Capítulo 8
Si alguien quiere ser parte seriamente de tu vida, seriamente hará lo imposible para llegar a ella.
Ingreso a mi casa y Benji olfatea mis zapatos cuando se encuentra conmigo en el vestíbulo, arrastro mi vieja bicicleta hasta la parte trasera de la casa y la recuesto contra la pared.
Me dirijo la cocina por un vaso de agua, había pedaleado por más de una hora y estaba sedienta. Atino que son mis padres cuando el teléfono suena en el bolsillo de mi suéter. Lavo rapidito el vaso que utilice y me seco las manos en un paño que colgaba de la estufa.
Ruedo los ojos con fastidio y hago una negación con la cabeza mientras le respondo.
"Hola Ángel ¿Llegaste bien? Es Jack".
"Si, el gran premio mayor ha llegado bien a su casa"
"Sigues creyendo que eres una puesta ¿eh?"
"Hasta el fin del mundo"
"¿Quisiera saber por qué desconfías tanto? Hasta donde yo sé, no te he hecho nada malo"
"No, pero yo sé que tú estás detrás de mí por la bendita apuesta, no porque te gusto"
"Déjame demostrarte que no eres una apuesta y que estoy detrás de ti porque me encantas"
"Te estoy haciendo las cosas más sencillas no tienes por qué seguir haciendo esto, no tiene sentido que sigas porque yo sé que lo haces, pero no lo vas a admitir, déjame en paz y busca otra que si caiga en tus juegos. "
Apago el teléfono después de enviar el mensaje y dejo caer boca arriba sobre las almohadas de mi cama.
Los recuerdos de mi pasado comienzan a acorralarme y dejarme sin aire, me levanto de la cama y trato de canalizar con los ejercicios de respiración.
****
Seco el sudor de mi frente con una toalla y termino de beberme la botella de agua. Dejo caer sobre mi cuerpo sobre el sofá y recuesto mi espalda en el respaldo. Cerrando los ojos inhalo y exhalo profundamente para poder respirar con normalidad.
Estaba exhausta, mi cuerpo estaba completamente sudado y la cabeza me palpitaba como si me estuvieran martillando.
Es más complejo hacer ejercicios en casa cuando no tienes un asesor que te indique lo que debes hacer, pero no me quedo otra salida que hacerlos en mi humilde hogar.
Mis ojos miraban fijo al techo mientras recordaba con molestia la razón porque hice los ejercicios aquí en vez de ir al gimnasio como todas las semanas y no sé si llamarle esto pesadilla o casualidad - aunque era lógico porque ambos vivimos en el mismo barrio y es el más cercano- me molesta igual que haya elegido precisamente ese.
Cuando ingresé al gimnasio casi me da un infarto al verlo, sentí que el cuerpo se me paralizó y no sé cómo pude huir antes de ser pillada por sus esmeraldas, intimidadoras.
Recuerdo que estaba en la máquina para fortalecer los brazos justo al lado de las caminadoras y de las bicicletas, las que uso para realizar mi rutina de calentamiento y para llegar a ellas tenía que pasar por el frente de sus narices y he tratado de borrar su imagen de mi mente pero desde que salí de allí desgraciadamente no he podido.
Jack llevaba puesta una sudadera negra pegada a su torso que mostraban claramente el buen trabajo de esa zona de su cuerpo y unos shorts cortos del mismo color que dejaban apreciar sus largar piernas. Sus estaban ojos sellados y su cara se contraía cuando imponía fuerza a sus brazos. Tenía las mejillas tan rojas que parecía que iban a estallar, el cabello le caía húmedo por la frente y una fina capa de sudor cubría todo su esplendor.
Él estaba tan centrado en su rutina que no se percataba que tenía medio gimnasio observándolo. Hasta los hombres no pudieron resistirse, algunos lo miraban con recelo y otros con asombro porque se estaba robando la atención de todas las chicas.
Soy consciente que Jack es un hombre guapo, jamás imaginé que tanto. Solo fueron unos segundos que mis ojos pudieron apreciar, pero mi mente lleva horas recobrando una y otra vez la imagen de él.
—Cariño pensé que estabas en el gimnasio —dice la voz de mi madre sacándome de mis inevitables pensamientos.
—Hola mamá —saludo mirando hacia la entrada principal —. Acabó de terminar.
—¿Acabas de terminar? —repite confundida.
—Hice mi rutina aquí.
—¿Y qué pasó? —pregunta más confundida —. ¿Por qué los has hecho aquí?
Jack me obligó — dije en mi mente.
—Cariño se te olvido...— giro mi cuello hacia mi padre quien también se asombra al verme —. ¿Mi vida? ¿Qué haces aquí?
—Hoy hizo ejercicios aquí — le informa mi progenitora.
—¿Qué? —exclama sorprendido —. ¿Estaba cerrado, mi amor?
—Voy a leer.
—Cariño —reprende mi papá.
—El gimnasio estaba muy lleno— suelto lo primero que se me viene a la mente —. Y ustedes saben que los espacios llenos de gente me agobian, así que preferí hacerlos aquí.
—Si los espacios cerrados a mí también me agobian, te entiendo, lo bueno es que no perdiste el día —comenta mi papá comprensivo y se acerca para darme un beso en la frente, sin importarle lo sudada y asquerosa que estaba.
Menos mi madre, ella me lanzaba mirada de suspicacias, que si no salía de aquí cuanto antes iba a interrogarme.
****
La voz de mi mamá se escucha al otro lado de la puerta, cierro el cuaderno y dirijo mi vista hacia la entrada. Ella entra después de dar mi aprobación y camina hasta mi cama sosteniendo una bandeja.
—¿Por qué no me llamaste mami? —dije extrañada.
—Quiero hablar contigo.
—¿De qué? —me hago la inocente, pero yo sé a qué ha venido.
—A tú papá es muy fácil de engañar, pero a mí no. Algo pasó en el gimnasio y quiero la verdad. Cuéntame.
—Nada mamá, ya se los dije, estaba lleno y por eso hice mis ejercicios aquí.
—Has estado muy extraña desde hace varios días y sé que no se debe a la universidad.
—Es un examen que me tiene preocupada — entre cierra los ojos incrédula.
—Tienes mi confianza, puedes decirme lo que sea.
Mis ojos se humedecen y mi pecho se contrae al sentir sus manos cálidas sobre las mías. Hago una negación y respiro hondo para aguantar las ganas de llorar. No quería que ella se enterara, no después de ver todo lo que sufrió por mí y lo que menos deseaba era verla revivir esto.
—¿Qué pasa?
Me quedo callada y me trago el llanto que está a punto de salir de mi garganta.
—La razón por la que no fui al gimnasio es porque hay un muchacho de la universidad que...
—¿Te está insultando?
Tomo aire y me limpio las lágrimas que no sabía que tenía.
—Me dice cosas.
—¿Cosas que mi vida?
—Cosas — soy capaz de decirlas, porque sé que no son verdad y estas me incomodan —. Me dice que le parezco linda y también que le gusto, pero yo sé que son mentiras.
—¿De verdad mi amor? —dice asombrada y esa no era la reacción que esperaba —. ¿Y cuéntame cómo se llama el joven?
Ruedo los ojos.
—Jack.
—Oh, qué nombre tan sexy —pongo una mueca —. ¿Por qué piensas que son mentiras?
—Porque un tipo como él no se fijaría jamás en alguien como yo.
—¿Y por qué no? —levanta mi mentón, hago una negación —. Eres una mujer linda, inteligente, dulce, maravillosa. ¿Por qué no le gustarías a un chico? Cualquiera se puede enamorar de alguien como tú.
—Me está apostando.
Ahoga un grito y retira su mano de mi mentón, asombrada, consternada.
—¿Por qué piensas eso? —pregunta en un hilo de voz.
—Tiene las mismas actitudes de Axel —sus ojos se quedan fijos con la mención y su rostro palidece un poco en el acto. Paso despacio y reprimo las ganas de llorar oprimiendo mis labios fuertemente —. ¿te das cuenta por qué no creo lo que dice? Se parecen y yo no estoy dispuesta a repetir esa historia, por segunda vez, no.
—¿Lo has enfrentado?
—Miles de veces —explico con frustración —. Pero él lo niega tres mil veces más y me dice que, si le gusto, que va a demostrármelo — niego — Hoy enfrentó con sus amigos para que le creyera.
—¿Y ellos que dijeron? — la miro con obviedad.
—Jamás le van a llevar la contraria, fácilmente pudieron ponerse de acuerdo entre todos.
—¿Y si ese joven de verdad siente algo por ti? — cuestiona después de un breve silencio.
—No lo hace mamá.
—Cariño — niego rotundo, ya se lo que me va a decir — no todo el que se acerca a ti lo hace para hacerte daño, escucha por favor.
—No mamá.
—No puedes seguir cerrándote de esa manera.
—Es mejor así, lo prefiero mil veces, no me interesa conocer a nadie.
—Comprendo que lo que te hicieron fue horrible y padecí cada una de tus lágrimas— mis ojos se llenan de lágrimas y siento como el pecho se me hunde —. Pero han pasado cinco años mi amor. Todos en la vida crecemos y maduramos. ¿Qué tal si ese chico si te quiere de verdad?
—Él no lo hace.
—Porque te volviste desconfiada y no te permites ver más allá, no te deja ver qué no todas personas son iguales.
—Si lo son mamá, todas están cortadas con la misma tijera.
—¿Y si estas equivocada? — niego resignada—. Dime ¿Él te gusta?
—Me inquieta.
—¿Y es guapo? —interroga curiosa.
—Demasiado —las imágenes de él haciendo ejercicios, sus ojos, su sonrisa al estilo William Levy, su cabello.
Si el condenado es hermoso.
—¿Estudia contigo?
—Está en otra facultad creo que en medio audiovisuales y fotografía —explico con desdén, pero parece que estudiara en la mía porque desde que empezó a hablarme casi no la deja —. Es amigo de un compañero de mi clase.
—¿Estudian cerca?
Rueda los ojos.
—Por desgracia.
Se ríe.
—No tengas miedo — aprieto los labios con temor — la historia no se va a volver a repetir y si te sirve de ayuda tú llevas la delantera en esto —frunzo las cejas —. Ponlo a prueba.
¿Qué?
—¿A prueba?
—Él dice que te quiere demostrar que no hay apuesta ¿no es así? —asisto —. Bueno si de verdad está interesado en ti y está dispuesto a demostrarlo entonces ponlo a prueba. Si le gustas seguirá insistiendo, si no, desistirá.
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