Capítulo 11

Una de las cosas mas difíciles en esta vida, es volver a creer en alguien.


—¿Arrepentido? — corto el silencio llevamos y miro con atención la cara de dormido que lo dominaba.

Desde que salimos de su facultad no ha dicho ni una sola palabra. Creo que está más que aburrido, está molesto aunque no lo demuestre pero se le nota de aquí a la muralla china.  Desde que tomé el control del auto me he metido por todas las calles, avenidas, callejones y cuadras dónde había más tráfico con la intención de gastarle al menos medio tanque de gasolina.

Tuve la sensación que en cualquier momento iba a estallar y me iba a decir algo, pero no, parecía que no estuviese allí.

Hasta coloqué radio, sincronice una canción de mi bonito Shawn Mendes que fue una suerte y no dijo nada

—Yo te lo advertí, soy las mujer más aburrida que puedas conocer —me libro de culpa pero no dice nada, no sé porqué esperaba que dijera lo contrario, si es obvio que lo soy.

Eres aburrida, no sé cómo no me morí.

Sacudo mis pensamientos y le vuelvo a dar otra mirada.

Ni siquiera se inmuta.

Resoplo fastidiada y detengo el coche cerca de un parque infantil.

—Mira, vete con tus amigas, no soporto verte así —declaro quitándome el cinturón de seguridad.

—¿Ah?

Oh, parece que ha vuelto a la tierra.

—¿P-para dónde vas?

—Aquí me quedo, adiós vaquero.

—No, espera.

—Se nota que estas pasándola mal conmigo y no lo niegues, te lo advertí pero tú no quisiste escucharme, nunca lo haces  —abro la puerta con medio empujón —. No te preocupes. Tomaré el autobús. Adiós, inepto.

—Espera —me detiene por el codo y bajo la vista hacia su mano —. No estaba aburrido.

—Es evidente que si lo estas, mira la cara de me quiero morir tienes. No te culpo la verdad es que eso es lo que produzco sueño.

—Anoche me acosté muy tarde estudiando — explica y lo miro escéptica  —. Pero no estaba aburrido, solo estaba pensando algo.

—¿Y qué pensabas? —sonríe perverso, blanqueo los ojos ante mi pregunta —. Ni se te ocurra decirme.

Carcajea pícaro.

—Uno de mis amigos está de cumpleaños y pensé que sería lindo que fueses conmigo.

—Perdón, pero no me gustan las fiestas.

—¿Qué? —me mira incrédulo.

—Te lo dije soy aburrida — subo y bajo los hombros.

—¿Nunca has ido una fiesta?

—Si he ido—respondo malhumorada por la cara de burla que ha puesto —. Solo que no me quedaron ganas.

—¿Y qué haces para divertirte? —pregunta intrigado uniendo ambas cejas.

—Cosas aburridas como salir al cine —comienzo a decir y me cuesta mantener el equilibrio.

Jack estaba sonriendo de costado, mirando atentamente con sus grandes y perfectos ojos verdes, analizando tal vez mi rostro o no sé, pero me estaba poniendo nerviosa, además no sé en qué momento se acercó, porque podía detallar sus largas pestañas.

—¿Solo eso?

—También paseo en bicicleta —continúo ahora evadiendo su atención, estábamos los dos solos dentro del coche y ya su cercanía me tenía tensa, asustada y con el corazón acelerado—. Voy al parque con mi perrito, asisto al teatro, visito el museo o simplemente me quedo en la casa viendo series en Netflix.

—¿Y eso te divierte? —pregunta como si fuera una atrocidad.

—Muchísimo.

Todo queda en silencio, mi mirada seguía hacia el frente, ni lo miraba, pero podía sentir que me perforaba con la suya.

Mis manos empiezan a sudar un poco y a desear escapar pero no sé por qué me quedaba.

—¿Qué te parece si vamos al cine? Hay unas películas que están de estreno, bueno eso creo, hace mucho que no piso un puto cine —corta el silencio al fin y se me acaba de ocurrir algo pero antes indago un poco.

—¿Cómo que hace mucho que no vas?

—Mi vida no es tan sencilla como parece.

Frunzo las cejas y espero que me cuente un poco más.

—Mmh — digo al ver que no dice nada más.

Coloco mi mentón sobre mi puño cerrado y todo vuelve a quedar en silencio. Le doy una miradita a mi mano y noto lo cerca que está la suya.

—¿Vamos?

La aparto y la llevo hasta el volante.

—¿Y qué te parece mejor si vamos a la iglesia? — se me ocurre de repente, estaba evitando mirar su cara pero con esto me mi obligada a encararlo.

Quería ver su expresión.

—¿A-A dónde? — arruga la cara —. ¿Dijiste la iglesia?

Me giro completa.

—Si, eso he dicho, la iglesia, la casa del señor.

—¿Estas jugando?

Cruzo los brazos y levanto una ceja.

—¿Me ves cara de payasa? — me escanea de pies a cabeza y sonríe divertido.

—Veo todo menos, eso.

Lo miro mal, ignorando a mis mejillas.

—¿Acaso no asistes a la iglesia?

—Si, por supuesto.

—¿Y por qué te abruma? —se queda callado y moja sus labios —. Jamás has ido a la iglesia. ¿Verdad?

—He ido pero poco — achino los ojos y evade mi mirada acusadora —. Bien, nunca volví a la iglesia, soy creyente pero no he ido más.

—¿Y a quién le confiesas todos tus pecados? ¿A quién le pides ayuda cuando estas en problemas? —cuestiono y no es capaz de responder, sus labios se entreabren, pero no sale ni una sola palabra — .Conectarse con dios de vez en cuando es bueno. Pero no te preocupes, no es obligado, además te quemarías con solo poner un pie allí.

—¿A qué horas empieza?

—No tienes por qué hacerlo, no es obligado...

—¿A qué horas? —insiste.

—¿Estás seguro? —pregunto incrédula y se gira en mi dirección.

Lo estaba haciendo otra vez, detallándome de esa manera.

—H-hay varios horarios —intento sonar normal, pero mi voz salió más aguda de lo normal.

—Perfecto —acepta sin reproches —. ¿Y después de ir a la iglesia podemos ir al cine?

—¿Estas en verdad seguro que quieres ir conmigo a la iglesia? —todavía no me lo creía.

—Sí, muy seguro —dijo con firmeza —. Te dije que haría lo que fuera por ti y estoy dispuesto a todo.

Dios mío... esto es increíble.

¿Hasta dónde podrá ser capaz?

—Si vamos al cine yo elijo la película —me adelanto.

—Está bien eliges la película que quieras.

—Bien —asisto y vuelvo a colocarme el cinturón de seguridad, cierro la puerta  y coloco las manos sobre el volante lista para seguir el recorrido hasta mi casa.

Casa...

Se supone que él no debería saber la zona donde vivo, soy una tonta.

¿Para qué acepté que me trajera?

¡Demonios!

—¿Qué pasa Ángel? —no respondo y me mantengo callada hasta llegar a mi...casa.

Estaciono frente del árbol que está cerca de las cortas escaleras noto que se me queda mirando, bajo del coche sin mirar atrás y subo las cortas escaleras torpemente.

—Se te ha olvidado algo —detengo mis pasos y miro mi hombro, me paso la mano por la cara al darme cuenta.

Mi bolso.

Giro sobre mis talones, enojada y  miro el hombro de Jack, justo donde colgaba mi bolso.

—¿A cambio de que quiere que te lo regresé?

—Un puño si no me lo das.

Se ríe y fija sus ojos sobre mi cabeza.

—Mis lentes.

—Si me das mi bolso te los doy.

Eleva las cejas admirado.

—Que astuta.

—Mi bolso a cambio de tus lentes.

—Todo tuyo a cambio de un beso  —me los quito enseguida y trato de devolvérselos. Jack se ríe dulce y se aleja para que no se los dé —. Quédatelos, se te ven mejor a ti que a mí.

Solo porque están geniales me los quedo y porque siempre quise unos de este estilo.

—Ahora necesito mi bolso.

—Un beso —pide señalando su mejilla—. Aquí y luego aquí —susurra toqueteando sus labios.

Niego rotundo, aunque hubo un deseo repentino en mi interior de querer hacerlo.

—Bien, supongo que los guardaré para el futuro —declara rendido.

—D-dame mi bolso.

—Chiquito.

—Mi bolso.

—Un roce, con un roce me conformo—suplica y las imágenes de nuestros labios me abordan otra vez.

—Entrégame el bolso.

—Está bien Ángel —musita rendido estirando mi bolso en mi dirección—. Agárralo.

—En el suelo —ordeno desconfiada.

—Se va a ensuciar—advierte contemplando el suelo mugroso.

—Después se  limpia.

—Prometo que no te haré nada— entrecierro mirándolo y se sonríe pícaro. Es un idiota —. Es enserio.

—No te creo.

—No, déjalo en el piso.

—Confía en mí.

—Si me tocas te golpeo.

—Sería un halago si lo hicieras.

—Estas demente.

—Por ti.

—No te atrevas a besarme, menos tocarme —evade mi advertencia mirando hacia el árbol que está cerca nuestro. Señala como si hubiese visto algo solo para ignorarme—.  ¿Escuchaste?

Baja la vista.

—No lo voy hacer Ángel —se me regocija el estómago y le atino que sean los cólicos —. He avanzado mucho contigo como para estropear todo, no quiero que te alejes, eres importante para mí.

—Si me tocas pierdes.

—Tú si puedes tocarme todo lo que quieras —ladea una sonrisa perversa. —Incluso mi...

Arrugo la cara.

—¡Eres un cerdo!

—Mi corazón —repone sonriendo malicioso —. Eres una perversa.

—Tú eres el cochino.

Se ríe.

—Amo que sean pervertidas, odiosas, antipáticas, malhumoradas, tercas, fuertes.

Frunzo las cejas extrañada.

—¿Cómo te puede gustar todo eso? Pensé que te gustaban las chicas dulces y delicadas.

—Y me gustan, solo que descubrí que también me encantan así como tu.

Se guarda un silencio entre los dos y lo miro desconfiada, incrédula. Sé que para todos mi actitud, bueno esta actitud, no es la más agradable y no está mal, la verdad no me afecta porque ese ha sido mi escudo desde hace años y me había funcionado hasta ahora.

Pero yo sé muy bien porqué el está aquí y se que eso que dice, son mentiras.

—Podre ser molesta, pero pervertida jamás — dejo en claro antes de tomar el bolso y arrancar hacia las escaleras.

—¡Hey! — susurra un silbido  — . ¿Y no te vas a despedir?

Meneo la mano obstinada y no me detengo hasta llegar a la puerta.

—¿Y nuestro saludo? —escucho sus pasos subir las escaleras y pego mi frente contra la madera.

—Al menos que quieras despedirte como las señoritas — lo corto girándome sobre los talones exasperada y agarro su muñeca, la choco contra la mía y la suelto enseguida.

Él niega inconforme y toma mi muñeca. Trago lento y siento un frío recorrer mi espalda cuando sus dedos rozan mis cicatrices.

—Eres patético —digo nerviosa esperando una reacción mientras hacia el estúpido saludo.

—Cualquier insulto, es un gran halago para mí, así que dime lo que quieras.

Seguía mirándolo expectante, tuvo que haberlas sentidos, es imposible que no, al menos que no tenga sensibilidad.

—Hasta nunca.

—Ángel.

—Mi nombre es Melina.

—Y mi nombre es Jack, pero no me quejo cuando me insultas.

—Yo no soy un Ángel — aclaro, comienzo a relajarme. Tal parece que no se dio cuenta.

—Si, si lo eres.

—¿Cuándo has visto tu Ángel de ojos negros y piel morena?

—Si he visto, muchas veces.

—¿En dónde?

—Está parado justo frente a mí y es el Ángel más hermoso que haya visto en mi vida — suelto una risita falsa y me limpio una lágrima falsa, Jack hace una negación mientas sonríe.

—Aja.

—Mira de no ser por ti, no sé qué hubiese pasado con mi hermanita ese día no tienes idea cuanto te lo agradezco ¿Te das cuenta por qué te he llamado así? —mi risita irónica desaparece — . Apareciste en el momento indicado, tal como los ángeles. Por eso te digo, mil gracias por haberla llevado sana a casa..

—No, no es nada.

Me sentí extraña, eso fue... apreciable.

Jamás en mi vida alguien me había catalogado de esa manera, no sé cómo expresar lo que me han hecho sentir sus palabras, sean ciertas o no.

Fue...tierno.

—Ahora sí, adiós —vuelvo a la realidad.

Retrocede, pensé que iba a invadir mi espacio personal.

—Hasta pronto mi amor — lleva sus manos hacia sus labios y me lanza un beso al aire —. Amor de mi vida—eleva la voz.

—Cállate.

—Me encantas Melina Wells— habla más alto —. Que todo el mundo conozca quien será la madre de mis quince hijos.

—Shhh.

—Melina mi amoooor —canturrea e ingreso a la casa antes que me siga avergonzando más.

—¿Ese el muchacho que me hablabas? —pego un brinco y me llevo una mano al pecho.

—¡M-amá!

—¿Ese muchacho es de quien me hablabas?

—No, no es él.

—¿Y entonces quién es?

—Sí es él — digo malhumorada, no pude mentir y es lógico que lo sepa, dese hace mucho que no traigo un chico a la casa.

—¿Él era quien estaba cantando? Canta muy bonito.

Bufo.

Si eso es cantar, yo soy excelente cantante.

—Me pareció ver que tú estabas manejando. ¿Eras tú?

—Era yo —me despego de la ventana y la analizo  su semblante . Tenía una expresión de adoración y perplejidad, ya quedó fechada por el inepto de Jack grey.

—Cuando me dijiste que era guapo no imaginé fue fuera tanto —desapruebo con la cabeza, sabiendo que es contradictorio hacerlo porque ese tonto es, demasiado guapo —. ¿Y eso que te llegaste con él? Supongo que ese debe ser su auto.

—Estoy haciendo lo que me dijiste — sus cejas se elevaron.

—¿Y qué tal? ¿Cómo te ha ido?

—Bien —dije sin emoción—. Me dejó manejar en su auto, rechazó a sus amigas para estar conmigo y lo invité este domingo a la iglesia y aceptó.

Su boca se abre con perplejidad, fue difícil mantener la seriedad cuando recordé la cara que puso al hacerle la propuesta.

Parece que lo hubiese invitado a la guillotina.

—¿Cómo hiciste? —envuelve mi mano en la suya y me conduce al sofá, tomamos asiento a la vez —.¿Cuéntame cómo fue eso?

Respiro hondo.

—Él me propuso ir a una fiesta este fin de semana, porque uno de sus amigos esta de cumpleaños—asiste con atención —Y le dije que a mí no me gustaban las fiestas y me preguntó que hacía para divertirme y le mencioné varias cosas —no podía mantenerme seria, esto me resulta un tanto divertido pero a la vez algo que me causa miedo nada más por el hecho de estar tan cerca.

—Y entonces me dijo que fuéramos al cine y yo le propuse ir a la iglesia — finalizo.

—¿Y aceptó?

—Obvio —respondo lógica— .Por la apuesta es capaz de todo.

—Ay cariño no puedo creerlo—manifiesta riéndose, a mi también me sorprende y me da rabia pero es la única manera que no me vuelan a joder la vida —. Pobre Jack.

Mi boca se abre en shock y la miro dos veces.

—¿Pobre? —repito indignada—. Pobre de mí que estoy siendo parte de una apuesta.

—Eso todavía no lo sabemos mi amor.

—Puede suceder.

—Esta vez no será así amor mío—asegura acariciando mis mejillas con afecto y deposita un beso afectuoso —. Ya lo verás, confía en mí. Yo siento en el fondo que ese muchacho si está diciendo la verdad.

Curvo mis labios indecisa y dejo caer la cabeza hacia atrás en el respaldo del sofá.

—Al él de verdad le interesas.

Hago una mueca con mi boca y niego.

Dicen que el instinto de una madre es uno de más certeros, ¿Y si eso es un mito? las madres también se pueden equivocar, son seres humanos y todos los humanos fallamos.

Ella le puede creer si quiere, pero a mí no. A mí todavía no me convencen sus palabras vacías y sus falsos halagos, sé que miente y sé que lo va a negar hasta el final del mundo.   

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