En Ésta Vida No Se Pudo

Aioros

Desde mi adolescencia se me dio la encomienda de cuidar, junto a Saga y su gemelo, a los pequeños que entrenarían para ser santos dorados.

Shura al igual que Aioria contaban con diez años, mientras los demás tenían sólo siete, aún eran unos niños que se la pasaban jugando y no prestaban atención a las órdenes que les dábamos.

Me daba tristeza que siendo pequeños, ya en sus hombros cargaban una gran responsabilidad al convertirse en caballeros que protegen a la diosa Athena.

Desde tiempos inmemoriales ésto ha sucedido, todos nosotros estamos destinados a sacrificar nuestras vidas, todo por un bien mayor.

Con el primer rayo de sol que en la lejanía se vislumbra hasta casi el atardecer, los entrenamos arduamente.

A pesar de sus cortas edades han demostrado ser fuertes, el cosmo que emanan es poderoso, pero los que más destacan son Shura y Aioria.

Mi niño consentido, mi gatito, mi pequeño león.

Desde que era un bebé me he encargado de cuidarlo, llegó a mi vida una noche estrellada, el patriarca me pidió hacerme cargo de él, era tan frágil que en mi pecho se instaló ese instinto de protegerlo siempre, a partir de ese momento comencé a amarlo, cuidarlo como lo más valioso que tengo.

Fui el único testigo de cada etapa que pasó, sus primeros pasos, su primera palabra fue mi nombre, el como iba creciendo con el paso del tiempo, me siento orgulloso de cada logro que ha hecho.

Yo, Aioros de Sagitario he sido un buen maestro, Aioria ha aprendido del mejor.

- Cuando sea más grande quiero ser como tú.

Cada día sin falta me lo dice, soy su ejemplo a seguir, aquello que lo motiva a continuar con su arduo entrenamiento.

Sus pupilas verdes brillan de emoción, un ligero sonrojo adorna sus mejillas, eso me causa ternura y sonrío.

Nos encontramos en la orilla de un acantilado, Aioria entre mis brazos mirando el atardecer, mi armadura resplandece con los últimos rayos que el dios Apolo manda a la tierra.

- Serás mucho mejor que yo, el león nadie lo podrá domar, tus rugidos serán tan feroces que causarás temor en tus adversarios.

Selene con su carruaje plateado avanza firme por el cielo, haciendo que la noche caiga, las primeras estrellas se dejan ver en el manto oscuro.

Aioria no dice nada, pero sé que analiza detenidamente mis palabras.

- Tal vez tengas razón, pero contigo sólo soy un tierno gatito que al ser acariciado ronronea, Aioros te quiero mucho, eres el mejor.

Me dedica una enorme sonrisa y luego me da un fuerte abrazo, desearía que no creciera y se quedara así, como un niño.

Pienso mucho en el futuro incierto que nos espera a todos, no quiero perder a nadie y menos a mi gatito.

Por eso he tomado una decisión.

Si llego a convertirme en patriarca, haré todo lo posible para proteger esas sonrisas radiantes que me regala, no sólo la de Aioria, sino la de todas las personas en el mundo.

Debo dar mi mayor esfuerzo para lograr mi objetivo, ya que Saga, mi mejor amigo también ha sido elegido, los dos somos los más aptos para el puesto que Shión algún día cederá a alguno de nosotros.

Ambos tenemos ideales parecidos, lo único que nos diferencia son nuestros objetivos y deseos.

El mundo cada vez se vuelve más sombrío, lo que significa que Hades muy pronto volverá al mundo mortal y buscará al humano que será su recipiente.

El tiempo ha pasado tan rápido, aquellos niños de siete años se han convertido en jóvenes fuertes y apuestos, los cuáles se han ganado su lugar como caballeros al servicio de nuestra diosa Athena.

Shura y Aioria con 18 años hacen suspirar a doncellas y amazonas, uno que otro aprendiz a caballero no ha salido inmune a los encantos natos que poseen.

Falta poco para saber quien será nombrado patriarca, todo éste tiempo han sido largas jornadas de aprendizaje, entrenamiento duro.

Nos ponen a prueba cada día, hoy es uno de esos en los que nos toca un combate cuerpo a cuerpo, sin usar nuestro cosmo.

Shión nos observa, analizando nuestra fuerza y resistencia física.

No sé cuanto tiempo llevamos luchando, ambos estamos cansados, el sudor baña nuestros cuerpos, ninguno está dispuesto a dar su brazo a torcer, tal vez por orgullo o quedar bien ante los ojos del patriarca.

Lanzo una patada, la cual es esquivada, pero tengo un as bajo la manga, mientras mi amigo pelinegro baja su defensa yo la utilizo a mi favor, doy otro golpe a sus piernas para hacerlo caer, es cuando actúo de inmediato.

Paso un brazo por su cuello, la desocupada evita que se zafe de mi agarre, mientras mis piernas las utilizo para aferrarme cual pulpo a sus muslos y así evito que se incorpore.

Ejerzo presión a su cuello, mi mano se aferra con fuerza en sus brazos que maniatados los pongo a la altura de su pecho, jadea por el poco aire que entra a sus pulmones, ya no pelea por liberarse, trata de mantenerse consciente, cosa que no le funciona.

La voz de Shión resuena por el silencioso coliseo y da por terminado la pelea al ver que el rostro de Saga se ponía más pálido de lo normal.

Ayudo a incorporar a mi amigo que me sonríe de lado, le tiendo mi mano y él la acepta.

Vemos que su santidad se acerca y mostramos nuestro respeto arrodillándonos ante él, nos felicita a ambos y luego se retira.

Hacemos lo mismo y cada quien se va para sus aposentos, me detengo en Leo porque Aioria vio mis golpes en el rostro y se preocupó por la sangre seca que adornaba mi labio inferior.

Algunas cosas no cambian con el tiempo y ésta era una de ellas.

Mi gatito siempre curando mis heridas, desde pequeño lo ha hecho.

Cada vez que entrenaba con Saga o Kanon, éste último es el que más herido me dejaba en nuestros combates, el cachorro las veía y no dudaba en hacer algo por mi, se volvió un hábito para él ayudarme de esa forma, al final me daba un beso en la mejilla para que dejara de dolerme.

Sonreí por ese recuerdo y la nostalgia me invadió, porque dejó de ser un niño.

Aioria se acercó con todo lo necesario, el paño lo humedeció para posterior acercarse a mi, su toque era suave, delicado, quitó los restos de polvo y sangre, pude notar que sus mejillas adquirían un color rojizo.

Parecía que contenía su respiración estando cerca nuestros rostros, no le tomé mucha importancia al asunto y luego de agradecerle me retiré a mi templo para darme un baño.

Los días siguientes pasaron sin ninguna novedad.

Luego de entrenar toda la tarde, Aioria y yo nos encontramos en nuestro lugar favorito, el acantilado ofrecía una magnífica vista del mar Egeo.

Sentados en una destruida columna de mármol, veíamos el horizonte, el sol poniente daba de lleno en nosotros, las hebras antes rubias de Aioria ahora lucen rojo oscuro, ésto debido a los últimos rayos del astro rey.

Su cabeza reposa en mi hombro, deja salir un suspiro.

- ¿En que piensas Aioria?.

Tenía curiosidad por saber lo que rondaba por su mente en ese momento.

- Nada importante, sólo cosas que últimamente me tienen confundido.

Volvió a suspirar casi con nostalgia.

- Tal vez yo pueda ayudarte con eso.

Se incorpora para verme a los ojos, no dice nada, sólo me observa.

- Estoy enamorado de alguien. Pero dudo que esa persona me corresponda ya que sus prioridades son otras.

Eso me toma por sorpresa, no esperaba que mi pequeño león se sintiera atraído por alguien y menos que de sus labios surgiera la palabra amor.

- ¿Puedo saber quien es la persona afortunada?.

Sonríe y niega.

- No. Hasta hace poco me dí cuenta de lo que siento, tal vez no lo había notado o creía que sólo era admiración por él. Algún día te diré su nombre pony con alas.

Bromea con ese apodo que él mismo me puso, yo sólo asentí no muy convencido.

No quise indagar más, conocía a Aioria y no me diría nada aunque le dijera palabras melosas como cuando era niño y lograba convencerlo.

Los días siguientes fueron iguales, sólo que había algo que me hacía hervir mi sangre y no sabía porqué.

Mi gatito ya no pasaba tiempo conmigo, sino con Shura.

Sé que son amigos, desde pequeños lo han sido, pero ahora las sonrisas y abrazos iban dirigidos al portador de Excalibur.

Estoy celoso y enojado en partes iguales, es como si nuestra relación cambiara de un momento para otro.

¿Acaso Shura es la persona de la que está enamorado mi cachorro?

Apreté con excesiva fuerza la flecha que se encontraba en la palma de mi mano, estaba tan lleno de ira que ni siquiera sentí las astillas incrustadas en mi piel, si no fuera por la voz profunda de Saga diciendo mi nombre seguiría atrapado en mi mente.

Fue entonces que me percaté de lo que hice inconscientemente, pude ver en su rostro preocupación, me preguntó si me encontraba bien a lo que dije un escueto sí, me ayudó a vendar mi extremidad, ninguno habló en ese rato, tampoco me importaba entablar una conversación cuando algo me tenía más que confundido.

Así mi amigo se fue, yo seguí entrenando con el arco, parecía estar enfocado en mi objetivo, más mi mente se encontraba en otro sitio, en donde mis sentimientos eran el principal protagonista.

Suspiré frustrado porque ésto no podía estar pasándome a mí.

Cronos siguió avanzando rápidamente, había pasado casi un mes, ya se había dado a conocer el nombre de quién ahora tomaría decisiones sobre el santuario y sus caballeros.

No es que dudase de mis habilidades como líder pero siempre pensé que Saga sería el indicado, más de los labios de Shión mi nombre emergió.

Para mi esa noticia fue un balde de agua helada, todos alrededor mío me felicitaban, pero yo me negaba a creerlo, sabía que al convertirme en patriarca debía renunciar a muchas cosas, entre esas al amor.

Sólo se debía amar a nuestra diosa, pero...

¿Que haría yo con ésto que siento por Aioria?

Tuve que ordenar mis sentimientos, cada uno de ellos, los celos eran un indicio, la ira porque ahora sus abrazos le pertenecían a otro que no era yo.

¿Desde cuando me había vuelto tan posesivo?

La respuesta es sencilla, siempre lo había sido.

Pero el detonante a todo éste enredo de emociones fue el saber que estaba perdiendo a mi gatito, ahí me puse a analizar lo que siento por Aioria.

Desde siempre lo he amado, pero ¿De qué forma lo hacía?

Ahí fue cuando descubrí la verdad, la que asimilé de manera rápida porque todo lo que siento por el caballero de Leo es auténtico y sublime.

Amo a Aioria como aquel instante de la creación donde dios amó al hombre, dónde mis sentimientos tal como un rosal nacen cada día, amarlo como sólo se ama una vez, eterno será mi adoración como solo se le puede adorar a un dios.

Esos son mis pensamientos las 24 horas al día, como un poeta evoco versos al viento, mi corazón late desenfrenado con sólo susurrar su nombre.

Me dedico a entrenar arduamente, quiero ser más poderoso porque hace tiempo juré proteger a mi amado, no es alguien débil, eso lo sé, pero mi lado protector sale a flote.

Alejado del santuario me concentro en perfeccionar cada una de mis técnicas, debido al calor retiro la parte superior de la armadura que protege mi pecho.

Mi cabello se encuentra húmedo por el sudor, con mis dedos peino mis rizos castaños para que no obstruyan mi visión, coloco la flecha y tenso la cuerda.

Como un águila no pierdo de vista mi objetivo, contengo la respiración y disparo, pero un rayo con una descarga potente de energía lo pulveriza al instante.

Sé quien es, lo entrené para que pudiera tener mejor uso en su cosmo y desde pequeño le enseñé esa técnica que con el tiempo lo mejoró.

Escucho sus pasos pero viene de todas direcciones, mis sentidos se ponen alerta ante cualquier ataque sorpresa, en un instante todo el bosque queda silencioso, eso me hace estar atento a mi alrededor, porque...

El león acecha a su presa.

Unos brazos rodean mi cuello y unas piernas se aferran a mi cintura, el peso extra lo siento en mi espalda, escucho su risa divertida.

- Si fuera un león de verdad ya te hubiera devorado. Por Zeus, Aioros, en verdad que si no tuvieras poder serías una presa fácil de cazar.

Vuelve a reír y yo niego divertido, luego de un salto baja de mi espalda.

Sus cabellos rubios rizados con la luz del sol me recuerdan a los girasoles, quedo embelesado de su belleza y por instinto acaricio sus mejillas que adquieren un lindo tono rojizo.

- Aioros.

Susurra mi nombre, me acerco más a él y en un instante mis labios se posan en los suyos.

Fue un contacto tierno y sin malicia alguna que no duró mucho, al separarme lo suficiente me percato de su expresión que delata sorpresa.

Fue entonces que vi mi error y tengo miedo de lo que piense de mí, debo disculparme, remediar la imprudencia que cometí.

- Perdóname Aioria, yo... no sé lo que pasó, fue un impulso muy tonto de mi parte el hacerlo. Merezco que me odies, que no me dirijas la palabra...

Sella mis labios con su mano y niega para que deje de hablar.

- Yo no te odio, yo te amo. Desde pequeño te he admirado y siempre quise ser como tú cuando fuera grande. Eres el hombre ideal, perfecto a mis ojos, crecí viéndote como mi héroe, siendo adolescente firmemente dije que eras el caballero al cual quería entregar mi corazón. Dije que te diría el nombre de la persona que estoy enamorado, tal vez tenía miedo de decirlo antes, pero ahora estoy seguro de gritar a los cuatro vientos que a quien amo se llama Aioros de Sagitario.

Sus palabras hacen latir mi corazón como un loco, él también siente lo mismo que yo, su mano acaricia mi mentón.

No digo nada, dejo que las acciones hablen por mí y me inclino para apoderarme nuevamente de sus dulces labios.

En el contacto le transmito mis sentimientos y lo beso de forma lenta.

Por primera vez nos reconocemos en éste íntimo contacto, poco a poco la confianza gana terreno y nos aventuramos a explorar más allá.

Nuestras lenguas juegan de forma tímida, sus manos recorren mi espalda desnuda y se aferra como si no quisiera soltarme nunca, continúa su recorrido llegando a mi abdomen donde se me eriza la piel, es cuando nuestros pulmones exigen un poco de aire.

Un calor se instala en mi vientre bajo, no quiero que ésto llegue a más lejos, no de ésta manera, quiero tener un romance perfecto con él y cuando nos entreguemos por primera vez al amor sea algo especial.

Bebo agua para apaciguar éste fuego interno que me consume lentamente, Aioria no muestra intenciones de llegar más lejos, eso me tranquiliza de alguna forma.

Coloco en el pasto mi capa, nos recostamos para mayor comodidad, su cabeza reposa en mi pecho, mis dedos juegan con sus cabellos ensortijados, en nuestra platica sale a flote el nombre de Shura.

Fue el portador de Excalibur quien se percató primero de sus verdaderos sentimientos, él le hizo ver que me ama, que no era admiración o compañerismo.

Ahí me dí cuenta que malinterpreté todo, ellos siguen siendo los mejores amigos, mientras el afortunado era yo por tener el amor de un hermoso joven como lo es Aioria.

Continuamos charlando, compartiendo uno que otro beso, pero había algo que debía aclarar.

Me incorporé y él copió mi acción, lo tomé de las manos para verlo directamente a sus ojos.

- Aioria, mi ascenso como pontífice es en unos días, la guerra santa pronto dará inicio. Quiero que, éste amor que nos tenemos se disfrute plenamente cuando todo termine, pedirte que me regales una cita, hacer formal nuestro noviazgo. Estoy consciente que al recibir la bendición de nuestra diosa debo renunciar a todo lo mundano, incluyendo al amor. He tomado una decisión y cuando se gane la guerra santa renunciaré a mi puesto de patriarca y se lo cederé a Saga, porque no podré ser feliz si no es a tu lado. Soy fiel a mi diosa pero a quien amo es a ti. Espero entiendas la situación en la que me encuentro ahora, es una responsabilidad enorme la que se me ha encomendado.

La radiante sonrisa que me regala me hace sentir más tranquilo.

- Yo lo sé mi amado arquero, estoy consciente de ello. Harás muy bien tu trabajo, eres inteligente, calculador, dirigirás de maravilla a todos nosotros. Cuando todo acabe, te daré todas las citas que me pidas porque te amo.

Acaricio su sonrojada mejilla y tomo posesión de sus dulces labios.

En un abrir y cerrar de ojos llegó el día de la ceremonia, aunque por fuera permaneciera tranquilo por dentro estaba nervioso.

Todo transcurrió normal, cada tanto veía de soslayo a Aioria que me sonreía para calmar mis ansias, recibí la bendición de mi diosa y su sangre divina se me fue dada.

La sala se llenó de aplausos y cuando me incorporé, todos me mostraron sus respetos como la nueva autoridad del santuario, mi gatito en un acto atrevido me lanzó un beso al aire.

Ese día fue de celebración, pero yo desde ese momento comenzaba a trazar planes.

Nombré como mi mano derecha a Saga, con su mente maestra y la mía se saldrá victoriosos de batalla sin sufrir bajas.

Nos encontramos en mi oficina, leyendo documentos antiguos que nos serán de ayuda.

Aparentemente todo luce normal, pero no es así, el ambiente se siente abrumador, pesado, la guerra santa cada vez está cerca.

Todos pueden sentirlo.

Estamos preparados para cualquier ataque sorpresa, Kanon ha estado entrenando a los caballeros de plata y bronce para volverlos más fuertes.

Estoy cansado, dejo los papeles en mi escritorio, Saga dice algo, pero no presto atención, cuando se encuentra a sólo centímetros, soy consciente de su proximidad, su rostro está cerca del mío, su mirada esmeralda no se aparta de mis labios, va a besarme, su respiración luce agitada, cuando estaba por unir nuestras bocas, lo esquivo de forma rápida.

- Estoy enamorado de ti Aioros.

Sus palabras no provocan nada en mí, murmuro un lo siento y soy sincero al decirle que otra persona es el dueño de mi amor.

Me pide disculpas y ya no se menciona nada de lo que estuvo a punto de suceder, cada quien absorto en nuestros trabajos sin volver a dirigirnos la palabra.

Parecía ser un día sin novedad alguna, todos nos encontrábamos en las labores cotidianas que nos corresponde, pero un fuerte estruendo sobresaltó los cimientos y la tierra misma.

Una columna de tierra y humo se extendía en el centro del pueblo, se podía sentir el poder maligno de los espectros de Hades.

De inmediato di la orden que los caballeros de plata, al mando de Mü de aries y Milo de escorpio fueran a Rodorio, como prioridad poner a salvo la gente del pueblo y el objetivo principal, exterminar cada vasallo del dios del inframundo.

Tengo un mal presentimiento, no entiendo porqué atacar gente inocente cuando nosotros somos sus enemigos, ¿Cual será su verdadero objetivo en todo ésto?

Daba vueltas en el recinto principal, había algo que no me convencía respecto al ataque, tan sumido estaba en mis pensamientos que ni siquiera me percaté de la presencia que apoyada en un pilar se encontraba observandome.

- ¿Hay algo que sabes y no nos quieres decir Aioros?.

Su voz fue la que me trajo de vuelta, las pupilas felinas de Aioria me analizan minuciosamente.

Debo sincerarme con él.

- No. Todo ésto me tiene pensativo y me siento intranquilo, es como si presintiera que algo malo va a suceder en cualquier momento. Es algo difícil de explicar.

Se acerca a mi y me abraza fuertemente, yo también me aferro a él, su amor me reconforta, pero por ahora me entra la necesidad de no soltarlo nunca jamás.

¿Porque siento que el contacto es como si fuese una despedida?

Nos separamos y une su frente con la mía, quiere besarme más se contiene estoicamente, me regala una hermosa sonrisa que hace palpitar mi enamorado corazón.

- Tranquilo. Estás haciendo un excelente trabajo como patriarca, es normal que te sientas así porque no tiene mucho que ocupas el puesto. Confía en ti, en tus habilidades, en batalla nos dirigirás con honor y por Athena lograremos vencer al enemigo.

Se apartó y sus palabras lograron menguar aquella sensación.

- Por eso te amo Aioria, eres único, no sé que haría sin ti. Si llegase a perderte una parte de mi se iría contigo porque eres mi vida, eres mi amor, eres mi otra mitad, la que me complementa a la perfección.

Sus manos toman mis mejillas y hace que lo vea a los ojos.

- Hey, nunca vas a perderme, recuerda que éste león es como un gato y tengo siete vidas. Además que me pediste te regalara una cita en cuanto ésto se termine. Así que por favor quita esa carita que aquí nadie ha muerto. Mi amado arquero por favor dame una de esas sonrisas que me han cautivado desde pequeño.

Lo hago, le doy la mejor de mis sonrisas y tomo su mano para darle un beso a sus nudillos.

- Te amo, nunca lo olvides.

- Aioros, en ésta vida y en la siguiente mi amor sólo será para ti.

Acaricio su mejilla y le doy un casto beso en la frente.

- Deberías bajar al pueblo junto a Saga. Por lo que puedo percibir el enfrentamiento con los espectros ha terminado, no se percibe ningún cosmo maligno y al parecer no hubo bajas en nuestra tropa. Milo y Mü te darán un recuento de lo sucedido.

Arqueo una ceja y niego divertido.

- El patriarca es quien da las órdenes y resulta que ese soy yo, no tú, Aioria.

Él sólo se alza de hombros restandole importancia, pero cumpliré su orden.

Y así lo hice, junto a Saga vemos todos los daños ocasionados en la enfrenta, tal y como dijo mi amado, mis caballeros cuentan lo que sucedió.

Mientras los escuchaba, sentí una opresión en el pecho, una ansiedad me invadió.

En eso como un eco lejano una voz me llamó.

Aioros.

Fue tan débil, casi un susurro pero la reconocí de inmediato.

Era Aioria.

Sin pensarlo comencé a correr, no me detuve al escuchar los gritos de todos, emprendí mi retorno al santuario.

Entre mas me acercaba sentía que algo pasaba, en cuanto llegué al primer templo la energía cambió completamente.

Seguí corriendo, pasando la segunda casa, no presté atención si su dueño se encontraba, mi instinto me guiaba a continuar avanzando.

Nunca antes tantas escaleras se me hicieron una eternidad como ahora, llegué al templo que es de Athena.

No podía creer lo que estaba viendo.

Aioria con múltiples heridas, su armadura casi deshecha, pero aún así sigue luchando ferozmente con el dios Ares, más atrás se encuentra mi diosa observando la batalla.

Aquel dios, el más temible y sanguinario en batalla, ¿Qué hace atacando el santuario? ¿Acaso está aliado con Hades? Y la más grande interrogante, ¿Porqué nadie lo ha podido percibir?

El cosmo que emana es violento y causa escalofríos.

Quise correr para pelear junto a Aioria, más un campo de fuerza invisible me detiene, ahora todo tiene sentido para mí, eso que rodea el templo evita que se sienta la cosmo-energía.

Me despojé de mi túnica y llamé a mi armadura, de inmediato acudió a mí, cada parte se desprendió y envolvió mi cuerpo.

El arco lo posicioné hacia el frente y la flecha apuntó al campo de fuerza, disparé, pero a cambio recibí una descarga eléctrica, no hubo ni una grieta, nada que indicara que fuese afectada, parecía inmune a todo tipo de ataques.

Estoy frustrado, enojado porque Aioria se encontraba sólo en esa batalla, ¿Porqué mi diosa no mandó llamar a otros caballeros como Aldebarán que confío de su fuerza y poder, Shura con su filosa espada Excalibur o bien Camus con sus técnicas de agua y hielo?

Intentaba de todo pero nada hacía ceder el campo de fuerza, como un simple espectador miraba todo el esfuerzo que hacía Aioria, su cosmo está más débil.

¿Porqué Athena no intervenía? ¿Qué podía hacer para evitar lo que tanto me temía?

Sus ojos verdes por un momento se desviaron del sanguinario dios y miró en la dirección donde yo me encontraba, una sonrisa triste se plasmó en sus labios.

Yo negué, una lágrima rodó por mi mejilla, él no podía dejarme, mis manos golpearon el campo de fuerza, nada sucedió, las hice puños y maldije.

Por vía cosmo se comunicó conmigo.

"Aioros, te pido que seas fuerte, llevalos a la victoria, gana ésta guerra. Aunque yo no esté físicamente, mi amor siempre será tuyo, tal vez en ésta vida no hubo tiempo de vivir nuestro amor, fue una mala suerte. Prometí regalarte una cita, lamento no cumplir mi palabra, mi vida se está acabando, pero ya no llores y por favor quita esa carita. Debes luchar por ese futuro que siempre has deseado, trae la esperanza a nuestra era, no olvides que Te Amo"

Todo ésto me lo dice mientras combate, se está despidiendo de mí, no quiero aceptarlo, me niego a dejarlo ir.

Su cosmo ruge como un león, sé que ya no le queda más energía, esquiva los ataques de Ares, lanza su plasma relámpago pero es detenido con una sola mano.

El dios desaparece, Aioria luce confundido, mira en todas direcciones, atento a su alrededor.

En una fracción de segundos aparece de nuevo tras la espalda de mi amado.

Tal parece que Cronos detuvo el tiempo y como si de una cámara lenta se tratase aprecio como el cuerpo de Aioria cae inerte al suelo, en su pecho una enorme herida hecha por la mano de Ares, un río carmesí corre libremente por su rota armadura hasta formar un charco a su alrededor.

Grito con todas mis fuerzas, la estrella de mi león se ha apagado por completo, lo he perdido para siempre.

La energía que mantiene alzado el campo de fuerza desaparece y sin dudarlo voy hasta donde está él, escucho las carcajadas burlescas del dios, de reojo lo observo y su sonrisa hace hervir mi sangre, luego desaparece, su presencia ya no se siente en el santuario.

Su cuerpo lo acuno entre mis brazos como cuando era pequeño, su rostro tocado por la muerte luce tranquilo, acaricio su cabello y mejillas.

Mis lágrimas no tardan en bajar copiosamente, éste dolor que siento es indescriptible, una parte de mí se ha ido junto a mi amado, deseo morir en éste momento sólo para ver de nuevo su hermosa sonrisa, que me diga una vez más que me ama.

Oigo voces a la lejanía, no presto atención a ninguna de ellas, estoy sumido en mi pérdida, ¿Porqué me lo han arrebatado repentinamente?

Pero hay algo más que me llena de coraje y odio, se me inculcó amarla pero ahora sólo deseo apagar ese fuego que me recorre las venas.

Le doy un último beso en sus pálidos labios y con sumo cuidado lo dejo en el suelo, me incorporo y veo a Saga con Mü, a un lado Athena que me mira con lástima.

La odio, la odio tanto por no hacer nada, por no evitar que uno de sus fieles caballeros pereciera.

Con pasos firmes me acerco a ella y la miro con indiferencia, ya no le tengo ningún respeto.

Escupo las palabras con odio, rencor, debo sacar todo ésto que siento.

- ¡¡Usted es una diosa inútil!! ¡¡¿Por qué no intervino en la batalla?!! ¡¡¿Porqué dejó que Aioria estuviera sólo enfrentándose a Ares?!! ¡¡Traía puesto su armadura divina, estaba lista para pelear, más sin embargo se queda en su lugar viendo como era herido de gravedad.!! ¡¡¿Luchó por usted, la protegió hasta el final, pero así es como le paga?!! ¡¡Lo deja morir y no mueve ni un solo dedo para impedir que ese sea su trágico final!!.

Con cada palabra que vocifero a los cuatro vientos siento una energía poderosa recorrer mi cuerpo, es algo indescriptible, pero ahora mi cosmo arde intensamente.

En la palma de mi mano se concentra un poder que supera el séptimo sentido que poseo, poco a poco va tomando la forma de una espada, hecha a base de mi ira y dolor, sólo deseo hacer una cosa con aquella filosa arma que es tan ligera pero mortal para un dios.

Resplandece con su brillo dorado y en el mango tiene incrustaciones de piedras preciosas.

Está lista para matar.

En un movimiento certero y rápido, con un corte preciso que aquella diosa inútil no puede prevenir, la decapito.

En sus facciones se vio el asombro, no se esperó que yo, su patriarca y caballero más fiel la haya matado, pero ella se merece eso y más, no salvó a Aioria, el amor de mi vida.

La sangre baña mi rostro, yo sonrío sádicamente porque mi venganza apenas está por comenzar.

Sin importar que mi vida se extinga en el camino, mi objetivo es acabar con todos aquellos dioses que se creen inferiores a nosotros, pero les demostraré que un simple humano puede llegar a ser tan poderoso como uno de ellos.

Antes que Ares fuese el segundo dios en caer por mi espada, fueron mis compañeros de armas que arremetieron en mi contra por matar a Athena, me acusaron de traidor, recibí sus ataques que ni un rasguño me hicieron.

Luego todo se tiñó de rojo, la sangre bañó por completo mi armadura, los cuerpos de mis ex camaradas se encontraban tirados por doquier, aniquilé a cada uno de ellos sin piedad alguna, los quise y mucho porque a todos los conocí de pequeños, pero ahora ya no siento nada, sólo dolor, ira, porque la pérdida de mi amado me ha arrebatado un pedazo de mi alma.

Ahora sólo existe un demonio sediento de poder y venganza, con el objetivo de acabar con cada dios y así el mundo sea libre, que ya no existan guerras santas por la disputa de la tierra, sólo quiero la esperanza en éste mundo sombrío, donde la paz reine para siempre.

En mi camino hacía la nueva era me topo con Hades, me asombro al ver que el humano que sirve de recipiente, es ni más ni menos que el caballero de bronce, Shun de Andrómeda.

Mi espada vibra ansiosa de cercenar a otro dios, es cuando sonrío porque él mismo se ha puesto en bandeja de plata.

Estaba por atacarlo cuando sus palabras me detienen.

- Yo no soy tu enemigo, Aioros de Sagitario. Ya veo porque todos esos estúpidos del Olimpo te tienen miedo, eres poseedor del noveno sentido, nunca un simple mortal lo ha despertado, tú has sido el primero y eso ahora te convierte en un dios, tu sola presencia y el cosmo que emanas es tan temible, feroz, eres tan o más poderoso que Zeus. ¿Sabías que tienes el poder de invocación a los muertos? ¿Porqué no reclamas el alma de ese joven del cual estás enamorado? Claro que debes colaborar conmigo para que puedas hacerlo, recuerda que el inframundo son mis dominios.

Analizo sus palabras, pero no confío del todo en el pelinegro, tal vez se da cuenta de mi lucha interna.

- Aunque no lo creas yo odio tanto las guerras que hay cada 243 años, de mi sobrina Athena lo creo porque ella es la diosa de la guerra y sabiduría, pero yo prefiero estar tranquilo en los Campos Elíseos junto a mi amada Perséfone.

Su mirada celeste refleja calma pero sus palabras me hacen enojar.

- Atacaste el pueblo y de seguro Ares era tu aliado en ésta nueva guerra.

Arquea una ceja y frunce su ceño.

- Sí mandé mis espectros a atacar Rodorio, pero por si no te diste cuenta ninguno de los pueblerinos salió herido, nadie murió. Eso lo hice para molestar a mi sobrina un rato, es divertido hacerlo. Y respecto al idiota de Ares, él estaba aburrido en el Olimpo así que con el inicio de la guerra santa vio la oportunidad perfecta de atacar inesperadamente a Athena tal vez para luego culparme, el caballero de Leo salió en su defensa, lo demás ya lo sabes tú.

Tenía razón, sólo las casas del pueblo fueron las que recibieron daños, todas las personas se encontraban en perfectas condiciones.

¿Debía confiar en mi enemigo?

- ¿Qué ganas tú si logro acabar con los demás dioses? ¿Qué recibiría yo a cambio?.

De su respuesta depende mi decisión.

- Ya te lo dije Aioros, sólo deseo que haya paz en la tierra, gracias a mi esposa he visto de manera diferente a los humanos. Al igual que tú deseo acabar con guerras innecesarias, los demás dioses son tan egoístas, los usan para su propio beneficio, para ellos no valen nada, quiero que todos sean libres, que no sirvan a nadie, cada quien viva su propia vida, forjen su destino ellos mismos. Eso será para siempre, tienes mi palabra. ¿Tenemos un trato?.

Mi decisión está tomada y no hay marcha atrás.

Los dioses y el cruel destino se interpusieron entre nosotros para separarnos, decidiendo que no era el momento para estar juntos, pero la guerra santa fue la que te arrebató de mis manos.

Mis sueños en los que visualizaba aquel momento donde se ganaba la guerra sin ninguna baja y renunciaba a mi puesto de patriarca para poder cumplir la promesa a mi amado.

Mi mente imaginaba una situación romántica, arrodillarme para pedirle una cita sin importarme que todos nos observaran.

Con el tiempo vivir juntos en el templo que él quisiese, despertarlo por las mañanas con besos en su cara, tomarlo de la mano y escuchar sus Te Amo, hacerle el amor de una forma única, donde nuestros cuerpos y almas se volvieran una sola.

Que nuestro amor perdurara por muchos años, pero en ésta vida no hubo tiempo.

La mala suerte se cruzó en nuestros caminos en un mal momento.

Ojalá todo hubiese sido diferente, pero no se logró la misión.

- En ésta vida, no se pudo corazón.

Mientras recorro mi camino, no he parado de repetirlo una y otra vez con amargura.

La verdadera cacería ha iniciado, me dedico a acabar con todos los dioses y semi dioses, el impecable e impoluto Olimpo se ha vestido de un hermoso rojo.

En cada enfrentamiento he sufrido heridas, pero eso no me importa si estoy cada vez más cerca de mi objetivo y no pararé hasta alcanzarlo.

He exterminado a todos, sólo falta uno y ese es Zeus, el que sentado en su trono me mira de forma tranquila.

Mi espada emite un brillo en su filosa hoja que luce manchada de sangre, está ansiosa al igual que yo de seguir matando dioses.

Reto con la mirada al imponente rubio, con rapidez me muevo hasta quedar frente a él y mi espada choca con el rayo que impide le dé un corte certero en su cuello.

Ésta es la batalla final, en la que mi cosmo arderá como nunca antes, aunque se me vaya la vida en ello acabaré con él.

No sé si algún día mi nombre se dé a conocer como el héroe que soy, si Hades cumplirá su palabra o sólo me engañó.

La única certeza que tengo, es que si muero, mi alma junto a la de Aioria volverán a reencarnar, en un nuevo mundo, sin guerras de por medio, sólo seremos personas normales, libres de cosmo.

Ese fue el trato que hice con el único dios que he dejado vivo.

" - Sólo te pido una cosa y esa es que ambos volvamos a la vida cuando todo ésto acabe.

- Trato hecho. Tienes mi palabra de que así será.

- Pero hay tantas personas en el mundo ¿Como nos reconoceremos sin tener ningún recuerdo de lo que fuimos en nuestra vida pasada?

- Bastará con una mirada, una simple sonrisa y sus corazones latirán al unísono, ahí sabrás entonces que están destinados para amarse por la eternidad. El destino se encargará de entrelazar sus caminos"




Si en ésta no se pudo, en la otra vida, regalame una cita.







Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top