Capitulo 4


Fotito de jack <3


Sigan leyendo. 


—Cariño, te veo más...— levanto la mirada de mi plato—. Más...

Limpio las esquinas de mis labios con una servilleta. Sonrío al ver como mi papá hace un inmenso esfuerzo para no admitir que he rebajado.

—Delgada papá no temas decirlo no estoy ciega con mi cuerpo —él se ve incómodo y sus mejillas se enrojecen apenado —. Ayer me pesé y he bajado cuatro kilos. Sé que no es mucho. Pero es un gran avance para mí.

—Tú no estás gorda mi cariño —replica mi madre acariciando mis mejillas redonditas.

Rio internamente.

Mamá siempre negando lo que mis ojos ven a diario frente al espejo de mi habitación, no me sorprende ya que siempre ha sido así.

Suspiro.

—He estado haciendo ejercicios —papá asiente con aprobación y toma un sorbo de su café descafeinado —. En realidad, la bicicleta es la que me ha ayudado en este proceso. Ir y venir en ella todos los días ha dado resultado.

Mi progenitor sonríe detrás de su taza y la deja sobre la mesa sin apartar su visión de mi.

Amo, amo mucho esa mirada de mi papá. Tan dulce y transparente. La misma mirada que he visto desde que era una pequeña. Una mirada en la que puedes descifrar todo su amor y sinceridad. Es la misma que usa hacia mi madre cada vez que se cruza.

Es tan hermosa que desearía que un hombre de verdad me viese de la misma manera.

—Te vas ver mucho más linda mi amor— rodea mi mano con delicadeza y caigo en cuenta. Aprieto sus dedos alrededor de los suyos y sonrío a medias —. Aunque a mí me encanta la Melina de siempre. Así como esta no le cambiaría nada. Para mi tu eres perfecta.

—Para ti porque los chicos en la actualidad solo se fijan en cara lindas y cuerpos delgados.

—¿Y por eso estás haciendo ejercicios? ¿Para impresionar? —interroga y niego en el acto.

—Lo hago por mí, porque me quiero sentir bien conmigo misma, porque quiero verme al espejo y sea yo misma que le agrade su aspecto.

—Así se habla mi amor —mi madre me da un sonoro beso en la cabeza de felicitación —. Si uno quiere cambiar es para sentirse bien con uno mismo no para tener la aprobación de otros. Me encanta como hablas.

Sonrío.

—Mi hija es preciosa y no necesita hacer ejercicios. Pero si ella quiere cambiar yo la apoyo. Si quieres podemos ir al nutricionista él dirá que debes hacer ¿Te parece?

¿Otro médico?

Dios.

La última vez que estuve en un consultorio médico fue a los diecisiete años. Había pasado por un trauma y tenía que ir cada semana al psicólogo y el psiquiatra. Desde ese entonces nunca más volví a pisar un consultorio, a no ser de enfermarme o sacar alguna muestra del laboratorio.

Me da algo de ansiedad saber que tengo que pisar otro después de tanto tiempo. Pero esto es diferente a lo que yo iba.

—Sí, me encanta la idea.

****

Estaciono mi bicicleta en su puesto habitual y doy un vistazo a mi alrededor antes de bajarme. Me recojo el cabello haciendo un moño al descuido y me agacho para colocar su cadena en el volante.

—Hola, odiosa.

Ahogo un grito y me llevo una mano al pecho cuando Jack aparece en frente a mi campo visual como una sombra fantasmal.

—¿Te asuste cariño? — le lanzo mordaz y se ríe. Rodeo los ojos y me encamino hacia mi facultad —. Melina.

—Mira, no estoy de humor, así por favor déjame tranquila.

—¿Qué te pasa?

—Me está pasando algo terrible.

—¿Te está volviendo a molestar ese tipo?

—Es mucho peor — manifiesto con horror.

Anoche soñé con él y no sé qué es peor. Una pesadilla o que él esté apareciendo y ese no es el gran problema. El problema que es aparezco besándolo.

—¿Hay algo en que te pueda ayudar? —disminuyo el ritmo de mis pasos hasta detenerme y me giro hacia él.

Suspiro, agarrada a la correa de mi bolso y asisto varias veces.

—Sí, si me puedes ayudar.

Sus ojos brillan y esboza una dulce sonrisa.

—¿Que necesitas?

—Alejándote de mí —le digo directamente y no me contradice, lo que me suelta a continuación me deja perpleja.

—De acuerdo — parpadeo consternado —. Si no quieres que te moleste, no lo haré.

—Te estás burlando de mí.

Niega varias veces, mostrándose serio.

Retrocedo impactada.

—Esta vez no voy a incumplir, de verdad no te voy a molestar — lo miro de arriba abajo —. Créeme.

Tardó varios segundos en reaccionar.

—Por favor no lo hagas.

—Confía en mí.

Suena mucho más sincero y siento un aire rondar por todo mi cuerpo. Creo que ya entendió, que no soy una estúpida o una ingenua.

—... Y ¿qué le vas a decir a tus amigos?

—¿Decirles, ¿qué? — sonríe.

—Que has dejado la apuesta — lo miro curiosa.

—¿Cuál apuesta? — frunce las cejas mientras moja sus labios.

—Tú sabes de qué hablo, no te hagas — le pego en el hombro y él sacude la cabeza confuso.

—Es que no sé de qué hablas.

—Tu sabes, lo haces —niega — claro que lo haces.

—¿Apuesta? — interroga —. ¿Cuál apuesta?

—La tuya entre tus amigos.

—Es que no hay.

Sonrío irónica.

—¿Me vas a decir no estás por una apuesta?

—Estoy aquí por ti.

—Ya.

—¿Por qué otra razón estaría aquí? —lo miro con obviedad cruzada de brazos —¿Por qué sigues pensando en eso?

—Porque eso hacen los chicos como tú — apunto su pecho y mi mano logra tocar su pecho. Siento un cosquilleo que prefiero ignorar y fingir que no lo sentí.

—¿Y según tú qué tipo de chico soy? — vuelvo en sí y lo miro finalmente.

—Monstruos — escupo —. Seres viles sin corazón que no les importa dañar a los demás con tal de lograr su cometido.

Siento como mis ojos se humedecen y mi mente me traslada al pasado, inevitablemente.

—Yo no soy ese tipo de persona —dice consternado y ofendido. Como si mis palabras le hubiesen afectado —. Tú me gustas. Mira enserio lo haces y puedo demostrarlo. Sé que soy un molesto, insistente, pesado, pero soy sincero y si te digo que me gustas es porque realmente lo haces.

—No, no lo hagas — insisto —. Pierdes tu tiempo.

—Si lo voy hacer.

—Créeme nada me va a convencer — le aviso.

—Haré todo lo posible para que pienses lo contrario —asegura, niego incrédula y me froto los ojos —, y te vas a dar cuenta que no es lo que tú piensas —estira su brazo en mi dirección para tocar mi mano y la aparto de un manotón.

—Solo aléjate de mí.

—No soy un monstruo — replica agarrando suave mi muñeca, me coloco a la defensiva, pero me relajo al instante cuando chica su mano con la mía para hacer el saludo de ellos.

Suspiro y oprimo una sonrisa. Niego y levanto la mirada encontrándome con la suya. Sus esmeraldas me miran de una manera indescifrable. Asiste brevemente y se marcha tras regalarme una casta sonrisa.

Suspiro grande y me apoyo en la pared, recuesto mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos.


****


Mientras escribo sobre mi cuaderno tocaba mi boca inconsciente hasta que me daba cuenta y retiraba mi mano como un rayo como si eso pudiera quitar la sensación que me dejaron los labios de Jack.

Recuerdo la reacción que tuvo cuando le dije lo que pensaba de los chicos como él.

Se mostró ofendido y me siento un poco mal de haber usado esas palabras tan crudas, pero eso es lo que son los hombres para mí. Viles y sin ninguna pizca de remordimiento.

¿Y si estoy siendo paranoica y ese chico realmente está interesado y estoy haciendo un drama?

No ha sido la primera vez que el inepto que se me acerca a coquetear. Han sido varias veces. Solo que yo bueno, lo evito y cada vez que puedo lo mando a la mierda.

Pero y si... ¿es cierto?

Me cruzo con las cicatrices de mis muñecas que se notan un poco por debajo de mis pulseras. Mi mente otra vez me devuelve al pasado y allí recobro el sentido, piso la realidad.

Estoy segura que un chico como de él estúpidamente guapo. Jamás se fijaría en alguien como yo.

Las chicas que lo rodean parecen diosas egipcias; altas, esbeltas, cabellos hermosos, rostros perfectos, sexys, y yo no le llego a ninguna de esas características. Ni siquiera la mitad.

Sé que no soy fea porque me veo todos los días al espejo y no tengo nada en que quejarme. Pero a comparación de ellas... Por desgracia sí.

¿Va cambiar toda esa estela de belleza por alguien de mi estilo?

Solo hay dos conclusiones en esto. está drogado o está cumpliendo una apuesta y él tiene más pinta de modelo de revista que de drogadicto.

****

Me encuentro en Trader joe's un supermercado pequeño que está ubicado a pocos metros de mi casa. Estaba haciendo unas compras rápidas cuando escucho que alguien me habla cerca.

Me quito los auriculares y giro mi cabeza. Me habían tocado el hombro. Un chico de gran tamaño, cara redonda y ojos oscuros estaba a milímetros de mí y no parecía muy contento de verme.

—Estás obstruyendo el paso, quítate—escupe.

—No tienes porqué ser tan grosero — mascullo.

—Si no fueras una vaca. Todo sería diferente.

—Mira quien lo dice —lo miro con ironía.

—¡Largo de aquí gorda asquerosa!

—¡Pues de aquí no me muevo imbécil!

—Y cómo lo vas hacer si pareces un elefante —se burla.

—Tú no te quedas atrás — escupo — Eres el triple y necesitas todo un espacio para agarrar un simple producto —me lanza una mirada envenenada.

—Al menos no soy tan feo como tú.

—Entonces si eres feo.

—Jamás salgas más a la calle ¿sí? — dice resentido. Blanqueo los ojos —. Compadécete de la retina de las demás personas, vuelve a tu casa y no salgas nunca de allí. ¡Das un asco horrible!

—¡Asco de tu culo, imbécil!

Me sobresalto al oír la voz de Jack y me llevo ambas manos a la boca cuando veo como lo toma al grandote por el cuello de la camisa y empuja contra el anaquel.

—Discúlpate con ella — el tipo se queda mudo y me mira como pidiendo ayuda.

—¡Suéltame imbécil!

—Pídele una disculpa.

—¿A quién?

—A ella.

El tipo me mira y escupe una sonrisa hiriente y burlona.

—¿Es en serio?

—¿Eres retrasado?

—Debes estar jodiendo —dice riendo y me mira —.¿Estás defendiendo eso?

Las manos de Jack sueltan su camisa y se dirigen a la garganta.

Yo miraba la escena asustad. La cara del tipo se estaba poniendo roja y le hacía señas a Jack para que lo soltara. Pero él estaba enfocado en que me pidiera perdón, que en su cara.

—Hablo en serio imbécil —profundiza su voz.

El grandote comienza a toser por la falta aire. Pero no da su brazo a torcer y yo creo que prefiere morir antes de pedir una disculpa.

Que estúpido.

—Vamos.

—P-perdón —dijo al fin no si antes lanzarme una mirada con odio. Eso provoca que Jack apretara más su garganta y lo obligara a disculparse otra vez.

—No se te escuchó.

—Si lo hice...—protesta.

—Discúlpate.

—Amigo por dios eso no....— cierra los ojos cuando el inepto insinúa que lo va a golpear y se rinde.

Ruedo los ojos.

¿Tan grande es su ego?

Pide disculpas como mil veces más. Creo que Jack no se estaba dando cuenta que ya fue suficiente con la disculpa y si no es por mi voz, no lo suelta.

El feo grandulón resbala y cae haciendo vibrar el suelo. Se coloca de pie y nos mira a los dos con odio y después se marcha murmurando palabrotas dirigidas hacia mi, pero Jack no las logra escuchar y yo decido ignorar.

—Se dice gracias, ¿eh? —reclama detrás de mi cuando me di la vuelta para irme en el momento que se distrajo —. Eso es lo que se dice después que alguien te ayuda.

Meto las manos debajo de mis axilas y no dejo de caminar.

—Eres una mala agradecida Melina.

—Sé defenderme sola — lo miro por encima de hombro —, y si no te doy las gracias es porque esto puede ser un montaje tuyo.

—¿Qué?

—¡Déjame en paz! — dije cansada caminando hacia la salida.

—Melina — se interpone en mi camino y me freno con los brazos en mi pecho. Alzo la vista, sus ojos me miran deslocados —.¿Qué has dicho?


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¡Gracias por leer!

Las adoro.

Pd: Paciencia con Melina *--*

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