15. El gran Árbol de las Hadas

Lloro. Es lo único que se me ocurre hacer. Traicionada, reducida a un trapo sucio que ya no sirve para limpiar. Eso es lo que soy. El único que me dio algo bonito en mi vida me acaba de dar de lado. Me utilizaba, tantas veces me preguntaba por qué me ayudaba y resultó que sí había un interés.

Por el hueco en el techo se ve la luna llena, un poco de luz se cuela tímidamente. Por todo el lugar hay un silencio que ,e hace saber que estoy sola. Estoy desorientada y sin saber qué rumbo voy a tomar. Podría tirarme desde una de las ramas, estoy a kilómetros del suelo y a lo mejor muero incluso antes de llegar. Siempre será eso mejor que la muerte que me espera. Supongo que morir es mi destino.

Bajo las escaleras del torreón y sigo el camino hasta salir del castillo. No era demasiado difícil aunque sí me he perdido un poco, esto se debe a la enorme cantidad de salas que hay, a pesar de que el pasillo lo veía muy claro. Respiro una bocanada de aire en el exterior, justo entonces las hojas del árbol comienzan a frotar con fuerza entre sí. No hay viento ni distingo nada que las pueda mover. Tampoco le doy mucha importancia.

De la nada, una luz blanca comienza a asomarse delante de mí. Retrocedo del miedo y busco algo con lo que poder defenderme. El instinto termina haciendo que me esconda detrás del árbol plantado, mientras me asomo un poco. ¿Qué es esa cosa? Dándole la espalda, escucho su voz llamarme. Es extraña, suena demasiado neutra pero a la vez muy humana. Pronuncia mi nombre con caricia, haciéndome saber que conoce dónde estoy. Pues claro, me habrá visto esconderme.

Asustada salgo solo para ver a un ciervo. Anda elegante sobre sus cuatro patas. La luna ilumina su pelo de color castaño, y no sé si el brillo son los reflejos de la luz o de su propio pelo. Sobre el cuello el pelo es más pálido y de mayor abundancia. Me recuerda al pañuelo que se pondría una persona de la nobleza porque es, ¿cuál era la palabra? ¿Más abombado? Lo que más me atrae son los cuernos. Sobre las orejas nacen ramas que se parecen a ellos y crecen unas pocas hojas en las puntas.

Con la mirada me dice que le siga. Al verle la cara puedo decir que me resulta familiar. Eso es. Es el mismo ciervo que apareció cuando mi tío intentó matarme. Noto algo de confianza en él, pero ya no estoy segura.

Salimos del castillo y caminamos por las ramas. Se para hasta que me sitúo a su nivel. Sus andares son elegantes, me dan envidia, porque yo quisiera poder andar así.

―Hola, Ashley. No temas. Te salvé una vez, ¿lo recuerdas? ―Los ojos le brillan, no hay iris en ellos, ni tampoco un espacio en blanco. Asustan. Asiento con la cabeza―. Hay tantas cosas en la tierra y en las estrellas ahora mismo, que ya no sé por dónde empezar. Pero tú ya me conoces, andas sobre mí ahora mismo.

―¿Tú eres el árbol?

―Planta, magia y animal. Las tres cosas soy. Y, aunque ahora mismo podría explicártelo mejor, ante ti he aparecido para explicarte quién eres tú.

―¿Que quién soy yo? ―¿Qué me está diciendo? ¿Qué es todo esto? Hace justo un momento yo iba a suicidarme, y ahora un ciervo intenta explicar quién soy. Contengo las lágrimas y las muchas preguntas de mi cabeza. Hay algo en el ambiente que me calma, porque si no fuera por él creo que estaría gritando y arrancándome el pelo.

―Todas las preguntas que te rodean, toda tu vida, quiero que la entiendas. Pero para ello necesito que no me interrumpas. Sé que ahora estarás atacada por los nervios, y que cuando empiece entenderás menos. Pero pronto todo se te iluminará. ¿Has entendido?

Asiento con la cabeza, pero frunce el ceño. Después me pide que responda con un «sí», lo cual me resulta irónico. Al contrario de lo que piensa, estoy muy relajada, pareciera que acabo de despertar de un profundo sueño. A continuación comienza a narrar, y su voz me atrapa por completo.

Hace más de mil años nuestro mundo empezó a caerse. Lo hizo de manera silenciosa. Cuando inició aquello nadie lo escuchó, ni lo vio. Simplemente pasó un día más, en el que todos se despertaron y siguieron con lo que dejaron. Nada más ocurrió. Surgió lento, sería algo que quizás la gente de aquella época jamás vería, pero ahí estaba. En ellos mismos.

Nació del orgullo, del egoísmo, del saber que para los habitantes de aquí, de los zephysis, eran lo que mantenían con vida al mundo. Los zephysis son gente como Egan. Es para este planeta lo que para la Tierra son los humanos. Pero los zephysis eran lo que mantenían activo a su elemento. Eran consciente de que sin un zephysis de aire en este planeta el viento jamás volvería a soplar. Lo mismo con las otras seis razas. Y así se expandieron, crearon fronteras, el odio y el amor, la vida.

Sin ser conscientes, se creyeron los reyes del mundo. Pero el mundo podía vivir sin ellos.

Tiempo más tarde una mujer nacería solo para descubrir que este mundo no los necesitaba, y que los mismos que le daban vida también se la quitaban.

Daenissam pasó sus primeros años en el desierto junto a su mentora. Le enseñó todo lo que debía aprender: cómo usar la magia manual, quién era ella, qué eran los Majikune, el mundo de los animales. Le enseñó a vivir. Pero también le inculcó otros valores. Cuando pasaron poco más de diez años su mentora decidió que ya estaba preparada para enfrentarse sola al mundo y así fue cómo Daenissam viajó por el mundo.

Por su sangre corría el deseo de descubrimiento. Y aquello la llevó al presente.

Tardó varios años en ver cada rincón que le fue posible, y para cuando volvió tanto ella como el mundo habían cambiado.

Descubrió cosas, las cuales desconozco, que desembocaron en un odio profundo hacia su propia especie.

En la Tierra desde hace mucho el odio que habita en los humanos, ese enorme deseo de conquista e imposición ha terminado en una destrucción del planeta que afecta a todos. A pesar de que el fin está a punto de comenzar, si inicio se ha grabado desde hace siglos. Digamos que era algo ya predestinado. ¿Y si alguien se hubiera dado cuenta antes de que todo ocurriera? Eso mismo le pasó a Daenissam.

Los zephysis también están contaminados, pero no por el odio. Es esa confianza que tienen la que los vuelve negligentes. Conforme pasa el tiempo extenderán sus fronteras; algunas ya chocan con otras. Se extenderán ellos mismos hasta que no haya espacio y la naturaleza muera. Eso es lo que percibió Daenissam durante su viaje.

Decidió acabar con el problema de raíz. «Hay lugares vacíos, sin apenas gente, ¿cómo es entonces que sobreviven sin nosotros?», se preguntaba ella.

Intentó hacerse fuerte, ser mejor que nadie. La fuerza no solo reside en poder, eso lo tenía muy claro. Hay gente que domina niveles de magia asombrosos, otros que pueden partir enormes láminas de piedra o incluso quienes desvelan los más profundos secretos, y aun así siguen siendo débiles. Durante aquella transición se convirtió en una druida.

En Faishore, llamamos druidas a los antiguos líderes. Por aquel entonces el país se mantenía de otra forma. Nos extendíamos más allá de lo que hoy en día lo hacemos. El desierto ocupaba todo el norte, las montañas se situaban de manera distinta. La gente se apilaba en pequeños grupos y los druidas eran quienes se encargaban de controlarlo todo. Esos grupos formaban varias comarcas que hoy en día ya no existen.

Daenissam hizo crecer su comarca hasta hacerla una de las más importantes. Después abandonó el lugar, no sin antes acabar con su propio poblado. Sin la capital, la comarca necesitó ayuda y dejó de funcionar. Su druida les había abandonado y todo el comercio y trabajos que la mantenían con vida dejaron de funcionar en aquel instante.

En cuanto a ella no sé qué hizo fuera de Faishore, pero cuando seis años después volvió lo hizo de manera distinta. Sentí una perturbación en el ambiente cuando la noté pisar mis tierras otra vez. No era como cuando volvió de viajar por el mundo: una chiquilla llena de esperanzas y deseos y proyectos en mente. Su ansia, sus sueños, su sueño de un mundo mejor seguía ahí, pero alguien lo había tocado. Cómo perdió el ojo tampoco lo sé. Cómo su piel se tornó morada tampoco lo conozco. No sé más allá de lo que sucede en mis tierras.

Solo diré que su cambio fue para peor.

Regresó al país con el deseo de exterminarlo. Pero el exterminio es lento y requiere empezar por puntos. Daenissam primero comenzó con los cabecillas: los supradruidas. Estos controlaban todo el país. Los mató a casi todos, salvo a dos que se escaparon. Pero los druidas unieron sus comarcas. Fue un proceso lento para ambas partes, el sistema de ambos se veía obligado a cambiar. Los druidas se unieron, algunos desaparecieron para actuar de forma secreta. Lugares enteros se deshabitaban y Daenissam comprendió rapidamente que no podía atacar solo a los siguientes pilares, pues estos mutaban.

Su problema fue que se encontraba sola y que ellos eran multitud. No podía acabar contra algo cuyo patrón descubrió que, moviéndose y actuando rápido, podía evitar muchos de sus movimientos. Pero ellos tampoco eran capaces de defenderse bien de sus ataques, seguía siendo más fuerte.

Rápidamente, los druidas pensaron que era mejor crear un nuevo sistema oculto en las sombras. Una sociedad oculta. Miembros limitados y mensajes transmitidos por el boca a boca. Topos infiltrados donde lo único que harían sería informar. Su unión y creación fue sencilla, porque todos estaban ahí para un propósito: acabar con Daenissam. El término Bruja del Crepúsculo se lo pusieron ellos. Un apodo que sonaba a desgracia y a muerte, un «tanto si luchas con nosotros como si decides huir morirás en sus manos». Ellos eran conscientes de que jamás podrían matarla.

Me llamaron a mí. Tardaron en hacerlo porque creyeron que la Bruja no llegaría a tanto. Con su magia crearon el castillo que tú ves aquí, sobre mi punto más alto, para encerrarla en el cofre.

La Bruja del Crepúsculo comenzó a tener sospechas sobre su posible derrota y en este punto de la historia es cuando tú comienzas a tomar parte.

Fue a ver a la adivina, Eritrea, para que le dijera qué futuro le deparara. Eritrea le explicó que una chica de largo cabello plateado hasta la cintura, con los ojos de una Kazene y piel casi tan pálida como su pelo sería su verdugo. Ante tan vaga información pidió más, a lo que ella solo respondió «nacerá en novecientos noventa y nueve años a partir de tres meses y un día». Con la fecha marcada, la Bruja del Crepúsculo finalmente fue sellada.

Se llevó vidas por delante pero no fue capaz de evitar su condena. No fue capaz de evitarme a mí.

Tiempo más tarde Eritrea me pidió ayuda. Sabía lo que acababa de hacer, y las explicaciones te las debe explicar ella, no yo. Solo diré que sabía lo que hacía y que nos aliamos para mantenerte con vida. Pasado ese tiempo tú naciste. Solo tú naciste aquel día. Alguien cuyo aspecto sé que era falso encantó a tus progenitores para que te olvidaran y te llevó a la Tierra.

Si no te mataron aquel día fue porque yo lo evité. Quiero dejar constancia de que puedo proteger a una persona perfectamente y de sobra, pero no a un país entero. En tu caso, puedo saber en qué momento aparecer y actuar, pero cuando implica más gente es complicado. Volviendo a nuestra historia, te criaste en la Tierra con un hombre que decía ser tu tío y viviendo una vida llena de mentiras: todo aquel odio que recibías por parte de la gente era producto de la maldición, pero tú no fuiste capaz de percibir cuán extraño era que el mundo entero te odiase.

El día en que, llena de una furia contenida durante trece años terrestres, le gritaste, hiciste una brecha en la maldición. Comprendiste algunas cosas, y esas cosas empezaron a resquebrajar más y más la maldición. Así pues, esta siguió luchando contra ti, buscando otras salidas. Puede que ya hayas visto cosas que no son, elementos extraños para asustarte, falsas voces. Ten en mente que ahora que conoces su existencia la maldición ha vuelto a ser dañada, y atacará con más ferocidad que antes.

Si eres capaz de lanzar esos rayos de luz rosada fue porque te criaste en otro ambiente y desarrollaste otras habilidades, lo que pasa que, debido a la maldición, estos rayos provienen de la unión de los siete elementos como un mecanismo de defensa que creó tu cuerpo. Es complicado y no voy a explicártelo, pues no necesitas saberlo ahora.

Esa joven de cabello plateado eres tú, la que la Bruja más teme, de momento no puede hacerte daño mientras yo esté de por medio, pero buscará cualquier forma. Aunque la hayas liberado, pues solo te conocían a ti para poder hacerlo, por tus rayos de luz. Y así hemos llegado al presente y al final de la historia.

Cuando el árbol termina de hablar me deja con muchas más dudas, pero me ha resuelto varias. Mi cabeza apenas puede aceptarlo todo, y sé que necesitaré más tiempo para pensar en todo lo que ha dicho. Saber que pertenezco aquí es un duro golpe, más lo es la historia que hay detrás de mi persona, incluso antes de que yo naciera. Todo me hace sentir mal, y no sé por qué.

―Pero yo no puedo ser esa chica, no tengo su mismo aspecto ―le indico.

―Eso es porque la maldición te lo cambió. ―A pesar de haber estado contando su relato no parece agotado. En mitad de la noche, con las ideas algo más claras, su mirada me resulta relajante y de confianza, hay algo en... Hay algo que me resulta agradable―. Tu siguiente objetivo es visitar a Eritrea, la otra parte del plan. Ella te explicará más cosas, por ahora viaja hasta el norte cruzando las montañas. Así llegarás al desierto.

El pecho se me encoge tan rápido que hasta me da algo de dolor. Viajar yo sola. ¿Pero cómo? No conozco este sitio, no sé si tampoco sobreviviré. Es algo aterrador

―No puedo hacer eso ―digo entre gimoteos. ¿Cómo no voy a llorar? Esto me resulta demasiado, ahora quizás tenga que enfrentarme a la Bruja. Oh, dios, enfrentarme a ella y quién sabe a quiénes más. Me abalanzo sobre el ciervo y le abrazo, lloro entre agonías sobre su lomo y él no se aparta de mi lado. Tocarle me da consuelo.

―Desconozco cómo indicarte en qué lugar habita Eritrea más allá de decirte que el sitio se llama Alluma ―sigue hablando mientras lloro desconsoladamente, pero con una voz donde creo que se está compadeciendo de mí―. Escúchame, Ashley, no tienes por qué ser tú quien nos salve a todos. Puedes ser solo el desencadenante, el origen que acabe desembocando en la muerte de la Bruja. Pero para ello debes actuar.

―¡Pero no sé cómo!

―Es comprensible, y ahora mismo no tienes por qué saberlo. Solo ve a Alluma y busca el puesto de Eritrea. ―Hay una pausa en la que intento hablar, pero el árbol continúa antes de que yo pueda decir algo más que sonidos. Le miro a la cara y sé que me contempla los ojos, inclina la cabeza a un lado y pone expresión seria―. Será muy claro cuando llegues al desierto, ambos son lugares conocidos. Recuerda: yo te protejo. No puedes morir, de hacerlo ni siquiera habrías llegado hasta aquí. Solo te quedo yo, solo te queda seguir mis instrucciones. Busca a Eritrea y rompe tu maldición.

El ciervo continúa andando y yo no tengo más remedio que recomponerme y seguirle. Siento ahora como si una mano me agarrara el corazón y lo oprimiera, una angustia se apodera de mi cuerpo. Estoy demasiado cansada y los pasos acaban siendo lentos y forzados. La vista que se extiende ante mí ya no impresiona tanto, pero el ciervo señala con su cabeza el desierto que hay más allá de las montañas y veo que no debo sorprenderme. Debo grabar a fuego en mi memoria el paisaje, que cuando cierre los ojos siga ahí. A lo lejos se ve un oasis y cerca un poblado. Se ve que es Alluma, aunque creo que cuando llegue allí no recordaré cómo era.

―Pasado el forinther la nieve de las montañas se empezará a derretir. Hablaré de forma directa: evita el contacto con cualquier persona. En ese punto de la cordillera suele haber gente lo creas o no, pero por suerte están más concentradas en los poblados. Si te encuentras con alguien evita el contacto visual. De momento sigue un río que cruza las montañas al norte de aquí, que nace de otro más grande: el río Wydrughne. Una vez llegues a su desembocadura te recomiendo que simplemente camines hasta buscar el punto más bajo que encuentres. Así llegarás al desierto. Después es tener suerte y no extraviarse demasiado.

―Sigo sin verme capaz.

―Capaz o no debes irte ya ―sentencia, ahora su voz indica una orden, como si me estuviera imponiendo algo. Veo lo importante que es esto, pero no soy capaz de hacerle caso. Mi instinto me dice que fallaré, y es normal. Puedo perderme, morir de hambre, que me encuentren a mitad de camino, hay muchísimas cosas en mi contra―. Aunque no mueras, encerrada en una jaula no puedes hacer nada.

Las ramas bajan a nuestra altura y de ellas caen flores y algunas frutas. Estas acaban en una pequeña cesta de mimbre que el propio árbol acaba de dar y me ofrece. Yo recojo la cesta y la huelo: son muy aromáticos y, da algo de tranquilidad saber que, si sé cómo racionar esto, quizás el hambre no sea un problema. La cesta es grande y está muy llena.

―Si no te pierdes, como mucho, llegarás en cuatro días. Con o sin cesta puedes vivir perfectamente. El tiempo también es un factor, puede que tarden eso en descubrir que fuiste tú quien liberó a la Bruja. Tardarán en saberlo, y en buscarte, por eso mismo debes partir ya. ―Lo último que me dice lo hace clavándome sus ojos negros y torciendo el rostro. Aquí cambia la voz a una más grave, que me impone, pero sobre todo me marca más la frase―: Todavía tienes tiempo de actuar y no arrepentirte por tus acciones. ¿Qué vas a hacer?

Dicho esto se desvanece en un polvo que ilumina todo unos segundos y luego la oscuridad vuelve, haciendo que su ausencia se marque más. Cuando me giro descubro una rama agitándose a mi espalda. Parece una plataforma esperándome. Sin pensarlo agarro la cesta con fuerza y subo a ella. Esta baja y mientras veo cómo el paisaje desciende y yo vuelvo a su nivel.

Tardo un tiempo en pisar tierra, cuando lo hago me noto la suela de los zapatos rara, por pisar un relieve más plano y no tan rugoso. El tiempo que he estado bajando me ha servido para pensar en muchas cosas. Sigo sin estar segura de si esto es buena opción, pero el árbol tenía razón, y solo puedo ir con Eritrea.

Busco mi camino al norte, en mitad de la noche, buscando un río donde por algún lado desemboque otro. Y, sin más, sigo. Cuando pienso que esto es una tontería y veo que esto lo hago más obligada que otra cosa pienso en que, si pude viajar de una galaxia a otra, puedo cruzar unas montañas.



-----------------------------

Aprovecho la cuarentena para hacer cosas productivas y escribir.

El árbol tiene forma de ciervo en su apariencia animal porque son seres maravillosos y los amo. Así que dejaré este apartado para darle mucho amor a los ciervos.

Impresiones de todo tipo aquí, que esta historia tiene mucha morralla y no quiero que se haga pesada.

¡Gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top