Capítulo 17




— ¿Terminaste? —preguntan a mi lado y parpadeo sobresaltada. Levanto la mirada de dónde provenía aquella voz y me cruzo con la mirada oscura de un muchacho.

—Si ya terminé, disculpa — dije distraída. 

Decidí cambiar de gimnasio luego de saber que el inepto acude a ese. Pasar mucho tiempo de su cercanía me está afectando más de lo que quisiera y no quiero que estas sensaciones incrementen. Sé que no será fácil mantenerlo alejado de mi y menos si estamos tan cerca, literalmente y casualmente cerca. Pero si yo puedo evitarlo, lo hare así me toque esconder debajo de las piedras.

—Gracias —dice el muchacho después de cederle la maquina que fortifica los glúteos.

Mi termo de agua estaba cerca de sus tenis sin darse cuenta echo el pie hacia atrás y lo tumba, me inclino para recogerla y no me percibo que él también lo iba hacer, así que sin querer nos dimos por la cabeza en un golpe seco que hizo a ambos exclamar.

—Lo siento, lo siento ¿está bien? —dice apresurado, mirando apenado en medio de una sonrisa carismática.

—Si estoy bien —contagiándome de su risa — .Que pena, no pensé que también ibas a recogerlo, perdón.

—No te preocupes— dice despreocupado mientras me pasa mi termo de agua, me dedica una amigable sonrisa y hago un asentimiento para retirarse, el chico hace un corto ademan para despedirse de mi e imito su expresión. 

Mi nueva entrenadora me instó a participar en el grupo de zumba del gimnasio como mi última serie de rutina. Me comentó antes de acceder que otras de las mejores formas para bajar de peso era bailando.

Dos chicas me miraron con cara de burla en el momento que me uní al grupo de zumba. Las ignoré, aunque evitar escuchar sus comentarios despectivos era casi imposible, aun así, eso no iba a detenerme algún día seré una mujer delgada como ellas.

Me posiciono al lado de una mujer de mayor edad que estaba estirando los brazos para calentar, la saludo y ella me responde con una amigable sonrisa.

El instructor llega y todos se giraron en torno a él. Era un hombre joven, no pasa de los treinta, piel canela y cabello oscuro. Usaba un conjunto de ropa deportiva de lo color azul marino. Era alto y tenía buena contextura física.

—Es la primera vez —pregunta una señora.

—Si —respondo temblando, estaba muy nerviosa e insegura, todos a mi alrededor lucían esplendidos menos yo. 

—¿Eres nueva? —se integra otra voz, la señora y yo compartimos las mirada y al mismo tiempo giramos los cuellos — hola, tu — saluda, era el chico con quien me había dado un fuerte golpe en la cabeza.

—Hola — dije apenada viendo su frente, tenia un pequeño bulto y supuse que yo estaba igual. Sus ojos marrones estaban allí — Si, soy nueva — hablo y mi voz hace bajar su mirada.

—¿En el gimnasio o en el baile? — indaga curioso y divertido. 

—En los dos.

—Yo en el baile —manifiesta  con una sonrisa —. Soy muy malo,  tengo dos pies izquierdos pero quiero aprender aunque no sea tan bueno.... — miro a la señora que no dejaba de sonreír — .¿Tú sabes bailar?

—Mas o menos.

—Empecemos con el estiramiento —Anuncia el profesor y los tres nos alineamos, quedando la dulce señora en medio de los dos. Mientras imitaba los pasos del instructor, podía sentir como el chico me lanzaba mirada y yo no pude evitar también hacerlo. Cuando coincidíamos, me guiñaba el ojo me dedicaba una amigable sonrisa. 

Luego de un estiramiento de quince minutos comenzamos a bailar y me fue fatal, no conseguía agarra el ritmo. Mientras el grupo iba a la derecha yo me iba hacia la izquierda y cuando lograba agarrar el paso, volvía a perder. 

Al menos no fui la única que se perdió en el grupo. El chico de ojos color café también estaba igual. Creo que incluso peor que yo. El hecho de no ser la única, hizo que ese momento de incomodidad se hiciera agradable  y pasable, las risas de las chicas que se rieron de mi al principio quedaron olvidadas y sus comentarios bajos y despectivos no me afectaron. 

Incluso en el baño donde fui nuevamente abordada, me la pasé increíble, que sus insultos me pasaron por un lado. 

Llego a casa con el auto reluciente de limpio.  Mamá me había pedido que lo llevara al auto lavado después del salir del gimnasio, no tenia la mayor suciedad pero para ella es todo lo contrario.

Con el cuerpo adolorido, pesado y sudoroso ingreso. Atravieso el vestíbulo y paso directo hacia mi habitación. Me quito la ropa mojada, tomo una toalla limpia y me encierro en el baño. Salgo media hora después, fresca y ropa suave, mi cabello estaba envuelto en una toalla y mis manos cargaban a Benji.

Ingreso a la cocina, mi madre se encontraba allí, se dio vuelta para saludarme y seguir cocinando, no alcanzo a ver pero olía delicioso. Benji lamia mi mentón mientras mi madre me preguntaba como me había ido. 

Le explico que me había golpeado con el chico de lindos ojos cafés, había hecho zumba con él y una linda señora y como dos chicas me atacaron a insultos por mi gordura, por mi aspecto y un montón de cosas que no deja de repetirse cada que me encuentro con alguien. 

—El jueves tenemos la cita con la nutricionista —suspiro y pego mi nariz con benji — . ¿Hablaste con la profesora de repostería?

Hago una mueca triste.

Voy a dejar el curso. Parte del proceso de mi cambio es alejarme de las tentaciones que no pueda controlar y permanecer en el grupo, solo estropearía todo lo que he estado trabajando. Me duele irme, porque me encanta la repostería pero si quiero lograr mi meta, debo alejarme de las tentaciones. 

—Si, hace un momento hablé con ella —dije con pesar haciéndole muecas a benji y este trataba de morderme. Rio y sigo con el juego —.¿Y mi papá? — interrogo al darme cuenta de su ausencia. 

—Trabajando con un cliente — explica  —. Una mujer está luchando por la custodia de sus hijos. El marido los maltrata y también se los quiere quitar porque según con él estarán mejor con él.

Bufo incrédula.

—¿Y qué tal te ido con el joven? —indaga y se da la vuelta, dejo los mimos para girarme también hacia ella —.¿Está cumpliendo lo que le pides?

Suspiro.

—Si, ha cumplido.

—¿Ya le crees o todavía piensas torturarlo?

—Lo dices como si le estuviera haciendo algo atroz — niego volviendo mi mirada en mi pequeño, su mirada me perfora. Ruedo los ojos — Ni que le estuviera pidiendo que camine descalzo por carbón hirviendo — resoplo y murmuro maliciosa —. Aunque no es mala la idea.

—Aparte de hacerle quitar los zapatos supuestamente por las malas energías—aplano los labios para no reír —. ¿Qué más le pediste que hiciera?

—Le propuse ir en bicicleta hasta la universidad.

—A bueno...

—Pero en mi bicicleta...los dos— aclaro y me parto de risa cuando su boca se abre de perplejidad.

—¿Los dos en tu bicicleta? — repite.

—Ajá — confieso y me reprende en el acto —Tampoco fue tan terrible —digo desacreditando su reacción exagerada —. Es lo mínimo que va a sufrir mientras lo mantengo a prueba. Esa fue tu idea.

—Ya lo sé —reconoce, parecía arrepentida —. ¿No te da pesar con él?

No respondo.

—Él me dijo muy claro que iba hacer todo lo que yo quisiera con tal de creerle— recalco sus palabras —, y eso es lo que estoy haciendo.

—Pobre muchacho.

—¿Cuál pobre muchacho? —repito disgustada —. Si hasta le gustó manejarla.

Se ríe y niega con la cabeza llena perplejidad.

—Ese chico te debe querer tanto como para hacer todo esto que le pides.

Suelto una risa repleta de ironía. 

—No me quiere mamá —le recuerdo —. Él lo hace porque le toca, si no pierde la apuesta, ¿a quién en este mundo le gusta perder? Y menos si hay dinero de por medio.

—Yo siento en mi corazón que ese chico esta sinceramente interesado en ti — niego escéptica —. Ya otro hubiese renunciado.

—Esa es mi idea, que desista y me deje en paz de una buena vez. Me estaría evitando otra tragedia.

—Solo espero que no sea tarde cuando te des cuenta —advierte—. Él no se ve mala persona.

—Cara vemos, pero corazones no.

No me gusta discutirle a mi madre, soy cociente que desea lo mejor para mí y lo aprecio inmensamente. Solo que ella debe entender que a mí me arrebataron la manera de ver a las personas de una forma cruel y fría.

Y aunque haya pasado los años, es difícil para mí verlos de otro modo.

— ¿Y si es tarde que pasa? —vuelvo en si—. ¿Acaso la felicidad de una mujer debe girar en torno a un hombre?

—Por supuesto que no —apoyo mi quijada en su hombro y cierro mis ojos para disfrutar de su esencia —. Pero no hay sentimiento más lindo que sentirse querido y protegido por alguien.

—Para eso los tengo a ustedes dos y a mi precioso Benji—beso sonoramente su mejilla y la aprieto hacia mí —. A quienes confió ciegamente y sé que su amor es sincero.

—Eso no lo dudes, mi amor.

—Te amo.

—También yo mi niña linda.

Papá llegó una hora después y lo estábamos esperando para comer, todo estaba tranquilo hasta que me preguntó por el inepto ¡Por el inepto! Casi me ahogo con el jugo cuando brotó de sus labios aquella pregunta que jamás en mi vida imaginé que haría.

Empezó a indagar sobre nuestra supuesta amistad tuve que mentir diciéndole que nos hicimos amigos hace poco y cómo fue que nos conocimos para que fueran más convincente mis palabras.

Ellos saben que desde hace años no llevaba a nadie a la casa y él en particular le sorprendió mucho al verlo la primera vez.

****

—Así que yo te ayudé a montar la cadena de tu bicicleta —menciona el inepto acostado en el césped mientras juega con una pelota. 

La cinta métrica estaba en medio de los dos, separándonos el metro de distancia que le impuse la prueba.

Voltea a mirarme y siento que el piso se hunde

—Sí, acabo de decir.

—No recuerdo eso — dice ceñudo, mirando confundido —. Cuando nos conocimos la primera vez tú me mandaste a desaparecer de tu vida, es decir a la mierda misma. 

— Fue lo que se me ocurrió...

—Y después me ignoraste, me mandaste a la mierda varias veces mas, me pasaste las ruedas de la bicicleta por los pies, solo porque te robé un besito casi me desfiguras la cara, que fue un gran alago para mi pero de todas manera dolió... — recrimina haciéndose el serio y después de quedarse pensativo mirando a la nada extiende una amplia sonrisa suave que fue imposible de informar. Es tan bonita —. Si definitivamente te conocí ayudándote con la bicicleta.

—Eres patético.

Carcajea dulce y esconde los brazos debajo de su nuca.

—Y tu eres antipática, terca, pesada, odiosa y no me estoy quejando.

—Te puedes ir si no te agrada mi actitud.

—¿Crees que si no me agradara no estaría aquí arrastrándome por ti?

—Tu estas aquí por la apuesta.

Blanquea los ojos exasperado.

—No diré nada, creo que ya perdí la cuenta, se me canso la lengua de tanto explicar —espeta y lo observo en silencio.

Detallo la cinta métrica que esta en medio de los dos como excusa para que no se de cuenta que lo miro, y vuelvo al mismo modo operandi.

—Acuéstate —insta y mi cuerpo brinca asustado, giro mi cuello hacia a el frente casi como el exorcista, escucho su risa y espero cualquier comentario de su parte.

Nada.

Que extraño.

Me vuelvo hacia él, esperando encontrarme con esas grandes gemas y esa sonrisa al estilo de William Levy —que me encanta —  mirando con una expresión divertida o sonrisa de angelito pero no, el inepto tenía los ojos bien cerrados y las comisuras de su boca algo elevadas.

—Échate, anda.

Palmea la grama animándome.

—Los perros son los que se echan.

Niega.

—Bueno entonces acuéstese bella princesa— dice con sarcasmo.
 
—Mejor me voy a mi cla...

—Solo un rato  —pide  —. Anda, dos minutos nada más. ¿Qué te cuesta?

—Es que...

—Tú clase dentro de diez minutos, te quedan exactos ocho. Solo vas a disfrutar dos conmigo.

Ruedo los ojos.

—Odio que seas amigo de Steven —mascullo.

—Y yo amo serlo, de otra manera no te hubiera conocido jamás. Bueno nunca habría tenido el valor de hablarte.

—Ajá, y yo nací ayer.

—¿Crees que fue fácil para mí hacerlo? —lo escrudiño incrédula —. Me tomó varios días, muchos en realidad. Pero aquí estoy, esperando que me ames.

—Deja de hablar tonterías, yo sé que no es así.

Hace ademanes con la manos que no me va a discutir y mete las manos debajo de su nuca.

—Solo que nunca, lo vas a admitir — vuelve hacer lo mismo y cierra los ojos.

Tomo mi bolso y lo uso como almohada, recojo mi cabello y me inclino hacia atrás sin acercarme un milímetro a él, cuidando cualquier momento. Cierro mis ojos desconfiada y me llevo las manos a mi estómago. Cubro bien mis muñecas con las mangas de mi suerte y me aseguro de él antes de cerrar mis ojos.

Oh, que... Bien.

No quería admitir, pero el capullo tenía razón, se siente relajante estar así. 

—¡Aquí estas! — abro los ojos de golpe al oír un voz enfurruñada —.  Les dije que estaría aquí.

Eran los socios del inepto.

—¿Qué pasa?

—Ya tenemos que presentar nuestro trabajo — avisa Jev respirando pesadamente y me mira —. Hola melina.

Guardo silencio.

—¿Cómo estas cariño? — preguntan amigables Rebecca y Esther.

Sigo con mi modo hielo.

—Vamos a tener que llevarnos a romeo por un momento —dice como si estuviera pidiéndome permiso y lo hace levantar de manera brusca del suelo —. Tenemos una exposición, somos el grupo número tres y el dos está por terminar, solo será una hora después te lo regresamos.

—Por mí nunca lo traigan, aquí no se aceptan devoluciones —me desquito finalmente hablando y veo como todos se ríen en coro.

—Ella me ama, ese es su manera de amarme —  dice dramático, llevándose una mano al pecho.

Ruedo los ojos.

—¿Y esa cinta métrica?

Todos miran en dirección en material de plástico amarillo que está estirado en el suelo.

—Eso es lo que me separa de su amor.

—¿Que?

—¿Cómo es eso? —investiga Rebeca.

Me pongo de pie enseguida y antes que me pregunte me despido sacando el dedo corazón.

—Ella dice que los ama.

****

La doctora me felicita, he logrado bajar más de la meta que ella me había indicado. Antes me daba pánico venir, ahora que veo que cada día mejoro no puedo esperar para que ese día llegue para ver los resultados.

Estoy feliz.

Dice que debo seguir con la dieta estricta hasta que alcance mi peso ideal. Luego podré comer lo que siempre me ha gustado siempre y cuando sea de la manera más moderada posible, ser respetuosa o todo lo que he logrado se irá al caño.

Creo que es la primera vez que salgo de un médico con una sonrisa.

—¿Hija por qué no respondes? —era la tercera vez que sonaba mi teléfono, sabía quién era, pero no quería contestar.

—No reconozco su número.

— ¿Y si es tu padre?

— No, no lo es.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —hago una mueca —. Contesta cariño.

Ruedo los ojos y a regañadientes respondo.

—Que quieres.

— ¿Eva está contigo? —pregunta directamente.

— ¿Cómo?

—¿Mi hermana está contigo? — repite, su voz sonaba angustiada.

—No.

—¡Maldita sea! — mi corazón se encogió al oír su voz aterrada —. ¿La viste en el curso?

—Hoy no fui al curso, estoy en el medico—solloza angustiado.

— No sé dónde mierdas se metió y no contesta el puto teléfono— vocifera alterado —. P-pensé que estaba contigo.

—No-no—cuelga.

—¿Qué pasó? — investiga mi mamá luego de quedarme en silencio—. ¿Quién era?

—Jack—respondo consternada—. Su hermana no aparece.

—¿Qué? — exclama impresionada—. Deberíamos ir con él, hay que irlo ayudar. Llámalo y pregúntale donde está.

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Mis queridas chamas ¿Cómo andan?

No puedo creer que somos 2mil lecturas!!! *Llora de felicidad* Gracias, gracias ustedes son las mejores del mundo mundial <3 

¿Y bueno díganme qué les pareció?

¿Qué pasaría con la hermanita del inepto?

Gracias por todo, nos leemos pronto. 

Besoos

Feliz día o noche.

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