La dama del cementerio
La dama del cementerio
Las mechas recién encendidas en los faroles tiritaban centelleando en tonos rojizos y amarillentos alumbrando tenuemente la acera en la Rue de Mort. Recién, el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte curvilíneo de la lejana llanura. En el pueblo, el bullicio en las calles amainaba y los transeúntes eran menos a medida que la luna, un disco giboso platinado, asomaba sus primeros reflejos blanquecinos sobre la copa de los árboles que bordeaban la ciénaga en las afueras de la urbe.
Los habitantes de la pintoresca región regresaban a sus hogares luego de sus jornadas de trabajo en el casco urbano con paso apresurado pues las calles se volvían presas de las más aterradoras supersticiones. Unas, narraciones inverosímiles y terroríficas de los pueblos aborígenes nativos de la región, que aún extintos, el tiempo no había logrado borrar. Otras, leyendas pintadas de brujería y sortilegios, muertos que regresan de las tumbas y demonios sedientos de sangre provenientes de las prácticas religiosas y los más profundos temores de los esclavos negros.
Los hacendados y lugartenientes montados en sus carretas, cruzaban las villas y el pueblo de un lado a otro, cargadas no de caña o trigo, sino de una veintena de los pobres infelices encadenados los unos a los otros. Su único pecado era su color de piel aún siendo tan hermoso como el ébano. Y con ellos las historias de terror viajaban de un punto al otro del recién fundado estado plasmando sus creencias y afianzándolas en la cultura popular como la marca del carimbo en la piel de un esclavo. Cristianizar a los condenados había sido tarea imposible y contrario a lo que se vislumbraba, eran los blancos los que asimilaban las creencias paganas de los negros. Con el atracadero en los muelles de los grandes barcos, no sólo bajaban los millares de esclavos traídos desde los pueblos de las costas del este de África, si no también sus dioses y demonios que habían surcado los siete mares para quedarse en esta nueva tierra al otro lado del mundo.
En las afueras del pueblo, yacía el cementerio. Los sauces llorones y los abedules rodeaban el camposanto, pues según las creencias europeas de los primeros colonos, estos árboles sagrados delimitaban el poder de la muerte y no saldría de sus predios a atormentar a los vivos. Así pues los espíritus de los pobres difuntos les tocaba vagar sobre los mausoleos y tumbas erigidas de mármol sobre el húmedo terreno por toda la eternidad.
La luna brillaba sobre el camposanto y las diversas esculturas de piedra y granito parecían tomar vida. Querubines, arcángeles, mil vírgenes y hasta el propio Jesús estaban representados entre las figuras empedradas como resguardando y velando por el descanso eterno de los fieles difuntos. Los santos cubiertos de limo y un moho negruzco no lucían sus mejores fachas y era más un espectáculo aterrador el encontrarse aquí y allá con algún rostro o busto carcomido por el salitre que traía la brisa marina proveniente del golfo o la humedad de los pantanos aledaños. Pero si ver a un Jesús de yeso roído por el tiempo era impresionante, más aún eran las estatuas de gárgolas, duendes o de alguna otra figura pagana que servía para ahuyentar los malos espíritus que los esclavos habían traído a rastras con su magia negra y su voo-doo.
Y como todas las noches, la dama del cementerio salía a pasearse entre los columbarios y los mausoleos. Todos en el pueblo la habían visto pero nadie a ciencias ciertas sabía quien o que era. No se le atribuía su figura a una muerta en específico puesto que nadie podía asegurar si fuera algún alma penando -como tantas otras- o fuera una pobre desgraciada, desquiciada y sin hogar que prefería la compañía de los muertos a los vivos. Era una criatura inofensiva. Sólo andaba de aquí para allá en los predios del lugar. Inclusive hablaba con la gente. El sepulturero era casi su amigo y su presencia ya no le perturbaba. Ya el hombre la saludaba cuando la veía y según el, la dama del cementerio le contestaba el saludo con una voz dulce y angelical.
Aquella noche de luna llena la enigmática mujer se sentaba sobre una columna de mármol partida a la mitad. Su mirada perdida en la lontananza y su negrura abismal de la noche. Lucía un elegante vestido negro de corte victoriano de seda y encajes y el corsé ceñido al cuerpo acentuaba su delicada figura femenina. La falda amplia en dos capas de tela del mismo color de la noche estaba bordada en finos hilos satinados que con la luz de la luna sobre ellos revelaban detalles de flores y arabescos. Su pelo oscuro estaba nítidamente recogido en un chignon y sobre su coronilla un pequeño tocado adornado con flores púrpura y negras y del cual salía un velo corto que cubría la parte superior de su cabeza y su frente. Sus ojos, un par de zafiros vacíos y opacos, derramaban lágrimas de hondo pesar.
Un búho enganchado en una rama cercana de un árbol enjuto y seco arrullaba la noche en el camposanto con su cacofónico canto. En el tétrico lugar un juego de luz y sombras - más sombras que luz- se dibujaba en las paredes de los columbarios y mausoleos. La tenue brisa soplaba y el olor a humedad y a putrefacción inundaba la atmósfera mortuoria.
—El baile ha comenzado—, susurró con voz melodiosa la mujer.
La dama del cementerio se ponía de pie y con cadencia se movía casi flotando entre los estrechos pasillos que formaban las bóvedas funerarias.
—Buenas noches doña Brigitte—, saludaba el encorvado sepulturero mientras paleaba tierra y acomodaba unas flores.
—Buenas noches Pietro—, contestaba la dama.
—Esta noche hay baile en el cementerio—, dijo Pietro en tono festivo.
—Si. Pero mi amado no vendrá esta noche—, contestó Brigitte con voz entrecortada y siguió caminando hasta que su figura se perdió de vista entre los mausoleos más lejanos.
Mientras, el sepulturero marcaba el compás en el suelo con su pie y tarareaba una melodía ininteligible. La brisa traía con sigo el sonido de violines y flautas y las sombras dibujaban siluetas que bailaban entre las tumbas del cementerio.
*** Cuento Corto inspirado en el personaje de Brigitte del Cementerio o como cariñosamente le llama su creadora, LynnS13 , Gigi. Pertenece a la serie de Círculo de Hadas y es un personaje oscuro y enigmático en la historia.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top