Capitulo 7


Estaba en la última fila del salón y todos giraron hacia una de mis compañeras que levanta la mano llamando la atención. Me quito los auriculares para averiguar qué está pasando y me entero que el profesor de derecho civil no va a dar la clase de hoy.

Frunzo las cejas y me quedo extrañada con la noticia, no era la única. Los demás también lo estaban.

Quería saber la razón y estaba esperando, que uno de ellos, hiciera la pregunta.

—Asuntos familiares —aclara Helen después quedarse callada, con la vista hacia el teléfono.

Siento un aire de alivio y de inmediato pongo mis huesos de punta, estaba deseando que algo que él faltara, desde hace minutos lo deseaba, no quería estar en su clase.

Siempre era la última en salir hasta que Jack apareció y me tocó abandonar el salón entre las primeras. Pero me harté de estar huyendo así que me da igual, de primero o de última él siempre me va a estar detrás de mi.

Dejo el edificio haciendo omiso a esas miradas despectivas que algunos lanzan sobre mí y me dirijo al estacionamiento de bicicletas ansiosa por irme antes de encontrarme con el inepto.

Cuando llego al lugar freno en seco al ver que no está. Siento un vacío en el estómago y comienzo a caminar alrededor de las demás bicicletas en su búsqueda, pero no la encontré, alguien se robó mi bicicleta.

Dios míos, esto es mentira.

Me dirijo a mi edificio cuando siento que me siguen, giro mi cuello un poco por encima de mi hombro, y suelto un resoplido al darme cuenta.

—¿Melina?

—No empieces, no estoy de humor.

—El que no debería estar de humor seria yo, que casi me partes el pie pero aquí estoy, intentado sobrevivir.

—Bien por ti.

—Muchaaas gracias, ¿eh? —suena sarcástico —. Se nota que te preocupa el futuro de tu querido esposo y padre de tus hijos.

—Futuro puñetazo te daré si no te vas.

—Ya empezamos con las agresiones, después dicen que las mujeres no son violentas.

Ruedo los ojos.

—Te puedes ir si no te gusta.

—Si no me gustaras, no estaría aquí.

—Ajá.

—¿A dónde vas? —no le respondo y continúo mi caminata —. Te noto angustiada ¿Pasó algo, Ángel?

Casi me detengo cuando escucho aquel a apodo y lo miro de reojo extrañada.

¿Acaso me dijo ángel?

—Ángel —frunzo las cejas cuando vuelve a mencionarlo —. Melina, no seas grosera, te estoy hablando.

—Si no te gusta, puedes irte.

—Te veo mal, no puedo irme sin saber qué te pasa.

—Nada, no me pasa nada, estoy bien.

—Parece que quieres llorar, obvio no estás bien.

—Si lo estoy.

Es obvio que no, estoy que me suelto a llorar de la angustia. Pero no lo haré delante de él.

Respiro hondo.

—Ajá.

Lo escrudiño con la mirada.

—Ya dime que sucede.

—Te dije que nada.

—Deja de mentir y dime, en algo puedo ayudarte.

Dios mío, que cruz.

—He perdido mi bicicleta, ¿si? — confieso enfadada conmigo misma por rendirme tan rápido —. Eso pasó, alguien se robó mi bicicleta. ¿Satisfecho? Ya te puedes ir para tu casa.

—Espera — dice medio segundo después de soltar lo que me había negado decirle —. ¿Cómo que robaron tu bicicleta?

Casi sollozo delante de él, pero me contengo.

—¿Cómo pasó?

—Cortaron la cadena — mi voz sale aguda, por el esfuerzo de no romper en llanto.

—Mierda.

Aguanta, no llores, no llores.

—¿Y vas hacer en coordinación?

—Lo obvio.

—¿Empezaste a buscar por toda la facultad? —inquiere, sin perderme el paso —. ¿Le preguntaste a alguien más si la vio?

Iba a responder y me detengo a medio pasillo al captarlo. Él se detiene unos cuantos centímetros más adelante al darse cuenta que yo ya no estaba a su lado y se devuelve plantándose en frente de mi.

Levanto mi cuello ya que me lleva varios metros de altura y lo miro de manera acusadora con los brazos a los lados de mi cadera su rostro curioso.

—¿Por qué me estas mirando así?

—Tú debes saberlo.

—¿De qué hablas? —balbucea.

—Mi bicicleta.

—¿Estas insinuando que me robe tu bicicleta?

Suelta una risita cuando lo miro obvia y sacude la cabeza incrédulo.

—Si no me dices donde esta te denuncio con la policía - advierto apuntando su pecho —. ¿Qué la hiciste?

—Ángel por dios.

—Donde está — insisto, lo miro unos segundos cuando vuelve a llamarme así y lo enfrento de nuevo —. Juro que llamo a la policía si no me respondes, dime dónde está.

—Primero me acusas que soy un acosador solo por decirte que me gustas y ahora resulta que soy un ladrón por preguntar por tu bicicleta —niega sin borrar su sonrisa divertida—. Estás viendo demasiadas películas, Ángel.

Mi pecho vibra con la mención de ese nombre.

—No me llames así.

—¿Por qué?

—No lo hagas.

—¿Te incomoda?

—¿Dónde está? —evado el tema, su sonrisa se desvanece y se muestra un poco serio.

—Te juro por dios que no me he llevado tu bicicleta — lo miro dubitativa y me alejo al darme cuenta que estoy más cerca de lo que desearía —. ¿Qué vas hacer con decirle a la coordinación? Esto no es secundaria, a ellos les importa un culo lo que nos suceda a nosotros.

—Al-al menos sabré por medio de las cámaras quién se llevó mi bicicleta.

Tiene razón y me sentí como una tonta, pero mi idea no está mal. Esta facultad está llena de cámaras, esas podrían decirme quién, se la llevó, es obvio que fue él.

Seguro es una venganza, por no haberle dado las gracias ese día en el supermercado.

—Hagamos esto —me aparto cohibida al ver que volvemos a estar cerca. Él nota mi actitud, pero no hace ningún comentario —. Te ayudaré a buscarla y si no la conseguimos venimos a coordinación y juntos vemos quién fue el imbécil sé que se la llevó. Créeme que, si lo consigo, va a lamentar haber nacido.

—No, no, yo voy a dirección.

—Si en veinte nos encontramos nada venimos a la coordinación.

—No, olvídalo.

—Melina, hazme caso. Pudo ser un idiota que no tenía oficio.

—No.

—No seas tan testaruda.

—¿Y quién me asegura que no fuiste tú? — lo cuestiono—. Estas demasiado sospechoso.

—Ángel — mis ojos vibran por el tono de su voz y siento un frío en la espalda cuando me quedo sin camino y me encuentro con la pared —. Si fuera trampa mía en estos momentos te estuviera pidiendo que me des un beso a cambio de ella —sus esmeraldas bajan y suben en dirección a mis labios.

—Y....—aclaro mi garganta ruborizada— . ¿Y qué haces aquí, entonces? Puedo saber.

—Caminaba.

—¿Buscando a tus diosas? —indago impulsiva y eso le saca una sonrisa socarrona —. No es lo piensas.

—Estas, acaso, ¿celosa?

—¿Por dónde empezamos?

—Admite que te acabas de poner celosa.

—Nunca.

—Para tu alivio y el futuro nuestro, no las estaba buscando, la única razón por la que entro a esta facultad es por ti y también porque hay sitios que merecen ser fotografiadas.

Es verdad, mi sede es mucho mejor que la de él. El campo es mi lugar favorito, lleno de naturaleza. Es mi zona de estudio y de paz.

—Bien, elige — no sé por qué me siento bien con su aclaración.

—De arriba hacia abajo— dice en doble sentido.

—¡Eres un cerdo!

—Iré al campus -se acerca lentamente y me congelo en el sitio, me retraigo y los nervios comienza a invadirme.

Jack acorta la distancia de su rostro al mío y siento que se me va a salir el corazón del pecho con su cercanía.

Cierro los ojos al sentir sus labios en mi mejilla, y una sensación extraña recorre mi sistema. Lo empujo con las manos temblorosas, me limpio la zona en la manga de mi suéter y me alejo frustrada, deseando haber reaccionado como debería, pero no pude.

—Veinte minutos — alzo la vista y su figura distinguida, desaparece de mi campo visual desaparece en seguida.

****

Caminé de arriba abajo buscando mi bicicleta, pero no tuve éxito, en nadie ninguna parte de la universidad la hallé, le pregunté a media facultad si la había visto y nadie me dio buenas noticia.

Me encontraba frente a la coordinación con un dolor profundo en el pecho, varias lágrimas mojaban mi rostro.

Esa bicicleta es tan importante para mí como quien me la obsequió y es el único recuerdo que tengo de él.

Mi hermano mayor me la regaló antes de irse a la guerra. Yo tenía quince años y me prometió que al regresar iríamos juntos a recorrer por la ciudad.

Él me trataba como si tuviera diez años. Desde que ingresó a soldado de guerra era muy poco lo que compartíamos.

La promesa de manejar por la ciudad nunca se cumplió, una mañana unos hombres de trajes muy elegantes llegaron a dar la terrible noticia que mi querido hermano con tan solo veintiséis años murió en la guerra de Irak.

Fue un momento muy duro para nosotros y desde entonces la cuido tanto, la primera vez que me la escondieron sentí como una parte de mi alma había sido desprendida.

Es lo único de él que me queda, todo lo demás lo dejamos en New Jersey.

—No estamos en secundaria Melina —habla el coordinador.

—¡Alguien robó mi bicicleta dentro de las instalaciones de la universidad y tengo derecho ver por las cintas de grabación quien se la llevó! —protesto.

—Ella tiene razón —me siento respaldada con el apoyo de jack.

—¿Y quién pudo llevarse tu bicicleta? —pregunta como si eso no fuera posible.

—Si lo supiera no estaría aquí pidiéndole que me enseñe las grabaciones.

— Bien —dice moviendo su perezoso cuerpo de la silla y se dirige hacia una puerta detrás del escritorio.

La empuja de mala gana y nos invita a pasar haciendo un movimiento con la cabeza.

Ingreso después de él al cuarto pequeño y frente de tres monitores había un joven observando las pantallas. Estás cambiaban automáticamente y mostraban algunas instalaciones de mi facultad.

—¿Clark puedes revisar las cintas de hoy? —pide al chico que estaba allí sentado —. ¿Dónde estaba tu bicicleta?

—En el estacionamiento especial— respondo obvia, jack se ríe.

—Por favor Clark -el muchacho asiste y rueda hasta una de las pantallas.

—Aquí esta —detiene la pantalla.

—¿Tienes una idea a qué horas fue?

—Entre las once de mañana.

—Por favor revisa desde esa hora —el muchacho asiste regalándome una sonrisa amigable y de pronto siento que rodean mi cintura.

Me sobresalto y giro mi cuello. Jack baja la vista y me acerca más a su cuerpo, agarro su muñeca y lo aparto de mí en el acto. Me alejo para que no vuelva si quiera tocarme y trato de fijar mi atención en la pantalla.

— Lo conseguí —festeja el muchacho.

—¿Esa es?

— ¡Sí! — exclamo emocionada, mis ojos se humedecieron y al mismo tiempo se llenaron de rabia, al ver como se la llevaban.

—¿Tiene idea quién fue? —pregunta el director y niego intentando descifrar la figura encapuchada —. Esto es inaceptable, esto no puede ocurrir y menos en mi facultad. Tenemos que llamar a la policía.

—Espere señor —interrumpe el muchacho de ojos grises—. Nuestra facultad tiene cámaras externas con ella podemos averiguar qué rumbo tomó.

—Por favor —suplico y el muchacho me dedica una dulce sonrisa. Siento una presencia detrás de mí y miro por encima de mi costado, Jack sonríe cuando me consigo con su mirada y como si hubiese visto un fantasma me escabullo de él.

—Si no se apresuran el aseo va a creer que es basura y se la llevará— advierte el chico de las pantallas, dirijo mi vista hasta ella y detallo cómo el misterioso abandona mi bicicleta en un montón de bolsas de basura.

****


—¡Señor! —grito, pero mi voz se queda sin fuerzas.

—¡Espere! —Jack me rebasa y les silba a los trabajadores del aseo —. ¡Hey! ¡No toquen esa bicicleta!

Los trabajadores del aseo miran Jack desconcertados, no sé qué les diría, pero escucho claramente cuando uno de ellos pregunta por qué estaba desechada.

—Alguien quiso hacerle una broma a mi amiga -explica cuando llego a su lado.

—Han llegado a tiempo un poquito tarde- nos dice a ambos mientras la devuelve al suelo —. Esa antigüedad hubiese sido a la historia.

¿Antigüedad? ¿Acaso no se da cuenta que esta como nueva?

Le agradezco a los señores a pesar que no me gustó el mal comentario que le hicieron a mi bicicleta y me despido de ellos haciendo un ademán con la mano.

Suspiro y me agacho para asegurarme que no le haya pasado nada. Siento un aire de alivio al comprobar que no tenía ningún rasguño. Le doy un abrazo y escucho una risita familiar, alzo la vista y mis mejillas se ruborizarán.

—¿Está intacta?

—Si -digo feliz y sus labios esbozan una sonrisa complacida. Hago una negación sin apartar mi mirada de sus ojos verdes y con resignación agradezco su ayuda.

—Haría cualquier cosa por ti.

—Igual no confío en ti.

—Sabía que me ibas a decir eso.

Alzo los hombros.

—Que conste que esto no ha sido invento mío ¿eh? —entrecierro los ojos de manera sospechosa obligando a apartar su atención de mí, Jack mira al cielo tratando de aguantar la risa. Cuando recae su mirada con la mía, su sonrisa crece provocando que me pierda en ella y detalle lo linda que es.

—Dios te va a castigar bien feo si sigues diciendo mentiras— le advierto.

—Él sabe que no lo hice —niego —. ¿Dónde la compraste?

—Alguien muy especial me la regaló.

—¿Quién? — pregunta serio y yo también me muestro seria al volver a la realidad.

—Deja de fingir que te intereso y termina con esta farsa, mira lo que te toca hacer por estar cumpliendo la maldita apuesta — me aferro del volante de mi bicicleta y lo giro en dirección a mi hogar —. Cancela la apuesta y créeme que te vas ahorrar la tortura de estar conmigo.

—Es que no....— lo corto levantado la mano.

—Si lo hay solo que tú no lo vas a admitir — niega —. Créeme que no voy a caer, no me van a engañar, busca a otra que, si te crea, pero a mí déjame en paz.

—Melina.

—Hasta nunca.

****

Gracias por sus lindos comentarios los aprecio mucho, les mando muchos abrazos psicológicos <3

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