Capítulo 12

Entré a mi apartamento como si fuera un huracán. El concierto, los fans histéricos y aquel episodio tan descabellado en los camerinos seguían dando vueltas en mi cabeza.

—¡Qué locura! —exclamé mientras me dirigía al centro de la sala.

Con un gesto de fastidio, lancé mi chaqueta y mi bolso sobre el sofá. Llamé a Plutón. Aunque vivíamos en un enfrentamiento constante, no podía evitar desahogarme con ese robot que se complacía en responderme de la manera más insolente posible.

—¡Plutón!

Mi voz volvió a resonar en la habitación. ¿Dónde demonios se había metido? Rodeé el sofá.

—No te imaginas lo que me pasó esta noche.

Ninguna señal de vida. Me dejé caer en el diván, apoyé los codos en las rodillas y me froté las sienes. Luego, incapaz de contener mis pensamientos, empecé a hablar en voz alta, segura de que Plutón me escuchaba:

—Si me hubieras visto... Me metí en algo totalmente loco. Una asistente creyó que yo era un sanador místico... sí, un Gi healer o algo así. ¡Incluso le di un masaje en los hombros a Eliel mientras le hablaba de sus chakras! Fue tan ridículo y absurdo al mismo tiempo... Menos mal que nadie me reconoció. Claro, porque iba disfrazada. Becky, mi compañera de trabajo, se encargó de eso. Ahora todo mi equipo está al tanto de Eliel. Saben que en realidad no somos pareja. Ese día fue...

De pronto, Plutón apareció avanzando lentamente por la sala. Sus ojos pixelados mostraban una expresión de hastío.

—¿Cómo puede un humano tomar tantas decisiones estúpidas en un solo día? —replicó con voz monótona.

Puse los ojos en blanco, ignorando su habitual arrogancia, y me levanté del sofá para ir a la cocina a servirme un vaso de agua.

—Pero el concierto fue increíble —continué—. Tenías que ver la multitud, la energía que había. No entiendo cómo aguantan tanta presión. En fin, fue realmente impresionante. Mis amigos la pasaron muy bien.

Tomé un vaso del armario, abrí la llave y dejé correr el agua fría. Plutón se acercó a mí.

—Y me imagino que crees que saliste bien librada. Que no habrá consecuencia alguna por haberte burlado de tu propio mundo.

Dejé el vaso sobre la encimera y me volví hacia él. Me miraba con cinismo. Le respondí con altivez:

—¡No me burlé de nadie! Me metí en esa situación tratando de escapar de los fans y los paparazzi. Fue solo... una vez. El equipo de Eliel ya debe de haberse olvidado de mí.

Plutón emitió un sonido extraño, como una risa electrónica. Alcé una ceja, incrédula.

—Los empleados de la agencia no olvidan nada. Cuando descubran esta usurpación de identidad, se iniciará una cacería. Nunca he visto a alguien tan aficionado a meterse en problemas. ¡Eres un desastre!

Me dieron ganas de estrangularlo, pero respiré hondo para mantener la calma y forcé una sonrisa.

—Debería tirarte por las escaleras. Terminarías hecho pedazos y yo, al fin, estaría tranquila en MI CASA.

Cruzarme de brazos después de soltar aquella frase me dio cierta satisfacción. No tardó en responder:

—Grabaré todo en mi caja negra. La agencia se dará cuenta enseguida de que no fue un accidente, sino un homicidio.

Abrí la boca y dudé un instante. ¿De verdad podría terminar en prisión por arremeter contra esa máquina?

—Ustedes, en cambio, no tienen caja negra. Yo tendría más posibilidades de librarme que tú.

Al oír sus palabras, mi cara se descompuso. Plutón, satisfecho, dio media vuelta y regresó a la sala. Furiosa, lo seguí agitando los brazos sobre mi cabeza.

—¡Estás mal de la cabeza! ¡No eres más que una maldita máquina! Menos mal que no eres humano.

Ahora se dirigía a su habitación. Continué persiguiéndolo, pero de pronto se detuvo y se volvió hacia mí:

—¿Quién se disfrazó de hombre para hacerse pasar por un sanador? ¿Quién discute con un robot? ¿Quién está enamorada de un idol que ya tiene pareja? ¡Y dices que el que no está en sus cabales soy yo!

Abrí la boca, pero no salió ningún sonido. Plutón parpadeó y luego se dio la vuelta para reanudar su camino hacia la habitación de invitados.

Por dentro, hervía de rabia, deseando maldecirlo. Odiaba a esa máquina y su forma de dirigirse a mí. Si hubiera tenido un martillo a la mano, quizá habría hecho algo irreparable.


Cerré de un portazo cuando entré a mi cuarto y me dejé caer de bruces sobre la cama. ¿Y si ese maldito robot tenía razón? ¿Qué pasaría si la agencia descubría la verdadera identidad del Gi healer? Suspiré, me di la vuelta y me quedé mirando el techo. ¿Yo, enamorada de Eliel? ¡Decía cualquier cosa! Todas las chicas del país admiraban a ese artista, y sí, yo también, pero... ¿enamorada? ¡No!

Entonces recordé lo que él había dicho sobre Danbi:

—¿Por qué la quieres, Eliel?

—Porque es bonita, baila bien y es sexy.

Así describió a su novia. Cerré los ojos y, por primera vez, me di cuenta de lo mucho que podía llegar a decepcionarme. Al final, ese hombre no era diferente de los demás. Le bastaba con que ella fuera "bonita y sexy".

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