Sorpresa
Su mirada se volvió extraña, fue como si mis palabras lo hubieran sorprendido. En mi caso, esperaría a mis amigos, aunque deseaba irme a casa.
Caminé rumbo a la salida y saqué mi teléfono para poder hacer un llamado y pedir un auto, de ese modo, al menos, podría llegar a casa antes de que todo se saliera de control en la fiesta.
Los chicos me vieron y no dudaron en acercarse a mí.
—No te vayas —me dijo Jamie.
—Tengo que irme, Ja, mañana es un día agotador. Mucho que hacer —le expliqué con seriedad—. No me gustan mucho las fiestas y todo fue una locura. Quiero volver a descansar.
—Lo sé, todo se terminó saliendo de control.
Asentí más de una vez.
—Creí que había solucionado, por un momento, la situación con Joe, pero solo lo creí —dije con un tono un poco triste.
Lo miré y él a mí. Su mirada me hizo dar cuenta de que entendía lo que le estaba diciendo, pero que se sentía mal por dejarme sola. Tomó su chaqueta y se acercó hacia mí.
—Me voy contigo —comentó tranquilo—. Te llevaré a casa. ¿Está bien?
Sus palabras me sorprendieron, no era algo que me esperara. Sonreí amplia y luego negué, ya que no deseaba que su felicidad terminará por mi culpa. Él estaba contento y festejando, yo era la que no cuadraba en ese lugar.
—No, Ja. Tranqui, yo me voy sola. No te preocupes, dile a Joseph que mañana lo veo y que no se pase de copas —dije divertida.
Él soltó una risita y asintió.
—Okay, pero nos avisas cuando llegues. ¿Okay?
Rodé los ojos.
—Lo haré, papá.
Lo observé volver a la celebración, mientras me quedaba esperando que venga un vehículo por mí. Al cabo de unos minutos, Keery apareció con las llaves de su camioneta. Se acercó y me las hizo ver con claridad.
—¿Te llevo? —preguntó con un tono que parecía arrogante.
—Estoy esperando un auto.
—¿Vas a esperar mil años cuando puedes ir a tu casa en menos de lo que canta un gallo?
Lo miré y asentí.
—No es buena idea y lo sabes. Ni siquiera deberías estar hablando. Creí que ya no estabas —le recordé.
Él hizo una mueca con sus labios, tenía una costumbre extraña con sus expresiones faciales.
—Me ocupé, pero ya me estoy yendo.
—Qué casualidad, ¿no crees?
—A mí me parece que estás suponiendo demasiado las cosas. —Negó más de una vez—. ¿Por qué lo haces? ¿No puedo ser solo un buen compañero?
Empecé a comprender su punto de vista y quizás, lo más probable, era así y tenía razón, pero no lo iba a escuchar de mis labios.
—No lo sé, dime tú. ¿Por qué no podrías ser solo un buen compañero? —pregunté recordando el pasado—. No lo sé, ¿a ti te parece?
Él asintió y comenzó a caminar hacia su vehículo. Se giró y me miró.
—Ven, seré buena gente. Te lo prometo. No puedes ir perseguida por toda tu vida, aprende a confiar un poco en los demás —dijo con tranquilidad—. Dale, confía en mí. No te vas a arrepentir.
Miré a los lados y luego me acerqué para subirme y mirarlo.
—No sé si sea buena idea, pero okay. No puedo creer que le dije a Ja que no y a ti sí —le comenté.
Él comenzó a manejar y me observó por un instante.
—Es que ellos se estaban divirtiendo y demás, tú y yo ya nos estábamos yendo. Es diferente —dice con la tranquilidad de momentos atrás—. Él no tiene que filmar mañana, nosotros sí. ¿Te sorprende, verdad?
—Sí, es verdad. Me sorprende.
Dejé de verlo para enfocarme en el camino. Él ya sabía mi dirección, así que no tenía que decir nada, solo esperar y llegar. Sin embargo, tenía muy en claro que mi amiga me llenaría de preguntas después de ver las Fake News por todos lados. Los medios, sin duda, eran crueles con los famosos y eso no lo veía hasta que me ocurrió. Cuando algo tan horrible le pasa a uno, ya no piensa como antes.
En el pasado, no me importaban las Fake News ni nada por el estilo. No me preocupaba si alguien se quejaba de mi atuendo en una gala o si me creaban un amorío falso, pero por alguna extraña razón eso había cambiado.
—¿Estás bien? —La voz de Joe me trajo de regreso al instante.
—Sí, solo estaba pensando —le comenté con sinceridad.
Sentí su mirada y lo observé.
—¿En qué? Parecías en otro mundo.
—Mmm —me puse a pensar—. En las Fakes News.
—No pienses en eso, no te hará bien.
—¿Ahora me dirás en qué pensar?
Se encogió de hombros.
—Está bien, me callo. Ya no abriré la boca, niña enojona. —Lo último lo dijo casi en burla.
Solté una risita.
—¿Cuánto falta? —cuestioné.
Él me miró sorprendido.
—¿No es a la vuelta? —Señaló el GPS.
Negué.
—Estamos muy lejos de mi casa, Keery, ¿no te das cuenta de que estamos a la vuelta de la playa Santa Mónica? —señalé la ventana.
Él se sorprendió.
—Wow, quién lo diría, ¿no?
—¿Quién lo diría? —Alcé una ceja—. Tú eres quien está manejando, tú sabes a dónde vas. No te hagas el sorprendido. —Negué más de una vez—. Sabía que no debía confiar en ti. Siempre terminas saliendo con tus locuras, ¿por qué pensé que esta vez iba a ser diferente?
—Pensaste que iba a ser diferente porque lo es. Nunca fue mi intención terminar en la playa, creía que vivías por aquí —dijo como si nada.
—Vivo en Riverside.
—Bueno, son unos pocos minutos.
—Una hora —corregí con toda la seguridad del mundo.
—Una hora. ¿Ves? No es tanto. —Noté que se estaba aparcando cerca de la entrada.
—¿Qué haces?
—Vamos, será divertido. Confía en mí —dijo abriendo la puerta para salir de la camioneta.
Lo miré y negué.
—La última vez que confié en ti, me trajiste a una playa —le recordé.
—Y por eso, debes confiar. Mira —señaló el lugar con su cabeza—. Es genial. No hay un alma.
Rodé los ojos y me bajé. Observé la luna y sonreí. Después de todo no estaba tan mal, era todo muy hermoso. Parecía como una película. Hace mucho tiempo no veía algo tan lindo. El sonido de las olas, el viento chocando contra mi rostro, todo era digno de un relato.
Por un instante, me olvidé de todo lo que había pasado. Solo pensaba en el momento, en el instante y lo bien que me sentía. Al final, Keery tenía razón y debía confiar.
Su sorpresa no estaba mal.
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