25. Mis métodos
Me acerco a Eleazar buscando a Orus, pero no lo veo. El hombre lobo mira por el ventanal a lo lejos la luna, así que hago lo mismo.
—Es hermosa, ¿no? —me dice el pelirrojo estando perdido observándola.
—De hecho sí y en persona aún más, es como si nada se comparara con su belleza.
Eleazar gira su vista hacia mí.
—¿La viste en persona? —exclama sorprendido.
—Sí, es tan bella como letal —Me río —. Ella fue quien abrió el sótano para crear el alboroto en el baile.
—Vaya, quiere decir que te ayudó.
—Algo así, creo que espera que actúe como ella quiere, quizás está tranquila por eso.
Vuelve a mirar a la luna.
—Cierto, se siente, está en paz. Debo decir que hace tiempo se notaba inquieta, como preocupada, pero esta noche está tranquila.
—¿Lo notaste? —Me sorprendo —Yo siempre siento que está triste.
—Depende del lobo, pero sí, dicen que hace tiempo que se encuentra triste y por eso toda nuestra raza llora por ella.
—Supongo que somos afortunados —Miro a la luna —. No hay ningún dios como ella, que hable con sus creaciones como nosotros.
—Son pocos —Me sonríe.
—Bueno, ya que estamos hablando de lobos... —Lo miro pícaramente —¿Tienes compañera? —Muevo las cejas y se sonroja.
—¿Qué? ¡No! No la encontré y sería difícil con el mundo como está.
—Bueno, todavía no sabemos qué hay realmente, seguimos viajando por un bosque infinito parece —Me río —. Aunque, yo tampoco creo tener un compañero, lo mío es más difícil, soy una híbrida, quizás ni funciona en mí —Vuelvo a reír.
—Si sientes a la luna, es porque sí lo tienes —Me da dos palmadas en el hombro —. Seguro es muy apuesto.
Hago una carcajada.
—Espero que sí, pero me lo imagino enojándose, porque anduve besándome con otros —bromeo.
—Ya, cuidado, a ver si te asesina a todos tus pretendientes —Me sigue el juego.
—Va, soy tan poderosa que lo tendría dominado —Continúo con el chiste y pongo las manos en la cintura haciéndome la altanera —. Ese hombre no podrá hacer nada.
—¿Y si es una chica?
Me lo pienso.
—Bueno, no sé, nunca he hecho mucha distinción con el género, teniendo en cuenta que puedo cambiar a hombre.
—Yo tampoco tengo problema, de hecho mientras no venga mi compañera, puedo cuidar a Orus —acota ya que lo ve venir, salta a abrazarlo pero el ciego lo esquiva y el hombre lobo cae al suelo golpeándose la cara —¡Auch! —Se agarra la nariz.
—¡Ah lo sabía! —Señalo al adivino —¡Tú puedes ve... —Me detengo cuando se choca contra un poste.
—¡Ay no, Orus! —chilla Eleazar.
El enano se agarra de la frente adolorido.
—Mierda, todavía tengo que memorizar mejor la nave —acota el adivino.
—¡¿Pero cómo lo esquivaste?! —chillo señalándole a Eleazar y luego me doy cuenta —¡¡Ah cierto, tengo que hablar contigo!!
Sonríe.
—Yo no diré nada.
Sonrío también.
—No te preocupes, tengo mis métodos.
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