Capítulo 32: No hay nadie como tú, ni como yo.


Aike.

En ocasiones me sentaba en el suelo, observando lo que sucedía a mi alrededor en silencio, dejando que mi mente se sumergiera en lo profundo. Me desconectaba, me sentía corriendo en los sueños donde el tiempo era relativo, bloqueada de la realidad para no enfrentar las cosas.

A veces no sabía qué pasaba a mi alrededor, solo me marchaba de forma inconsciente por miedo. El abatimiento entraba por mis ojos como grandes olas arrastrándome, dejándome sentada en el suelo por horas hasta que alguien me llamaba por mi nombre y me traía de vuelta de esa profundidad.

—Pruébale al pequeño mundo que gira entorno a ti que estaría destrozado si te vuelve a dejar caer —tomé la mano de Arlene por inercia—. Sal de esa depresión, ¿vale? O aprende a vivir mejor con ella.

No quiero volver a herir a Aike. No quiero volver a herirme yo solo.

Ayúdame a ayudarte, Aike.

~•~•~•~

No me avisaron que volviste hace una semana. ¿Qué estabas pensando, niño? —Cuestionó Carl, dandole una mordida a su rosquilla mientras echaba su espalda en el respaldo de la silla.

—Lo siento mucho, por el contrato y ocasionar aquel problema con los clientes —me incliné al frente tras levantarme, posando las manos sobre su escritorio esperando el castigo—. Puse demasiada presión sobre usted. Discúlpeme por portarme como si lo supiera todo.

—Perdonada. —Habló él con la boca llena—, ya, vete a trabajar. Luego veremos lo de tu paga esta quincena. Trabaja como lo has hecho hasta ahora y dile a los chismosos detrás de la puerta que hagan lo mismo.

Elevé mi vista con emoción, observando su expresión arrugarse mientras fingía desinterés. Sentía pequeños toques en mi cuerpo, la sensación de que alguien me pellizcaba para echarme a andar. Los colores cálidos de su oficina se iluminaron cuando Amber abrió la puerta de golpe, dejando entrar la luz que marcaba las 6:00 de la tarde.

—¡Aike! —La chica muñeca estaba casi llorando tras su salto a mis hombros.

Arlene y All me observaban con una sonrisa, recargados en la puerta mientras Mirt mantenía las manos sobre ambos detrás. Me habían recibido, aún si no éramos amigos y sólo compañeros de trabajo, me sentía cómoda. Me sentía bienvenido a una parte de su mundo.

—Ya, vuelvan a trabajar. Traigan esas propinas. —Masculló Carl, arrojando su basura a la papelera junto a él.

Sostuve a Amber de los hombros y salí con ella casi prensada. Dijo que se sentía mal por hacer eso con un chico antes ya que su novio podía deprimirse fácilmente pero que si yo era una chica no había problema, aunque ella fuera bisexual. Extraña conclusión.

—Gracias por sacarme de allí. —Murmuré, posando una mano en el hombro de Arlene con sincera gratitud.

—Y la vida sigue. —Se rió la chica de cabello decolorado, apartando mi mano antes de girar en sus botas y volver al trabajo.

Pasé al vestidor para asegurarme de que mi apariencia fuera la adecuada. Seguía siendo yo, apariencia de chico o lo que sea, era Aike sin importar mi sexo o el género con el que me identificaba. Estaba bien, no ser alguien en particular. Solo yo, deseando apoyarme en cualquier decisión a partir de ahora.

—Aike, vas a trabajar para poder pagar una terapia, tienes que reunir ese dinero tú solo. Vamos, pequeña, ¡lo haremos! —Casi le grité al espejo con emoción, alegre por saber que Arlene también se esforzaba en superar su terrible relación.

Aylin luce como otra persona, espero también la pase bien.

—Lo siento, Mirt. Por todas las veces que te grité. —Solté, levantando mi caja del vestidor de hombres.

—Jeje, si no tienes problemas puedes dejarla ahí. —Me permitió permanecer en el vestidor si eso me hacía sentir bien.

—¡No, All me dio su vestidor! Así que no habrá sospechas de los clientes y bueno, yo soy el vocalista ahora. —Le mostré mi gran dentadura que se asomaba sin saber cómo detenerse—, gracias por respetar desde el inicio mi privacidad aunque sabías que era una chica.

—Seas o no —posó su mano sobre mi cabeza, sonriéndome de lado con su cabello alocado siguiéndole— eres una gran persona. No me importa el sexo de alguien, siempre y cuando sean sensibles como tú.

Lo abracé por inercia. Éramos casi desconocidos, pero su sonrisa tranquila me deprimía al saber todo lo que tuvo que pasar. Los chicos también lloraban, eran violados y burlados. Igual las chicas, recibiendo acoso en las calles como pan de cada día. No podía aliviar su dolor, debía aceptar eso y consolarlo las veces que pudiera.

—Deseo que esa cicatriz no sangre toda la vida. —Murmuré, ocasionando que él me soltara de golpe y me hablara con su leve risita.

—Jeje, gracias Aike, je. —Jugó con mi cachete antes de volver al trabajo.

Me dijeron que Nath no había vuelto a hacer presencia desde hace dos semanas. Tampoco había noticias sobre él en otro bar cercano, parecía haberse marchado incluso de la ciudad o mi vida. Aquello me angustiaba, quería verlo de nuevo y ofrecer mis disculpas.

—Gracias por haber respondido mi llamada. —Hablé entredientes, haciéndole señas a Sade dentro de la cocina por permitirme hablar allí dentro.

—No fue nada. Tú tranquila yo nervioso —respondió Anacleto al otro lado de la línea—. No te preocupes por Nath. Yo no sabía nada al respecto hasta que me hablaste, pero estoy feliz por él. Nunca lo había visto tan centrado en la universidad. Lo invitan a beber y ahora rechaza a... Ah, espera, debo servir barbacoa. Estoy trabajando también, ja, ja.

—Oh, disculpa. Ya cuelgo —suspiré en paz al escuchar sus noticias—. Gracias por todo, An. Espero no perder tu contacto.

Quería ver al cliente extraño que me llamaba manzanita y me trataba como si fuera algo bello de lo cual cuidar. Me sentía incluso consentido por él, era una sensación dulce y a veces triste. Sentía que lo necesitaba, pero también que debía darle su espacio pues una aparición mía podría causar más problemas en su estabilidad emocional. Yo quería cuidar de él, no herirlo más.

—Amor, veo un cliente en la mesa cuatro. ¿Puedes ir a atenderlo? —Sade me dio una nalgada para echarme a andar fuera.

Di algunos pasos irregulares mientras extraía de mi mandil negro las notas para tomar el pedido. En menos de media hora debíamos subir al escenario a tocar como cualquier fin de semana, aunque me hallaba ansiosa por la presentación distinta y por tocar con personas asombrosas que trataban de superar problemas diarios; tocar para clientes con propios problemas.

—Linda noche. Bienvenido a Faded Song, espero esté listo para la próxima presentación de la banda —hablé en tono neutro, esperando con la pluma en mis manos su pedido antes de que apartara la cara del menú—. ¿Ha decidido su orden? ¿Quiere que le haga una recomendación? La gelatina de mosaico es bastante deliciosa.

—Eh... —Apartó la carta de su rostro, observándome con el entrecejo arrugado.

Era rubio, sus ojos verdes me miraban en busca de algo a pesar de no pronunciar palabra. Lo reconocí de inmediato, estaba viniendo esos últimos días y yo lo había atendido siempre. Le sonreí, recordando que era antes un cliente recurrente que visitaba a Aylin; aunque yo estaba disponible seguido y lo atendía antes que los demás.

Oh, Luna acaba de entrar...

Observé junto al escenario al rubio y al moreno alto adentrarse al restaurante por la puerta trasera. Los saludé, no queriendo incomodarme por la nula respuesta del joven empresario.

—Disculpa, Aike... —Habló, observando mi gafete—, he venido estos últimos días pero no he visto a All por aquí. ¿Renunció hace poco o algo parecido?

Su pregunta me confundió un poco. Miré a los costados, clavé mi vista sobre él nuevamente sin saber que respuesta darle. De forma inevitable elevé mi mano para señalar la segunda mesa detrás de mí, y apenas respondí con algo coherente:

—Está atendiendo detrás de mí, este... —Susurré, rascando mi nuca al sentir la ráfaga de viento–. ¿No lo habías visto?

Se inclinó un poco para observar, abriendo la boca con sorpresa y susto al ver a All tomándose fotografías con algunas chicas de aquella mesa. Aún era recordado, aunque no quería cantar de todas formas.

—Se cortó el cabello —cubrió su boca al darse cuenta de que hablaba en voz alta—. No lo reconocí, no lleva maquillaje.

—Seh, se ve bastante hermoso. —Respondí admirando a Aylin, sirviendo los platillos con una sonrisa cerrada.

Aylin con el cabello corto me transmitía cierta paz, como si le dijera al mundo que su cabello no significaba belleza ni qué debía ser una forma de aferrarse a alguien que no volvería. Nos contó a todos que volvería a hacer un cambio momentáneo en su apariencia, que a veces se maquillaría pero que en el trabajo prefería verse un poco más simple para ir con la sensación del entorno.

All quería ser, dejar que todo lo consumiera y olvidar. Hacerle honor a su nombre, serlo todo o ser nada. Me sentía inspirado al verlo, sonriéndome con el toro si en dirección a mí sin importarle el rubio en la mesa.

—Cierto, se sigue viendo hermoso —el cliente sonrió con amargura, señalando un menú de la carta—. ¿Puedes traerme una gaseosa de uva para beber? Quiero comer lo que sea hoy. No me perderé la presentación.

Eso me decía Nath. Desearía que me viera hoy cantar.

Amber nos llamó minutos después para que hiciéramos cambio de turno con Luna y Rapunzel. Me vistieron con pantalones color caqui enormes, unas botas café y una camiseta negra con amarillo que tenía mangas largas de rayas. Era un estilo bastante curioso, más con el nido de pájaros que llevaba en mi cabello pues me peinaban de forma alocada.

—Guapa, pequeño. —All me coqueteó en el camerino, lanzándome un beso que acentuaba sus cejas pobladas y su cabello corto detrás de las orejas le hacían ver un cuello más largo.

—Guapo tú. —Admití, acelerando el paso por el pasillo para llegar tras bambalinas.

—Ya lo sé. —Bufó, tomando asiento en los bancos junto al telón, abrazando a Amber quien estaba apunto de salir con su bajo.

Me trepé al escenario, creando eco con mis botas para silenciar a los que comían bocadillos en el área principal. No estaba oscuro, aún podíamos ver las luces del atardecer a través de los ventanales y la iluminación era calidad comparada a otros días. Algunos rostros eran conocidos, el rubio seguía allí, mientras que algunos eran nuevos que parecían haber salido temprano de la universidad.

El micrófono frente a mí esperaba que lo tomara con fuerza, aunque hice lo apuesto, casi lo abracé mientras dejaba escapar mi voz con murmullos apenas susceptibles.

—Gracias por estar presentes en la presentación especial que preparamos con mucho cariño —las palabras de apertura salían de mí, junto a mi lado se hallaba Amber y detrás de Arlene, esperando mi final—. Debo a agradecerles a todos por haberme recibido hace varios meses como su vocalista. Estoy feliz de la amabilidad, la compresión y las risas que me han dado. Disfruten el día, tomen un poco, y sigan con la noche. La primera vez que me emborraché lloré en una fiesta. No he vuelto a tomar un vaso de alcohol en mi vida.

Algunos se rieron de aquello sacado fuera de contexto. Yo también me reí como tonto, aún decía cosas raras sin sentido cuando nadie me lo pedía. Eran cosas pequeñas las que me sacaban sonrisas, me sentía satisfecha.

El bajo dio inicio junto a la batería y mi voz, sincronizados con mi guitarra y el ambiente que nos cubría a todos como una delgada tela de colores amarillos que trataba de tocar su propia canción.

Cuento hasta diez para entender que tú no vas a volver —la alegría se apagaba en mi rostro, aunque estaba feliz por saber que mi voz mantenía aquel tono ancho que parecía quemarse con el rasgar de mi voz andrógina—. ¿Cómo hago yo pa' respirar? Si no dejo de llorar.

Una canción en español, una letra que pasé toda la semana estudiando. En realidad, mi estudio nocturno fue recostarme mientras lloraba por los recuerdos y el sentimiento de aquellas personas que no encontrarían a alguien igual. La sensación de muerte no permanente.

Y mis amigos me dicen que buena noticia que ya tú no estás —bajé la mirada al público, donde un grupo de amigos al frente se abrazaban para darle apoyo emocional al que lloraba por mal de amores—. Dicen que ya no te llame, que una botella me hará olvidar.

A veces ni las botellas servían. Olvidar era casi imposible a menos que fuera por algún trastorno o evento traumático que el cerebro se bloqueaba. Pero no podías eliminar una memoria por completo. El dolor se disipaba, las palabras se olvidaban, pero el sentimiento de que algo similar habías vivido permanecía como una marca profunda en tu corazón; a veces te envenenaba, en ocasiones te curaba de forma lenta. Casi pidiendo que tuvieras cuidado a partir de ahora.

—Y repiten, repiten que tú al final no eres tan especial —mis hombros sen iban al frente, mi espalda se curveaba en búsqueda del aire—. No caminas sobre el mar. Ni haces oro de cristal. Solo hay que buscar. ¡Hay un millón como tú al final... No eres tan especial!

Ni aunque juraras que estarías mejor, aunque creyeras que no era tu culpa, aunque no quisieras disculparte. El orgullo se interponía, no me dejaba dar pasos en ocasiones. Pero no debía ocultar aquello, aunque el resentimiento me obligara a decir que Nath no era tan especial si fue capaz de alejarme. Que yo no era tan especial por haberlo herido así.

Todos opinan igual, serás fácil de olvidar. Solo hay que buscar. Hay un millón como tú.

Me hice coro de alguna manera, aferrándome a la base del micrófono mientras escuchaba en el escenario a algunos tararear la misma canción. Aún eran los mismos, no Nath. No nadie más, solo ellos. Un público tratando de olvidar el mundo de afuera un momento, necesitado de respirar un ambiente libre de preocupaciones.

En verdad, supongo que esta clase de entretenimiento puede ser más que solo música.

Amaba la música.

Está canción, nunca debió hablar tan mal de los dos. —El público quedó boquiabierto al observar a All salir con su aspecto sensual y su mirada profunda a través del telón.

Giré mi cuerpo hacia él, sonriéndole. Parecíamos dos chicos cantando en el escenario, dos vocalistas por primera vez. Él dijo que me cuidara de su voz, que era demasiado bueno cantando. Yo le dije que quería cantar con él, estaba orgullosa de oírlo.

Pero aquí estoy, pluma y papel. Tratando de serte cruel —dobló las rodillas, mostrando la técnica corporal que tenía para llevar su canto rasgado con la punta de los dedos—. Y todo porqué mis amigas celebran felices que ya tú no estás.

De alguna forma reaccioné un poco al escucharlo cantar aquello con tanta fuerza y crueldad. Dirigí mi cuerpo en negación al lado contrario, metido en el papel que en realidad debía ser para el rubio que nos observaba.

Dicen que ya no te llame —moví mi mano en tono de burla por lo que él cantaba, haciendo reír a algunos—. ¡Que me busque a otro para olvidar!

—Suerte con eso. —Bufé en el micrófono, rodando los ojos.

—Imbécil —All estaba igual de metido en su papel, aunque contuvo las risas para seguir cantando—. Me repiten, repiten que tú al final no eres tan especial.

All era especial. Me encantaba oírlo cantar aunque el papel que yo interpretaba sobre el escenario seguía burlándose con gestos alargados y zapatazos fuertes.

—Nadie te ha visto volar. Balas no puedes parar. Solo hay que buscar... —llevó sus manos alrededor de sus ojos, observando al público sin detenerse en su aparente ex novio rubio—. ¡Hay un millón como tú! Al final no eres tan especial.

Su índice fue directo a mi rostro, sacándome la lengua mientras me miraba sobre el hombro como si fuera poco.

—Todos opinan igual. Serás fácil de olvidar, Solo hay que buscar. ¡Hay un millón como tú, idiota! —Podía sentir la vibración de sus cuerdas, el aire buscando una salida a través de su garganta; una voz poderosa.

—Sí hay un millón como tú. —Le irrumpí, elevando la mano para cubrir su rostro.

—Hay un millón. —Me secundó.

Casi lo dejaba atrás con la velocidad que apliqué para volver al frente y no chocar con Amber. Planté mi vista sobre el techo, cantándole al chico de cabello celeste que se hallaba en quién sabe dónde.

—¿Por qué no puedo dormir?

¿Por qué no puedo? —Su voz a mis espaldas, sufrida como si tratara de alcanzar a alguien pero el orgullo le paraba.

—¿Por qué dejé de comer?

—¿Por qué? —Estaba mi altura, observando al público mientras se apoyaba en mi hombro para cantar después de mí.

Venía un pedazo para ambos. Deseaba observarlo con su banda que decía lo mucho que me quería, gritando entre el público lo talentoso que era. Nadie antes me había mostrado tanta emoción por cada paso que daba; quería sonreírle aunque no me viera.

—No sé si es de noche o de día. Sí hay un millón como tú (Si hay un millón). —Cantamos al unísono, apoyando los brazos entre ambos al vernos de frente—. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en si vas a llamar?

Lo solté, dándole la espalda al saber lo que venía. Su voz se preparó, aferrándose a mí.

¡Ojalá quede en ti algún rastro de mí, debe ser que...!

Estoy seguro de que era difícil olvidarlo, aunque se sintiera poca cosa como solía contarnos en la pijamadas. Era más de lo que podía imaginar; tenía el mundo a sus pies, solo debía vencer el miedo que le impedía tomarlo.

Tú al final sí eras muy especial —avancé lejos de Aylin para cantarle al resto del público, admitir lo que deseaba.

Nath también era especial. Lo era tanto que me odiaba a mí por no detenerlo.

—Ya no quiero escuchar, que se callen los demás —All cantaba molesto, casi sufriendo por su propio criterio—. No hay nadie más. Nadie es como tú. Al final eras el más especial.

No me voy a perdonar el dejarte escapar —golpeé mi pecho con coraje, casi mordiendo mi lengua por no saber qué idiota fui—. Porque no hay nadie más.

—Nadie es como tú. —All me tomó del hombro cuando volvimos a sincronizar voces, casi obligándome a que ambos nos necesitáramos—. Nadie es como tú. Nadie es como tú (Nadie, Nadie).

Nadie es como tú.

Nadie es como tú, ni como yo. No te quiero dejar escapar, pero tampoco quiero correr por ti de forma equivocada. Seré paciente.

Porque nadie, no eres como nadie. Lo siento.

• • •
Y así es como Aike descubre que no solo le gusta Nath, sino que está profundamente enamorada.

¡Espero estén teniendo un lindo miércoles y hayan disfrutado el capítulo de hoy! Los amo, demasiadOOOOOO.

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top