Capítulo 19


—¿C-cómo te enteraste? — pregunta mi madre en completa perplejidad, seco las lagrimas que desbordaban mis ojos y la miro. Ella mantenía una actitud incrédula y estoy segura que se aferraba a eso.

—Se colocó muy nervioso. 

Niega resignada.

—Aquí debe haber una confusión debes dejarlo que te explique.

—Todo está bastante claro — dejo escapar una risa seca mientras una lagrima baja por mi mejilla seguida de otras mas —. Él me estaba apostando.

—Dale la oportunidad mi amor, no puede dejarte llevar por un mal entendido —suplica desesperada pero me limito a responder, cruzo los brazos y niego mientras  —. Melina.

Me quedo en silencio, mirando las luces y los arboles de nuestra calle, su mano se coloca en mi hombro y arrastro mi mirada hasta ella.

—Estoy cansada de mantener la guardia solo para que no juegue conmigo, para que no me vea la cara de estúpida, estoy harta de eso y no quiero seguir, no me quiero arriesgar ¿ves cómo la historia estuvo a punto de repetirse? —sincero derrotada y me bajo del auto, cierro la puerta y me dirijo con pasos lentos hasta la puerta de la casa. 

Siento la presencia de mi madre llegar a mi lado pero no la miro, busco las llaves mientras las ganas de soltar mi llanto se atacas en mi garganta y empujo la puerta con el codo.

Paso, directo, con dirección a mi habitación con su llamado insistente que me hace detener a mitad de camino. 

—Cariño.

Me giro limpiándome las mejillas, al mismo tiempo que sentía que el pecho me dolía. Todavía tengo el suceso repetirse en mi cabeza. 

—Tú insistes que las personas buenas que con el tiempo maduran y es mentira, nadie es bueno con nadie y menos para personas como yo pero tu estas tan embelesada con él que no quieres darte cuenta, no quieres admitir que ese imbécil me tenia en una apuesta — digo tras darme la vuelta y enfrentarla, ella no cambiaba su cara de suplica y verla de ese modo hizo que perdiera la poca paciencia que tenia, sin embargo no exploto —. No le voy a dar oportunidad a ese imbécil, olvídalo.

Acarro hacia mi habitación de nuevo y sus palabras me detienen frente a la puerta. 

—Por favor hija no te encierres —pide, su voz suena asustada.

Aprieto el pomo de la puerta y la miro por encima de mi hombro, ella estaba cerca de mi con sus ojos clavados en mi espalda.

—Sólo deseo estar sola mamá, nada mas.

—Por favor deja la puerta sin seguro— pide insistente y bajo la mirada hacia mis muñecas, las froto con la yemas de mis dedos, los recuerdos nublan mi mente.

—Tranquila —susurro sonriendo con amargura tras empujar la puerta—. Ni siquiera tengo ánimos de cortarme las venas.

****


¿Cómo alguien como yo podía fijarse en alguien como tú?

¿Acaso no te has visto en un espejo? Eres horrible y gorda, das asco, no sé cómo te pude aguantar.

Los chicos como yo no nos enamoramos de gordas como tú. Grábatelo en la cabeza ¿Pensabas que esto era un cuento de princesa?

Mi hermano lleva años enamorado de Amelia.

Termino de limpiar mi herida y después me encierro en el baño, iba dejarla sin seguro pero cambié de opinión en el minuto. Contemplo la máquina de afeitar que está a un lado de la pequeña la jabonera azul. Los recuerdos me acorralan y las risas, las burlas y los señalamientos me agobiaban casi hasta asfixiarme. Mis lágrimas no cesan y siento mi pecho como si tuviera un bloque encima que no me deja respirar.

Tomo la máquina entre mis dedos y la aprieto entre mis manos. Cepillo las cerdas afiladas con mi dedo dedo y sin querer me hago una pequeña cortadura que sangra de inmediato. Veo la sangre fluir hasta mi palma mientras de fondo escucho a mi madre gritando desesperada.

Me mantuve por varios minutos dentro del baño llorando, recordando que mi vida sigue siendo la misma desgracia a pesar de los años. Sali después de quedarme prácticamente sin lágrimas. Contemplo con tristeza mi aspecto en el espejo y me pregunto mientras lo analizaba de arriba abajo a detalles que era lo que tenía para que todos para que me vieran como un maldito juego.

¿Qué había en mi para atraer personas así?

Por más de un minuto estuve allí analizándome, cuestionándome, tratando de entender y no pude encontrar una razón. Una siquiera para que personas como que imbéciles como Jack quieran hacerme daño, no la hay, no hay una razón. Porque si es por mi aspecto o por no se que mierdas en la universidad hay más de una chica de mi talla e incluso más grande.

¿¡Por qué mierdas me miran a mí!?

Es injusto, muy injusto.

Me dejo caer sobre mi cama y me oculto bajo las sábanas. Mi teléfono repica cerca de mi cuerpo, decido apagarlo sin siquiera mirarlo, se que es él, quien otro llama a mi teléfono a parte de mis padres. Lo guardo dentro de la mesita de noche y apago la luz de la lampara, me acomodo entre las almohadas y trato de dormir un poco. 

—¿Cómo te sientes? —pregunta mi madre entrando a mi habitación, la observo en silencio mientras camina hasta sentarse en el borde de la cama —. Le dije a tu padre que tenías alergia y por eso no habías venido a cenar con nosotros.

Bajo la vista hacia sus mano y contemplo lo que había en el plato. Una pequeña cantidad de ensalada y una rodaja de pan integral. 

—Tú padre hizo la ensalada  —sonrío de costado de solo imaginarlo, mi padre no es tan bueno en la cocina pero se esfuerza cuando quiere hacernos algo especial —.¿Estas más calmada?

—Finalmente me lo saqué de encima —quisiera festejar que ya me se destapó la mentira. Pero, ¿a quién engaño? no me siento feliz del todo, nada feliz.

Porque ese engriendo me gusta y a pesar de mi desconfianza, tenía una pequeña esperanza que él estaba diciendo la verdad.

Soy una idiota.

—Te vi muy afectada mi amor.

—Todo el mundo me ve como un juguete —recalco — . Obvio que me afecta, no soy de hierro. 

—No hables así  —acaricia mi mejilla —. No le has dado la oportunidad de hablar, de explicarte, de saber que pasó.

Niego.

—No quiero saber nada de él, es mejor que todo haya terminado.

—Hola muchacho —saluda a alguien la voz de mi papá y arrastro mi mirada hacia la entrada de mi habitación —. ¿Cómo estás?

—Muy bien señor —responden y era la voz del indiscutible del inepto —. ¿Puedo hablar con melina?

—Si por supuesto —me vuelvo hacia mi mamá al instante —. Ya te la llamo, pasa hijo y siéntate. ¿Quieres algo de tomar?

—Muchas gracias señor, pero estoy bien, solo necesito hablar con su hija.

—Mamá yo no voy hablar con ese tipo —le advierto rápidamente y me cubro con la manta hasta cubrir mi rostro  — . Invéntate algo, pero de aquí no me muevo.

—Melina mi amor, ahí está tu amigo Jack —hace una pausa, al darse cuenta y se hace un corto silencio —. ¿Sigue mal?

Otro silencio, puedo sentir la angustia de mi madre hasta aquí.

—Eh...todavía no se le pasa el dolor y no está de ánimos —explica al fin — . Traté de convencerla para que comiera. No le apetece nada.

—¿Está enferma? — su voz se escucha preocupada —. Si es así, debemos ir al médico.

—No cariño, no está enferma

—¿Y que tiene?

—Está en esos días.

—Oh —exclama y suelta una pequeña risita —. ¿Y ahora qué hago con el muchacho? La está esperando. Se ve que es importante, parecía desesperado ¿Qué le digo?

—Sólo dile que venga después que la nena no se siente bien.

¿Qué venga después?

Ja.

—De acuerdo —suelto un aire de alivio y espero que deje la habitación para salir dentro de las sabanas.

—¿Sabes lo que hizo? — susurra, tenía un tono sorpresivo en su voz — .Se quitó los zapatos y los dejó en la entrada de la casa -hundo los labios y me cubro con la mano para resguardar mis carcajadas.

—Es por las malas energías —explica mi madre luego de sentir un leve empujón en mi pie.

—¿Malas energías?

—Tampoco lo entendí.

—...Bueno — podía jurar que papá se rascaba la cabeza y sonreía con cara de confusión. Lastima que no pueda verla —. Le diré que vengas luego.

—Te acompaño, dejemos a Melina descansar -la cama se mueve en lo que mi mamá se pone de pie y salgo debajo de las cobijas justo después que oigo la puerta cerrarse.

—La nena no se siente bien -le informa mi madre, salto de la cama y me acerco a la puerta. La destranco con cuidado y siento un regocijo en el estómago al ver si figura distinguida.

—¿Está enferma? ¿Qué tiene?—indaga y echa un vistazo hacia el pasillo, cierro la puerta a tiempo y me espero un momento hasta que volver a abrirla.

—Un poco descompuesta del estómago, no te preocupes que se sentirá mejor —explica mi mamá, mi mirada estaba enfocada en él. Tenía las manos dentro de los bolsillos y echaba mirada hacia el pasillo con curiosidad—. Cuando se sienta mejor yo le digo que te llame.

¿¡Qué!?

¿Mamá que estás haciendo?

—Mm está bien —contesta él elevando las manos, retoca sus rizos y camina hacia la salida con el teléfono en su mano —. Pasó por aquí después. Buenas noches.

—Buenas noches hijo —se despide mi papá genuinamente abriéndole la puerta, Jack asiste y antes de desaparecer le da una última mirada al pasillo, justo donde se encuentra mi habitación. Mi corazón se baja hasta mi estómago, él se queda fijo y pudo divisar una casta sonrisa de medio de lado.

Tragó lento y cierro definitivo con el corazón agitado.

Camino en puntillas hasta el interruptor y apago la bombilla. Miro hacia la ventana y me dirijo hasta ella. Corro lentamente la cortina dejando un pequeño un espacio y mi corazón vuelve a precipitarse al verlo rodear su coche, no le aparto la mirada. Él llega hasta la puerta y la abre pero se detiene de repente y enfoca su mirada a la casa, como si estuviera buscando algo. Así se queda un par de minutos mientras juega con su juego de llaves hasta que finalmente decide ingresar a su vehículo y marcharse a toda velocidad.

—Imbécil.

He estado yendo a la universidad mucho más temprano de lo habitual para evitarlo. Me mantuve oculta en la biblioteca al final de cada clase para no cruzármelo. Salía entre los primeros para no darle oportunidad a su amigo Steven que sepa a dónde voy después de cada clase.

Sin embargo me ha dejado mensajes con él suplicando que hablemos y que deje de esconderme, que parecía una niñata. A mí me da igual lo que opine de mi, no pienso hablarle más nunca en mi vida.

La última clase termina y mis pies ansiosos caminan rápidos por los largos y fríos pasillos. Salgo aferrada a las correas de mi bolso y en un segundo estoy frente a mi bicicleta tratando de quitar la cadena alrededor de la rueda. Mis manos tiemblan, se enredan y pierden la coordinación por mi premura. Siento que en cualquier momento va a aparecerse y eso lo complica todo, ya que aumenta mi desespero por evitarlo.

Estoy tomando calles por dónde nunca me había metido y por callejones que jamás me había atrevido atravesar para llegar más rápido a la casa y así evitar encontrarme con él. Sé que eso no durará para toda la vida, soy bastante consiente de ello, sé que me interceptará en cualquier momento y no me quedará otra que enfrentarlo, pero mientras esté a mi alcance evitarlo no descansaré de hacerlo hasta que él se canse y me deje en paz.

La verdad lo espero.

***


—¡Hola! —saludan con alegría y pienso que no era conmigo hasta que tocaron mi hombro. Levanto la cabeza y me encuentro con dos ojos rasgados color café intensos.

—¿Cómo estás? — frunzo las cejas confusa —.Soy yo, ¿te acuerdas?

—No sé quién eres — aclaro en el acto, seca —. Creo que me confundes.

—Si, debió ser el golpe que nos dimos en la cabeza la otra vez —mis ojos se agrandan impactados y sonríe viendo mi reacción —. ¿Ahora si lo recuerdas?

Mis mejillas se tornan color carmesí.

—Cl-claro que me acuerdo.

—¿Cómo estás? —pregunta de manera amigable y se sienta a mi lado, lo miro y me alejo en el acto.

—Me encuentro bien — dice frunciendo las cejas.

—Hoy... no fuiste al gimnasio.

—Tuve cosas que hacer — frunzo las cejas y lo miro otra vez —. Hasta luego.

—¡Espera!

—Tengo prisa.

—¿Me puedes decir cómo te llamas?

—¿Y por qué quieres saber mi nombre? —pregunto a la defensiva.

—Me gustaría saber, nada más.

Estira su mano hacia mí y retrocedo un paso cohibida, él frunce las cejas extrañado por mi actitud desconfiada.

—Disculpa no debí molestar —dice apenado y pasa por mi lado a centímetros de rozarme el hombro, me quedo mirando hacia un costado de mi cuerpo y después me giro sobre mis pies, el chico despareció al final del pasillo, respiro profundamente mirando el techo y continuo con las compras.

Estoy llegando a la casa y me asusto brincando sobre mi sitio, alguien estaba sentado al pie de las escaleras, vestía de negro y tenía una posición como si estuviera esperando, sigo caminando mientras me cuestionaba quien era y me detuve a mitad de trayecto cuando su cuello se gira y su rostro quedo frente a mí.

—An-angel —se pone de pie torpemente.

¿Qué hace él aquí?

Jack llega en dos zancadas hasta donde me encuentro ubicada y trato de esquivarlo, pasándole por el lado. 

—Largo.

—Tenemos que hablar.

—No tengo nada que hablar contigo —digo seria intento evitarlo.

—No me iré hasta aclare todo. 

—Se te irá la vida esperando porque yo no pienso aclarar nada.

—Ha habido un mal entendido si me dejaras explicar — dice rápido — mira lo que pasó fue que.

—No quiero tus explicaciones, no me interesan, solo quiero que vayas de mi casa y me dejes de una vez paz  —lo corto.

—Por favor déjame decirte quién es Amelia y por que Eva dijo todo eso.

—No, no quiero.

—Ángel — ruega con voz suave.

Niego.

—Vete de aquí y no me molestes más, se terminó.

—No para mi —se interpone en mi camino, tenia la vista en el piso incapaz de mirarlo.

—Permiso.

—No — dice insistente y me arrancas las bolsas del mercado, levanto la cabeza e intento quitárselas pero estira los brazos para que no pueda alcanzarlas. 

—No quiero oírte ¿es que no escuchas o qué? — pregunto irritada.

—Tu me vas oír quieras o no.

—Lárgate —dije impotente.

—¿Crees que si hubiese sido una apuesta estaría como un loco tratando de hablarte? tratando de aclara este mal entendido — se torna un silencio — ya, anda déjame que hable y ya veras si me crees o no, pero escúchame.

—Es que no quiero oírte —emito con miedo, otro silencio mientras su mirada y la mía no dejan de verse frente a frente. 

—¿Tienes miedo de lo que puedas escuchar? —no contesto y me cruzo de brazos incapaz de desmentir  — Si me dejaras explicarte o por lo menos aclarar el malentendido, puede que tu miedo se vaya o por lo menos despejes esas malditas dudas de mi.

Muerdo mi labio inferior mientras mi cabeza no deja de dar vueltas. 

—Por favor— suplica y no puedo negarme mas, acepto y mis palabras lo hacen sonreí de punta a punta.

Niego decepcionada de mi misma al no poder resistir ante tanta presión.

—Hablaremos a fuera —le advierto cuando llegamos a las escaleras, me sentía frustrada y quería estamparle un empujón de la impotencia  que me carcomía, sin embargo muy dentro de mi quería escucharlo —.Ni creas que vas a entrar a mi casa.

—Encima del techo si quieres con tal de hablar contigo no me importa el lugar.

- - - -

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top