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Para mis 2mates... siento no actualizar esta historia tan frecuente como se esperaría, no pierdan el interés. Prometo que se pone mejor.

XoxO



La vida se había vuelto una rutina, pero no una de esas que te hartan. Era una rutina que esperas con la ansiedad silenciosa de ver cuánto tiempo durará antes de romperse. Ese era mi miedo: cuándo Minho se daría cuenta de que estar conmigo, un simple gamma, no valía la pena. Yo solo lo haría infeliz.

Cada mañana, sin falta, Byung-chan irrumpía en la habitación, saltando sobre la cama con la energía de un torbellino. Cualquiera pensaría que Minho se despertaría primero, me daría un beso antes de irse a la empresa. Pero no. Byung-chan era el madrugador, y con su llegada, la cama parecía cobrar vida bajo sus pies.

Minho, como siempre, soltaba un gruñido de advertencia, pero el niño solo hacía un puchero y resoplaba en señal de protesta. Yo me reía a carcajadas, antes de señalar que no había duda: eran padre e hijo. Después, Minho lo besaba en la frente y lo mandaba a prepararse para la escuela.

—Por fin, un momento de paz —decía Minho, inclinándose para besarme con una mezcla de hambre contenida. Duraba poco; siempre el maldito autocontrol lo hacía retroceder, acomodarse los pantalones y desaparecer en el baño con una frustración evidente. El médico seguía sin darle luz verde para tener intimidad, lo que solo lo ponía más al borde.

Esos momentos los guardaba, los atesoraba como algo frágil. Pero aun con esa paz que compartíamos en la mesa del desayuno, una sombra persistente se arrastraba dentro de mí. Quería ver a mi familia, pero no sabía si ellos querrían verme después de tanto tiempo. Y el hecho de que este lugar, por alguna razón, no se sentía como mi hogar, me carcomía por dentro.

Me sentía como un ingrato. Estaba rodeado de amor, de la seguridad de los Choi, y sin embargo, había un vacío que no podía ignorar. Era como si una parte de mí estuviera perdida, fuera de mi alcance, y no sabía cómo encontrarla.

Esa mañana me desperté irritado. No disfruté el día como siempre. Mientras Minho se preparaba para el trabajo, me encontré mirando por la ventana, con la mente lejos de todo. Quizás extrañaba mi trabajo, o a Eun-Hye noona. Pero no era eso. Quería a Minho. Lo necesitaba cerca, de un modo que no podía explicar.

Un pensamiento se abrió paso, claro como un rayo: Necesitaba correr a casa.

Me deslicé fuera de la cama sin hacer ruido, cada paso hacia la puerta llenándome de una mezcla de nerviosismo y emoción. Con manos temblorosas, giré la cerradura y salí al aire fresco de la mañana. El viento acariciaba mi rostro, trayendo una sensación de libertad que hacía tiempo no sentía. Caminé por las calles, cada paso resonando con esa palabra que se había aferrado a mi mente: *hogar.*

Tomé un taxi con el poco efectivo que tenía y, cuando llegué a la casa de Minho, entré sin dudar con la llave de repuesto. No me detuve hasta llegar a la habitación. El aroma familiar de Minho llenaba el espacio, envolviéndome con una sensación de paz que había sido mi ancla por tanto tiempo.

Me acerqué al armario, donde nuestras ropas se mezclaban, un caos de colores y texturas que representaba todo lo que compartíamos. Comencé a sacar ropa, construyendo un nido improvisado en el suelo, una pequeña burbuja que sentía como un espacio solo mío en medio de todo. Me recosté sobre el montón de ropa, sintiendo el familiar aroma de Minho envolviéndome. Allí, en esa pequeña pila de telas, el tiempo dejó de importar.

Pasaron horas, o al menos eso creí. Ni siquiera cuando escuché pasos dentro de la casa me moví. Miré hacia arriba solo cuando la puerta se abrió y vi al secretario de Minho parado allí, cubriéndose la nariz con un pañuelo y con la expresión congelada en su rostro. No dijo nada. Dio un paso atrás y desapareció en silencio.

Cuando volví a abrir los ojos, él había dejado una bandeja con una botella de agua y bocadillos. Lo escuché hablar por teléfono en voz baja, susurrando algo a Minho. El sonido de la voz de Minho al otro lado me hizo soltar un gemido suave, y el secretario huyó como si hubiera visto un fantasma.

Y entonces, lo escuché llegar. La puerta se cerró con fuerza. Los pasos firmes de Minho retumbaban en la casa, y al entrar a la habitación, me encontró rodeado de su ropa, mi refugio improvisado. Su mirada se detuvo en mí, sus ojos brillando con algo oscuro y contenido.

Minho se acercó lentamente, su mandíbula apretada, los puños cerrados. El control que estaba ejerciendo sobre sí mismo era palpable, casi doloroso de ver.

— ¿Qué demonios voy a hacer contigo, gamma? —su voz era un gruñido bajo, lleno de una mezcla de deseo y frustración contenida.

No respondí. En lugar de eso, lo llamé con un gemido lastimero, alzando los brazos hacia él. Su agitación fue inmediata. Me deleité en verla, en sentir cómo se tensaba aún más al verme así, tan desesperado. Humedecí mis labios de manera provocadora. Lo quería ahora, tanto como él a mí.

Minho se quedó congelado un segundo, sus ojos oscurecidos al verme tan vulnerable y desesperado por él. Sabía que mi gesto había despertado algo profundo en su interior, algo primitivo que luchaba por mantenerse bajo control. Pero la lucha estaba perdiéndose rápidamente.

—Por Dios... —murmuró con la voz más grave de lo normal, su respiración entrecortada. Su mano temblorosa se acercó a mi rostro, y pude sentir el calor irradiando de su piel antes de que siquiera me tocara.

Minho aflojó su corbata de un tirón, y no pude evitar soltar una risita al verlo perder la compostura.

Mis labios seguían ligeramente separados, listos para recibir cualquier contacto que él quisiera ofrecerme.

No me importaba qué pensaba en ese momento. Sólo necesitaba sentirlo cerca. Quizás, al tenerlo tan cerca, podría acallar ese vacío en mi pecho que se había hecho más fuerte con el paso de los días.

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