Fallin'
Childhood friends, drama, Megumi tiene miedo, leve ansgt, algo de fluff, ¿mutual pining?, final feliz.
De antemano disculpa si hay algún error ya sea de dedo o redacción o si te molesta de alguna forma la narración en presente (es una mala costumbre que tengo, realmente prefiero hacerlo en pasado pero cuando comienzo ya no puedo arreglarlo sin sentir que se lee feo), pero espero lo disfrutes. <3
—Se acerca San Valentín, ¿tienen algún plan para ese día o vamos a reunirnos como fracasados? —Kugisaki inquiere desde el sillón que obligó a Itadori a colocar frente a la cama, alegando con no querer sentarse en la cama.
—Mmmh, no, no realmente. Gojō-sensei saldrá, ¿verdad? Podemos vernos aquí ese día, algunas películas ya saben. A menos que Fushiguro sí vaya a confesarse.
Megumi frunce el ceño, ¿confesarse? Ni en sus sueños, solo niega y deja que sus amigos sigan armando planes en su casa para ese día. Todo hubiera seguido tranquilo, de no ser porque la castaña se niega a que su amigo siga siendo virgen y soltero por el resto de su vida.
—¿Entonces, Fushiguro? —Nobara le mira, agotada de tener que lidiar con él, con sus constantes negativas respecto a Sukuna. No puede evitar sentirse ciertamente incómodo bajo sus ojos, no acostumbra a ser el receptor de dicha mirada; Itadori, en cambio, sí, pero no viene al caso.
—¿Entonces qué? Ya te lo dije, no voy a hacer nada. No entiendo de lo que hablas.
Por alguna razón, fingir demencia parece la mejor opción... solo que no lo es. Sobretodo cuando escucha un chillido de exasperación, es peor cuando nota que no proviene de su amiga sino de su amigo.
—Vamos Fushiguro, se supone que eres el listo de los tres, no puedes ser tan denso.
—Voy a ignorar eso, pero en parte tiene razón. —Con una mueca en su rostro la única mujer del grupo apremia, levantándose del sillón frente a él antes de apartar a Itadori y sentarse a su lado, importándole poco el concepto de espacio personal y de que, inicialmente, no planeaba tomar lugar en la cama—. Mira, Megumi, voy a ser clara, así que lo único que vas a hacer es cerrar esa boquita y prestarme atención porque no pienso repetirlo otra vez.
Traga saliva al oír su nombre, no Fushiguro sino Megumi, Nobara no acostumbra a hacerlo, a menos de que esté realmente irritada, sin embargo, asiente a lo dicho y la escucha con atención.
—Estoy cansada de verte así. —Hace una pausa, el de ojos verdes no entiende a qué se refiere, o tal vez sí, solo que no lo quiere admitir. Ella, rodando los ojos al no ver reacción por su parte, continúa—. Se conocen desde que son mocosos, ¿me equivoco? —No es una pregunta realmente, así que ninguno responde y ella no espera a que lo hagan tampoco—. Entonces no entiendo cuál es el problema. No entiendo por qué no aceptas simplemente que te gusta Sukuna, porque, mírame bien, Megumi, te gusta Sukuna. Te gusta el jodido bastardo de Sukuna y no me alegra en lo más mínimo, es el mayor dolor de culo que he tenido, pero te gusta y no hay nada que podamos hacer.
Fushiguro trata de desviar la mirada a cualquier otra cosa que no sean los ojos ardientes de su amiga, de repente la pared color crema es lo más interesante que ha visto en mucho tiempo.
—Excepto animarte a estar con él. —Concluye la chica, suspirando resignada al ver su negativa a querer hablar del tema.
Itadori, quien hasta el momento ha permanecido demasiado silencioso y quieto, habla esta vez.
—Yo... tampoco entiendo por qué no lo admites. Digo, nos conocemos desde siempre, sabes que Sukuna es un imbécil, pero no contigo, nunca contigo.
El chico parece realmente afligido, quizá poniéndose en los zapatos de su gemelo por un momento, pensando en cómo se sentiría si la persona que le gusta negara fervientemente tener cualquier clase de sentimiento por él. Megumi ni siquiera puede admitir abiertamente que son amigos e Itadori no sabe si no lo hace por vergüenza o porque realmente no sabe si lo son.
—Chicos, en serio agradezco que se preocupen por mí, pero esto no es algo en lo que–.
—Cállate. No quiero oír tus excusas baratas, Megumi. Solo cállate. —Kugisaki se levanta resignada, molesta e incluso cree verla decepcionada—. Ya entendimos, nos vamos. Cuando quieras dejar de encerrarte en tu coraza sabes que puedes llamarnos. Pero no voy a quedarme aquí viendo como niegas tus sentimientos y pasas el resto de tu vida fingiendo que no te gusta.
Con eso camina hasta la puerta de su habitación, tomando el pomo entre su mano antes de voltear para verlo una vez más.
—No es justo para ti y tampoco para él.
La puerta queda abierta cuando sale, una clara advertencia para el pelirrosa, una señal de que es momento de que se vaya también y el chico mira al dueño de la habitación un momento con una sonrisa algo deprimida, antes de levantarse y caminar hacia la salida.
—Fushiguro, realmente no comprendo muy bien la razón por la que no quieres admitirlo, pero sí sé que él siente lo mismo. Es lo único que puedo decir, así que solo... solo piénsalo, ¿quieres? Luego no podrás con el peso de saber que perdiste el tiempo sin ningún fundamento.
Yūji sale, cerrando la puerta con suavidad tras de sí y Megumi suspira, dejándose caer sobre sus almohadas, mirando el techo como si pudiera darle todas las respuestas en ese momento.
—Maldita sea.
No puede mentirse a sí mismo, está enamorado.
Está enamorado de Sukuna, del hermano de su mejor amigo, del chico que sabe también está enamorado de él, de aquel quien corresponde sus sentimientos desde siempre.
Pero tiene miedo, tiene tanto miedo.
Sus amigos no comprenden porque nunca les ha dicho cómo se siente realmente ante el hecho de que Gojō sea su única familia (si así le puede llamar a lo que sea que conforman los dos). Sus amigos no saben que casi a diario se levanta tras una pesadilla, con el sentimiento constante en su pecho de que por su culpa le fue arrebatada su familia.
Teme que cuando lo admita, Sukuna se deshaga entre sus manos con rapidez, que ni siquiera tenga tiempo a disfrutarlo. Que se de cuenta que no vale la pena, que solo trae desgracias a quienes le rodean.
Pero sus amigos tienen razón. No puede pasar así toda la vida, así que es mejor cortar con todo de raíz de una buena vez.
No le importa pasar el resto de su vida pensando en lo que pudo haber sido y no será. Prefiere vivir con la tranquilidad de que al menos no lo perdió cuando más lo quiso, de que lo único que hizo fue protegerlo, así fuera de sí mismo.
Cuando el día de San Valentín llega, se ha decidido a decirle a Sukuna que no le interesa en lo más mínimo.
¿No era suficientemente doloroso que alguien no correspondiese tus sentimientos en San Valentín? En su cabeza, sin duda, suena como una buena idea (obviamente no lo es).
Y no pueden culparlo, es prácticamente incompetente en lo que a sentimientos se refiere. No es racional cuando se trata del corazón, sería mucho más fácil si el amor fuera una ecuación.
Pero no lo es.
Entonces, cuando lo ve solo en el comedor, se acerca a paso firme, bajo la mirada atenta de sus amigos que casi le perforan la espalda y los ojos curioso de Sukuna sobre él.
—Hey.
Cuando lo oye, titubea, Dios, siente que sus piernas tiemblan, pero toma asiento frente a él, ignorando por completo el ruido del lugar, las charlas de sus compañeros y las confesiones que se dan.
—Sukuna. Tenemos que hablar. —Es lo único que puede formular, su pierna derecha moviéndose de arriba a bajo, dejando en claro su nerviosismo. Luego oye al pelirrosa bufar.
—Wow, suena a que vas a terminar conmigo cuando aún no somos nada.
No sabe que es peor, si el chiste de Sukuna, la culpa que lo corroe o el hecho de que el otro mencionara ese aún, asumiendo que en algún momento pudiera pasar algo más. Y cuánto lo desea, en serio, le daría rienda suelta en ese momento si no tuviera tanto miedo.
—De hecho, es sobre... sobre eso. Nosotros. —La incomodidad es palpable y el otro se da cuenta de que sea lo que sea que Megumi vaya a decir no le va a gustar—. No hay un nosotros, Sukuna. Tampoco lo habrá.
Nota en primera fila cuando el rostro de Sukuna pasa de la curiosidad al enojo y luego a la mirada de desprecio que le caracterizaba, una mirada que jamás pensó le iba a dar. Pero era mejor así, ¿no?
—Ya veo. ¿Qué mierda sigues haciendo aquí entonces? Lárgate.
No esperaba menos, pero eso no quiere decir que no le duela el trato que está recibiendo, el trato que él mismo se buscó y cuando se levanta siente la ira manar del cuerpo ajeno, así que solo puede limitarse a soltar un:
—Lo siento.
Cuando pasa por el lado de Yūji y Nobara puede ver sus caras de desconcierto y está tan contrariado que ni siquiera presta atención a lo que le dicen ambos y sale del comedor.
Tal vez si habla con Gojō le saque de ahí, no quiere seguir ahí, no mientras siente sus ojos arder ante la indiferencia de Sukuna.
Gojō sí lo lleva a casa, importándole poco si tiene una clase que dar después del receso. Habló con Yaga y le pidió el resto de la tarde libre para Megumi y para él, como el pelinegro se veía fatal y, a diferencia de sus amigos, no causaba ningún problema el director le dejó marchar, sin ocultar su preocupación al verlo más emo que de costumbre.
En el trayecto a casa ninguno habla. El albino le está dando su espacio y él lo agradece... Excepto por el hecho de que Satoru es incapaz de guardar silencio durante mucho tiempo.
—Oye Meguminola, ¿quieres contarme qué fue lo que pasó?
Solo niega, no quiere hablar y el nudo en su garganta le impedirá hacerlo incluso si lo intenta.
Enfoca su mirada en la ventana, empuñando sus manos ante el panorama; el día está soleado, lleno de color, hay parejas por la calle y todo tiene una linda decoración.
No siente que hubiera hecho lo correcto, le duele el corazón.
Cuando llega a su habitación se encierra, pasando de largo los intentos de su tutor por animarlo, no tiene ganas de aguantarlo; no ahora que él mismo se ha roto el corazón.
Lo único que hace es cambiarse de ropa en automático y hacerse un ovillo en su cama, pensando seriamente en lo que ha hecho.
No responde las llamadas de sus amigos e ilusamente espera que Sukuna, en cambio, sí lo llame. Por supuesto, él no lo hace y lo entiende, si a él lo hubieran rechazado sin darle siquiera la oportunidad de confesarse correctamente tampoco llamaría a esa persona, ni siquiera para insultarle. Pero eso no quita el hecho de que espera que lo haga.
Está agotado mentalmente y duerme lo que resta de la tarde, sin importarle poco que no ha probado bocado desde el desayuno. Tampoco lo merece.
Entrada la noche Gojō toca su puerta.
—Nee, Megumi-chan, voy a salir. —El mencionado está tan agotado que ni siquiera tiene ganas de quejarse por el apodo. El saber que su padre putativo saldrá solo es un recuerdo más de que él, en cambio, no tiene con quien pasar una fecha así de especial—. Acabo de pedirte algo a domicilio, cuando toquen baja y recibelo.
Asiente aunque Satoru no puede verlo, tampoco quiere moverse de su cama pero sabe que debe comer, así que agradece el detalle.
Cuando se queda solo se limita a navegar en su teléfono un poco ahora que es incapaz de conciliar el sueño, pero es una mala idea cuando sus redes están plagadas de parejas y romanticismo.
Para su sorpresa más pronto que tarde suena el timbre y con desgano se levanta de su cama y baja las escaleras, frunciendo un poco el ceño cuando la persona tras la puerta vuelve a insitir.
—Ya voy. —Anuncia con molestia, está sufriendo el dolor de... una ruptura (ni siquiera fue una, pero va a fingir que sí) y sea quien sea la persona que toca con impaciencia no tiene la decencia de entenderlo—. No tardé tanto, no era necesario que tocaras tantas–.
Se queda mudo cuando la persona frente a él no es un repartidor sino el culpable de su desgaste emocional.
—Sukuna. —Atina a llamarlo, como si creyese que no es real.
Dios, ¿va a golpearlo? No hizo más que echarlo en el comedor de su escuela, absteniéndose de hacer una escena, tal vez vino a cobrar su venganza ahora que puede y, por primera vez, Megumi tiene miedo de lo que Sukuna pueda hacer; no teme un golpe, teme lo que pueda decirle. En ese momento, nada puede lastimarle más el corazón, excepto lo que sea que vaya a decir la persona frente a él.
—Fushiguro. —Corresponde el saludo, mirándolo fijamente a los ojos, buscando Megumi no sabe qué, pero parece satisfecho cuando le ve hecho un desastre—. ¿Puedo pasar?
Su cuerpo se mueve de inmediato, permitiéndole el paso y el otro entra con calma, sacándose los zapatos y caminando por la sala como siempre ha hecho. La escena se siente tan familiar que Megumi se siente menos miserable ahora, hasta que el pelirrosa toma asiento en el sillón de siempre y le invita a ir con él.
—Creo que me debes una explicación.
Megumi sabe que se la debe, pero no por eso quiere dársela.
—Al principio creí que lo decías en serio, lo admito. Pero luego llegaron el mocoso y la bestia que tienen ambos por amiga y comenzaron a preguntarme cosas. —Sukuna empieza hablando, quizá para darle fuerzas para hacerlo él después—. Tampoco parecían comprender lo que pasó. Iba a dejarlo así, pero luego te fuiste. Tú nunca te vas. —La afirmación es dicha con los fieros ojos de Sukuna sobre los suyos, buscando su confirmación y obteniéndola cuando los ojos verdes evitan el contacto visual—. Entonces, claramente había algo mal. Si realmente pensaras la basura que dijiste te hubieras quedado, hubieras dejado en claro que no te importaba lo más mínimo compartir salón conmigo, que yo no te importaba. Pero te fuiste y lo que se decía en los pasillos es que lucías como un desastre cuando lo hiciste y que la rata albina se fue contigo. El viejo nunca le hubiera dado la tarde libre si no fuese algo importante.
Megumi no puede evitar que una sensación cálida le invada el pecho, Sukuna pese a estar dolido y molesto por lo que le dijo, estuvo pendiente de él.
—El mocoso te llamó varias veces y no contestaste. Si estuvieras bien al menos le habrías enviado un mensaje y no lo hiciste. —Acusa, pero Megumi solo puede pensar en lo bien que lo conoce la persona frente a él—. Entonces, Yūji mencionó que Gojō no iba a estar hoy aquí, de hecho tenían planes ustedes tres, ¿no es así? —Honestamente el de hebras oscuras estaba demasiado ocupado en su autodesprecio como para recordarlo, pero sí—. En fin, aquí estoy y quiero saber qué coño está mal con tu cabeza como para soltar esa mierda y creer que estaba bien. Y que te iba a dejar así como así.
Cuando termina de hablar hay silencio, no es propiamente incómodo, Sukuna no luce molesto, solo confundido y Megumi no puede evitar suspirar al darse cuenta de que pase lo que pase Sukuna es un imbécil, sí, pero no con él, nunca con él.
—Lo siento.
Murmura con un hilo de voz, tratando de hallar las fuerzas para confesarse pero la chispa irracional que habita en él le incita a seguir con su teatro mal armado. Para su fortuna, o no, Sukuna lo nota.
—No quiero mentiras, no quiero las mierdas de excusas que sé estás inventando en este momento. La verdad, Fushiguro Megumi. La maldita verdad.
Pese a la amenaza en la voz del otro, de que si no es claro lo que sea que tuvieron en algún momento se rompería ahora mismo, no puede evitar sentirse relajado al oír su nombre salir de los labios rosados de Sukuna, esa manía insoportable que tiene de llamarle por su nombre completo no lo había hecho sentir tan a gusto hasta ahora.
—Tenía miedo.
Sukuna no lo entiende, su rostro expresa claramente las preguntas: ¿por qué?, ¿de qué?
—Mi familia está muerta por mi culpa. Mi madre, mi padre y mi hermana. Todos. Fue mi culpa, Sukuna. No quería que... no quería perderte a ti también.
Sukuna sabe que Megumi carece de autoestima, sin embargo nunca llegó a notar que en esa maraña de cabellos había algo como eso. El pensamiento de que todo lo que ama perece, de que si se deja llevar demasiado por sus sentimientos eventualmente terminará perdiendo lo que quiere. Su mirada se suaviza, comprendiendo un poco lo que sucede. No está de acuerdo, pero sabe que Megumi lleva cargando eso solo y que es prácticamente un bebé en el ámbito emocional.
—Entonces fue más fácil para ti apartarme antes, ¿eso es todo?
El hecho de que lo diga con algo cercano a la burla e incredulidad lo hace romperse en ese momento. Está enojado y agotado, emocional y físicamente, así que con los ojos inyectados en sangre y cubiertos por una fina capa de lágrimas brama:
—¡Sí, idiota!
Sukuna ríe cuando lo ve estallar y se levanta para acercarse a él, obligándolo a levantarse antes de abrazarlo.
—Ya, ya, está bien. Eres tan tonto, Fushiguro Megumi. No entiendo cómo puedes pensar en tratar de apartarme cuando sabes que lo único que quiero es a ti.
Megumi corresponde, agradecido. Sukuna tampoco es el más experto cuando se habla de sentimientos, pero el hecho de que esté ahí con él, sosteniéndolo en su momento más vulnerable, cuando es tan cálido como una tormenta en una noche de invierno, lo hace sentir mejor.
—Era la idea. —Suspira resignado recargando su mejilla en el hombro del chico que quiere.
—No seas iluso, jamás vas a deshacerte de mí.
Es increíble el como solo con esas palabras y sus brazos que Sukuna logra hacerlo sentir ligero y sacarle una sonrisa.
El tiempo que pasan abrazados no es más que un par de minutos, los suficientes para que Megumi vuelva a poner los pies en la tierra. Qué estúpido fue al creer que podía ignorar sus sentimientos y que Sukuna se quedaría de brazos cruzados ante su, muy mal fingido, rechazo.
Cuando se separan el pelinegro luce tímido por un momento, quiere que bajo sus pies mágicamente se abra un hueco y se lo trague para siempre. El de hebras rosas, en cambio, luce relajado, ni siquiera recuerda el mal rato que pasó cuando creyó que era despreciado, solo puede enfocarse en lo lindo que se ve Megumi sonrojado.
—Entonces... —Habla, tomando la iniciativa esta vez para que Sukuna vea que va en serio con él—. Si no vas a irte, supongo que podemos intentarlo. —La forma en que lo dice es casi como si estuviera resignado. Ambos saben que es solo para ocultar la vergüenza que siente.
—¿Intentar qué? No puedo entenderte si no eres claro, Megumi. —La burla es clara, pero su rostro tornándose rojo tras la osadía al ser llamado solo por su nombre es suficiente para ignorarlo. Ah, ojalá pueda acostumbrarse a eso.
—Ugh, te odio. Quiero que lo intentemos, Sukuna. Una relación. —El mencionado enarca una ceja, espera más y Megumi quiere ahorcarlo—. Una relación amorosa. —Al recibir una sonrisa y no una confirmación se desespera, rueda los ojos—. No me jodas, Sukuna. Quiero que seas mi jodido-.
Para Sukuna el impulso de interumpirlo es abrumador, tanto que termina sucumbiendo a él; lo toma de las mejillas y estampa sus labios contra los de su, ahora, pareja. No es difícil para niguno notar que son igual de inexpertos en el tema, así que solo mueven sus labios como sienten que deben hacerlo, como se siente correcto.
Las conocidas mariposas siempre han estado en el estómago de Megumi, pero el solo contacto de sus labios con los ajenos las han alborotado. Revolotean en su interior, haciéndolo sentir completo. Y está bien con eso.
Cuando se separan Megumi esconde su rostro en el pecho de Sukuna mientras este ríe y le acaricia la cabeza.
—Claro, supongo que no tengo elección.
Esa noche Sukuna se queda con él.
Gojō no planea llegar y su novio no tiene ninguna gana de volver a su casa para aguantar a su abuelo y hermano. Así que se quedan en su habitación ambos, se conocen lo suficiente como para no estar incómodos en compañía del otro, de hecho, se siente como si lo hubieran hecho toda la vida y tal vez es así.
—¿No es demasiado cliché esto? —Inquiere Megumi en algún momento, recostado sobre el pectoral derecho de Sukuna, quien tararea para que continúe—. Nuestro aniversario va a ser en San Valentín, igual que el de miles de personas más.
—Puedes cambiarlo si te disgusta, o podemos obligar a los demás elegir otra fecha. —Responde con simpleza, causando un bufido en su pareja.
Ninguno menciona el hecho de que no llevan más de un par de minutos siendo novios y ya están hablando de aniversarios, pero bueno, tampoco tienen elección después de todo. Se conocen desde mocosos y desde la primera vez que se vieron sabían, muy en el fondo, que se pertenecerían por el resto de sus vidas.
Y si no, pues ya se encargarán de que así sea.
—No, supongo que está bien.
Ambos se quedan un rato así, solo disfrutando la compañía del otro, del sentimiento abrasador de ser correspondidos, de ser queridos. El calor del cuerpo ajeno sobre el propio, las piernas enlazadas, las respiraciones acompasadas y el saber que es así como deben estar. Que está bien.
Antes de quedarse dormido por el agotamiento emocional Megumi vuelve a hablar.
—Sukuna.
—Mmh.
—Feliz San Valentín.
Sukuna besa su cabeza, no hay una respuesta verbal pero eso es más que suficiente para él. Es feliz con algo tan simple como eso.
Esa noche no tiene pesadillas.
Y cuando despierta Sukuna sigue ahí.
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