12. De regreso

Eylen

Son las siete de la noche en punto cuando escucho golpes en la puerta, al abrir Nick me regala una sonrisa radiante.

—Que puntual.

—¿Qué te puedo decir? Soy de los que cree que la puntualidad hacen al caballero sobresalir. ¿Lista?

Asiento y me giro para adentrarme a la casa —Sí, solo me iré por mi bolso.

—¿Estás sola? —pregunta a lo lejos.

—Sí —asiento al salir del cuarto —Erick se acaba de ir, él y Kenai quedaron en reunirse en casa de Stanley en unos minutos.

—¿Y eso?

—Todos viernes tienen maratones de películas. Erick lleva palomitas, Kenai compra las bebidas y Stanley pone el lugar, creo que hoy verán las tres películas de Las crónicas de Narnia.

—Oh, son bastantes buenas —dice en comprensión —¿Nos vamos?

—Sí —saco el celular de mi bolso y miro la pantalla —Es extraño, Stanley no ha respondido mis mensajes en toda la tarde —murmuro. —De verdad quiero ver como quedó Canela con su corte de pelo.

—Eylen —Nick chasquea sus dedos para llamar mi atención —¿Te puedo pedir un favor?

—Claro, Nick. —subo la mirada —¿Qué pasa?

—¿Podrías dejar tu celular aquí?

Lo miro extrañada y lado la cabeza —¿Por qué?

Nick suspira y seguido dice: —Esta noche quiero conversar contigo, ya sabes, pasarla bien sin necesidad de estar a cada rato mirando la pantalla de un celular —hace una mueca —Esperaba que también hicieras lo mismo, por eso dejé mi celular en casa. —se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón y muestra el interior vacío de ambos bolsillos delanteros.

—Pero, Nick... puedo mantenerlo en silencio y te prometo que no lo sacaré a no ser que sea completamente necesario.

—Vamos, una noche sin tecnología no te va a matar —pone sus manos en suplica —¿Por favor?

Sin poder evitarlo me rio de la cara de perrito que hace, incluso su puchero luce tierno.

—De acuerdo —acepto rendida y me giro para poner el celular sobre la mesa del comedor —Pero más vale que seas un conversador de primera, Nick Joseph, porque de lo contrario me aburriré demasiado —lo señalo.

—Soy excelente, no por gusto fui el presidente del club de debate los dos últimos años.

—¿Lo fuiste? —pregunto sorprendida mientras camino a la salida con el siguiéndome

—¿Lo vez? tenemos mucho en que ponernos al día —se ríe y lo imito.

—Vaya que si —dice.

❁❁❁

Harry

La noche me alcanzó, pero logré llegar a Springfield y localizar enorme edificio que Tokio compró no fue tan difícil. Debo admitir que el área es bastante céntrica y los edificios a sus alrededores lucen acogedores sin necesidad de mostrarse tan extravagantes.

Bajo del auto siento mi estomago gruñir, muero de hambre, espero que mi tía haya cocinado algo o por lo menos estén pensando en pedir comida rápida.

El seguridad me deja entrar en cuanto le digo mi nombre y me dice que el departamento al que debo subir es el 30 en el cuarto piso. Al parecer Tokio le había dicho que vendría.

Dejo salir un suspiro sonoro antes de tocar la puerta y a los pocos segundos una París enojada aparece en mi campo de visión.

No puedo decir nada porque de inmediato recibo una bofetada.

—¡Carajo! —exclamo ante la sorpresa del golpe y dejo caer mi maleta al suelo —¿Por qué diablos tienen ustedes las mujeres que soltar bofetadas cuando están molestas? —le digo seriamente.

—Más de un mes, Harry Nathaniel Andrews, ¿te fuiste más de un mes y ni un solo mensaje o llamada pudiste hacer? ¡Sabes que la desteto! ¿Tienes idea de lo vergonzoso que era escribirle a la ridícula de Megan para preguntarle por ti? —me señala —Eres un idiota.

—¿Terminaste? —arqueo una ceja —Porque he estado manejando literalmente todo el día y necesito comer y acostarme.

París se hace aun costado para dejarme pasar, pero en ningún momento deja de mirarme mal. Yo me inclino para recoger mi maleta y adentrarme al lugar.

—¡Harry! —mi tía sale de la cocina con una bandeja de pollo asado en manos y noto que la mesa tiene más bandejas de comida sobre ella.

—Hola, tía —digo con una sonrisa y arrojo mi maleta a uno de los sofás.

Seguidamente escaneo la estancia en busca de mi mejor amigo.

—Tokio se encuentra en su habitación empacando todo para mañana —avisa París.

—¿Mañana? Pensé que regresarían a Chicago el domingo. —suelto confundido.

—Iremos al lago —explica mi tía.

—Oh —asiento.

—Búscalo —pide —Dile que ya la cena está lista. —sonríe —De seguro tienes hambre, cariño.

—No tienes idea —respondo.

Miro a mi izquierda el pasillo que da a las habitaciones. Me adentro y la primera puerta que veo abierta tiene música saliendo por lo bajo así que me asomo y veo a Tokio murmurando la letra de la canción mientras mete ropa a una maleta pequeña. Chihuahua está acostado en el centro de la cama y cuando me ve se levanta emocionado moviendo su cola de un lado a otro.

''Al menos alguien se alegra de verme...''

Toco con mis nudillos dos veces la puerta y me paro bajo el umbral.

Tokio sube la mirada y me mira con el rostro serio.

—He venido a recibir mis golpes.

—Eres un imbécil —responde y camina hasta mi para abrazarme.

—Sí, también te he extrañado —le digo con honestidad.

Al separarnos Tokio me observa con curiosidad.

—Luces diferente. —dice.

—Me siento igual que siempre —bufo y me adentro a la habitación para acostarme en la cama y verlo seguir empacando.

Chihuahua no demora mucho en venir hasta mi, así que lo acurruco entre mis brazos y escucho a Tokio hablar.

—No es verdad, te ves ligeramente más bronceado y tu cabello está más largo de lo usual —ladea la cabeza y abre los ojos sorprendido —¿Te has hecho un tatuaje en el cuello?

—Sí —también ladeo la cabeza y le muestro el pequeño lirio stargarzer negro que me tatué hace unos días en el lado izquierdo de mi cuello. —Me hice varios tatuajes.

—¿Cuántos?

—Siete.

—¿Qué?

—Conocí a un tipo llamado Elvis, quien es el dueño de un estudio de tatuajes y agendé citas para que fuera al departamento de Megan y me tatuara. —explico.

—¿No salía mejor ir al mismo estudio?

—No —niego —Megan casi mata a la recepcionista cuando me fui a hacer el primer tatuaje. —Tokio ríe. —Muero de hambre, amigo —me levanto de la cama y dejo a Chihuahua sobre la misma —Vamos, tu madre dijo que ya la comida está lista.

Al salir nos dirigimos al comedor y tomamos los lugares que mi tía ya había preparado para nosotros.

—Harry, es una alegría volver a verte —dice mi tía con una sonrisa. —Comenzaba a creer que ya no volverías.

—Los Ángeles nunca será su hogar. —murmura París mientras picotea el pollo y la ensalada con su tenedor.

—París... —le dice Tokio con tono de advertencia.

Yo suelto un suspiro y estiro mi mano para tomar el vaso de agua frente a mi y beber del contenido.

—¿Vas a quedarte esta vez tranquilo o viniste solo a alterarme los nervios y luego irte? —dice ahora mirándome fijamente.

—¿Qué es lo que quieres que te diga, París? —respondo y prosigo a tomar los cubiertos.

—¡Todo! —entierra el tenedor sobre el pollo en su plato y golpea la mesa.

Yo entierro el cuchillo sobre el pollo, estrello el tenedor en una esquina del plato y entrecierro los ojos.

—Chicos, no creo que sea necesario armar una pelea —dice mi tía tratando de ser un árbitro.

—¿Por qué te fuiste? ¿Qué diablos pasaba por tu cabeza cuando desapareciste? ¿No pensaste en ningún momento en la salud de tu padre o la de mi madre? —París entrecierra los ojos y sin poder evitarlo desvío la mirada a mi tía y Tokio, viendo la seriedad en sus rostros. —Nos tenias a todos esperando por una llamada, un mensaje, algo y tú simplemente-

—París, no presiones, así no obtendrás respuestas —le dice su madre interrumpiéndola.

Nos quedamos en silencio por unos breves segundos.

—Discúlpenme —pido. —Sé que se preocupan y lo aprecio mucho. —miro a París —Sobre todo te pido disculpas a ti, eres mi mejor amiga y debí por lo menos escribirte, pero necesito que entiendan que hace un mes no estaba en mi mejor momento y lo único que quería más que nada era irme de Chicago y tomar un respiro.

—Parece que te sentó bien esa decisión —dice mi tía con una sonrisa cálida —No importa porque te fuiste, nos alegra que estés de regreso.

—Y esta vez de forma permanente ¿no es así? —Tokio me señala con el tenedor.

—Estoy de regreso, amigo, no tengo porque irme de nuevo. —respondo.

—Bien... —murmura París y veo como una sonrisa diminuta se posa en sus labios mientras prosigue a comer.

❁❁❁

Dejo salir el humo por mis labios y subo la mirada al cielo estrellado.

Tokio se inclina sobre sobre el barandal del balcón para apoyarse mejor de sus brazos y también sube la mirada al cielo.

El barco que usaremos mañana para el día en el lago es de Gale, el arquitecto que diseñó este edificio.

—No te creía capaz de tomar días libres del supermercado. —me burlo.

—Hace mucho no disfrutaba de un fin de semana con mis chicas —se ríe —Me pareció bueno el poder sacarlas de Chicago y distraerlas un poco, además, ¿qué es el verano sin un buen chapuzón?

—Dímelo a mi —niego con una sonrisa —A pesar de que Megan no logró llevarme a ninguna playa, ya que no accedí, pasé mucho rato en la piscina del edificio.

Doy una calada al cigarrillo y Tokio voltea a verme.

—¿Qué pasó ese día Harry? —pregunta en un susurro. —¿Cuál fue el motivo principal que te llevó a huir de todo y todos?

Dejo salir el humo lentamente y volteo a verlo.

—Eylen me dijo que se mudaba y no podía pasar un segundo más en Chicago —respondo secamente —Y que la cruel realidad era que si no lo hacía terminaría quitándose la vida.

Tokio se para de forma erguida viéndome con sorpresa.

—Harry-

—Tokio, también le dije a Eylen que la amaba —lo interrumpo.

Su cara de sorpresa se hace aún más visible.

—No sé que decirte, hermano. —dice

—Tranquilo, no necesitas darme consuelo o decirme que todo estará bien. —subo los hombros —Ya me hice a la idea de que la he perdido y no hay nada dentro de mi poder que me haga cambiar lo que el destino ya dictó.

—No digas esas cosas, Harry. —Tokio niega y me llevo el cigarrillo a los labios mientras lo escucho hablar —Uno nunca sabe lo que el "destino" —hace comillas —Puede devolver cuándo sabe que estamos listos.

Dejo salir el humo y me rio.

—Tonterías —digo aun entre risas.

—Tú te fuiste por la izquierda y ella se fue por la derecha, ¿quieres que te diga lo que pasa cuando dos idiotas que se aman se separan?

—¿Qué? —frunzo el ceño.

—Se reencuentran porque por andar con el juicio nublado olvidan que el mundo es redondo. —Tokio palmea mi hombro —Tranquilo, viejo, deja todo en manos del universo, el se encargará de poner las piezas en su lugar.

—¿De dónde sacas tanta estupidez? —lo miro mal. —Te voy a ignorar, quizás así tu cabeza gigante te haga flotar lejos de mí.

Tokio se ríe y se aleja para volver a recostarse del barandal.

—Me extrañabas ¿verdad?

—Por supuesto que sí. —sonrío. 

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