Capítulo 11.2

Comencé a parpadear para acostumbrarme a la intensa luz de la habitación. El camerino era enorme, casi del tamaño de mi antiguo apartamento. Fijé la mirada en Eliel, que estaba sentado frente a un espejo rodeado de focos, y después me concentré en las perchas donde colgaban multitud de vestuarios. Había sofás de cuero aquí y allá, adornados con cojines de colores, y en medio se alzaba una gran mesa baja cubierta de bocadillos, botellas de agua y bebidas revitalizantes.

—Aquí tienen al Gi healer *. Es uno de los mejores en temas de energía. Recién regresa de un viaje al extranjero.

La maquilladora que atendía a Eliel detuvo su labor cuando él se volvió hacia la asistente para preguntar:

—¿El Gi healer? ¿No había cancelado su visita por un problema de pasaporte?

Mi estómago dio un vuelco. La asistente del pañuelo rojo me miró con curiosidad. En ese instante, pensé que aún estaba a tiempo de zafarme de la situación.

—Ehm... sí. Creí haberlo perdido, pero en realidad solo estaba mal guardado.

Mi voz grave, con ese dejo cantarín, delataba mi nerviosismo. Me eché a reír para disimular la vergüenza y añadí:

—En fin, se te ve en perfectas condiciones. Con toda la fuerza de la juventud, muchacho. Así que mi intervención no es necesaria. ¡Toma soju con... limón, y listo!

Los otros cinco idols presentes, sin decir palabra, me observaban como si fuera algún científico loco, y tenían toda la razón. Tras un breve silencio, se levantaron y se fueron hacia otro rincón del camerino, dejando a Eliel solo. Para disimular, fingí mirar una inexistente hora en mi muñeca y me encaminé a la salida como si tuviera prisa. Pero la misma mujer del staff que me había arrastrado hasta aquí me cerró el paso. Con voz queda, me explicó:

—Tiene tensiones en hombros y espalda. Lleva días sintiéndolas durante los ensayos. Queremos que lo ayudes a relajarse y a realinear su energía, ¿entiendes? Necesita estar al cien por ciento para el concierto de hoy.

Asentí, aunque cada palabra suya solo aumentaba mi pánico. No tenía ni la menor idea de cómo realinear energías o relajar músculos ajenos. Sin embargo, no estaba en condiciones de negarme, así que, a regañadientes, volví junto al idol.

—Muy bien... Entonces... necesito que nos dejen solos. Es fundamental que examine a mi paciente con toda tranquilidad.

La asistente se inclinó con respeto y salió. Al cabo de unos segundos, solo quedaban los otros cinco miembros del grupo, ocupados en sus propias cosas y sin prestar atención a nosotros.

Me acerqué a Eliel. "Cuéntaselo todo. Te entenderá", me decía una voz interior.

—¿Podría recordarme su nombre? —preguntó él.

No sabía ni qué nombre inventarme. "Díselo todo!", gritaba mi conciencia.

—Puede llamarme Yun Ji-On.

De acuerdo, me convencí de que solo fingiría unos minutos y luego estaría libre de este embrollo. Crují mis dedos de manera supuestamente impresionante, y empecé a tantear los hombros de Eliel. En cuanto lo toqué, me invadió de nuevo ese leve vértigo que emergía cada vez que mis pensamientos se desbocaban.

—¿Señor Yun?

Maldición, no había escuchado su pregunta. Recuperé mi tono grave y animé mi voz:

—Perdone, estaba ubicando el foco de energía negativa. ¿Qué decía?

—No parece usted de Seúl. ¿Es del sur?

—De Jeolla, pero viví mucho tiempo en Italia.

—Ahora entiendo mejor su estilo.

Frente al espejo, Eliel esbozó esa sonrisa capaz de derretir a cualquiera. Su cabello peinado hacia atrás dejaba al descubierto el contorno impecable de su rostro y la perfección de su piel. Desconcertada, bajé el ritmo de los movimientos circulares que hacía sobre sus hombros, pero enseguida me obligué a reaccionar. No era momento de fantasear.

—Está muy tenso —dije, imitando lo que había visto en algunas series—. Sus chakras están bloqueados y siento que la parte alta de su nuca está muy caliente cuando paso las palmas por encima.

Eliel inclinó la cabeza. Con la punta de los dedos, acaricié su cuello con suavidad. Su piel resultó cálida, delicada. Dejé de respirar y mis pulsaciones se aceleraron.

—El magnetismo de sus manos parece estar actuando ya —susurró él, sin levantar la mirada—. Se siente muy suave.

Llevó su propia mano para posarla sobre sí mismo.

—Aquí. A veces siento un tirón justo aquí.

Me esforcé por mantener una expresión neutra, mientras mis pensamientos tomaban un camino nada apropiado. Con torpeza, mis manos empezaron a colarse debajo de su camisa ligera y a deslizarse por esos bíceps hasta llegar al punto que él señalaba. Dios, iba a arder en llamas si seguía así. Abrumada por el deseo que latía en mi interior, recuperé el dominio de mí misma y me alejé con disimulo. Nerviosa, di unas palmaditas en su espalda y solté cualquier tontería:

—La temperatura de los chakras va bajando. Siento que...

En ese momento, la puerta del camerino se abrió. Me giré para mirar. Era la señora Han, la misma que había estado presente con la señora Lee cuando firmé mi contrato de "falsa novia". Me quedé paralizada. No, no, no. Eliel se incorporó y empezó a rotar sus hombros.

—Suben al escenario en unos minutos —les informó al grupo.

Todos salieron de la habitación, menos Eliel. Sus risas resonaron en el pasillo hasta perderse en la distancia. La señora Han me lanzó una mirada inquisitiva que Eliel captó a través del reflejo en el espejo.

—Es mi Gi healer. Me está preparando para el show.

La señora Han cerró la puerta y verificó que nadie más permaneciera allí.

—¿Firmó ya el contrato de confidencialidad? —preguntó, acercándose con paso firme.

Esta era mi oportunidad de salir de ese embrollo. Debía decir que no. Abrí la boca, pero Eliel se me adelantó:

—Nadie lo habría dejado entrar aquí sin haber firmado antes.

Bajé los hombros, derrotada. Justo cuando pensaba que la situación no podía empeorar, siempre había algo más. Sin opción, volví a apoyar mis manos en los hombros de Eliel para masajearlos con suavidad. La señora Han se ubicó a nuestra izquierda.

—Dicen que discutiste con Beom esta tarde, durante el ensayo.

Eliel suspiró y respondió con voz tranquila:

—Estaba alterado. Nos reconciliamos de inmediato.

—Tu mánager ha notado un cambio de actitud en ti estos días. ¿Es por Danbi?

La mandíbula apretada, se tomó un momento para reflexionar. Al percibir que mis manos habían aflojado el ritmo de los masajes, volví a ejercer presión con más fuerza.

—Está muy afectada por la situación. Su agencia debería apoyarla más. Siento que también está resentida conmigo por lo de... Bora. Ya estoy harto. Ella también.

Con los brazos cruzados y los ojos entornados, la señora Han proyectaba una actitud desafiante.

—¿Y bien? ¿Lo dejamos todo? ¿Estás listo para renunciar a tu vida? Nadie sobrevive a un escándalo en nuestra sociedad. Danbi está acabada. Su agencia anunciará pronto la rescisión de su contrato. Es inevitable. ¿Qué decides? ¿Caer con ella o seguir en la cima?

Alcé la vista hacia el espejo para observar la reacción de Eliel. Tenía la cabeza gacha y no dijo nada. No comprendía su silencio. ¿Realmente dudaba entre el amor y el éxito? De pronto entendí las dudas de Danbi.

—¿Por qué la amas, Eliel? ¿Por qué a ella? —insistió la señora Han.

Esperaba que él dijera algo. Quería que él reaccionara. Subió la mirada y esbozó una sonrisa. Arrollador, dominaba ese arte a la perfección.

—Porque es hermosa, baila bien y... es sexy.

Decepcionada por su respuesta, dejé de masajearlo. La imagen que me había formado de él se desmoronó hasta convertirse en polvo. La señora Han se irguió, con las cejas arqueadas.

—¿Hermosa, sexy? ¿Eso es todo?

Él pareció sorprendido por la pregunta y balbuceó:

—¿Qué más hace falta? Una mujer sexy es el sueño de todos los hombres.

Al oír esas palabras, mis brazos cayeron a lo largo de mi cuerpo.

—¡Eso no es amor! —murmuré.

Comprendí mi error al instante, cuando vi que los dos dirigían la mirada hacia mí. Me recompuse al momento, tosí e intenté regresar a mi papel.

—¡Una mujer no se resume solo a eso! —exclamé, acentuando mi fuerte acento mientras aferraba los hombros de Eliel.

Sorprendido, no reaccionó. Continué:

—El amor es cuando extrañas a alguien en cuanto se va. Es cuando corazón y razón se ponen de acuerdo. Es tu primer pensamiento por la mañana. No hay nada más valioso que el amor. Ese instante en que están los dos solos y basta para ser felices. El amor no se compara, no se opone, solo está ahí. Eso es todo.

Mis palabras flotaron en el aire antes de hundirse en un silencio denso. La señora Han, que parecía tan estricta, se mostró conmovida.

—Usted es un Gi healer extraordinario —susurró, mirándome con admiración—. Su discurso es tan... espiritual y profundo.

Sonreí con aire engreído, agitando la mano como para restarle importancia, aunque con un deje de orgullo, hasta que recordé que yo era Bora. Empezaba a perderme de tanto cambiar de identidad. Negué con la cabeza y observé a Eliel, sumido en sus pensamientos. Este hombre era más complicado de lo que aparentaba.

—Deberías dejar de preocuparte por Danbi y enfocarte en tu carrera y en tu relación con Bora. La agencia se ha esforzado de verdad por cubrirte. No lo arruines todo.

Contuve el aliento al oír mi nombre. Eliel alzó la cara hacia el techo y suspiró con fuerza. La señora Han añadió:

—Además, Tae está tras esto. Es el periodista de investigación más temible de K-MZ. Se está tomando este asunto como si fuera una verdadera cacería. No te soltará.

Viendo que sus palabras no surtían efecto, endureció el tono:

—Odia a los idols. Tenemos que mantenerlo lo más lejos posible del grupo. Si decide escribir un artículo, estaremos muertos. La noche de inauguración de Gentle Monster, a la que debes asistir con Bora, será la ocasión perfecta para demostrar la autenticidad de esa relación.

La señora Han hizo una pausa. A punto de decir algo más, llamaron a la puerta. Los tres volvimos la cabeza. Era la asistente que me había traído hasta aquí.

—Suben al escenario en dos minutos —indicó.

Eliel se volvió hacia el espejo.

—¡Ya voy!

Había llegado mi momento de huir de ese lugar. Retrocedí y me dirigí a la señora Han.

—Mi paciente está listo. Su energía... ha vuelto a fluir y... ahora puede cantar y moverse con la mente tranquila. Estoy segura de que hará un gran show.

Ella me dio las gracias. Apurada, caminé hacia la puerta, pero en cuanto llegué al pasillo, me frenaron.

—Espere, ¿podría darme de nuevo su número de teléfono? Por si necesitamos otra vez sus servicios.

Me giré hacia la señora Han, sin una gota de sangre en el rostro.

—¿Cómo dice? —balbuceé.

—Parece muy bueno en su área. La salud física y mental de nuestros artistas es nuestra prioridad.

—Verá, no lo recuerdo de memoria.

Perpleja, frunció el ceño.

—De acuerdo. Lo buscaré con los asistentes que lo contactaron.

Y así terminé metida de nuevo en un gran lío. No podía permitir que la señora Han o la señora Lee descubrieran la verdad con el verdadero especialista. Sería un escándalo. Cerré los ojos, sacudí la cabeza y volví a abrirlos.

—Pero puedo darle el número de mi asistente —dije con una sonrisa forzada—. Eso sí, ella habla inglés.

Enseguida le di los datos de Becky. Me iba a matar. Pero ni modo. Al fin y al cabo, también ella tenía parte de culpa de que me viera atrapada en esta situación tan absurda.


* Persona especializada en la sanación energética, que utiliza el flujo del "gi" (energía vital) para aliviar tensiones, equilibrar las emociones y revitalizar la mente y el cuerpo

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