20. ¿Qué tienen los domingos?
Eylen
—¡¿Qué hiciste qué?! —Erick por poco y se atora con el pedazo de fruta que había llevado a su boca. Comienza a toser y palmea su pecho en un intento de recuperar el aire. —Eylen, ¿acaso perdiste la razón?
Bajo la mirada y comienzo a jugar con los dijes en mi pulsera.
—¡No me lo recuerdes!
—Creí que el punto de movernos de ciudad era para comenzar desde cero y dejar atrás la tormenta que viviste principalmente con ese chico en Chicago. —chasquea la lengua negando —Sabes que te quiero como una hermana, pero si haces cosas como estas siento que no tiene sentido nada de lo que hemos hecho hasta ahora.
Llevo las manos a mi rostro cerrando mis ojos con fuerza.
"Me siento estúpida..."
—Te juro que mi propia conciencia no me dejó tranquila en toda la noche —respondo volviendo a verlo.
—Qué bueno.
—Erick, no tengo idea de que se apoderó de mí.
—¿Nostalgia? —ladea la cabeza observándome.
—No lo sé. —me señalo —Fui yo la que lo besé y fui yo la que quería hacerlo... Y fui yo la que lo disfrutó y ahora me siento muy culpable por ello.
Erick suelta un sonoro suspiro y se levanta de la mesa con su plato del desayuno ya vacío. En silencio imito su acción para poder llevar únicamente la taza de té que me preparé, pero no doy muchos pasos en dirección a la cocina porque la puerta principal comienza a ser golpeada así que voy a abrirla.
Stanley aparece ante mis ojos y así mismo Canela pasa por mi costado corriendo a su encuentro.
Mi amigo se arrodilla feliz recibiendo al cachorro en brazos y yo sonrío de lado cuando se levanta y se adentra a la lugar.
—Buenos días —dice y me tiende un sobre —Esto llegó muy temprano en el buzón del correo.
—¿Es oficial? —pregunto emocionada al ver que se trata del concurso de fotografía.
—Es oficial. —asiente —Tenemos que ir a cambiar ese cheque al banco, pero hoy es domingo y cierra al medio día, así que ya tendrá que ser después.
Erick me quita el sobre para ojearlo mientras conversa con Stanley y yo me giro para ahora si ir a lavar la taza.
—¿Los asistentes de producción recibirán un porcentaje? —Erick bromea —Porque si es así, Kenai y yo no nos molestamos.
—Quizás una malteada. —responde Stanley.
Me rio por lo bajo.
Cierro el grifo, sacudo mis manos cuando ya he acabado y tomo del respaldar de la silla del comedor mi maleta.
—Ya debo irme. —acaricio la cabeza de Canela y seguido revuelvo el cabello de Stanley. Le doy un corto abrazo a Erick y digo: —Ten un buen día.
—Tú igual —dice al separarnos.
—Gracias —susurro.
—¡Toma buenas decisiones y no hagas nada que yo no haría! —escucho que grita desde lejos y yo ya estoy quitándole la cadena de seguridad a mi bicicleta.
❁❁❁
La mañana pasa demasiado rápida, puede ser principalmente porque no he tenido un solo momento de descanso desde que entré a mi turno.
Los domingos este lugar se vuelve una locura, los grupos de personas que entran y salen de Robinson's parecen interminables.
Tomo la bandeja de comida y camino fuera de la cocina hasta la mesa donde hay una pareja bastante amable. Comienzo a dejar todo frente a ellos y me alejo para ir a la cocina nuevamente en busca de lo que otra de las mesas que estoy atendiendo pidió.
—¡Dos hamburguesas dobles con papas fritas para la mesa 3! —grita Kenai al recibir un pedido por parte de otro de los meseros y al verme me entrega con rapidez mi nueva bandeja con comida.
—Gracias —susurro en su dirección y salgo a la misma vez que una de mis compañeras, una alta y delgada castaña de ojos grises llamada Jenna.
Jenna y yo nos damos una sonrisa nerviosa porque casi tropezamos la una con la otra al cruzar las puertas dobles.
—¿Qué tienen los domingos? Son tan alocados. —dice conteniendo la risa.
—Gracias a Dios ya estamos por acabar este turno. —respondo dándole la razón —No quiero imaginar cómo se pone el resto del día.
—Ni que lo digas... —exhala con cansancio.
Tomamos caminos opuestos y llevamos las bandejas de comida a las respectivas mesas.
Llevo una mano a mi estómago al alejarme y llego hasta el bar de jugos. El chico que está atendiendo allí me mira con diversión mientras prepara la orden de alguna de las varias personas que se encuentran sentadas en los taburetes.
Jenna llega a mi costado soltando al igual que yo un suspiro y yo dejo caer mi cabeza sobre su hombro.
—Sobrevive, Eylen, solo faltan diez minutos —escucho que dice.
—Eso intento, pero en todo este ajetreo olvidé por completo que no he desayunado nada y siento que me voy a desmayar—murmuro.
—Aguanta un poco y mejor observa al delicioso bombón que está entrando al lugar.
Elevo la vista conteniendo la risa ya que cuando ella suelta comentarios de ese tipo usualmente es porque un chico guapo entra al restaurante.
Sigo el hilo de su mirada y la sonrisa desaparece.
Es Harry.
El ir vestido totalmente de negro hace que resalte entre todos en este lugar que se encuentran, en su mayoría, con ropa para ir a la playa o hacer actividades al aire libre.
Harry con su andar intimidante ignora a todos a su paso. Lleva puestas gafas de sol que le dan un toque mucho más atractivo a su look.
Frunzo el ceño al ver que mi compañera se encuentra escaneándolo de arriba a abajo mientras él hace su camino a la caja registradora y se inclina para preguntarle algo a la chica que se encuentra allí.
Sostengo con fuerza la bandeja vacía de comida que aún tengo en una mano al ver como Jenna comienza a arreglarse el uniforme y desabrocha un botón en la parte superior de su camiseta.
La chica en la caja registradora señala en nuestra dirección, Harry nos observa y se quita las gafas.
—Santo padre de los cielos —murmura Jenna ahora que lo ve con más detenimiento y Harry comienza a moverse en nuestra dirección.
Suelto un suspiro y aferro la bandeja contra mi pecho mientras los ojos de Harry no se apartan de los míos.
Justo cuando él iba a hablar mi compañera me empuja con su cintura suavemente haciéndome a un lado y señala una mesa que acaba de ser desalojada.
—¡Bienvenido a Robinson's! Mi nombre es Jenna y te atenderé el día de hoy. Sígueme y te guio a tu mesa.
Harry arquea una ceja en su dirección, pero no le dice absolutamente nada, solo da dos pasos a la derecha para quedar frente a mí.
—Nena, ¿ya estás por acabar tu turno? —pregunta en un tono dulce —Quiero llevarte a almorzar.
—En un par de minutos salgo —respondo tratando de contener la risa ya que la cara épica de confusión que Jenna nos da hace que mis celos desaparezcan por completo y en su lugar el humor aparezca.
La castaña se retira acomodando su camisa en el proceso y yo sonrío en dirección a Harry ya que ni siquiera parece que se dio cuenta de que ella estaba intentando coquetearle.
—¿Qué sucede? —me mira confundido.
—Nada. —ladeo la cabeza —Tengo muchas dudas, pero la principal es... ¿Cómo lograste dar con el restaurante?
—Jamás dudes de mi habilidad para encontrarte.
—Honestamente comenzaré a creer que me has puesto un chip de rastreo.
—Quizás sí, quizás no... —sube los hombros con una media sonrisa.
Veo que una mano se levanta en mi dirección y es proveniente por otra de las mesas que he atendido y es de un grupo de amigos que está pidiendo el recibo porque ya han acabado.
—Discúlpame un momento, debo seguir trabajando.
—Te espero aquí, pediré algo para beber. —señala detrás de mí al bar de jugos.
Me aparto de Harry para ir a la caja registradora y hacer todo el proceso de llevarle a los clientes su recibo y efectuar lo que es el pago.
Los despido con una sonrisa tomando la generosa propina que me han dejado y comienzo a recoger la mesa acomodando todo en la bandeja vacía.
Mi estómago se comienza a revolver nuevamente del dolor a causa del hambre que traigo e incluso siento que mis manos tiemblan por el peso que cargo cuando ya he colocado con cuidado las malteadas a medio tomar que han dejado y así como el montón de platos con papas fritas llenas de kétchup.
Comienzo a caminar en dirección a la cocina, Kenai sale por las puertas dobles con una bandeja llena de canastas de pollo frito y aros de cebolla y me regala una sonrisa al pasar por mi lado.
Jenna camina detrás de él sosteniendo una bandeja con cinco vasos grandes llenos de burbujeantes sodas.
No entiendo como sucedió, pero lo siguiente que siento es como todo vuela en mi dirección. Mi pecho queda empapado de soda y la bandeja en mis manos se desestabiliza. Todo cae al suelo en un horrible estruendo juntándose al desastre líquido.
—Pero... ¡¿Qué rayos te sucede?! —exclamo subiendo la vista a Jenna.
Kenai deja su bandeja de comida a un costado de la caja registradora y corre a nuestro encuentro.
Medio restaurante nos está viendo expectantes.
—¡Fue un accidente! —exclama ella de regreso. —Te me atravesaste en el camino.
—¡Claro que no! —chillo cerrando mis puños con fuerza —Venías caminando detrás de Kenai. ¡¿Cómo es que pude atravesarme?!
—¿Estás acusándome de esto? —se cruza de brazos altanera —¡¿Por qué haría algo así si luego soy yo la que debe pagar por estas bebidas?!
Doy un paso amenazante en su dirección, pero Kenai me toma del brazo manteniéndome firme en mi lugar.
Mi sangre comienza a hervir.
—Jenna, por favor busca algo para limpiar esto, alguien se puede tropezar. —Kenai le hace una seña para que se gire a la cocina y eso hace luego de resoplar molesta.
—¿Cuál es su problema? —pregunto entre dientes.
—¿Cuál es problema de ambas? —pregunta Kenai de regreso y nos arrodillamos para comenzar a recoger todo. —¿Acaso se llevan mal?
—Pues hasta el día hoy juraba que no —murmuro.
El restaurante vuelve a llenarse de conversaciones y la vergüenza en mi sistema comienza a disminuir por ello ya que no nos están poniendo atención mientras limpiamos.
Jenna llega hasta nosotros segundos después con un trapeador y papeles absorbentes. Se inclina para recoger los hielos sin mirarme a mi o Kenai.
Bufo y me pongo de pie con mi bandeja para alejarme de ella. Kenai también se levanta con los vasos de soda vacíos.
Antes de moverme Harry aparece a mi lado y lo siguiente que pasa es que Jenna pega un grito.
Mis ojos van hasta ella y hago mi mayor esfuerzo para no reírme al verla llena de malteada desde su cabeza escurriendo por todo su cabello hasta los hombros.
—¡¿Qué diablos?! —gruñe elevando la vista.
—Fue un accidente. —dice Harry con seriedad y le entrega su vaso vacío a Kenai que lo mira de forma acusadora —¿Qué? —pregunta en dirección al moreno y señala a Jenna que ya se ha puesto de pie —El piso está muy resbaloso y ella se me atravesó en el camino.
Intento contener la risa.
—¿Qué tienen los domingos? Son tan alocados. —repito con sarcasmo lo que ella dijo antes.
—¡Ugh! —Jenna se aleja para entrar a la cocina y Kenai va detrás de ella.
Volteo a ver a Harry con una sonrisa y él se inclina para dejar un beso en mi mejilla.
—Te espero afuera.
—Claro, no vaya a ser que pasen más accidentes y termines hiriendo de gravedad a alguien. —sonrio.
—Honestamente estoy de muy buen humor, así que no creo. —dice y se aleja sin esperar una respuesta.
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