Derek? ¡¿Quien es la loba?!
—Ya le dijimos que no lo sabemos.—Dijo Lydia.
Alec mordió su labio.
—Es mí tía.—Respondió logrando que todos clavaran la mirada sobre él.
—¿Qué?—Logró preguntar Scott totalmente desconcertado, al igual que el resto de las personas en la sala.
—Peter no logró matarla, sólo activó los genes que aparentemente llevamos los Argents en la sangre.—Explicó el pelinegro.
—No lo entiendo.—Stiles interrumpió el silencio que el chico había causado—¿Los Argents tienen sangre de lobo?
—No.—Respondió Alec—De jaguar.
—Lo que nos faltaba.—Alec juró escuchar murmurar Stiles.
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