Capítulo 7: Los rostros no se olvidan.
Aike.
—¡Tómate una foto con nosotras!
—¡Solo será una!
Acepté, sosteniendo el celular con una funda transparente de agua. Las chaquiras oro rosa se sacudían dentro, y brillaban con el reflejo de la luz neón. Tomé la selfie con flash, devolviéndoles el teléfono.
Me limité a sonreír. No sabía como sentirme, una parte de mí quería mostrarse feliz por el éxito y otra se sentía decaída por lo irregular del público.
—¡Esperamos ver tus siguientes presentaciones! —Exclamó una chica de largas uñas, la dueña del teléfono.
—Esperamos su visita. —Me pegué otra sonrisa, despidiéndolas en la entrada.
Al dejar el sitio, golpeé mi cabeza contra la puerta. Nunca fui buena recibiendo halagos. Hacía las cosas bien la mayor parte del tiempo, pero lo veían como algo común y me transformaba en monótono. La esencia vibrante de Faded Song no iba acorde conmigo, y por eso quería ser parte de eso.
El misterio del príncipe y la princesa.
Ya era la madrugada de domingo, y cerrábamos en media hora. Despedimos a algunos clientes, entre ellos al extraño que me había vomitado encima. Mi resentimiento por él se había disipado.
—¡Nos vemos, compa! Algún día te devolveré el favor. —Me dio unas palmadas Nath, ya ebrio, de la mano con una chica que había conocido hace una hora—. Ah, ¿cuál es tu nombre?
—No se preocupe, cliente. —Le sonreí, intentando mostrar el agradecimiento que tenía.
Me dio un buen consejo.
Sus lentes redondos se iban hacia adelante, por eso lo detuve con una mano en su pecho y se los ajusté. No estaba en sus cabales. Me incliné sosteniéndole del hombro para que no tropezara—. Mi nombre es Aike.
Parpadeó unos segundos desde su sitio, sorprendido.
—Qué lindo cuidado... —Sacó la lengua, dándole una nalgada a la chica y dejando el restaurante.
Los clientes eran más extraños de lo esperaba, pero bueno, que podía esperar realmente si todos los miembros de la banda eran unos extraños. Pero también cómo puedo juzgarlos si soy la única fingiendo tener pepinillo, espero.
Cerramos el local con éxito, solo recogiendo las cosas y limpiando hasta que dieron las 5:40. El domingo no abríamos, así que no pudo faltar Amber dando la mejor solución que yo claramente quería tomar a pesar de mi cansancio, pues quería ser más cercana a los demás.
—¡Durmamos en el departamento todos y luego salgamos a comprar partituras!
Su emoción era visible. Ya lo había notado desde un inicio. Amber era amigable y dulce. Me ofreció su amistad desde un inicio y por ello quiero conocerla mejor.
Si pasamos la noche juntos todos...
—Ja, ni lo sueñes. Quiero dormir, así que si quieres pasar la noche con ellos hazlo fuera del apartamento —cortó la corriente que le daba electricidad a la felicidad de Amber. Arlene lucía demacrada, llevaba las manos vendadas, poniéndose su chaqueta—. Nos vemos el lunes.
Salió por la parte trasera, incomodando el ambiente en los camerinos.
—¡Arlene, aguafiestas!
—Pueden estar en mi apartamento sino les molesta descansar en el suelo. —Le dio unas palmadas Aylin intentando consolarla.
—Jeje, por mí está bien. Aunque no iría a hacer compras en la tarde porque tengo un curso, jeje. —Informó Mirt, dándole palmadas más fuertes.
Ambos parecían estar apunto de romperla.
Luna y Rapunzel terminaban de guardar sus cosas en los camerinos, pero de inmediato el tipo que ponía apodos brincó sobre Aylin.
—Me rechazaron hoy... —Luna comenzó a tallar su cabeza sobre ella, zarandeando sus aretes brillantes—. ¡Pero dijo que me llamaría! No pierdo esperanzas. ¡Era tan guapo y grande! Su seriedad es ahhhh.
—Siempre dicen que te llamarán. —El comentario de Rapunzel me sacó una risilla, hasta recordar la verdad en sus palabras—, yo voy a casa. Tengo en tres horas una cita con una paciente, así que estaré ocupado. En la tarde dormiré.
Todos, incluyéndome, lo miramos con cansancio. Llevábamos tres días conviviendo, pero el tipo de personalidad que tenía cada uno era del tipo original y alegre. A excepción de Arlene.
—Vives al límite —soltó Amber—. Me pregunto porque no te has muerto.
—El psicólogo no debe morir sino ha terminado de dar su terapia. —Dijo seriamente, haciendo reír de nuevo—, ¿de qué se ríen? Olvídenlo, ya me voy.
Ató su cabello con una coleta baja, ingresando su cabeza antes de cruzar la puerta dentro de un casco de motocicleta. Era un tipo de espalda ancha y piel bronceada, fácilmente enamoraría a quien sea por su espíritu en apariencia libre.
—¿Vienes con nosotros, Aike? —Interrogó Amber.
Oh... no me estaban contemplando.
—¡Eh... —Mirt me miró de reojo, casi advirtiéndome que iba a responder con voz aguda. Esperé un momento—...sí!
Al cerrar la tienda, repartimos la propina, dejando el 30% de cada uno a las cocineras. El jefe nos felicitó por el trabajo de esa noche y todos nos retiramos al departamento de Aylin.
Vivía en un conjunto de apartamentos, tres pisos extendidos a los costados de la avenida, grises. Las luces exteriores de algunos parpadeaban. A pesar de todo entramos riendo por las incoherencias que balbuceaba Amber, subiendo por las escaleras a punta de pie. Aylin rodaba los ojos para silenciarnos.
Algunos perros de los alrededores ladraban, los sonidos de las puertas de los vecinos recorrían los pasillos. Llegamos al tercer piso, caminando por el corredor en silencio.
—Hace frío... —susurró Amber, intentando cubrirse con el suéter de Luna.
Intenté abrigarme con mis brazos mientras Aylin pasaba su tarjeta y ponía el código. La luna atrás de nosotros hipnotizaba a Mirt, quien reía levemente mientras repetía las mismas palabras: "Mejor amigo, descansa en las estrellas".
Es un poco extraño.
—Mi memoria es una mierda. —Bufó Aylin rebuscando el código en su bolso. Continuó maldiciendo el mundo.
¿Cómo olvidas la contraseña para entrar a tu apartamento?
La puerta hizo un chirrido antes de abrirse, haciéndome suspirar de alivio. Mis mejillas comenzaban a congelarse por el fuerte aire. No era invierno, pero la ciudad estaba llena de áreas verdes que conseguían brindarnos un manto de niebla por las noches.
Elevó la voz en un quejido, sacando sus zapatillas y echándolas en la entrada. Su coleta fue de inmediato suelta y sus rabietas sobre lo cansado del día parecían ajenas a nosotros. La miramos desde afuera, esperando su señal.
—Ah... cierto... —Volteó, arrugando el entrecejo—. Quítense los zapatos antes de entrar. Si alguien quiere ducharse, adelante.
Yo quiero ducharme, pero creo que eso será difícil.
—Jeje. —Sin preguntar, Mirt entró a ponerse cómodo en la sala de estar.
—Permisooo.
Luna y Amber entraron, haciéndole compañía a Aylin. Comenzaron a servir tazas de café y la dueña del apartamento sacó unas cervezas frías del refrigerador. Entré, cerrando la puerta. El interior estaba cubierto por notas de canciones viejas de pop-rock, en especial imágenes de Los Beatles y Queen.
El estilo de Aylin salía a reducir en cada momento.
—¿Una cerveza, Aike? —Invitó Aylin desde la cocina.
—No tomo, gracias. —Negué con las manos y continué vagando por la sala, mis ojos querían grabar el escenario.
En el estante junto al balcón había una veladora, un cenicero, y una cebolla atada a una cuerda roja. La cebolla lucía el rostro de un chico caricaturesco, hecho con tinta china. Me detuve a observarlo con intriga y un poco que nerviosismo.
—¿Qué es esto?
—Jeje.
Me volteé señalándole la cebolla a Aylin. Ella permaneció desde su sitio abriendo las cervezas. Amber miró con extraño a Luna, dudando sobre decirme.
—Son cebollas... —soltó Aylin en in suspiro—. De que mi ex-novio vuelve conmigo, vuelve en serio.
La miré incómoda, retrocediendo con temor de la cebolla. Amber No aguantó las risas, escupiéndole encima a Luna y a Mirt.
—¡No seas asquerosa!
—Jeje, que asco.
Miré a todos lados intentando buscar una salida, pero Aylin azotó las botellas contra la mesa de centro mientras se atacaba de las risas.
—¡Por Dios, Aike! Mirt vino la semana pasada y dejó cebollas diciendo que era para alejar las bacterias, y como se veían feas un chico qué pasó la noche les dibujó un rostro. —Gritó atragantándose con su saliva, haciéndole ademanes—, ven aquí. Hombre, los amarres no son para mí.
Aplausos, soy la mujer que saca conclusiones sin coherencia.
Tomé asiento junto a Amber, reviviendo la taza de café. Era amarilla, con el pequeño dibujo de un pollito.
—Yo tomaré una ducha. Ustedes pónganse cómodos y que Mirt saque las cobijas —expresó Aylin con esfuerzo para levantarse, dirigiéndose al fondo del apartamento—. También pongan música si quieren.
Mirt y yo sacamos los cobertores del armario en su habitación. Estaba lleno de zapatos caros aún en sus cajas y ropas de todo tipo: deportiva para chicos, camisas de empleados, vestidos espectaculares y alguna que otra prenda rota. Parecía que mínimo vivían ahí 6 personas.
—¿Qué clase de persona es Aylin?... —murmuré, mirando con las manos entre las cobijas, fotografías de ella con diferentes chicos.
Mirt reía, observando a los diminutos humanos plasmados en el papel. La curiosidad me jugó chueco y le pregunté el cómo se conocieron. No dudó en hablar.
—Cuando íbamos en secundaria, jeje, se transfirió a la misma institución que yo. Jeje, se metió en problemas robando el dinero de las mochilas de los alumnos, y yo levanté cargos con el profesor. —La forma en que lo contaba se me hizo turbio, porque lo decía con serenidad en su rostro pero no concordaba en nada—. Entonces, jeje, intentó ahorcarme. Pero me reí, y nos volvimos amigos, jeje.
¿Qué demonios con su amistad? ¡Es simplemente original y genial!
—Eres sencillo para aceptar a las personas —la triste sonrisa en mi rostro no tardó en aparecer. Me sentía un tanto muerta a veces, tal vez porque cuando miraba al espejo no era yo—. Gracias por no tratarme diferente y no decirles a los demás de mi género.
Miré de soslayo la puerta, asegurándome de que no hubiera nadie cerca. Adentro hacía calor por la calefacción, pero no quería quitarme la camisa.
—Jeje, no realmente —admitió—. Estoy acostumbrado a tratar con personas que ocultan partes de sí mismas. Todo el mundo es experto en usar disfraces por gusto o por ser políticamente correctos. Ocultan lo que son, lo que quieren, lo que les hace feliz o lo que puede resultar hiriente. Me he acostumbrado, y ya no quiero pelear contra eso.
Sus palabras fueron duras, era directo aunque trató de tener tacto. Era claro que no veía correcto mis mentiras. Lo sentí cuando dio palmadas en mi espalda, concluyendo lo que decía.
—No es que no me importe, jeje. Es porque no me incumbe. —Explicó, señalando los cobertores en mis brazos para que lo siguiera.
Aylin salió del baño, dirigiéndose a nosotros en el corredor. Su cabello aún estaba húmedo y su cuello también, la pijamas era gigantesca y gris, cubriendo casi todas las partes de su cuerpo a excepción del rostro y cuello. Dijo que pusiéramos las cobijas en el suelo de la sala mientras ella ponía música.
—¿Qué miras? —Aylin se cubrió el pecho al percatarse de lo que yo estaba viendo.
Así que a eso se refería Mirt... Aylin era más plana que yo.
—N-Nada. —Negué con la cabeza, corriendo a tender las sábanas.
Nos sentamos alrededor de la mesa de centro, charlando tonterías y botaneando. Bueno, en realidad yo continué de asocial intentando llevar una conversación que ni siquiera era dirigida a mí, sino a todos en general.
Las palabras de Mirt aún resonaban en mi cabeza, lo que me hacía sentir nerviosa cuando los demás me hablaban. Quería mantener la conversación pero mis dedos temblaban mientras sostenía la taza, al igual que mis labios. Me había hecho más sensible que antes, ahora quería llorar.
Las personas siempre me llamaban hipócrita y me decían que fuera como ellas. Decían que no se disculparían por algo de lo que no tenían culpa. No supe en qué momento yo me disculpé por algo de lo que no tenía culpa. Mujer u hombre, seguía siendo una obsesiva hipócrita.
La taza se resbaló de mi mano, asustando a los demás. Ya no había café en ella, y tampoco se rompió. La decepción de que aquello no haya sido destruído también me abrumó.
—Demonios, de verdad me espanté... —Murmuró Amber, devolviendo la taza a la mesa—. ¿Estás bien, Aike?
No he estado bien... pero creo que puedo superarlo.
—Mis huevos están bien. —Afirmé en voz alta, sintiéndome una caca.
Amber rió, pero los demás no pudieron evitar sentirse incómodos. Sí fuera actriz en alguna serie, tal vez... bueno, ni siquiera hubiera pasado el casting.
—I'm your plan... —Al fondo sonaba Leave It in My Dreams, al mínimo de la bocina para no molestar a los vecinos.
—¿Quieren contar historias ficticias? Necesito algo para poder dormir —propuso Aylin recostándose en el sofá, dejando que su cabello le cubriera el rostro—. Puede empezar quien sea.
Amber hizo una mueca, posando su dedo pulgar en la barbilla. Imitando la pose pensativa, se inclinó al frente cuando la idea cruzó por su cabeza.
—¡Aquí les va! Tengo una buena historia romántica... —nos acercamos más para escucharla mejor—. Hace mucho tiempo, este... digamos que por el año 1700, había un joven actor que dejó el mundo del espectáculo para ser entrenado por un hombre de aspecto serio... y...
—Disculpa —irrumpí su relato, queriendo saber más—, ¿entrenando en qué?
—Este...
—Jeje, Amber no sabe atar cabos en una historia. —Bromeó Mirt, dándole un leve empujón en su cabeza mientras él reía solo como lunático.
—¡No lo sé, pero era algo importante! —Sentenció, reanudando—. El hombre se enamoró del joven y se volvieron amantes, pero, ¡sorpresa, idiotas! ¡El joven era un espía y debía matar al hombre guapetón!
—Esto es una telenovela —suspiró Luna, dejándose caer en las sábanas—. ¿El joven siquiera lo amaba?
—¡Pues claro que lo amaba! Cuando llegó la hora de la batalla, le dijo al hombre algo como: —enserió su rostro, imitando una horrible voz—, "desearía que nunca nos hubiéramos conocido". Porque de esa forma nunca se hubiera enamorado y no le dolería tanto, también le perdonaría la vida y no sufriría por su muerte.
—¿Y al final el joven lo mató? —Masculló Aylin, ejerciendo más presión contra su rostro sobre el sofá.
—Nop —hizo una pausa—. El hombre lo decapitó antes, llorando por su amado.
—Qué turbio. —El escalofrío sacó eso de mi boca—, ¿entonces era como un Romeo y Julieta?
—¡Tampoco! El hombre no se mató. Entregó el cuerpo al gobierno como lo que era, un espía. Tantán —no esperaba nada de lo que contó, así que tampoco me despertó mucha emoción—. ¿Qué tal? ¿Ya pueden dormir?
Eres agradable, por eso mejor no diré que tu historia fue un asco.
—Tengo algo mejor —tosió Luna, reincorporándose alrededor de la mesa.
—Bueno, tenemos dos estudiantes de letras aquí. Entretengan para que podamos dormir bien. —El tono de voz de Aylin sonaba extraño.
—Esta es la historia de la luna que se enamoró de un humano. Todos los derechos reservados —dio inicio Luna, echando su rubios cabellos detrás de la oreja—. Tiempo atrás, la luna se paseaba a orillas del mar, cubriendo con un manto la mitad de su cuerpo. Un humano curioso corrió esa noche al mar, creando un alboroto por sus emociones, siendo un avaro que robaba conchas de mar sin sentido alguno.
—Los humanos son muy codiciosos, jeje.
Luna sonreía mientras narraba. No éramos cercanos, no sabía su verdadero nombre, pero su historia también despertaba ese sentimiento de cercanía y de buena amistad—. Luna, furioso, capturó al humano y le obligó a devolver las conchas. Era un analfabeto, alguien que actuaba con el corazón y no con la mente. La luna se compadeció, y aunque negó muchas veces que quería ayudarlo, se tomó el tiempo de enseñarle al humano de astronomía y a contar cada grano de arena.
De verdad apreciaba al humano.
—Les tomó años, la luna sabía que el humano veía pasar todo con velocidad, pero para la luna las cosas eran lentas. Fue un largo periodo, hasta que el humano en su locura quiso robar también la luna.
Robar la luna...
Aylin volteó su cuerpo hacia la mesa, escuchando la historia. Nuestros ojos cruzaron, pero nos desviamos la mirada. Me asustaba que si lo hiciera, ella descubriera quién era en realidad. Quería hacer amigos y dejar de ser siempre la asocial, pero tenía miedo de poder hacerlos y tener que mentirles.
—¿Y qué pensó la luna al respecto? —Inquirió Aylin.
—Quería irse con él —respondió Luna—. Luna se dio cuenta de que se había enamorado, por eso descubrió su otra mitad, la mitad que no le mostraba a nadie. Pero no podía seguirlo, lo amaba tanto que sabía que sí ambos permanecían juntos la luna se destruiría, el mundo perdería el equilibrio.
Sus palabras sonaban tristes. Me preguntaba, ¿qué habría hecho Orión si yo le hubiera dicho con palabras lo que sentía?
—Así que le mostró al humano la vida real, lo que había fuera de la playa, fuera del bucle que la luna había creado. Fue cuando el humano lo vio, a su prometida y a su futuro hijo llorando por él en el pueblo.
—¡Hey, eso es más telenovela que mi historia! —Amber hizo un berrinche que ignoré, pues la historia de Luna era más hipnotizante.
—Así que, antes de marcharse, le robó un beso a la luna. Un dulce beso humano —tosió un poco, dejando caer su barbilla en la mesa de madera—. Agradeció las enseñanzas, prometió cuidar a su familia con honor y dejar de robar. Se marchó al pueblo, dejando con la orgullosa luna que siempre se ocultaba tras un manto, el recuerdo de su primer amor. Ahora la luna pasea por la playa, recogiendo almas de humanos en la costa para poder suplantar los recuerdos de ese personaje.
El primer amor te promete los cielos, pero solo te entrega un corto tiempo de vida, al igual que una estrella fugaz. El amor era un problema que no quería en mi vida, y no hablaba solo del romántico.
—Aunque lo niega repetidamente, está esperando el día en que la familia del humano acabe al igual que su vida, y corra de vuelta a la playa estrellada para intentar robarlo una vez más.
Comencé a aplaudir como tonta, pero los demás siguieron mi acción.
—Completamente digno de un estudiante. —Opinó Aylin.
—Lo sé, lo sé. Mi meta es ser editor, pero si puedo recibir el premio Nobel será el día más feliz de mi asquerosa vida. —Se aludió a sí mismo, señalándome con desdén—, ¿no quieres contar algo tú? Espera, ¿quién eres?
De nuevo no me tenían presente...
—Aike...
—¡Ah, cierto, el jovencito Roble! ¿No quieres contar una historia? —Me dio unas palmadas, asustándome.
—Mmm... había una vez una niña que intentó depilarse las axilas —el recuerdo de mi primer intento era una mierda—. Pero se cortó y le sangró, así que desde ese entonces no se depila.
—Acabas de traumarme —murmuró Amber, sacudiendo su cuerpo del terror con la imagen de la axila sangrante—. Creo que no podré volver a depilarme igual.
—¿Tú vas a contar, jeje, algo? —Le preguntó Mirt a Aylin, haciendo que ella se irritara.
Ella se extendió hasta apagar la luz junto al sofá, dejándonos en oscuridad.
—Agh, aquí vamos. Un niño había crecido con pocas habilidades económicas, así que se propuso a salir con millonarios y ser mantenido por amigas o amigos, sin importarle los sentimientos de los demás. Fin de la historia, vamos a dormir. —Aventó unas almohadas al suelo para que pudiéramos recostarnos.
—Jeje, yo puedo decir que había un rey loco, loco de remate, jeje, que el pueblo odiaba. Comía los ojos de...
El teléfono de Luna sonó, asustando a todo el mundo. Yo era un poco miedosa. Él se reincorporó de inmediato, leyendo el mensaje.
—¡Me escribió, por un demonio, me escribió! —se levantó del suelo, poseído. Haciendo poses extrañas comenzó a tomar su chaqueta y mochila—. Nos vemos la próxima semana. ¡Necesito visitar a alguien!
—¿Te escribió el tipo serio del que hablabas? —Amber lucía emocionada.
—Cállate, perra —se irritó como gato esponjado, intentando ponerse los zapatos de la entrada—. Bien sabes que no vuelven a llamar esos.
—Uy, perdón, cabeza de elote.
—¡No me digas así! —Abrió la puerta, azotándola de golpe. El sonido del seguro sonó.
Aylin desde su lugar se quejaba del sueño que había interrumpido. Por las ventanas el sol comenzaba a asomarse, lo que hizo que el supuesto descanso fuera horrible. Me dormí de a ratos, pero los sonidos de Mirt levantándose para asistir a clases volvieron a molestar.
Al final la noche fue terrible. Antes de ser echada de casa no sabía lo que era trabajar. Ahora, tan solo una semana de trabajo, no tenía que hacerme pasar solo por un hombre, sino que debía atender a las personas con sonrisas aunque los pies le estuvieran matando.
Quería dormir profundamente y pensar que solo era una semana de trabajo duro, pero la realidad es que eran muchos años de trabajo hasta que falleciera.
—Piqué fruta y tosté pan vegano... ¿Quieren un poco? —Preguntó Aylin en la cocina, alarmándome.
Me había prestado ropa que tenía entre sus cosas, pero la venda en mi pecho aún lucía extraña. De igual forma, deseé que no fuera obvio.
—¡Yo quiero! —Amber dejó su celular en el desayunador, sentándose a comer.
Me hizo señas para que me acercara. Estaba un poco sorprendida por la confianza que me tenían, pues era en apariencia un chico, pero no parecían temerme. Habían revueltas en la ciudad por violadores, acoso, pero ambas confiaban en mis acciones.
O tal vez personas que están acostumbradas a vivir como puedan... ya saben como tratar con hombres difíciles.
Tomé asiento, participando de la fruta recién sacado del refrigerador. La papaya y sandía eran las que más relucían. Tomé el tenedor, comiendo a toda prisa.
—¿Quieren ir a comprar partituras para la próxima semana? Como petición fue una banda latina llamada Little Jesus. Los estuve escuchando antier, son buenos —Aylin se sentó frente a mí, dándome un leve golpe en la rodilla—. Aike, ¿puedes cantar en español?
—Estudié un poco en mi escuela. Sé varios idiomas, a excepción de los asiáticos, esos me cuestan por la gramática. —Respondí, metiendo un trozo de fruta a mi boca—, pero puedo intentarlo. Tengo toda una semana para practicar, ¿no?
—Perfecto. Entonces podemos ir a buscar algunas pistas y quemar las canciones. Le diré al jefe que nosotros compraremos el equipo.
—¡Yo haré la lista de canciones! —Exclamó Amber, metiendo la cabeza en el bowl de fruta.
~•~•~•~
Era la tarde, habíamos dormido hasta las 2 y ahora paseábamos por las plazas mirando alrededor. Las voces ruidosas de los demás cubrían el sitio, cada uno buscando algo en especial y otros tan solo esperando. Aylin se detenía cada cierto tiempo a observar los escaparates de ropa, Amber se detenía a ver comida y esmaltes. Yo me limitaba a observar zapatos, pues quería comprar nuevos pero las propinas no me daban para hacerlo.
Debo pagarle la renta a Arlene.
—Aike, ¿no te parece esa chica linda? ¡Tiene unas grandes curvas y su cabello oscuro es bellísimo! —Amber me sostuvo de los hombros, girándome para que viera mejor a la chica que caminaba con audífonos y un gorrito rojo.
—No intentes hacerte cercana a Aike de esa forma. Ha de estar cansado de acompañarnos. —Bufó Aylin, dándole un ligero golpe en la cabeza.
Mi mirada se perdía en la chica, creyendo en una ilusión.
—Espera... ¿Esa no es? —Amber cortó la oración, corriendo a toda velocidad hasta detener a la chica—. ¡Stella, ¿cómo has estado?!
Stella...
La respiración nerviosa se escapaba de mis pulmones, haciéndome sentir con un hoyo en ellos. La idea de los reporteros llenando una plana donde decía: "Niño sin pene se encuentra con la chica que intentó venderlo y le hizo pasar un infierno".
No creo en la mala suerte.
—Agh... de nuevo —Aylin volteó los ojos, recargándose en mí—. Es la novia de Arlene.
El mundo se puso borroso, haciendo que cayera de espaldas. Me desvanecí, apenas escuchando mis alrededores.
—¡Eh, Aike!
No creo en supersticiones... pero me pregunto que clase de dios me odia tanto y qué hice para merecer tal desprecio.
••••••••••••••
Bueno, bueno, bueno.
No tengo nada contra Aike, pero de verdad amo infartarla con todo, porque nuestras vidas tienen más escenas de telenovela de lo que esperamos. <3
~MMIvens.
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