5. La apuesta
Alcanzo a Anais e Ithiry, pero para mi mala suerte la directora también. Tengo a mi amiga paralizada sin saber qué decirle, así que apresuro el paso para entrometerme.
—¿Quién eres tú y de dónde has salido? —pregunta la mujer quitándole el gorro y él se baja los lentes oscuros.
El chico de pelo verde sonríe.
—Soy Ithiry y vengo del espacio.
Estoy perdida.
—Estudiante de intercambio —Me apresuro a inventar —. El profesor se olvido de anotarlo, debería registrarlo porque se perderá todas las clases.
Ella entrecierra los ojos, no pienso que me haya creído.
—Ah, ¿Sí? —Me mira y luego a él —¿De qué planeta vienes Ithiry? Aunque puedo imaginarlo —expresa mirando sus ojos.
—Es impronunciable —responde.
—¿Te especializas en la telequinesis y tienes tres ojos más camuflados, cierto?
—¡Sí! —expresa animado.
—Bien, ya sé cual es, lo anotaré —Veo como se retira.
Anais chilla.
—¡¿Tienes cinco ojos?! —Se pone las manos en los cachetes.
—No te sorpresas —le aclaro —su raza es así —digo recordando haber visto a Enox.
Solo abren esos ojos cuando usan su telequinesis.
—¡¿Qué?! —Mira para todas partes a Ithiry —¡¿Dónde?!
—Palmas —Él alza las manos y luego se señala frente —, y uno aquí.
—Yo no los veo —expresa confundida la castaña.
—No te los va a mostrar —le aclaro y ruedo los ojos —. No son específicamente para ver.
—¡Oh! Entiendo, igual me parecería extraño —Se ríe nerviosa.
—Eso lo dices porque aquí parecemos todos normales con esos artefactos anti-magia, pero no lo somos.
—Para tu información, tú eres la rara —me aclara y me da dos palmaditas en el hombro —, pero no te preocupes, me caes bien.
—Estás loca —Me giro para irme y me quedo mirando la ventana —. Ya comenzó gimnasia.
—¡Ay no, odio esa materia, me rompe las uñas! —chilla y me río —¡No te burles!
—Ya muévete, flojita —Comienzo a caminar.
—Lo dices porque eres mitad loba y no te afecta el artefacto anti-magia, así cualquiera gana una carrera —Me sigue —. Aunque Enox te gana, ¿no? —se burla.
La miro y gruño.
—Ya vas a ver como le gano.
—¿Cómo? —insiste.
Sonrío.
—Ya verás —Alzo la cabeza.
Vamos con Ithiry hasta el campo, y llegamos al lugar donde todos están corriendo, me acerco a Enox.
—¿Qué tal una apuesta? —me dice —Si gano, me dices qué ocultas, perdedora.
Una nave espacial, pero no te lo voy a contar, incluso aunque lo jure.
Sonrío.
—Vale ¿Y qué ganó yo si pierdes?
—No voy a perder —Se pone en posición para correr y yo hago lo mismo —, pero si pierdo, te daré lo que quieras, ya sabes, tengo privilegios por ser extraterrestres.
Como lo odio, odio que alardeé.
Comenzamos a correr y mi brazalete hace chispas, aun así Enox sigue delante de mí. Si una loba no puede ganarle, quizás un guardián sí. Mi cabello deja de ser negro y cambia a blanco, hago que el tiempo de Enox vaya más lento, entonces lo paso, cambio rápido a la normalidad cuando llego a la meta, para que nadie me vea.
Respiro agitada, entonces me agacho, agarrándome de las rodillas. Usar este poder me causa jaqueca y mi muñeca quema por culpa del artefacto, creo que se va a hinchar.
—Tramposa —dice Enox y me pongo erguida al darme vuelta a mirarlo —. Por lo tanto sigues siendo perdedora.
Frunzo el ceño.
—Eres un mal perdedor.
—Debo decir... —Toca una hebra de mi cabello que ha quedado blanco y declara —que ser albina te queda —expresa en un tono suave.
Trago saliva, luego reacciono y retrocedo, hago que ese mechón vuelva a ser negro, no lo vi.
—¿Es acaso una burla?
—Cuantas especies en una, ¿no? Eres una loba, una guardiana, una bruja y... bueno, no sé qué es lo otro.
—Lo otro no te importa —Ni yo sé qué es.
—¿Un metamórfico?
—No —digo cortante.
—Pero cambias a hombre, ¿verdad?
—Sí —Bufo —. Pero solo eso, solo es mi lado masculino, que de todas formas no me interesa —Me cruzo de brazos.
—¿No te gusta? —Ladea la cabeza.
—¡No! —respondo irritada y alzo una ceja —¿Para qué quiero ser un hombre? No me sirve para nada.
Levanta las manos.
—No sé, no me preguntes a mí, mi raza no tiene género, nuestros cromosomas cambian cuando entramos a la atmósfera de la tierra, pero sino no lo tendría.
—Los extraterrestres son raros —Ruedo los ojos y luego lo observo fijo —¡Y ya deja de hablarme y dame lo que quiero, yo gané!
—Sí, claro, perdedora —Se gira para irse —. Estoy esperando que me digas lo que ocultas.
Ni hablar, yo gané.
—¡Voy a hacer que reconozcas que perdiste, aunque sea lo último que haga! —le declaro la guerra y él lo único que hace es reírse.
Maldito, se burla de mí, ya verá.
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